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216: 217 La verdad – Parte 2 216: 217 La verdad – Parte 2 Editor: Nyoi-Bo Studio Al ver a Leonard irse a la sala del consejo, Vivian se puso en su lugar, mirando fijamente a nada en particular mientras pensaba en lo que la mujer había dicho antes sobre las marcas.
Los materiales perdidos debieron ser una amenaza para el consejo; ya que era difícil manejar a las brujas negras, si había alguien más que estuviera dispuesto a crear estragos, no se sabía en cuántos problemas podían haber estado las tierras.
La noche se aceleró en el cielo mientras se oscurecía, copos de nieve cayeron de éste uno tras otro.
Extendiendo los brazos, esperó a que un copo de nieve cayera sobre la palma de su mano.
Al agarrarla, cerró el puño y luego abrió para ver cómo desaparecía al disolverse en agua, que se sentía más fría en su mano que el copo.
Como muchas otras veces, Vivian se preguntaba a menudo cómo habría resultado la vida si sus padres no la hubieran abandonado y la hubieran mantenido a su lado como hija humana.
Era obvio que estarían avergonzados y tal vez incluso la tratarían mal por ser la oveja negra de la familia.
Al final, todo salió bien, hasta el punto de que casi había llegado a la conclusión de que no importaba saber nada de sus negligentes padres.
Sin embargo, había una pequeña parte de ella que deseaba saber quiénes eran.
Vio a algunos de los concejales que salían del edificio principal y se retiraban por el día.
Sin reuniones de la corte y sin juicios del consejo, no había mucho que hacer sentados allí.
Con el caso que se les había entregado, parecía evidente que el niño era inocente, y aunque el hombre no tenía nada que ver con los asesinatos de los Walter, había quebrantado la ley al golpear al niño como una salida a su pérdida e ira.
Sería castigado por ello.
Después de tener a Datan y Hueren, quienes habían puesto al hombre en una de las celdas, se habían ido al edificio del consejo para que otro concejal, Abel, saliera y fuera a la celda.
Sus cejas se arrugaron al verlo.
Era el hombre con el que Leonard no se llevaba bien.
Al pensar que su familia estaba del lado de las brujas negras, ella agitó la cabeza.
No importaba de dónde vinieran las brujas negras, se consideraba que no sólo eran engañosas, sino también criaturas en las que se podía confiar.
Había una razón por la que nadie se mezclaba con ellas.
No trían nada más que mala suerte a su alrededor y a otros que se asociaron con ellas.
El concejal Abel había impulsado el caso hoy con la esperanza de que terminara, pero afortunadamente Leonard había llegado a tiempo para detener el juicio.
Curiosa, al verlo desaparecer en el lugar donde se realizaban experimentos y los forajidos eran detenidos, siguió su rastro.
Leonard estaba hablando con el médico vampiro cuando Vivian cruzó sigilosamente la habitación, para ponerse al día con el concejal que fue a ver a Henry, quien había sido encarcelado.
Al llegar al final de la pared, sin revelarse, oyó hablar al concejal: —¿Qué no te dije que te mantuvieras con el perfil bajo?
Un consejo y no pudiste seguirlo, sino que golpeaste al muchacho.
Cuidadosamente miró a hurtadillas y vio al concejal Abel de pie frente a los barrotes, hablando con el hombre que estaba de pie con sus manos sosteniendo las barras de hierro oxidadas.
—Sólo hablaba con el chico y sus palabras me enfurecieron.
Hay que ahorcar a ese pedazo de mierda por hacerme pasar por esto.
¡Sácame de aquí!
—exclamó el Sr.
Senielton, su voz un poco irregular debido al lugar en el que se encontraba ahora.
—Tch, así no es cómo funciona —respondió el concejal—, quité las pruebas de los informes que fueron reescritos para que el equipo que las está manejando no se metiera en tu camino y te metieras en problemas ¿Sabes cuántas molestias tuvimos que pasar otros y yo?
¿Encontraste los pergaminos de hechizos?
