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Brujo del mundo de magos - Capítulo 1147

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  3. Capítulo 1147 - 1147 Capítulo 1147 – La Caravana
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1147: Capítulo 1147 – La Caravana 1147: Capítulo 1147 – La Caravana Editor: Nyoi-Bo Studio —Nunca pensé que regresaría al norte…

—Anya detuvo su caballo y observó la naturaleza a su alrededor con una mirada perdida, como si estuviera en trance.

—¡Agh!

—¡Ahh!

Se podían oír fuertes rugidos de los goblins en los arbustos mientras una fuerte intención maliciosa envolvía a la caravana detrás de ella.

Si no podían mostrar la cantidad suficiente de fuerza, aquellos goblins continuarían siguiéndolos y buscarían fallas en su defensa mientras esperaban refuerzos.

Cuando el momento llegara, actuarían a toda prisa y convertirían a todos los de la caravana en carne picada.

—¡Ahora!

Anya, lógicamente, sabía cómo lidiar con ellos.

Ni siquiera tuvo que decir nada antes de que varios caballeros armados avanzaran rápidamente.

Los caballos relincharon y ellos blandieron sus espadas, lo que hizo que los globlins chillaran aterrados.

—Jajaja, ¡enanos de piel verde!

—un caballero se rio a carcajadas y su gran espada con patrones de dragones expulsó a varios sucios goblins verdes de los pastizales.

¡Bang!

¡Bang!

Varios de esos patéticos seres pequeños sufrieron heridas fatales y los que quedaron comenzaron a gritar aterrorizados mientras lamentaban sus destinos y huían rápidamente.

Los altos pastizales se movían mientras una oleada tras otra de goblins escapaba.

Una caravana no podría sobrevivir en el norte sin la capacidad para vencer a los goblins y ogros de las Llanuras Infinitas.

Si no lo hacían, serían devorados y exterminados por los otros grupos de comerciantes en una terrible pelea que dejaría sus huesos a la intemperie para que se descompongan eternamente.

Luego, se colgó a varios goblins que gritaban con todas sus fuerzas frente a la caravana.

Aquellos chillidos serían la mejor disuasión contra el peligro, aunque solo fueran otros goblins.

Anya se alejó intencionalmente del hedor de los bárbaros verdes y se cubrió la cara con un pañuelo blanco bordado con oro.

Maldición, ¿no hay otra forma de hacer esto?

Pensó mientras sus ojos examinaban a los sirvientes, que parecían normales, con algo de resentimiento en el corazón.

Con ellos aquí, aunque nos rodearan tribus de ogros, no hay nada que temer, ¿verdad?

Por supuesto, Anya sabía bien que ese lugar ahora era el territorio del imperio orco.

Si los rodeaba una horda, ni siquiera varias leyendas serían suficientes para salvarlos.

Por eso es que decidió tragarse su resentimiento y no hablar.

—¡Hay asuntos que debe atender, Señorita Anya!

—dijo un sirviente delgado que llegó corriendo.

Se veía joven e inmaduro, pero sus ojos reflejaban una determinación calma que no se condecía con su dulce rostro.

—¿Qué sucede?

—preguntó Anya instintivamente.

—Es principalmente un problema relacionado con nuestra llegada al Bosque Lunar —respondió el joven, lo que hizo que Anya lo observara nuevamente.

—Iré inmediatamente —prometió Anya.

Sus ojos atravesaron la espalda del jovencito con un rastro extraño de envidia—.

Qué afortunado…

¿No se llamaba Lonce?

Realmente recibió el favor del Señor…

—pensó.

La primera vez que lo había visto, ese niño era sólo un jovencito débil que se ocultaba en las sombras.

Pero, ¿ahora?

Tanto su físico como su temperamento habían cambiado enormemente y ahora recibía un entrenamiento centrado de la Iglesia de la Serpiente Gigante.

—Él despertó su talento como cazador de diablos con inspiración divina…

Ese cazador de diablos legendario seguramente lo aceptará como discípulo…

—Anya miró la espalda de Lonce y pensó en sus propios hermanos, que habían sido enviados a la Iglesia de la Serpiente Gigante.

Una sonrisa irónica apareció en su rostro, pero no podía quejarse.

Entendía bien la razón de ese buen trato.

Los Bane eran una familia de negocios, sin una fe verdadera.

Como debían ser convertidos a la fe en Kukulkan, su devoción no podía compararse con la que mostraba Lonce.

Aunque los herederos de la familia aún eran jóvenes, no parecía que fueran a convertirse en fanáticos.

—Quizá la próxima generación de niños puedan ser educados…

—Anya comprendía profundamente los fundamentos de la iglesia y lo que necesitaba para existir.

La ayuda monetaria o similar era un aspecto, pero lo fundamental de la relación con la iglesia era la fuerza de la fe.

El talento y el dinero no importaban frente a la devoción.

Anya sabía que la Iglesia de la Serpiente Gigante tenía una habilidad divina única que podía determinar el alcance de la fe a través de la luz de la fe que emitía el seguidor.

Ese tipo de habilidad analítica hacía que sintiera que estaba en un gran peligro.

—Parece que debo profundizar mi comprensión de la doctrina de su dios.

Quizá la Hermana Bárbara pueda ayudarme con eso…

—Anya se ruborizó al pensar en Santa Bárbara, por razones que ni siquiera ella conocía—.

