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Capítulo 100: Capítulo 100 – Domesticando la Amenaza de Guerra – 2 Capítulo 100: Capítulo 100 – Domesticando la Amenaza de Guerra – 2 —¿Desperdicio? Mientras Yano se aferra a sus tradiciones, limitándose a bestias arcaicas, Yino avanza. Cada año producimos más domadores de rango oro, cada mes más dobles portadores se unen a nuestras filas. Y pronto…
Se detuvo dramáticamente, saboreando el momento.
—Pronto estarán listos nuestros primeros triples portadores —concluyó.
El Director mantuvo su expresión neutral, pero sus plumas doradas se erizaron ligeramente ante la revelación. Los domadores triples eran teóricamente posibles, por supuesto, pero el costo, el riesgo de una mutación incontrolada…
—¿Triples? —se recuperó rápidamente, su voz cargada de desdén—. No importa si pueden soportar tres bestias o cinco, si todas son esas corrupciones abisales que tanto te gusta crear. Un verdadero domador con una bestia pura siempre será superior.
La risa del mercenario resonó a través del claro, un sonido que hizo estremecer a varios guardias.
—¿Un verdadero domador? ¿Como tu precioso rey? Supongo que tiene mérito que él también sea un domador doble pero… Debe ser… solitario, Director. Ser tan limitado, tan atado a las viejas tradiciones. Pero los tiempos cambian, viejo…
—…¿Un único guerrero de rango platino sosteniendo un reino entero? Yino ya no depende de individuos excepcionales. Tenemos algo mejor, números —afirmó con confianza.
—¿Y crees que los números compensan la calidad? —Ignatius permitió que más poder fluyera en sus llamas—. Si estuvieses frente a nuestro Rey ahora mismo, ya estarías muerto. No importa si soportas cinco bestias o diez, todas son corrupciones de simple rango plata, nada comparado con una sola de sus bestias puras de verdadero poder.
La sonrisa del mercenario se amplió, mostrando dientes alterados por mutaciones.
—Oh, pero el Rey no está aquí, ¿verdad? De hecho —sus ojos brillaron con malicia—, sabemos perfectamente bien que ni siquiera está en el reino.
Ignatius mantuvo su expresión neutral, pero su mente trabajaba rápidamente. Si Yino sabía eso…
—Debe ser… solitario, Director, estar tan limitado a una sola bestia… No como tu ‘gran’ Rey ausente —dijo con sarcasmo.
—Debe ser SOLITARIO —continuó el mercenario teatralmente—, depender tanto de UN, ÚNICO guerrero. ¿Qué pasará cuando nuestros triples portadores estén listos? ¿Cuándo tengamos tres domadores de oro por cada uno de los tuyos?
—Pensé que lo entenderías mejor como domador de ese grifo, pero veo ahora que no… Permíteme mostrarte —Ignatius dejó que su poder se manifestara completamente, su majestuoso fénix envolviendo el área en llamas doradas—, la diferencia entre tus imitaciones y un verdadero vínculo con una bestia pura.
El supervisor extendió su mano mientras su pingüino se materializaba por completo, cubriendo el suelo con una gruesa capa de hielo que brillaba bajo la luz del sol.
—Nada de trucos subterráneos —murmuró el supervisor, sus ojos clavados en el agente mutado.
El director lanzó un poderoso flujo de fuego hacia el mercenario.
El mercenario evaluó la situación en un instante.
—¡Defiéndeme! —ordenó a su hipogrifo mientras él mismo saltaba hacia un lado.
Las llamas doradas del fénix de Ignatius se encontraron con el flujo de viento del hipogrifo. La explosión resultante sacudió los árboles cercanos, creando una onda de choque que hizo tambalear a los guardias.
El mercenario aprovechó la distracción para enterrar sus piernas en el hielo. Sus mutaciones le permitieron romperlo lo suficiente como para usar el hoyo como punto de apoyo y lanzarse a sí mismo a una velocidad vertiginosa hacia el supervisor.
El supervisor reaccionó por instinto. Su pingüino creó una barrera de estalactitas de hielo que emergieron del suelo como lanzas. El mercenario se retorció entre ellas con una gracia antinatural, su cuerpo contorsionándose de maneras que ningún humano normal podría imitar.
—¡Demasiado lento! —El mercenario apareció frente al supervisor, su cola de escorpión emergiendo de su espalda como un relámpago.
El supervisor apenas tuvo tiempo de crear un escudo de hielo. El aguijón lo atravesó como papel, deteniéndose a milímetros de su garganta.
Comenzó a sobrepasarlo y a empujar hacia adelante, el hielo quebrándose. Parecía que los aumentos de poder del mercenario eran muy superiores a los del supervisor.
