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45: Capítulo 46.

Suya –Parte 1 45: Capítulo 46.

Suya –Parte 1 Editor: Nyoi-Bo Studio Leonard dejó a Lady Shirley con todas las demás personas y se dirigió hacia donde habían llevado a Vivian, que sería, probablemente, a las habitaciones de los criados.

Sus pasos resonaban a través de los pasillos vacíos.

Como tenía el vínculo amo-esclavo colocado, no le fue difícil encontrarla.

La puerta de la habitación estaba abierta.

El viejo mayordomo estaba parado al frente dirigiendo a las criadas que ayudaban a Vivian a ponerse un nuevo vestido.

El sonido de los pasos de Leonard dentro de la habitación fue lo suficientemente fuerte como para que todos se dieran cuenta de que había llegado.

Hizo un ademán con la mano y las criadas y el mayordomo le hicieron una reverencia y se retiraron, dejando a Vivian y a Leonard solos en la habitación.

Aunque el mayordomo era un anciano que no se interesaba en nadie excepto su amo o las demás criadas bajo su cargo, no estaba contento con el hecho de que alguien viera a Vivian desnuda o a medio vestir.

Vivian estaba parada en la habitación con la cabeza baja, usando un vestido limpio, que era blanco.

Su cabello estaba recogido con un lazo bajo, tal y como Leonard la había visto anteriormente, excepto que ahora tenía algunos mechones de cabello cayendo a los lados de su rostro.

La punta de la nariz de Vivian se ruborizó.

Finalmente sintió la presencia del muchacho, y se volteó para verlo.

Los ojos negros de Vivian estaban más tranquilos de lo normal, y cargaban con la vergüenza y la humillación de dejar que él la viera.

Vivian, que nunca antes había visitado la mansión del Señor de Bonelake, no sabía qué hacer, y dejó que las criadas le quitaran el vestido, pero luego les había dicho que lo haría ella misma.

Era común que las mujeres de la clase alta tuvieran muchas criadas cerca, mientras se bañaban o se vestían, pero Vivian no era una de ellas.

No estaba acostumbrada, ella misma era una criada.

Tenía la espalda expuesta, ya que todavía no se había abotonado el vestido.

Vivian se volteó para esconder su espalda de Leonard, mientras los ojos del muchacho habían caído sobre su espalda baja.

Su acción rompió la mirada de Leonard, que la miró a la cara.

—¿Te encuentras bien?

–le preguntó, con sus ojos mirándola fijo, lo que ella no comprendía.

Asintió con la cabeza.

—Sí, amo Leonard.

—Ven, déjame que te ayude a abotonar el vestido.

–Vivian lo miró de repente con los ojos muy abiertos, y las palabras salieron de su boca como un tartamudeo.

—Y—Yo lo haré, a-amo.

Leonard la miró fijo por un momento fugaz y dijo: —Está bien.

Hazlo tú.

Vivian levantó sus manos y las movió detrás suyo para sostener la tela que caía a cada lado de su espalda.

Aunque pudo sostenerla, era difícil abrochar el botón.

Pasó un minuto en el que ella tenía problemas para cerrar el vestido, por lo que no notó que Leonard caminaba y se paraba detrás de ella.

Unas manos frías tomaron las muñecas de la chica, que se dio la vuelta para encontrar los ojos rojos y oscuros del muchacho.

—No tengo todo el día, Vivian.

–dijo, colocando los brazos de la chica a cada lado de su cintura, en una posición recta.

Ahora que estaba parado cerca de ella, todavía podía oler el ligero aroma de la sangre y el alcohol en la piel de la chica.

Sus dedos largos y elegantes comenzaron a abotonar el vestido, no sin antes admirar la espalda pálida de la chica, que tenía pequeños lunares marrones salpicados en su piel.

Como Leonard estaba parado detrás de ella, el cuerpo de Vivian se había puesto rígido, sin olvidar el cálido aliento del muchacho que sentía en su cuello, lo que solo hacía que su corazón palpitara aún más fuerte.

Leonard abrochó el último botón del vestido y la trajo hacia él aún más cerca de lo que ella hubiese imaginado.

La espalda de la chica estaba en contacto con el pecho de Leonard, mientras que una de las manos del muchacho estaba colocada alrededor de su cintura para mantenerla donde él quería.

—¿A dónde vas?

Todavía no he terminado.

–la voz del muchacho era demandante y hacía que algo en ella se encendiera y la quemara hasta que solo quedaban cenizas de su alma.

Todos los botones estaban abrochados, por lo que Vivian no sabía a qué se refería Leonard cuando decía que todavía no había terminado.

