Brujo del mundo de magos - Capítulo 76
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76: Capítulo 76 – Experimentos Y Prisa 76: Capítulo 76 – Experimentos Y Prisa Editor: Nyoi-Bo Studio En solo un abrir y cerrar de ojos, ya se estaba acabando el otoño.
Los campos cultivables estaban llenos de trigo y resplandecían en tonos dorados.
Los molinos de viento no dejaban de girar en la distancia y la tierra parecía gozar de la abundancia.
¡Dang, dang!
Un grupo de carruajes con Caballeros armados, cuya fuerza y robustez sobrepasaba con claridad aquella de los hombres comunes, viajaba por un camino entre las granjas.
Sobre los hombros de la armadura llevaban una insignia con una luna creciente.
Esta era la insignia perteneciente al Señor de la Ciudad de la Noche Extrema, el vizconde Jackson.
Al ver aquellos carruajes, los agricultores se alejaban del camino con prisa, se quitaban el sombrero y hacían una reverencia.
Entre los Caballeros y las tropas, había varios carruajes tapados con una tela negra.
Mientras los carruajes avanzaban, podían oírse cadenas chocando entre sí, lo que producía una sensación de mal augurio.
—¡Mira en esa dirección!
¡Parece que se dirige a la residencia!
Este debe ser el tercer grupo del mes —murmuró para sí mismo un granjero de barba marrón.
—¡Viejo Johan!
¿Qué es lo que estás mirando?
—gritó un granjero desde el otro lado.
—¡Aquellos carruajes!
Aún tengo la sensación de que hay algo raro.
Antes, cuando sopló el viento, pude ver las figuras dentro del carruaje…
El viejo John frunció el ceño y contestó: —¿Y qué?
Puede que el Señor de la mansión haya tenido el deseo de comprar esclavas.
¿Sabes qué?
¡Nuestro bueno pero perezoso Señor todavía es un adolescente!
El granjero junto al viejo John lo apoyó y refunfuñó: —No vale la pena que nos metamos con los asuntos de esa gente.
¡Vamos!
La Taberna de la Rosa tiene un ron nuevo…
La silueta de los dos granjeros desapareció en la distancia.
Del otro lado, la procesión de carruajes se detuvo afuera de la mansión de Leylin.
Greem y Fraser los esperaban hace mucho.
—De acuerdo con las órdenes del Señor de la Ciudad, los “productos” han llegado.
El líder de los Caballeros se quitó la capa que le cubría la cabeza y reveló un rostro horroroso, lleno de cicatrices.
—¡Abran el carruaje de los prisioneros!
Al oír la orden del líder, los subordinados se apresuraron a abrir los carruajes que llevaban a los prisioneros encadenados.
Solo vestían una armadura gruesa que tenía agujeros y estaba cubierta de suciedad.
Sus estaturas eran muy variadas.
Altos, bajos, gordos y flacos… Aunque sí tenían algo en común: el aura de asesinos que escondían sus ojos inexpresivos.
Los Caballeros como Greem y Fraser eran extremadamente sensibles al deseo de asesinato.
Solo aquellos que habían asesinado a alguien tenían ese aire.
—Son cinco hombres.
Todos son atroces criminales.
Cualquiera de los casos legales que los involucran sería suficiente para condenarlos diez veces la pena capital.
Por supuesto, el Señor de la Ciudad aprobó hace mucho su pena de muerte.
A los ojos de la ley, ya están muertos… El líder de los Caballeros sonrió con satisfacción y su cara, llena de cicatrices, se volvió aún más grotesca.
—No los deje ir fácilmente por ningún motivo, incluso por las víctimas inocentes.
—Su destino está en manos del Joven Maestro.
De todas formas, podemos garantizarle que ninguno escapará de esta mansión —afirmó Greem luego de recibir a los criminales.
Luego de aquella respuesta satisfactoria, el líder de los Caballeros llevó a sus tropas y a los carruajes vacíos fuera de la residencia.
Greem empujó a los cinco criminales hasta el sótano de la mansión, forcejeando.
La antorcha en la oscuridad, la puerta cerrada con firmeza y el sofocante pasadizo subterráneo les dio una sensación escalofriante.