—Patético —el mercenario sonrió con sus dientes mutados mientras avanzaba sus pinzas—. Un rango plata 2 y aún así tu fuerza es…
Una columna de fuego dorado cayó del cielo, obligando al mercenario a retroceder. El hielo bajo sus pies se evaporó instantáneamente, creando una cortina de vapor que momentáneamente oscureció el campo de batalla.
—¿Olvidaste contra quién estás luchando? —La voz de Ignatius resonó mientras su fénix descendía, sus alas extendidas creando un muro de llamas doradas.
El mercenario aterrizó junto a su hipogrifo, que solo, había sido forzado a retroceder.
—Quería recuperar el control del suelo, Director —el mercenario flexionó sus pinzas mientras más placas brotaban de su piel—. Una táctica válida contra tus poderes de fuego, ¿no te parece?
Las llamas doradas de Ignatius se intensificaron hasta que el aire mismo parecía distorsionarse con el calor. —Muéstrame entonces, experimento de Yino, si tus tácticas tienen un futuro mientras me ignoras.
—Por supuesto que lo haré… Mi futuro y el de Yino son brillantes después de todo.
—El futuro —murmuró Ignatius mientras su fénix manifestaba su forma completa— pertenece a aquellos que respetan el verdadero vínculo entre el domador y la bestia. No a aquellos que se degradan a sí mismos en monstruos.
♢♢♢♢
Luna estaba concentrada en intercambiar señales discretas con sus primos cuando sintió un ligero toque en su hombro. Los hongos en el cabello de Ren pulsaron suavemente mientras ella se giraba, sobresaltada por no haberlo sentido acercarse debido a su distracción.
—¿Sabes lo que está pasando? —preguntó Ren con una sonrisa casual, como si no hubiera penetrado su sistema completo de vigilancia sin ser detectado.
Luna se compuso rápidamente, su sombra retorciéndose incómodamente. —No, no sé nada —respondió secamente—. Ahora vete.
—Mentira —Ren sonrió más ampliamente con lo que parecía ser diversión—. Y además, ¿qué estás haciendo?
El rostro de Luna se tiñó ligeramente de rojo, recordando la última vez que Ren descubrió su habilidad para detectar mentiras. La proximidad en su habitación, el malentendido con sus compañeros…
—Lo que hago o dejo de hacer no es asunto tuyo, hongo —respondió bruscamente, cruzándose de brazos—. Y además, esto no tiene nada que ver contigo.
—También una mentira —Ren rió, imitando la postura casual que ella usualmente usaba al interrogarlo—. Estás intercambiando información con ellos —señaló discretamente a los otros nobles—, usando señales de mana bastante elaboradas… ¿Qué significan?
Luna apretó los puños, irritada por que usaran sus propias tácticas en su contra. —No me importa lo que creas ver. Vete, no quiero verte y no me interesas.
Los hongos pulsaron con más intensidad mientras Ren alzaba una ceja. —Espera, eso es una mentira… Triple mentira. Eso debe ser algún tipo de récord… ¿Y… te intereso?
—¡Basta! —Luna se volvió hacia sus doncellas, que habían estado observando el intercambio con expresiones cuidadosamente neutrales—. Ocúpense de él.
Las “estudiantes nobles” se movieron con una gracia que revelaba entrenamiento más allá de la mera postura noble. En segundos, formaron una barrera perfecta entre Luna y Ren.
—Le sugerimos que se retire —dijo una de ellas con una voz suave pero firme.
—Oh —Ren las estudió con genuino interés.
—¡Fuera! —Luna interrumpió antes de que él pudiera hablar otra vez, su rostro definitivamente ruborizado.
—Como desees —Ren se alejó de la muralla con una pequeña reverencia burlona—. Aunque sabes que eventualmente descubriré lo que está pasando. He sido bastante bueno encontrando secretos y mentiras últimamente.
Luna observó su espalda mientras se alejaba, sus doncellas manteniendo su formación protectora. Solo cuando estuvo lo suficientemente lejos se permitió soltar un suspiro de frustración.
—Mi señora —una de sus doncellas se acercó discretamente—. ¿Quiere que lo mantengamos bajo vigilancia?
—No —Luna se masajeó las sienes—. Vigilado está… Simplemente… manténganlo alejado. Es demasiado… —se detuvo, buscando la palabra correcta.
—¿Observador? —sugirió una doncella.
—¿Lindo? ¿Tu tipo? —sugirió otra con lo que parecía ser un atisbo de diversión.
—Irritante —corrigió Luna, enviando una mirada asesina a su doncella, aunque el rubor en sus mejillas contradecía sus palabras.
Sus doncellas intercambiaron miradas cómplices pero mantuvieron su postura profesional. Después de todo, parte de su entrenamiento incluía saber cuándo su señora mentía.
Y en ese momento, todos los indicadores sugerían que “irritante” no era precisamente la palabra que Luna quería usar.
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