¡Padre!

Anya se acercó a Fagus y continuó el viaje junto a él.

Ese viaje era tan importante que incluso el jefe de la familia se había sumado personalmente a la caravana.

—Tenemos que lidiar bien con estos problemas por el Señor, ¡no podemos permitirnos un solo error!

—digo Fagus con el rostro serio.

—Lo entiendo, Padre —Anya inhaló profundamente.

Leylin le había otorgado un milagro a su familia al eliminar a Lunanegra y al respaldo de una sola vez.

Eso liberó inmediatamente al Grupo Comercial de Neón, lo que les permitió poner en agenda los negocios con la Tribu Sangrenegra.

Sin importar qué pensaran Fagus y su hija, la Iglesia de la Serpiente Gigante había actuado con malicia en esa ocasión.

No obstante, ellos mismos habían abordado ese barco y sólo podía transitar el camino que Leylin había allanado para ellos.

Fagus conocía profundamente el horror de una guerra entre dioses, y ahora, alguien inocente como él, había sido lanzado a la mezcla.

Aunque no lo deseara, solo podía aceptarlo y continuar.

Se repente se oyó un alboroto adelante y Anya se acercó a susurrar en el oído de Fagus: —Padre, hemos detectado caballeros del imperio orco.

—No importa.

Fagus observó las banderas que habían izado, las que indicaban que el imperio orco garantizaría la seguridad de la caravana.

—Agh…

—Agh…

Se oyeron gritos desoladores y finalmente aparecieron algunos caballeros frente a los ojos de Anya.

Eran hombres lobo alrededor de dos cabezas más altos que los humanos normales, con ojos y cabello verde.

Estaban montando lobos gigantescos con pelaje plateado.

—¡Los Lobos Montados!

—Anya palideció al ver a esos miembros de la elite del imperio orco ya que su equipamiento era capaz de luchar contra caballeros humanos.

Los Lobos Montados eran una pesadilla para todos en el norte.

Los caballos de la caravana relincharon sin cesar frente a las miradas de los lobos y golpearon sus cascos en el suelo mientras su aliento se condensaba en vapor blanco.

Afortunadamente, el comandante de los Lobos agitó la mano luego de ver la bandera.

Los lobos abrieron paso a la caravana y ellos continuaron avanzando a pesar del temor.

El capitán incluso envió a dos jinetes a proteger la retaguardia.

—Ah…

Comparada con la Alianza Luna Plateada, la guerra estratégica del imperio orco es realmente…

—murmuró Fagus, pero no terminó la oración.

Anya sabía lo que su padre quería decir.

El Emperador Orco, Saladin, era un líder sabio y tenía una gran visión a futuro.

Luego de ver cómo prosperaban los humanos con la llegada de la civilización, estaba imitándolos para desarrollar su propio imperio.

Para obtener comida y equipamiento militar, Saladin le había prometido al Grupo Comercial de Neón y al Grupo Comercial Lunanegra que los protegería dentro de sus fronteras.

Se había dado la orden de que las tropas orcas no debían molestarlos, sino únicamente involucrarse en negocios justos.

Esto a su vez atraería a otros comerciantes y aumentaría la fuerza del imperio.

No se podía siquiera comparar a Alustriel y sus subordinados en ese aspecto.

Lo único que los ayudaba era que pertenecían a la misma raza y que los orcos eran sus enemigos naturales.

Los beneficios del comercio con el imperio orco no siempre podían alejar la sombra de la guerra.

Por otra parte, el hecho de que los orcos estuvieran comprando pergaminos mágicos y equipamiento poderoso le indicaba a Fagus que ya estaban listos para la guerra.

—¿Qué opinas?

—le preguntó a Lonce una figura alta y delgada—.

¿Tienes miedo?

—No.

No tengo nada que temer con la protección del Señor…

—Lonce apretó algunos hilos de cáñamo que estaba atado alrededor de su cuello.

Algo parecía estar oculto en el interior.

—Bien, entonces, ¿qué opinas de que los orcos se conviertan en una civilización y protejan a nuestra caravana?

—el hombre moreno parecía querer probar la capacidad de deducción de Lonce.

Esa pregunta habría sido difícil incluso para un adulto.

—Creo que…

—Lonce bajó la cabeza y reflexionó.

Cuando volvió a levantar la cabeza, sus ojos ya no estaban llenos de perplejidad—.

Los orcos emiten un aura sangrienta y salvaje.

Que mejoren y avancen hacia la civilización parece lo correcto, pero aún siento que algo no está bien.

Aunque no continuó, el hombre parecía satisfecho con su respuesta: —Tienes razón.

Gruumsh, el dios orco, es un dios salvaje.

Este cambio no se condice con la verdadera naturaleza de su dominio, por lo que provocará un problema serio…

¿Cuántos dioses orcos querrán cambiar su disposición natural por la civilización?

—¿Es muy difícil?

—Lonce asintió.

El sólo pensarlo demostraba ser extremadamente increíble para él.

—¡Lo es!

Algunas veces, los dioses ni siquiera pueden elegir el cambio de alineamiento y disposición…

—suspiró la figura—.

Y aunque el propio Gruumsh esté de acuerdo con este cambio, no muchos otros lo estarán.

El desequilibrio de poder ha provocado un golpe fatal para el imperio orco…

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