Pero con los dos Caballeros, Greem y Fraser, no podían resistirse.
Greem guió el camino con familiaridad y llevó a cada prisionero a una celda diferente.
Luego se dirigió a un laboratorio de experimentos recientemente excavado y esperó a un costado.
Aunque las paredes eran gruesas y tenían antorchas con llamas abrasadoras, Greem tenía los pelos de punta y el sudor frío le recorría el cuerpo.
Como un Caballero esclavo de Leylin, él conocía una parte de su identidad.
Sabía aún más de la oscuridad y el terror detrás de esas paredes.
¡Ese lugar es prácticamente el infierno!
La primera vez que Leylin lo llamó adentro, Greem había dejado volar sus pensamientos.
Luego, el valiente Caballero vomitó durante toda la noche.
Pasó media hora.
Para Greem, ya había pasado como medio año, con una terrible lentitud.
Sobre todo, cuando los gritos confusos que de vez en cuando se filtraban por las gruesas paredes parecían perforarle los tímpanos.
¡Quizás los cielos tuvieran piedad!
A pesar de que Greem no era una buena persona y sus manos también estaban cubiertas de sangre, los gemidos y llantos detrás de las paredes eran algo que los humanos ya no eran capaces de producir.
Se oyó un chirrido y la puerta de acero se abrió.
Leylin salió del laboratorio, había manchas de sangre en su cuerpo.
—Qué pena que el cuerpo experimental no era lo suficientemente fuerte para soportar los efectos del hechizo.
Espero que los próximos sean más resistentes…
Leylin no tenía disponibles todavía ingredientes para investigar las almas, por lo que solo podía optar por los métodos más crueles, que consistían en reunir información mediante experimentos constantes.
—¡Joven Maestro!
—exclamó Greem y se apresuró a hacer una reverencia—.
El Castillo del Señor de la Ciudad ha enviado hoy otras cinco personas y ya están en sus celdas.
—Muy bien —asintió Leylin.
Aunque era un discípulo nivel 3, antes de ascender a Mago oficial, no tenía la seguridad necesaria para desafiar a los que se decían Magos de la Luz, por lo que algunas cosas debían permanecer ocultas.
Solo Greem y Fraser manejaban la recepción de productos.
Aparte de ellos, incluso Anna sabía poco de esto.
Ni siquiera Fayern y el viejo Welker, el sirviente, sabían de las acciones de Leylin.
Tenían algunas sospechas, pero Leylin siempre disponía de los «ingredientes» inútiles cremándolos con polvo medicinal.
Como no había evidencia, aun si alguien sospechaba, no podrían hacerle nada.
¡Esta es la limitación de la fuerza!
Los Magos oficiales de la academia pueden salir a pasear por los mercados de esclavos y comprar algunos como ingredientes.
¡Hasta pueden atraer y engañar discípulos y nadie los puede castigar!
Igualmente, solo soy un discípulo modesto que va por su cuenta.
Debo cuidar mi reputación…pensaba Leylin mientras se acariciaba la barbilla.
—Chip de I.A., ¿cómo va hoy la colecta de información en los cuerpos experimentales?
—preguntó Leylin para sus adentros.
El Chip de I.A.
entonó: [Se ha descubierto que la Fuerza espiritual del sujeto experimental tiene 23 variaciones anómalas y dentro del cerebro había 45 ubicaciones ocultas.] —Parece ser posible usar a los prisioneros como sujetos vivientes y llevar a cabo experimentos para obtener información y datos del cuerpo espiritual.
Es solo que la cantidad de ellos es aún tan pequeña…[JH1] Leylin se volteó y vio a Greem, que estaba intranquilo desde el comienzo, y dijo: —Lo hiciste bien, puedes irte ahora.
—Como lo desee, Maestro.
Greem hizo una reverencia y lanzó un suspiro de alivio en secreto mientras se alejaba corriendo.
Siendo un ser humano común, naturalmente estaba algo en conflicto con estos temas, sin mencionar las limitaciones del entrenamiento como esclavo.
Pero la fuerza de Leylin había superado ampliamente la suya, por lo que solo podía sentir que era difícil de sobrellevar, pero no osaría mostrar reticencia.
