Bambi y el duque - Capítulo 261
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261: 262 La Línea Entre La Realidad y El Sueño 261: 262 La Línea Entre La Realidad y El Sueño Editor: Nyoi-Bo Studio Ella estaba afuera de la habitación, en el patio, sus manos sosteniendo la baranda mientras se inclinaba hacia delante para sentir la fresca brisa que había viajado de una tierra tras otra a través del bosque para tocar su cara y seguir su camino.
Una suave sonrisa se asentó en sus labios mientras miraba al horizonte, el cielo encontrándose con las líneas del bosque que se extendían amplias y lejanas.
¿Cuánto tiempo había pasado?
Pensó Vivian para sí misma, escuchando el canto de los pájaros que volaban en el cielo al atardecer.
El sonido era dulce y suave, lo que le tranquilizaba la mente, que había estado llena de preguntas durante los últimos años.
Al escuchar la puerta de la habitación abrirse, no se giró para mirar, pero una sonrisa más amplia apareció en su rostro cuando la persona puso sus manos alrededor de su cintura, inclinándose para besarla en las mejillas.
—Estoy en casa —susurró dulcemente en sus oídos.
Era algo que Vivian disfrutaba y sabía que incluso en los próximos años sentiría un sentimiento de felicidad cada vez que la besara así.
Su amor era eterno, su promesa se mantuvo desde el momento en que juró amarla.
—Bienvenido a casa, Leo —contestó ella, sus propias manos alrededor de las suyas.
¿Qué más podría desear una chica?
Que la persona a la que amaba le devolviera el amor incondicionalmente y sin dudarlo.
El hombre le había demostrado una y otra vez lo afortunada que era de tenerlo como esposo.
Ella sintió como él colocaba su barbilla sobre su hombro, mirando el sol que había empezado a ponerse en el cielo.
Habían pasado casi setenta años desde que Leonard y Vivian se enteraron de la época anterior a su llegada a ese extraño lugar.
E incluso con tantos años, Vivian no había dado a luz a un hijo propio.
Fue porque no se sentía bien.
No era un mal lugar, pero ese era el problema.
Antes de recuperar sus recuerdos después de su muerte, infligida por el demonio del Señor Nicholas, habían vivido su vida como si así fuera como debía ser, como si pertenecieran allí y no pasara nada.
Pero el problema surgió cuando se dieron cuenta de que sus recuerdos reales debían ser reemplazados.
Era difícil de explicar, pensó Vivian para sí misma.
¿Significaba que habían sido transportados a otro mundo?
Ni Leo ni ella pudieron explicarlo.
Pero esa no era la peor parte.
Fue cuando se dieron cuenta de que ese mundo no tenía la gente que conocían o, para ser específicos, ese mundo estaba formado por las personas que habían muerto.
Al menos la mayoría de ellos.
Su hermano estaba allí y la última vez que lo vio estaba vivo antes de que ella le pidiera que fuera a buscar a Leo.
No había ningún Lord Nicholas, ningún Hueren y muchos otros con los que habían vivido sus vidas, pero había algunos a los que habían echado mucho de menos.
Gente como Paul y Grace, que era el casero de los Carmichael, estaban vivos en ese mundo, lo que la hizo preguntarse qué era real y si las cosas habían sido fabricadas por su mente por locura.
Con ella no habiendo crecido en la casa de los Carmichael, los sirvientes se sorprendieron cuando Vivian se echó a llorar en presencia de Paul y de los demás.
La última vez que lo había visto, él le había sonreído, instándola a ser feliz y a no preocuparse por él.
Ella lo había extrañado a él y a los demás terriblemente.
Leonard se aseguró de pasar tiempo con sus padres y sus primos, Julliard y Charlotte los visitaban con frecuencia.
También había conocido a la Hermana Isabelle, pero su hijo Lord Alexander tampoco existía en éste mundo.
