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118: Capítulo 118.
Cosas que no deben ser habladas 118: Capítulo 118.
Cosas que no deben ser habladas Editor: Nyoi-Bo Studio Lu tomó su bolso, sus ojos escanearon brevemente el traje que se encontraba sobre su escritorio.
—Muy buen gusto.
Al presidente le gustará.
Bueno, me tengo que ir.
—Bueno, nos vemos mañana.
Lin Yazhi observó cómo la fría belleza se marchaba de la oficina con poca gracia.
Había algo en Lu que molestaba a su sentido de la moda.
Las arrugas en su ropa, una alerta de la moda, especialmente la falda, era como si…¿había sido violentamente rasgada?
Lu meditó todo el camino de vuelta a casa, intentando descifrar cuál sería la mejor manera de formular la pregunta.
Abrió la boca, pero las palabras se le atragantaron en la garganta cuando se dio cuenta de que Huo Li también estaba allí.
—Necesitamos hablar cuando lleguemos a casa.
—Por favor hazlo ahora.
No me molesta —rio Huo.
—…
«POR FAVOR, a mí sí».
Lu estuvo en completo silencio por los siguientes 30 minutos del camino a casa.
No inició conversaciones ni respondió a las bromas tontas de Huo o a los gestos traviesos.
Al llegar a la mansión, luego de que Huo despidiera a su fanático de manera cruel, con un gesto de mano, Lu lo arrastró hasta su habitación antes de que este pudiera siquiera terminar de sacarse los zapatos.
Cerró la puerta y se apoyó contra ella, mientras que Huo se paró delante de ella con su típica expresión relajada.
Mirando la breve sonrisa en su rostro, su corazón le dolió cuando el pequeño pedido se escapó de su boca.—¿Podrías…no hacer eso en la oficina nuevamente?
—¿Eso?¿Qué cosa?—respondió Huo de manera inocente, como si fuese un sospechoso en un interrogatorio.
—¡!—Ella apretó sus dientes.
«Sabes a lo que me refiero, deja de actuar como si hubiese nacido ayer».
Ambos se tomaron tanto su tiempo que cada trabajador con antigüedad en la oficina de secretaría sabíaqué tipo de “negocios” estaban haciendo.
Antes de que revelaran ante el público que eran hermanos, todo parecía normal y correcto, y todas las conversaciones eran consideradas como interacciones exclusivamente laborales.
Ahora…bueno… —Sabes a lo que me refería, Huo Yunting.
—Bueno, Lu Zhaoyang, hemos hecho muchas cosas en la esa oficina, no estoy seguro de cuál es la que tú no quieres que haga…como…—Su mano alcanzó su mejilla y sus dedos se deslizaron a través de su piel, haciendo una curva en su cuello para llegar debajo de su mentón.
Lu se estremeció, se quedó helada hasta que las manos de Huo llegaron a su cuello.—¡ALTO!—gritó ella.
Para ser francos, Huo Yunting no le había hecho a su cuerpo nada escandaloso.
Él sólo había frotado su cuello de manera gentil, y sus dedos accidentalmente la rozaron.
—¿No crees que eso sería un gran obstáculo para el progreso de nuestro trabajo?¡Un lugar de trabajo es justamente eso, un lugar de trabajo!—enfatizó ella, con un gran empeño para que esto no volviera a suceder.
—Sería más fácil si lo hiciéramos público.—Los dedos de él continuaron frotando su cuello de manera sugestiva.
—¡OLVÍDALO!
—Ella le empujó las manos con fuerza y abrió la puerta que estaba detrás.
«¿En qué estaba pensando?¿Cuándo es que ese diablo ha oído mis pedidos?».
Antes de que Lu pudiera dejar la habitación como la típica protagonista de una película romántica, el hombre la volvió a agarrar entre sus brazos.
Su mano permaneció en el picaporte, inmovilizada.
—¿Eso es un sí?
—¿Qué”sí”?
No dijiste nada más sobre tu pedido, ¿A qué debo decirle que “si”?—dijo Huo con su nariz en el cuello de la mujer, oliendo las feromonas que emanaba su cuerpo.
Era reconfortante.
—Bueno, ahora necesito mi cena.
Adiós.
«Bueno, me rindo.
Te puedes ir ahora, cerdo.
Puedes hacer lo que quieras.
¡No me va a importar más!».
Huo Yunting no la dejó ir.
En cambio, le mordió el lóbulo de la oreja.—Eres mi secretaria en jefe, tienes todo el derecho de hacerme sugerencias.
Pero has decidido titubear cada vez que me dices algo, así que no me culpes si tus sugerencias son malinterpretadas… «EN SERIO, ¡tú sabes lo que quería!».
—Mi pedido es que debes dejar de hacer esas cosas de las que no deben hablar en público, ¿puedes hacerlo?
«¿Es lo suficientemente claro?».
Huo Yunting movió su cabeza hacia el lado, demostrando que no había entendido lo que la mujer había querido decir.
—¿Qué cosas que no se le pueden decir al mundo?¿En qué tonterías estás pensando todo el día en la oficina, Lu Zhaoyang?
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