Como su amo, Leylin ya había notado esto.
Después de todo, solo en un humano normal, esas reacciones son esperables.
Mientras siga obedeciendo mis órdenes, no me interesa el resto, pensó Leylin mientras recordaba la expresión de Greem por un momento: luego se olvidó por completo de él.
Su túnica negra se arremolinó a su alrededor cuando se volteó y desapareció en el laboratorio subterráneo.
—Leylin, mi amigo, ¡volvemos a vernos!
—dijo con sinceridad Langford, mientras su pelo verde se arrastraba por el suelo.
Desde aquel incidente entre Leylin y Langford, hicieron algunos negocios más.
Incluso se habían convertido en buenos amigos.
Las cosas se dieron así porque Leylin descubrió que cuando Langford no estaba loco, tenía bastante buen carácter.
Además, le proveía de productos de forma constante y los precios en el Cañón de Brey eran más baratos que los de otros Magos.
Lo único constante entre los magos eran los beneficios.
La mayoría de las demás cosas podían dejarse de lado.
—¡Langford!
Esta vez, necesito los productos con urgencia.
¡Mira!
—exclamó Leylin y le entregó un pergamino amarillo con garabatos en él.
—No suelo ver este lado de ti Déjame ver —contesó Langford mirando el pergamino e instantáneamente apretó los dientes: —Las heces del Pájaro de Kosh, una Aleación Estelar…
Estos objetos están conectados con el aspecto de las almas, y no son baratos!
¡Dong!
Una bolsa pequeña golpeó inmediatamente la mesa de Langford.
Al abrirla, pudo ver unos brillantes cristales mágicos en ella.
—No te preocupes por los cristales mágicos, este es el depósito.
Te compensaré la diferencia luego con pociones —ofreció Leylin de forma autoritaria, como si fuera rico.
—¡Así es!
Con tu habilidad, ¡los cristales mágicos son apenas un detalle!
—afirmó Langford con los ojos brillantes, e inmediatamente guardó la bolsa de cristales mágicos entre sus ropas—.
El Pájaro de Kosh está al borde de la extinción.
Oí que cierta gente se topó con algunos antes en el Altiplano de la Muerte Negra.
Con respecto a la Aleación Estelar, tengo una pieza aquí…
Langford revolvió inmediatamente los estantes detrás de él y luego abrió una cajita negra.
El interior era de satén rojo y en el centro había una piedra plateada con manchas azules.
—Los ingredientes que necesitas, la Aleación Estelar, las Hojas Sin Flores…
Tengo uno de cada uno aquí.
Quizás deberías buscar los otros dentro del cañón…—Langford apiló los ingredientes con prisa y calculó el precio final: —785 cristales mágicos.
—Está bien —respondió un poco de mala gana Leylin, frotándose la barbilla—.
Iré a echarle un vistazo al mercado.
Una cosa más, debes estar alerta y comprar los ingredientes que te pedí en cuanto puedas.
—Está bien —aceptó.
Apenas Langford estuvo de acuerdo, su semblante cambió y su cabello verde empezó a acortarse, muy pronto llegó a la altura de la cadera—.
Ve…
¡Vete ahora!
El rostro de Langford comenzó a retorcerse y uno de sus ojos ya estaba inyectado de sangre.
Leylin se dio vuelta y salió de la cueva, entonces escuchó un aullido.
—Una enfermedad intermitente como esa es bastante escalofriante…
Leylin no se detuvo y se dirigió directamente a las profundidades del cañón.
—¡Rápido, Langford no está bien otra vez!
—¿Deberíamos informar a los protectores?
—Me temo que no será de mucha ayuda.
¡Je, je!, pronto echarán a Langford de aquí.
En ese momento, muchos discípulos con sombreros puntiagudos que estaban a ambos lados de la cueva miraron en la dirección de la que venían los aullidos.
Podían verse expresiones de ansiedad, indiferencia y alegría por el mal ajeno.
Después de estar ocupado por un tiempo, Leylin salió del Cañon de Brey.
Llevaba en la espalda otra mochila llena de distintos ingredientes.
Se dio vuelta para observar el Cañón de Brey, luego se subió a su caballo negro y se marchó.
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