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Brujo del mundo de magos - Capítulo 53

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53: Capítulo 53 – Subordinados 53: Capítulo 53 – Subordinados Editor: Nyoi-Bo Studio Leylin siguió a Dylan hasta una carpa enorme de color blanco.

El olor a incienso impregnaba el aire y disimulaba el olor a sucio de los esclavos y el hedor de los excrementos.

Aun así, la atmósfera allí era mucho mejor que la de afuera.

Los esclavos allí vestían ropa de una tela fina que de alguna manera cubría sus partes íntimas.

Dylan le mostró a Leylin unos jóvenes extremadamente musculosos.

—Todos fueron criados y educados por caballeros.

¿Qué tal se ven?

Me atrevo a decir que definitivamente cumplen tus requisitos.

Leylin asintió y caminó hacia un joven gigante y pelado.

—Chip de I.A., escanea sus estadísticas.

[Biip.

Fuerza del objetivo: 3.1; Agilidad: 2.8; Vitalidad: 2.9; Fuerza espiritual: 1.5.

Se practicó la radiestesia con neurotoxinas.] Los números entre los esclavos con nivel de caballeros eran bastante similares.

Leylin observó que sus pupilas se habían ensanchado y se veían desanimadas.

—Parece que las mentes de estos caballeros fueron afectadas por algo…

Dylan se apresuró a sonreír a manera de disculpa y respondió: —La resistencia de los caballeros es siempre mayor a lo normal y, para satisfacer las necesidades de nuestros clientes, no tenemos opción más que controlar sus conciencias mediante métodos no convencionales.

Todos pasaron por un proceso de lavado de cerebro y subyugación corporal.

Además, se los controló con drogas para convertirlos en sirvientes de alta calidad.

Aunque quizás no sean tan inteligentes como los caballeros normales, aún son capaces de entender órdenes simples.

Marcar la conciencia era el método que usaban los magos oficiales para controlar a sus sirvientes.

De todas formas, no era muy efectivo si lo usaba un discípulo.

Dylan, por supuesto, notó la fuerza de Leylin antes de ofrecerle sus productos.

—Nada mal, ¿cuál es el precio?

—preguntó Leylin.

—100 cristales mágicos cada uno —respondió Dylan.

Leylin asintió y eligió a los dos que tenían las mejores estadísticas.

Luego de efectuar el pago, recibió un organismo con forma de escorpión de Dylan.

—El aguijón de este Escorpión del Desierto tiene un veneno único en su tipo, que usamos en tus dos esclavos.

Si no reciben el antídoto que produce este escorpión en 10 días, ¡morirán de una manera horrible!

Por supuesto, este debe ser el último recurso para controlarlos.

Después de todo, ya les han lavado el cerebro para que obedezcan las órdenes de su maestro.

¡Las vidas de estos dos caballeros ahora te pertenecen!

Dylan le entregó respetuosamente la caja con el aguijón del escorpión.

Leylin asintió y la conservó.

—También necesito una criada, una que pueda asistirme durante mis experimentos…

Leylin salió más tarde del mercado con dos caballeros con armadura y una delicada pero bella criada que lo seguían.

Los ojos de la criada eran muy claros y vestía un vestido de algodón negro.

Según Dylan, había recibido un entrenamiento muy completo desde que era pequeña.

Era más que capaz de asistirlo en sus experimentos simples, por lo que cumplía bastante bien con los requisitos de Leylin.

Además, había bebido la esencia de la Flor de Mandara, que podía contrarrestar la radiación de los magos y la hacía lucir joven.

Pero esto tenía un precio y era su tiempo de vida, que se redujo a solo 30 años.

—El Mercado de Ellinel hizo bien en diseñar este nivel.

Tenemos la libertad de elegir nuestras salidas, aunque es un servicio que solo pueden disfrutar los clientes superiores —pensó Leylin.

Cuando Leylin y sus sirvientes salieron, ya no estaban en la aldea, sino en los muros exteriores de una ciudad.

Este servicio especial que ofrecía el Mercado de Ellinel también tenía una tarifa.

Pero si le permitía a Leylin evitar algunos problemas, valía la pena, ya que no era muy fuerte en ese momento.

—¡Maestro!

