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Ecos de libertad ¿sin problemas? - Capítulo 1

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  4. Capítulo 1 - 1 ¡Vender papas es vivir bien!
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1: ¡Vender papas es vivir bien!

1: ¡Vender papas es vivir bien!

Entre las muchas cosas extrañas que pensaba Marco una de las más inusuales era que vender papas era vivir bien, tal ves no tenia mucho sentido para los demás que viven en Villa Esperanza, pero para Marco si lo tenia, era tanto su creencia en esta afirmación que resultaba ingenuo a los ojos de los demás…

su vida en general era sumamente mediocre, todos los días tomaba un saco de papas de su almacén, lo arrojaba en su espalda y caminaba a su puesto donde constantemente vendía exclusivamente este humilde producto.

Como siempre y a la misma hora, un poco antes del primer rayo del sol, Marco salió con su gran saco con papas para montar su mostrador, pues de esto vivía así que ponía su esfuerzo en hacer un buen trabajo…

por su puesto el era el único del pueblo que caminaba con una sonrisa estúpida en el rostro, también era el único que vendía papa pues nadie quiere competir por algo tan irrelevante como unos miserables tubérculos, por lo tanto nadie mas en el pueblo competía con dicho producto.

Pero su trabajo no era ni de lejos la característica mas extraña de Marco, pero entre estas particularidades de pensamiento fue la más distinguida de dicho personaje, todas las demás características de su personalidad fueron ignoradas deliberadamente por los aldeanos de Villa Esperanza… —hoy no hace tanto calor y el sol a tardado en salir, ¡seguro será un buen día!

Con cada paso se acerco más y más al mercado de la plaza en el centro del pueblo, como siempre acostumbraba pasar por las veredas entre las casas como atajos y como siempre ser el primero en abrir su puesto… En uno de estas calles ocurría algo que para Marco le era totalmente indiferente.

Unos niños rebuscaban entre los objetos de un hermano dormido contra unos escalones de madera, probablemente los escalones sean de su propiedad casa a la cual no alcanzo a entrar antes de ser vencido por el alcohol.

—¡Buenos días!

¡Buena cosecha!

Como siempre fue costumbre saludar a quien podía responder sus salud y deseo lo mejor para quien fuera que lo escuchara, sin importarle mucho que fuese la actividad de los demás y como ya era costumbre para la mayoría del pueblo fue ignorado, por su puesto los niño se sobresaltaron y hullero con su botín en brazos… Marco siguió sonriendo al caminar y olvido la flagrante falta de respiro al no devolver su cordial saludo.

—¡Estos niño no se parecen en nada a como me criaron a mi!

Seguro son huérfanos que no han recibido nueva educación…  Así continuo su camino bajo peroratas y monólogos grandilocuentes en los que se narraba a si mismo lo que estaba habiendo un segundo después de realizar su acción.

Y sin darse cuenta Marco termino frente a su puesto levantando un trapo polvoriento por en sima de unos palos cruzados roídos por el tiempo y las termitas que acostumbraba usar como técnico de su puesto en el mercado.

Con destreza tomo un tronco cortado, desgastado por el mismo trasero redondo y firme de Marco, se sentó y contemplo la cálida luz de la mañana que le daba justo al rostro.

Una hora paso y luego otra pero no fue hasta la tercera hora de la mañana que un cliente se paso por la plaza y un colega comerciante abrió su propio puesto.

Para el medio día, la plaza estaba a rebosar de gente ataviadas por sus vicisitudes y penosas por la tragedia de tener que caminar con el sol quemando sus coronilla.

Marco pesaba con una bascula sencilla un par de papas para una vieja amiga de su madre a cambio de un simple cristal sin brillo y apenas traslucido, por su puesto Marco le obsequio un par más como le enseño su padre que debe tratar a las personas queridas que fuesen atendidas por el o aquellas que hiciesen buenas acciones por el.

—paga el doble todo lo bueno y cien veces mas lo malo, hijo mío y asegúrate de no hacer lo malo para tener siempre el doble de lo bueno.

Claro esta mujer nunca hizo nada bueno por el, pero ella acostumbraba visitar a su madre y charlar largo y tendido con ella, y esa compañía era agradecida por Marco.

