Brujo del mundo de magos - Capítulo 13
13: Capítulo 13 – La llegada 13: Capítulo 13 – La llegada Editor: Nyoi-Bo Studio —¡No cualquier persona puede cruzar las Grandes Llanuras de la Muerte!
—pensó Leylin, sentado en el carruaje que hacía que su cuerpo se tambaleara constantemente.
Se abrió una pequeña ventana y entró un dorado rayo de sol que le dio algo más de vida al interior del carruaje.
Ya habían transcurrido diez días desde el ataque de la manada de lobos gigantes.
Durante ese tiempo, el grupo encontró más y más peligros a medida que se adentraba en las llanuras.
Solo en ese momento Leylin descubrió que los lobos gigantes de las llanuras estaban al final de la cadena alimenticia.
Había muchos depredadores más astutos y feroces que ellos.
En el camino, Leylin vio una gran cantidad de grupos de animales cuyos números igualaban a los de la manada de lobos.
Además de ellos, había bandadas de unas gigantescas aves negras que tenían varios metros de alto; e incluso monstruos enormes, de decenas de metros de altura, que se veían como tigres dientes de sable, salvo que sus cuerpos parecían pequeñas montañas.
Solo su aura bastaba para que Leylin se sintiera sofocado.
Afortunadamente, las muertes de los discípulos parecían haber llegado al límite, por lo que los magos de blanco habían comenzado a actuar.
Además de desplegar defensas mágicas en los carruajes, se paraban al frente para dispersar a los animales que los atacaban.
Gracias a estas medidas, el número de víctimas fue muy bajo.
El momento de mayor riesgo fue cuando se enfrentaron al monstruo de decenas de metros.
Por suerte, el monstruo que parecía una pequeña montaña tenía algo de inteligencia; sabía que los magos de blanco no eran poca cosa.
Se fue velozmente luego de una pequeña confrontación y no desató ningún ataque, lo que hizo que todos suspiraran de alivio.
—Ya es hora —pensó Leylin.
Sacó su reloj de bolsillo y lo observó.
Ya marcaba las tres.
Se puso de pie y abrió la puerta del frente del carruaje.
Sintió una brisa húmeda, que trajo consigo un aroma salado.
Se olía fresco y limpio; Leylin no pudo evitar respirar profundamente antes de sentarse junto a Ángelo.
—Buenas tardes, Señor Ángelo.
—Buenas tardes, ¡qué hombre tan educado!
—Ángelo no se volteó, directamente le dio el látigo y las riendas a Leylin.
—Es un buen momento, necesito descansar un poco.
Leylin soltó una risita al recibir el látigo y con habilidad aceleró el paso del carruaje.
Ángelo se inclinó hacia un lado y sacó una botella de su cintura.
Cuando la abrió, un fuerte aroma a alcohol flotó a su alrededor.
Bajó la cabeza para tomar un trago, sus ojos se estrecharon de felicidad.
—Estamos por llegar a destino.
Ya que me has ayudado a conducir el carruaje por un mes, voy a responder dos de tus preguntas.
Leylin disfrutaba de la vista a ambos lados cuando oyó la voz de Ángelo.
—Está bien —dijo Leylin con una leve sonrisa.
Había intentado caerle especialmente bien a Ángelo y esta era una de las razones—.
Entonces mi primera pregunta es: ¿Qué habrá en nuestro lugar de destino?
—Unas carpas que instalaron temporalmente varias academias de magos.
Allí podrán elegir libremente a qué academia irán, basándose en sus intereses, y también tendrán una prueba de aptitud precisa —respondióÁngelo con algo de impaciencia—.
Los grandes magos explicarán esas cosas cuando lleguemos, ¡no pierdas tu oportunidad!
—¿Una prueba de aptitud precisa?
—dijo Leylin, estupefacto.
Poco después recordó que solo habían logrado descubrir su talento para la magia inicialmente, antes de que el Vizconde lo enviara al carruaje.
Pero no tenía la menor idea de qué tan bueno era su talento en comparación a los demás.
—¿Unas carpas que instalaron temporalmente varias academias de magos?