Ese mundo en el que vivían era mucho más pacífico y tranquilo, sin conflictos.
Seguro que había algunas brujas negras que creaban pequeños problemas, pero no hubo masacres.
El mundo en el que habían vivido no era el único que la hacía sentir extraña.
Si no fuera por Leonard, no sabría lo que habría hecho.
¿Pero se habría dado cuenta de lo que era antes?
—¿Cómo estuvo el trabajo?
—preguntó Vivian, su cuerpo lentamente girando en los brazos de Leo—, ¿Cansado?
—preguntó, acercando sus manos para tocar su rostro, deslizándolas alrededor de su mandíbula, ella se inclinó hacia delante para dejar un beso en sus labios, recibiendo un gratificante ronroneo de su parte.
—El trabajo aquí difícilmente puede llamarse trabajo.
Sentarse en la oficina del concejo sin trabajo preliminar es un castigo terrible —Vivian sonrió al escuchar eso.
Aunque había muchas cosas que se ajustaban a la forma en que habían vivido su vida antes, había algunas cosas que no eran iguales.
Por ejemplo, Leonard no trabajaba en el departamento al que estaba acostumbrado.
No tenía nada que ver con la resolución de casos de muerte, sino que se trataba de publicar informes—.
¿Por qué no vuelves a formar parte del concejo, Bambi?
Te extraño allí —dijo cerrando los ojos cuando sus manos comenzaron a masajear los dos lados de sus sienes.
—¿No echas de menos al concejal Lionel y a Hueren?
—se burló Vivian para verle sonreír con los ojos cerrados.
—Hay veces que lo hago, pero cuando veo a Datan y Max, es difícil decirlo —le contestó con sinceridad—.
Hay gente aquí a la que hemos echado mucho de menos.
Gente a la que ambos hemos amado y cuidado.
A veces me pregunto si esto es la realidad y lo otro fue una pesadilla —se preguntaba lo mismo que ella—.
Estoy feliz de tenerte aquí en mis brazos, Vivi.
Te seguiré si te vas de éste lugar —le prometió.
Vivian frunció el ceño, no contenta al recordar que se había suicidado por ella: —No puedo soportar la idea de que vuelvas a pasar por algo así.
No quiero que se repita el dolor por el que ambos tuvimos que pasar.
—su voz se volvió triste y sintió que su voz temblaba.
—Vivi.
Siempre estaré aquí —Leonard la abrazó completamente, sosteniéndola mientras decía—.
Me aseguraré de que algo así no vuelva a suceder.
La bruja negra no está aquí para corromper nuestros corazones.
No tienes que preocuparte por eso —Vivian asintió con la cabeza.
Eso era cierto.
Ese mundo que estaba libre de preocupaciones no tenía gente que pudiera perturbar la paz, pero entonces, ella pensó en voz alta.
—¿Crees que las vidas que hemos vivido y de las que no tenemos memoria causaron un efecto dominó que a su vez cambió la vida de los demás?
—ella sintió que él retrocedía para mirarla—.
Dado que la mayoría de ellos no son parte de éste mundo, pero también es posible que, si yo hubiera continuado viviendo con mis padres allí, las brujas no hubieran sido vendidas.
Mi hermano y yo podríamos haber evitado que mis padres hicieran algo tan terrible que costó tantas vidas, incluyendo las suyas.
—Tal vez —Leonard pasó su mano sobre la cabeza de Vivian.
Su Bambi, pensó para sí mismo.
A diferencia de Vivian, Leonard se había enterado de la verdad de sus vidas antes, pero entonces también soñó con ese lugar antes de que Vivian lo hubiera hecho.
Aunque tanto Vivian como Leo habían ido a encontrarse con la Hermana Isabelle después de eso, ya que ella era una bruja blanca bisabuela, no pudieron obtener una respuesta real.
La único que la bruja blanca les había dicho era que podría haber un posible médium que los hubiera empujado hasta allí.