—preguntó Abel, esperando que el hombre le diera la buena noticia.
—La familia debió haberlos enterrado en algún lugar o quemarlos.
Conseguí que algunos de mis hombres buscaran en toda la casa, pero no pude encontrarlos.
Necesito salir de éste lugar para registrarlo yo mismo —dijo Henry, agarrando las barras de hierro que lo separaban del mundo exterior.
—Le dimos una semana, Sr.
Senielton —dijo Abel, dando un paso atrás para sacar algo de su bolsillo, era un cigarro—.
Una semana entera empujando el caso antes de que llegara al siguiente equipo, sacrificando los esfuerzos de mi propio equipo.
Mi superior no está contento de que no pudieras conseguir la información que te pedimos —el concejal encendió su cigarro con una caja de cerillas que tenía en la mano antes de apagarla— ¿Sabes lo que eso significa?
—preguntó entre dientes—.
Has sido incapaz de mantener tus palabras.
Te casaste con la mujer para obtener información, ¿pero por qué siento que dejaste tu responsabilidad inicial?
Amor, ¿no es así?
—se burló el concejal.
El Sr.
Senielton no dijo una palabra, sino que miró fijamente al hombre que fumaba del cigarro: —Era mi esposa —dijo el prisionero—, sé que el muchacho tiene algo que ver con ello.
—Por favor, Henry.
Me haces dudar de mi decisión de elegirte para completar la simple tarea de traer el pergamino lleno de hechizos.
Suenas absolutamente ridículo en éste momento —escupió Abel, sacando una bocanada de humo; miró a su derecha, con los ojos fijos en la pared detrás de donde estaba Vivian—.
El niño no tiene nada que hacer, un niño no puede venir a hacer daño a la familia tan fácilmente.
Alguien les cortó el cuello y fue hecho por un profesional.
A menos que quieras decirme que el chico fue educado para cumplir con esas demandas.
Entonces, Abel suspiró: —No puedo hacer mucho de mi parte —y arrojó el puro al suelo con los pies, pisándolo.
—¡No, no puedes hacerme eso!
—Usted mismo se lo buscó, Sr.
Senielton, y por favor, tenga en cuenta lo que dice aquí y lo mucho que grita.
Los guardias de aquí no se toman bien la grosería y te harán callar de por vida.
Al oír eso, Vivian decidió no quedarse más y al mismo tiempo, los ojos de Abel volvieron a caer sobre la pared, esta vez caminando hacia ella.
Al llegar a la pared, miró fijamente el espacio donde Vivian estaba, pero ella ya había salido del edificio.
… Vivian se apresuró a salir de la celda para encontrarse con Leonard, quien la miró sorprendido: —¿Dónde estabas?
—Necesitamos encontrar algo —dijo ella en un susurro mientras caminaba junto a él.
Dándose la vuelta, se aseguró de que nadie los siguiera ni los oyera hablar—.
Es sobre el caso.
—¿Qué pasa con eso?
—preguntó.
—Creo que los miembros del consejo están involucrados en ello.
Están buscando un pergamino que tiene hechizos, hechizos que un humano puede usar y los mismos que aumentarán la probabilidad de éxito cuando los use una bruja negra.
Antes, cuando Datan y yo fuimos a la ciudad, conocimos a una pareja, pero, ¿sabías que había un cementerio en donde está la ciudad ahora y que se mataron brujas de ambos tipos?
La mujer dijo que algunas de las familias, cuyos antepasados vivieron allí, habían transmitido los hechizos, y supongo que la familia Walter tenía estos hechizos.
—¿Fue el Sr.
Senielton quien los mató?
Vivian agitó la cabeza.
—No lo sé.
Se casó con la mujer para conseguir esos papeles, pero en el camino se enamoró de ella —sería difícil no enamorarse de alguien tan bella, pensó Vivian para sí misma—.
Abel, está metido en esto.
—Eso no es sorprendente ¿Dónde lo averiguaste?