ÉL la mantuvo en ese lugar durante unos segundos que se convirtieron en minutos, el cuerpo de la chica lentamente se relajaba en contacto con el del muchacho.

El aliento cálido de Leonard se sentía bien, la inseguridad que Vivian tenía sobre su clase, desaparecía a medida que el calor comenzaba a penetrarle la piel tan solo con las acciones del muchacho.

—Vivi.

–Leonard susurró el nombre de la chica.

Por un momento, Vivian olvidó su clase baja, su mente daba vueltas mientras sentía que el muchacho se inclinaba para acercarse lo más posible, con su nariz rozando su cuello.

—Leo.

–dijo Vivian con la voz entrecortada ,cuando el cuello de Leonard entró en contacto con su piel, y luego se tapó la boca por el error que había cometido.

Leonard estaba enviciado por la presencia de la chica, por tenerla en esa posición entre sus brazos en aquel momento, y considerando que ella no se había dirigido a él con el título de “amo Leonard”.

Aunque provenía de una familia de vampiros de sangre pura y había sido educado por los más influyentes, Leonard estaba demasiado interesado en Vivian.

La última vez que la había sostenido en sus brazos había sido cuando Martha, su última ama de llaves, había fallecido.

Sólo se había dado cuenta de lo que pasó luego de que la había abrazado.

No solo él pasaba noches en vela, pensando sobre lo sucedido y lo que deparaba el futuro, ella también lo hacía.

Luego, solo pensaban en ellos, su relación frágil y delicada que había estado en construcción desde que seconocieron.

Leonard escuchó unos pasos acercándose y dejó caer sus brazos.

Vivian se giró cuando el muchacho la soltó, y lo miró con los ojos ansiosos y los labios ligeramente abiertos.

Sus párpados húmedos ahora se veían secos.

—Ven conmigo.

–Leonard comenzó a caminar hacia la puerta sabiendo bien que la chica lo seguiría, lo que lo hizo sentirse contento.

Mientras caminaban, Vivian se sentía llena de emociones mezcladas.

Le daba vergüenza volver al salón principal, aunque nadie la miraría ya que era una criada de la familia Carmichael.

Sus ojos inspeccionaron la espalda amplia de Leonard, cuya camisa cubría.

Vivian no podía evitar que el rubor que sentía dentro suyo le coloreara el rostro.

No podía negar el hecho de que las cosas ya no eran como antes.

Se dijo a sí misma que algo definitivamente había cambiado.

Leonard la había abrazado antes, pero nunca de esa forma.

Muchas veces había dicho su nombre, pero ¿había sido siempre de esa forma tan dulce?

Entró en la habitación con los ojos mirando hacia el suelo y siguió a Leonard.

Extrañamente, ya no había tantas voces conversando como cuando se había ido.

—¿Lady Shirley, has terminado de tejer la bufanda para Lord Nicholas?

–Vivian escuchó cómo Leonard preguntaba.

Con las cejas fruncidas, Vivian levantó la mirada cuidadosamente y vio el pequeño grupo de personas que se habían juntado al lado del sofá.

De un lado, se sentaba Lady Shirley, y en la otra esquina estaba Lord Nicholas con las piernas cruzadas.

Frunció más el ceño al ver las dos agujas y el ovillo de lana que Lady Shirley sostenía en sus manos.

¿Así pasaban el tiempo las personas en las fiestas de té de Lord Nicholas?

Vivian vio a la mujer que le había derramado la bebida encima, y ella dijo: —Duque Leonard, Lady Shirley no se siente bien hoy.

Estoy segura de que una vez que vuelva a su casa podrá tejer la bufanda.

—No tengo ningún apuro, querida.

–dijo Lord Nicholas, mirando de manera gentil a Lady Shirley.

Lady Shirley sintió una ola de alivio, y estaba por dejar todas las herramientas para tejer cuando Leonard dijo: —Es una pena oír eso, pero estoy seguro de que un pequeño tejido hará que las personas no se queden con curiosidad.

¿No están de acuerdo, caballeros?

—Es verdad.

–comentó uno de los hombres que estaba detrás del Señor.

–Si el Duque no hace más que elogiar la habilidad de Lady Shirley, uno siente curiosidad.

No creo que hayamos escuchado que el Duque Leonard elogiara a alguien jamás.

—Aquello no puede negarse.

–agregó otro vampiro.

Eso era verdad, pensó Vivian, que todavía miraba el suelo.

Nunca había tenido la oportunidad de ver a Leonard ofrecer cumplidos a nadie.

Sus palabras estaban reservadas a unas pocas personas.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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