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49: Capítulo 50.

El amo y la criada –Parte 2 49: Capítulo 50.

El amo y la criada –Parte 2 Editor: Nyoi-Bo Studio Vivian, fue a limpiar el ala oeste de la mansión, estuvo parada frente al gran retrato familiar que colgaba en una pared amplia, con dos lámparas que alumbraban cada lado del pasillo desierto.

El retrato era de los Señores Carmichael, con un joven Leonard que tenía una mirada gruñona en el rostro.

Todos los recuerdos de su infancia se acumularon, por lo que Vivian no recordaba cuándo habían pintado el retrato.

Tomó el paño seco que había llevado consigo y comenzó a limpiar con cuidado bordes del retrato.

Cuando limpió el lado donde estaba Leonard, parado cerca de su madre, no pudo evitar que el calor se extendiera por sus mejillas, mientras sus labios se curvaban en una pequeña sonrisa al pensar en el joven Leonard.

No había cambiado nada, y ella tampoco.

Inclusive luego de todo lo que había sucedido, Leonard todavía era el muchacho que la protegía a su modo.

Habían crecido porque había pasado el tiempo, pero en sus corazones todavía eran niños.

Aunque él la había marcado con el vínculo de criada como al resto de los criados de la mansión Carmichael, ella todavía era especial, Vivian lo notaba.

Aunque él no la había dicho con palabras, había llegado al punto de insultar a Lady Shirley frente de ella para protegerla, y ese pensamiento avivaba los sentimientos inestables que Vivian tenía.

Ya no tenía ni a Martha ni a Paul a su lado, pero sabía que podía contar con Leo.

Una vez que terminó de limpiar el retrato, se dirigió hacia el siguiente, donde estaban los difuntos padres del Señor Carmichael con él y su hermano, Sullivan.

Pensar en el Señor Sullivan hacía que Vivian se sintiera incómoda.

Aunque se trataba del tío paterno de Leonard, ella lo evitaba en la mansión, como si se tratara de una plaga que la golpearía si se acercaba a ella.

A diferencia de su hermano Giles, Sullivan no mostraba piedad ante los humanos, odiaba a los humanos de la alta sociedad, y no había duda de lo que sentía por los criados, especialmente cuando uno de ellos era el responsable por las muertes de su hermano y su cuñada.

No solo eran sus ideas, sino también la forma en la que se veía.

Era un hombre aterrador.

—Vivian.

–la chica escuchó que el mayordomo, Jan, le hablaba mientras se acercaba a ella.

–El amo Leonard necesita que lo asistas en su habitación.

—¿No almorzará en el comedor hoy?

–como era pasado el mediodía, Leonard a veces tenía el hábito de olvidarse la comida, por lo que ella se la llevaría a su habitación para que pudiera comer algo.

En esas ocasiones, él no tocaba la comida, pero eso no impedía que ella siguiera llevándosela.

—Almorzará más tarde.

Necesita ayuda con su baño.

–dijo Jan, y luego agregó: —Ya ha ido a su habitación.

No lo hagas esperar.

–ante aquellas palabras, Vivian sintió cómo las palmas de su mano sudaban, por lo que al instante se las secó en el delantal.

Luego, siguió al mayordomo.

—Jan.

–comenzó a decir Vivian mientras intentaba mantenerse al ritmo acelerado del hombre.

–No he terminado de limpiar los retratos del ala oeste.

¿Movari está ocupada?

–era Movari la criada que siempre ayudaba con el baño.

—No lo está.

¿No?

Pensó Vivian, nerviosa.

¿Entonces por qué la enviaban a ella a asistirlo?

Al venir de la mansión de Lord Nicholas, Jan era del tipo de personas que no hablan mucho con los criados, excepto cuando debía dar órdenes para que la mansión funcionara correctamente.

Sin preguntar nada más, Vivian le entregó el paño al mayordomo y se dirigió a la habitación de Leonard.

A medida que se acercaba a la habitación, su mente comenzaba a dar vueltas y su corazón golpeaba en su pecho, por lo que la chica intentaba calmarse al respirar profundo.

Golpeó la puerta y escuchó la voz de Leonard que le indicó que entrara.

Vivian abrió la puerta para entrar y vio a Leonard sentado en el borde de la gran cama leyendo una carta.

Se había quitado la ropa y ahora vestía una túnica azul oscuro.

Por la forma en la que se sentaba, con una pierna sobre la otra, Vivian pudo ver una parte de su muslo, lo que la hizo correr la vista hacia la cara del muchacho rápidamente.

Hizo una reverencia con la cabeza y se dirigió al baño para preparar la bañera.

Abrió el grifo y el agua caliente se deslizó hacia la tina.

Jan debía haber preparado el agua antes de ir a buscarla, pensó Vivian, ya que no estaba lo suficientemente caliente al tacto.

Agregó las sales y las esencias necesarias y revolvió el agua con la mano, mientras esperaba que la bañera se llenara.

Cuando todo estuvo listo, salió del baño para llamar a Leonard.

—El baño está listo.

–la voz de Vivian sonó en la habitación, pero Leonard estaba concentrado en la carta que estaba leyendo, por lo que no la escuchó.

Vivian aclaró la garganta y dijo, esta vez con un tono más alto: —¿Amo Leonard?

—Hmm.

–respondió Leonard, dejando la carta en la cama y dirigiéndose hacia el baño.

Justo antes de desatarse la túnica, se dio la vuelta para mirar a Vivian, que estaba parada fuera del baño.

—¿Qué haces allí parada?

–los ojos de la chica se encontraron con los del muchacho, y no pudo evitar sentir como tambores golpeando, aunque no estaba segura de que se tratara de su imaginación, ya que podía escucharlos con sus oídos.

Leonard se dio cuenta de que la chica respiraba con dificultad.

Los sentidos de Vivian estaban en alerta, mientras que el muchacho giraba hacia la tina, dándole la espalda a ella.

El Duque no sabía cómo persuadir con cuidado a alguien de quien estaba enamorado.

Desde que sus ojos se habían fijado en Vivian y la había llamado “Bambi”, ella había sido suya, para que la protegiera y la cuidara.

La pequeña flor que él había protegido de todos, había crecido para ser la más delicada de todas, y no quería que nadie la apartara de él.

No le gustaba que los hombres hubieran comenzado a notarla, especialmente el Señor Wells, que le había pedido que se mudara con él, y le había dicho que rompería el vínculo amo-criado de la mansión Carmichael.

No sabía de lo dicho en las cartas anteriores, pero la que había recibido hoy, era suficiente para que Leonard se pusiera furioso.

No podía evitar hacer que sus dientes rechinaran con cada palabra que leía.

La chica era suya en todos los sentidos.

Quizá Leonard solo había hecho un sutil movimiento, cuando la había abrazado en la mansión de Lord Nicholas, pero, para Vivian, todo se había puesto patas para arriba.

Sus sentimientos inocentes hacia el Duque, habían comenzado a cambiar lentamente a medida que ella se volvía completamente consciente de su presencia.

Y Leonard lo había notado.

Vió todo lo que tenía que ver con ella.

La forma en la que se movía y respiraba, la manera en la que sus ojos habían caído al no ser capaz de sostener la mirada cuando él la observaba directo a los ojos.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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