—…en la celda…
—siguió sus palabras—, y no debe ser sólo él, ya que se refirió a alguien más, como si estuviera trabajando para alguien —era obvio que había algunas personas en ese consejo que estaban involucradas en actividades ilegales y sin dejar que saliera a la luz delante de la atención de nadie.
Estaban tratando de apoderarse de cosas que habían sido quemadas.
—Haré que Hueren y Datan lo vigilen de cerca y vean lo que está haciendo.
No te preocupes por el chico, me aseguraré de que sea enviado a un hogar mejor y que sea tratado bien —le aseguró Leo.
Una vez que el asunto de hoy saliera a la luz, el niño sería enviado a un hogar en el que estuviera más seguro que viviendo con su cuñado.
… Cuando llegó la mañana, había mucho bullicio en la sala del consejo.
Leonard no tuvo que ir a visitar al consejo, pero el asunto del niño que era inocente y necesitaba un hogar seguía colgando en el aire; llegaron, encontrándose a Maximillian de pie cerca de la sala de celdas.
—¿Por qué hay una multitud aquí?
—preguntó Leonard, mirando a su alrededor para ver a algunos de los concejales y a una mujer rondando por ahí hablando entre ellos.
—Uno de los prisioneros murió —contestó el hombre de ojos azules.
Los prisioneros que morían en la celda no eran infrecuentes, por lo que a Leo le resultaba extraño que por primera vez estuvieran preocupados de que alguien hubiera fallecido allí dentro.
—¿Suicidio?
«Tal vez el hombre se había suicidado por su reputación», pensó Vivian para sí misma.
—No —respondió Maximillian, y bajo la mirada cuestionable de Leo, continuó diciendo—.
Deberías ir a echar un vistazo tú mismo.
Es bastante interesante.
Déjame acompañarte —con las cejas arrugadas, Leonard entró y se dirigió a la celda donde Hueren había encerrado al hombre ayer.
En su camino, se encontró con Lionel, quien estaba de pie en la parte delantera de la barra donde el fuerte olor a sangre le llegaba hasta la nariz.
Vivian siguió a Leonard, su cuerpo escondiendo la escena frente a ella, cuando se paró bloqueando la vista de la celda.
Podía oler el tenue olor de la sangre que salía de la celda y cuando Leonard fue llamado por Lionel para hablar, se apartó, dejando que sus ojos vieran finalmente la sangre que cubría cada centímetro de las tres paredes de la habitación.
Había sangre cubriendo el suelo y sólo quedaban los huesos que estaban teñidos de color granate.
No es de extrañar que hubiera gente merodeando por el cuarto de la celda.
Ella dudaba que algo así hubiera ocurrido en la historia de las celdas del consejo.
Oyó a Maximilian susurrar a su lado: —Da que pensar que un humano normal tenga tanta sangre.
Cierto.
La habitación de la celda era pequeña, pero para tener todas sus partes cubiertas de sangre, significaría que el cuerpo había estallado dentro de sí mismo, explotando de tal manera que ahora se veían en toda la habitación en la que se encontraba.
Ni siquiera las barras de hierro se salvaron de la sangre.
Desde su lado izquierdo, oyó hablar a Lionel: —Traje al sacerdote local para que lo comprobara, pero el hombre no tenía ni idea de lo que pasó aquí.
—Necesitas una bruja blanca para investigarlo.
Un sacerdote normal no ayudará —replicó Leo ante la negligencia de su superior.
Las brujas no eran bienvenidas en el consejo y era algo que ella había aprendido después de haberse unido a él.
La gente de allí, aunque aceptaban la ayuda de las brujas blancas, no confiaban lo suficiente en ellas como para que se les pidiera que se acercaran a cualquier lugar de los alrededores.
Era una regla que se estableció hace años y que aún no había sido cambiada.
Viendo que nadie sabía lo que había pasado, Vivian decidió ir a ver al chico.
Leonard giró la cabeza y vio a Vivian irse.
Cuando sus ojos se encontraron con los de Maximillian, el hombre le dio una sonrisa torcida dejando la escena y siguiendo a la mujer.
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