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46: Capítulo 47.
Suya –Parte 2 46: Capítulo 47.
Suya –Parte 2 Editor: Nyoi-Bo Studio —Una pequeña pieza de tejido será suficiente para demostrar sus habilidades, Lady Shirley.
–Lord Nicholas cambió sus palabras con una sonrisa gentil.
Vivian, que estaba parada detrás de Leonard, se asomó para ver a la mujer que sonreía, aunque parecía que tenía náuseas.
Como Lady Shirley había mentido y había dicho que el tejido era de su autoría, Vivian ya sabía que no podía tejer.
Todos los ojos se fijaban en Lady Shirley, a quien se le notaba la angustia en su hermoso rostro.
Los ojos de Vivian se movían entre Lady Shirley y las personas que esperaban que empezara a tejer.
La mujer intentaba mantener las dos agujas juntas, pero cada vez que las movía, solo terminaban por enredar la lana.
Pasó un minuto largo y Lady Shirley intentaba hacer que las agujas hicieran su trabajo con la lana, pero solo fallaba una y otra vez.
Pocas personas que observaban podían ocultar lo entretenidas que estaban.
—Oh, creo que hoy no me está saliendo bien.
–dijo Lady Shirley, con una sonrisa tensa.
—¿Le gustaría que alguna de nosotras la ayudara?
–una de las mujeres ofreció su ayuda.
—Me siento un poco mareada.
–Lady Shirley se tocó la frente.
La Señorita Ventress sonrió.
—Lady Shirley debe sentir mucha presión por tener que tejer frente de todos.
Un poco de aire fresco la ayudará.
–sugirió.
—Eso no será necesario, Señorita Ventress.
–la interrumpió Leonard, caminando hacia Lady Shirley para tomar las agujas y el ovillo de lana.
–Discúlpenme, pero lo renuente que se encuentra Lady Shirley, y la forma en la que busca excusas por no poder tejer ni una fila me hacen dudar de que realmente haya tejido el suéter.
–miró a la mujer a los ojos.
—¿Q-Qué?
Claro que fui yo la que tejió aquel suéter para ti.
–Lady Shirley se defendió.
—¿Por qué pensaría eso?
—Pero, aun así, hasta un niño podría hacer que las agujas tejieran algo más decente de lo que tú has logrado tejer.
–Lady Shirley se puso aún más roja.
Algunos murmullos comenzaron a llenar la habitación y, aunque Vivian no estaba en el lugar de Lady Shirley, se sentía incómoda con el cambio en auel ambiente.
—Bueno, Duque Leonard, quizá ella no se siente bien.
—dijo un vampiro para defender a Lady Shirley.
—Si alguien está enfermo, no debería ir a una reunión de té.
¿No es así, Lady Shirley?
–la joven humana abrió y cerró la boca.
Si no se estuviera sintiéndose enferma, Vivian seguramente estaría junto a Leonard atacando a Lady Shirley sin cansancio.
—¿Tejió usted el suéter, Señorita?
–preguntó Leonard con una voz modesta.
—S—Sí.
—¿Ha robado el obsequio de otra persona para decir que era suyo?
–los ojos de la humana se abrieron ante la idea de que Leonard sabía lo que había hecho.
Sin querer rendirse, se aferró a su mentira.
—He sido yo la que tejió el suéter.
–dijo con voz firme.
—Sí, claro.
No creo que nadie dude de tu talento para tejer, o, debería decir, para robar.
–Vivian, que estaba presenciando la escena, sintió cómo Leonard la miraba y luego se dirigía hacia ella.
Levantó su mano para entregarle las agujas y la lana.
–Sólo un paño.
–sus palabras fueron suaves, por lo que muchos notaron el cambio en su tono de voz, levantando las cejas y preguntándose qué estaba pasando.
–Siéntate allí.
Vivian miró sus manos, tragando saliva antes de sentarse donde Leonard le había indicado.
A medida que tejía con sus manos habilidosas, podía sentir cómo la audiencia dejaba de mirar a Lady Shirley para mirarla a ella.
El ambiente se sentía pesado, y sacársela de encima era difícil, pero intentaba concentrarse en los movimientos de sus manos.
Le tomó unos pocos minutos crear un decente paño de tejido con la lana.
—Eso es suficiente, Vivian.
–Vivian escuchó esas palabras y soltó las agujas cuando Leonard fue a buscar el tejido.
Tiró el paño en la falda de Lady Shirley, lo que no sorprendió a muchos.
Leonard era una persona que generalmente no se molestaba, pero cuando alguien se metía en su territorio para dañar a algo que era suyo, él no lo dejaba pasar.
Lady Shirley se veía completamente humillada.
-— decepciona que haya robado algo que uno de mis criados tejió para obsequiármelo.
–los labios de Leonard eran una línea delgada.
—¿Es verdad lo que dice Leo?
–preguntó Lord Nicholas a Lady Shirley, que abrió la boca.
–Por favor, recuerde que aquí no toleramos las mentiras.
–la chica no dijo nada, pero fijó la mirada en su falda mientras las lágrimas caían por sus mejillas.
Para el final del día, Lady Shirley se había disculpado con Leonard y con Lord Nicholas, antes de retirarse en su carruaje con el rostro empapado de humillación y sin mirar a nadie.
Una vez que todos se hubieran ido, Lord Nicholas se dirigió a la terraza de su habitación con Leonard, para mirar el bosque.
—Fue algo humillante exponer a Lady Shirley de esa forma.
Un poco infantil, si se me permite decirlo.
–comentó Lord Nicholas al que la chica con la que Leonard estaba tan encaprichado, estaba parada al lado del carruaje conversando con su cochero.
—¿Irías tan lejos, considerando lo que la sociedad en la que vivimos pueda opinar?
—La sociedad tiene muchas opiniones que me tienen sin cuidado.
—¿Y no estás ni un poco preocupado de que la chica se ponga en tu contra?
Es humana, Leonard.
Con lo que has hecho hoy, los vampiros y vampiresas se darán cuenta de cómo te sientes con respecto a ella.
—¿Es así?
–murmuró Leonard mientras veía cómo Vivian sonreía por algo que el cochero había dicho sobre los caballos.
–Tendré que vigilar mejor mis pertenencias, entonces.
–sonrió con tristeza.
Lord Nicholas miró a la chica atentamente, y no pudo negar el hecho de que era muy bella, pero no tan bella para su gusto.
Cuando había conocido a Leonard por primera vez, se había dado cuenta de que el muchacho tenía cierto encanto.
Aquel temperamento indomable detrás de sus ojos era algo que le había llamado la atención.
Se preguntaba cuán entretenido sería molestarlo para que reaccionara.
—Parece que a mi cochero le gusta la chica.
–comentó Lord Nicholas, y las comisuras de sus labios se curvaron con una sonrisa.
Leonard miró a las dos personas que estaba conversando al lado del carruaje.
El cochero sonreía de oreja a oreja, como si su deseo se hubiera vuelto realidad.
La mano de Leonard se apretó en un puño cuando notó que el chico decía algo que hacía que Vivian riera.
-— irme.
–dijo Leonard, que no estaba contento por tener un camino tan largo.
Saltó de la terraza con gracia, como un gato, y caminó hacia Vivian.
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