O más bien a sus almas.
Tanto Leonard como Vivian querían volver a donde no tenían ni idea de cómo volver, pero al mismo tiempo, no querían.
Cómo podían hacerlo si sabían que algunos de sus habitantes seguían viviendo allí.
Era un mundo fragmentado que era difícil de creer.
A Vivian le había llevado más de una semana creer que ese podría ser un universo paralelo a su propio mundo, del que habían salido.
Un mundo alternativo que era muy real como cualquier otra cosa, pero que no tenía salida.
Con las palabras y la guía de Lady Isabelle, habían visitado a muchas otras brujas blancas.
Revisaron libros para encontrar cualquier pista posible sobre dónde estaban o qué estaba pasando, pero cada vuelta que daban era un callejón sin salida y sin respuestas.
Llegó el momento en el que, después de que meses y años comenzaran a pasar, llegaron a entender que no había manera de salir de ese lugar.
Incluso si regresaran, ¿sería posible vivir la vida que llevaban cuando sus cuerpos ya habían desaparecido?
Parada de puntitas, Vivian colocó sus labios sobre los de Leonard.
Sintiendo que se movía contra ella, lentamente separó los labios de ella con su lengua, probándola, y ella hizo lo mismo.
A lo largo de los años, Vivian había mejorado su propio juego a la hora de expresar sus sentimientos por su marido.
A ella le encantaba burlarse de él a veces y Leo le seguía la corriente.
—Lloré mucho ese día —admitió mientras se alejaban el uno del otro.
No había hablado de ello hasta ahora, pero finalmente quiso contarlo en voz alta después de los muchos años que habían pasado.
Ni siquiera estaba segura de sí el año era el mismo o si habían ido hacia atrás o hacia adelante—.
No me importaba morir, pero lo que más me dolía era que…
en esos últimos momentos me dolía el corazón por ti, pero con el tiempo y la distancia, nada podía haber cambiado.
—¿Por qué te suicidaste, Vivi?
Yo no había llegado hasta allí, pero tú ya te habías dado por vencida —dijo con voz de dolor.
Le peinó el cabello, que se había movido para posarse sobre su rostro— ¿Te preocupaba que tuviera que verte morir?
Ella agitó la cabeza.
—No, no fue eso.
—¿Qué fue?
—la convenció para que le diera una respuesta.
Vivian volvió a mirar a sus ojos rojos que miraban a los de ella: —No quería que pasaras por lo mismo que pasaste con tu madre.
Se sentía injusto.
—esperaba que él la perdonara, pero sabiendo el amor que sentía por ella, debió haberla perdonado hace mucho tiempo.
Ella sabía el dolor por el que había pasado, ¿a cuántos había matado?
¿Cuántos, según su palabra, habían sido condenados a muerte?
Leonard era el Duque que muchos respetaban.
Se lo había ganado, pero al mismo tiempo, había algunos que no entendían su forma de manejar las cosas, dejando relaciones hostiles.
Pero sólo la mujer que había sostenido la misma carga o compartía una similar habría entendido cuán pesados pudieron estar sus hombros con el número de responsabilidades que se le habían asignado.
Vivian no quería que pasara por eso de nuevo.
Al pedirle al demonio que la matase, sólo había reducido el dolor prolongado de ambos.
—Perdóname por hacerte pasar por eso —se disculpó y sus cejas se arrugaron.
—No cuestiono tu juicio, Vivi.
Nunca lo he cuestionado.
Si lo hiciera, sería escuchar las palabras directamente de ti.
Estamos aquí ahora.
Eso es lo que importa, ¿no?
—¿Crees que alguna vez podremos ir al otro lado?
—ante su pregunta, Leonard sonrió.
—Tenemos muchos años para pasar el uno con el otro aquí.
Si hemos venido aquí, también deberíamos ser capaces de volver atrás —dijo Leonard, con el viento soplando y desordenando su rubia cabellera.
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