Parece ser algo como los reclutamientos escolares en mi mundo anterior.
Me pregunto cuáles serán los requerimientos —se dijo a sí mismo Leylin.
—Muy bien.
Mi segunda pregunta es: ¿Qué es, en tu corazón, un mago?
—¿Un mago?
Controlan un enorme poder y buscan la verdad, e intercambian su doctrina por algo equivalente.
Niño, no sueñes con obtener beneficios gratis de un mago, ¡o las llamas del deseo vendrán desde el abismo a castigar tu alma!
El rostro de Ángelo se retorció, como si hubiera pensado en un suceso desafortunado; su tono de voz se volvió extremadamente bajo.
—¿Buscan la verdad?
¿Intercambian su doctrina?
¡Me gusta!
—la boca de Leylin formó una pequeña sonrisa.
Luego de contestar, Ángelo pareció perder todo su interés en seguir la charla.
Tragó con fuerza dos grandes tragos del potente alcohol, bajó la cabeza y cerró los ojos.
Diez minutos después, podían oírse sus ronquidos.
Leylin observaba aburrido el paisaje frente a él.
Aunque las llanuras eran muy bellas, después de todo un mes de observar siempre lo mismo, sentía ganas de vomitar al verlas.
—Esto es…
—inició Leylin.
El carruaje seguía avanzando y el verde a lo lejos comenzaba a disminuir.
En su lugar había un vasto color azul y fuertes ráfagas de viento, una tras otra.
—¡Hemos llegado, finalmente, a las Costas de la Muerte!
—gritó.
Al oírlo, Ángelo abrió los ojos y miró a Leylin.
—¡Llegamos a destino!
—exclamó.
Mientras se acercaban al mar, algo parecido a un pequeño pueblo apareció al final de su campo visual.
Numerosas carpas de distintas formas y tamaños formaban juntas un gran campamento.
A su alrededor había decenas de carruajes, similares al que Leylin conducía.
Pero había aún más discípulos de su misma edad, unos trece o catorce años.
Podía verse la curiosidad en sus rostros.
Leylin intentó contarlos y estimó que había al menos cientos de ellos llenando el campamento.
De tanto en tanto, algunos discípulos salían de sus carpas, con distintas expresiones en sus caras.
—Bueno, señoras y señores.
Bienvenidos a la parada intermedia en nuestro viaje, ¡las Costas de la Muerte!
Todos decidirán su futura academia, para luego dirigirse a ellas con sus maestros para practicar la magia.
El carruaje se detuvo.
Tres hombres de blanco salieron y reunieron a los discípulos.
Luego, Crow, el líder, comenzó a hablar.
—Ahora síganme hasta el campamento, elegirán una academia.
Recuerden: pueden ver todas las academias, pero, una vez que firmen el contrato con alguna, no podrán incumplirlo.
Cualquiera que desobedezca será colgado hasta la muerte en la puerta del campamento.
Las frías palabras de Crow hicieron que los corazones de los discípulos se helaran.
—¡Jaja!
Crow, vienen algo tarde hoy —dijo un hombre gordo que salió del campamento a darles la bienvenida.
También estaba vestido de blanco—.
¡No asusten a estos adorables novatos!
—Hubo algunas dificultades en el camino —explicó Crow.
—Bueno, novatos, ¡síganme al campamento!
El gordo habló con Crow y los otros por un poco más.
Luego volteó y le gritó a Leylin y los demás: —Pueden decirme Jevon, de la hermosa Torre del anillo de marfil de Ennea.
Créanme, si van a elegir una academia, la Torre del anillo de marfil de Ennea es su mejor opción —dijo mientras llevaba a los discípulos al campamento.
Una vez dentro, varios sonidos llegaron a Leylin y le recordaron los mercados en su mundo anterior.
Parece que Crow y los otros dos de blanco tenían algo más que hacer, porque abandonaron rápidamente al grupo.
Los alrededores estaban llenos de actividad, ya que a los discípulos les gustaba.
Algunos habían formado un círculo, mientras que otros entraban y salían de las carpas.
Jevon llevó a Leylin y a los demás, unas cuarenta personas, al centro del campamento.