—.

Los caballeros y la criada se arrodillaron y lo saludaron con respeto.

—Ajá—asintió con indiferencia Leylin—.

¿Tienen nombre?

Los caballeros se miraron entre ellos y sus ojos se pusieron algo borrosos.

—No Maestro.

Por favor, denos uno.

La criada sacudió la cabeza; en realidad se veía bastante lamentable.

—Tú te llamarás Greem —dijo Leylin señalando al caballero más robusto—.

Tú te llamarás Fraser —le dijo al otro caballero—.

Y tú…Anna estará bien —dijo mirando a la bella criada.

—Gracias por concedernos nombres, Maestro.

Los grabaremos con lealtad en nuestros corazones.

Los tres subordinados se arrodillaron en el suelo y besaron el zapato de Leylin.

—Está bien.

Leylin hizo una seña para que se pongan de pie y luego miró a su alrededor.

Parecía ser un pequeño bosque y frente a ellos, podía verse la silueta de una gran ciudad.

Era, por lo menos, 10 veces más grande que la última en la que había estado.

Había carros y carruajes entrando y saliendo en la entrada.

Parecía un lugar próspero.

—Greem, ve a la ciudad y compra un carruaje.

Te esperaré aquí—dijo Leylin, dándole una bolsita negra al Caballero más robusto—.

Compra además algunos productos para el viaje y ropa —le indicó.

Desde que había destruido el cofre de sus libros de hechizos y vendido todas sus pociones, sus posesiones ascendían a más de 3000 cristales mágicos en total.

Su equipaje se había reducido a menos de la mitad, cabía todo en una mochila.

Con respecto a los objetos para acampar que había usado anteriormente, los destruyó antes de ir al mercado para evitarse la molestia de tener que volver.

—¡Sí señor!

Greem tomó el dinero e hizo una pequeña reverencia antes de irse.

—Una cosa más, no me llamen señor de ahora en más, sino Joven Maestro.

Leylin tocó su rostro juvenil y quedó algo boquiabierto.

—¡Obedecemos!

—dijeron los tres mientras se arrodillaban.

Mientras veía alejarse a Greem, Leylin se dio vuelta de pronto y le preguntó a Fraser: —¿Tienes alguna noción de la época antes de que conviertas en esclavo?

Fraser tenía el cabello castaño y los ojos azules y su cuerpo estaba lleno de cicatrices.

Además, aunque no podía determinarse su edad, podía verse que había atravesado numerosas experiencias dolorosas.

—Ya no lo recuerdo.

Cada vez que lo intento, siento un dolor muy agudo en la cabeza —dijo Fraser y se tocó la frente como si intentara recordar algo.

Su rostro se retorció de dolor.

—¡Con que así es!

Leylin supuso que debía estar bajo la influencia de alguna droga o hechizo que solo afectaba a los humanos comunes.

Quizá podía ponerle un fin si le dedicaba algo de tiempo, pero no tenía la más mínima intención de hacerlo.

Después de todo, su objetivo era adquirir subordinados, no buscar más problemas.

Los que eran capturados como esclavos eran los que habían perdido guerras o batallas.

Si recuperaran su memoria y buscaran que Leylin los ayude, ¿qué haría en ese caso?

Incluso si no lo hacían, quién sabe si seguirían siendo leales a él.

—¿Y tú?

—le preguntó Leylin a la tímida Anna.

Su piel era extremadamente blanca, con un brillo blanquecino que hacía que Leylin sintiera impulsos de tocarla.

Su rostro era tan exquisito como el de una muñeca.

—A Anna la crió un mercader desde su niñez, hasta que finalmente fue vendida al Señor Dylan…

Era lógicamente más conveniente comenzar a preparar a una criada desde una edad temprana.

Además, tenía que adquirir distintos conocimientos y entrenamiento de etiqueta.

Solo así merecería el cariño de sus superiores.

Por supuesto, también debía tomar lecciones para saber complacer a los hombres.

Anna observó a Leylin, que aún estaba cubierto con la capa, y no pudo distinguir su rostro.

Pero, basándose solo en su voz, pudo deducir que debía tratarse de una persona joven.

No pudo evitar sonrojarse.