—joven Marco no tengo mas que ese cristal opaco, cuatro papas es mas de lo que vale.

—tranquila señora Cheila van por mi cuenta, total no creo que te estorben en la sopa una o dos papas más.

Con esas simples palabras la mujer cuyas arrugas marcaban un mapa de trabajo y esfuerzo cartografiado por siete décadas mal vividas en opinión de Marco, esbozo una sonrisa con apenas dientes que arrugaba mas su demacrado rostro… luego de pagar se marcho y Marco la vio irse sin cuidado de si le hizo un bien o si solo actuó como su padre le enseño.

Para el final del día fue según su costumbre y se marcho un poco antes que todos los puestos de la plaza, con un poco menos de medio saco de papas sobre su espalda, Marco camino por la calle principal ya que no tenia a nadie esperándolo en casa, ni mujer, ni hijos, ni un gato que case ratas, ni un perro que espante a los ladrones, ni dicho sea de paso ratas escondidas por las cuatro pares de su cabaña.

Al entra por fin a su casa Marco miro de lado a lado buscando con la mirada cualquier diferencia a como lo dejo en la mañana y al no encontrar nada extraño Marco simplemente dejo el saco en su almacén, se arrojo en su cama de paja.

Media noche.

El olor a humo y los gritos escandalizados de las mujeres y los hombres del pueblo despertando a Marco de su profundo sueño, el pánico contagioso de los aldeanos despertó en Marco un miedo en un inicio desconocido por el, con un salto errático salió de su cama sin darse cuenta que sus botas de cuero viejo quedaron en la misma esquina junto a a su cama donde la costumbre casi maniática lo obligo a dejarlas cada noche.

La sangre comenzó a hervir y el corazón latió a un ritmo desconocido para el extraño y apático Marco y de algún modo se encontró corriendo a casa de sus madre, la puerta de su casa aun no se había movido cuando Marco quien sabia que su madre acostumbraba dormir con la puerta abierta entro con una cara temerosa y frenética buscando el familiar bulto de la cama de su madre bajo sabanas rústicas fabricadas en la aldea por un viejo maloliente… —madre tenemos que irnos.

Con movimientos asustados la mujer bajita con mas canas que arrugas y mas piel colgante que comida en su vientre, saco su rostro de debajo de las sabanas preguntándose como pudo criar a un hijo que la despertaría de manera tan brusca.

—¿se puede saber porque entras en la casa de una vieja como yo alzando la voz y mandándome?

No fue hasta que la luz del fuego de una casa incendiándose que entraba por la ventana e iluminaba la cara de su hijo y los gritos de los alrededores que se escuchaban débilmente a lo lejos que comprendió.

—¡Mi Hijo, monstruos una marea de monstruos!

¡Sálvame!

!¡Ayuda!

¡Mi bebé!

Los gritos entumecieron a la antigua y el miedo termino el trabajo poniendo tensos los músculos antiguos y debilitados por el tiempo.

Marco no parecí darse cuenta del estado de su madre y simplemente tomo a la débil mujer entre sus brazos para salir corriendo a el refugio en la casa de el jefe del pueblo.

El sudor perlo la frente de Marco y el olor a humo inundo las fosas nasales peludas de su madre quien cubrió su modestia poco atractiva con las sabanas toscas con las que dormía desnuda, por supuesto ni el ni nadie noto que los guardias que se suponía protegerían a los aldeanos habían muerto hace rato atrás y los demás monstruos que no fueron repelidos simple y llanamente saltaron la insípida empalizada de tres pasos de alto.

—¿Por qué razón hay casas prendidas si se supone que nos atacan monstruos?

Nadie sabia la respuesta y si la subieran sabido correrían en sentido contrario para escapar de la casa del jefe.

REFLEXIONES DE LOS CREADORES azMAJEN e pensado mucho en si empesas una nueva historia despues de no aver resivido nada de apollo en la anterior que hice, al final tenia muchas ganas de contar esta historia y por su puesto hice todo lo que pude por presentar una historia bien simentada y tan unica como me fue posible

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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