Allí había una gran carpa totalmente blanca, con unos extraños patrones de flores en su parte exterior.
Parecían adornos, pero también se asemejaban a la escritura.
Leylin no pudo evitar mirarlos de cerca.
—Chip de I.A., comienza el escaneo.
[Biip.
Creando imagen] ¿Cómo puede ser?
—Leylin miró fijamente la carpa, con desconfianza.
Con el pasar de cada minuto, los patrones en la carpa se entrelazaban constantemente, como si tuvieran vida.
—¡Jeje!
—¡Jaja!
—¡Jiji!
Distintos sonidos llegaron a los oídos de Leylin.
Las luces de alrededor parecieron distorsionarse; Leylin observó sus manos.
En ese momento, su brazo parecía haber sido estirado hasta volverse muy largo y extremadamente delgado.
—¡Leylin!
¡Leylin!
¿Qué pasa contigo?
—dijo alguien, al tiempo que le tocaba el hombro.
Todo el cuerpo de Leylin tembló y comenzó a entender.
A su alrededor, los discípulos continuaban escuchando el discurso del gordo Jevon y todo parecía haber vuelto a su estado original.
—¿Puede ser que no haya sido una ilusión?
—pensó Leylin asustado—.
Chip de I.A., ¡reproduce la situación en la que estuve!
[Biip] Una luz pálida color azul apareció frente a Leylin, mostrando imágenes de lo que había ocurrido.
[Una anomalía en un vaso sanguíneo del cerebro.
Se recomienda una inmediata inspección] [Se detectó una anomalía en el estado del anfitrión.
Se recomienda alejarse.] [El cuerpo del anfitrión ha regresado a su estado original.] Una gran cantidad de líneas de información continuaban apareciendo, por lo que Leylin supo que no había sido una ilusión.
Fiu…
¿Los Magos son siempre así de misteriosos?
—se dijo Leylin.
Se secó el sudor frío, aún con miedo por lo que había ocurrido.
—¡Leylin!
Te ves muy mal.
¿Te has enfermado?
—preguntó George desde un costado.
—No importa quién, cualquiera se vería así de haber experimentado lo mismo que yo.
No…
Nada…
¿Dónde se detuvo Jevon?
—Leylin se apresuró a cambiar de tema.
—¡Oh!
Tenemos que llenar un formulario y tomar la prueba de aptitud.
Luego tendremos tiempo libre y podremos elegir nuestra academia por nosotros mismos —contestó George.
—Como ustedes llegaron un día después, solo les que un día para decidir en qué academia practicarán la magia.
Si no lo hacen, tendrán que esperar hasta el próximo año —dijo Jevon con voz fuerte—.
Ahora hagan una fila y tomen un formulario cada uno, luego entren para la prueba.
Jevon se sentó detrás de una mesa blanca y sacó una pila de formularios.
La fila avanzó rápido, pronto era el turno de Leylin.
—Completa este formulario con tus datos, luego entra a la carpa y sigue las instrucciones que te darán adentro —le dijo Jevon.
Leylin tomó el formulario y vio que el papel estaba hecho con piel de oveja.
Los datos requeridos eran mínimos: nombre, edad, lugar de nacimiento y algunos pocos más.
Leylin tomó la pluma de ganso de la mesa y llenó rápidamente el formulario.
Los patrones suaves de la tinta color roja en el papel de piel de oveja eran muy bellos.
—¡Nunca pensé que un mocoso del continente iba a tener tan buen pulso!
—exclamó Jevon.
Cuando Leylin terminó de escribir, tomó el papel y entró en la carpa blanca.
—Ven aquí—dijo la voz de alguien mayor.
La carpa era muy espaciosa.
En ella solo había una anciana de cabello blanco sentada en una silla negra y una bola de cristal sobre una mesa.
—¡Bueno!
—respondió.
Leylin pensó en cómo iba a pensar repentinamente en esas brujas adivinadoras.
Luego, la saludó.
—¡Hola!
—Trae aquí el formulario —era claro que esta bruja no deseaba charlar.
Su voz era firme y fría.
—Leylin, ¿cierto?
Pon tus manos en la bola de cristal.
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