—¿Qué lecciones has tomado?

¿Qué tanto sabes de los magos?

—He aprendido y, pero…solo algunas preparaciones de ingredientes simples.

Anna no es una discípula.

Para experimentos que requieren partículas de energía, yo no tengo poder para ellos…

¡Mis disculpas, Joven Maestro!

Anna se agarró el vestido, parecía incómoda.

—No está nada mal.

Leylin estaba satisfecho.

Tenía muchos secretos e incluir a un extraño en sus experimentos no era apropiado.

El hecho de que pudiera ayudarlo con preparaciones simples era ya bastante bueno.

Si hubiera querido un mago asistente, él o ella debía tener al menos el nivel de un discípulo.

Los esclavos de ese nivel eran extremadamente caros y siempre traían problemas.

Aunque no vio ninguno en el mercado de esclavos, Leylin sabía que, en algún lugar del mercado, habría otro mercado de esclavos especializado en vender discípulos.

Después de todo, para muchos magos oscuros, los discípulos que podían resistir la radiación eran los mejores para sus experimentos.

Aquellos discípulos esclavos eran prisioneros o criminales de guerra.

Si la Academia del Bosque del Hueso Abisal era derrotada por completo y tomaban por la fuerza su sede, entonces el destino de todos los discípulos de la academia, excepto aquellos respaldados por facciones poderosas, sería el de terminar como esclavos.

Para los que habían escapado antes, como Leylin, solo quedaba dibujar una línea entre ellos y la academia en el futuro y tomar los cuatro océanos como hogar, transformarse en lamentables vagabundos.

—En este momento, solo puedo rezar por que la academia gane…

Y si pierde, que no pierdan muy mal…

—dijo Leylin mirando al oeste con algo de tristeza.

Al ver al Joven Maestro tan pensativo, Anna y Fraser bajaron la cabeza, no se atrevieron a decir palabra.

Leylin oyó el sonido de unas ruedas acercándose y pudo distinguir a un caballero conduciendo un carruaje, quien parecía ser Greem.

El carruaje era negro como el carbón y no tenía muchos diseños.

Los comerciantes que le vendieron el carruaje a Greem no sabían si pertenecía a la nobleza, por lo que no se atrevieron a hacer inscripciones en el carruaje.

De todas formas, se veía extremadamente resistente.

Dos caballos negros tiraban de él, dirigiéndose velozmente hacia Leylin.

—¡Joven Maestro!

—Greem bajó del carruaje y le devolvió el resto del dinero a Leylin con las dos manos—.

El carruaje costó…

—No necesitamos hablar del tema —interrumpió Leylin.

Luego tomó el dinero y se lo dio a Anna—.

En el futuro, tú te encargarás de las finanzas.

Si no hay dinero suficiente, entonces me preguntas.

—¡Sí, Joven Maestro!

Anna guardó la bolsita de dinero con cuidado.

En ella solo había unas monedas de oro que usan los humanos comunes.

Leylin debía esforzarse muy poco para obtener lo que deseaba.

Lo que le preocupaba entonces eran los cristales mágicos, la moneda del mundo de los magos.

Era una pena que, incluso en las Regiones de la Costa Sur, los cristales mágicos tuvieran tanta demanda.

Después de visitar tantos mercados, Leylin vio a distintas tiendas cambiando monedas por cristales mágicos, pero nunca al revés.

Estos serían sus subordinados en el futuro.

Luego de pensarlo un poco, Leylin se quitó la capucha y mostró un rostro elegante.

Su apariencia, de todos modos, estaba aún algo modificada.

—Ustedes serán mis asistentes de confianza en el futuro, ¡así que vean mi verdadera apariencia!

La razón por la que Leylin se ocultaba era para poder comprar y vender recursos.

Ya había vendido todas sus pociones en ese momento, por lo que ya no necesitaba esconderse.

Además, estas personas verían a Leylin todos los días, sin dudas verían su verdadera apariencia, entonces cuanto antes mejor.

Luego de que Leylin quitó el hechizo, los músculos de su cara se retorcieron y le devolvieron su rostro juvenil original.

Al ver asentir a Anna y los demás, Leylin ordenó: —¡Partamos a la Provincia de los Bosques del Este!

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