El yerno del rey dragón - Capítulo 48
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Capítulo 48: Capítulo 48 – Las diligencias cotidianas Capítulo 48: Capítulo 48 – Las diligencias cotidianas Editor: Nyoi-Bo Studio El Ferrari se dirigió con suavidad fuera del campus y entró a la calle de afuera.
No hacía mucho calor ya que había llovido anoche, por lo que el clima era agradable había mucha brisa.
El Ferrari que Zhao Hongyu conducía era un descapotable de dos asientos.
Su encantadora figura y atuendo a la moda llamaban mucho la atención de los transeúntes mientras esperaban a que cambiaran las luces de los semáforos, incluso cuando llevaba lentes de sol.
—Ren, aún es temprano, ¿Qué tal si te llevo al centro comercial y te compro alguno de ropa?
—Zhao Hongyu le preguntó a Hao Ren girando la cabeza.
—Ehm, no gracias.
Estoy cómodo con lo que llevo ahora —respondió Hao Ren mientras tocaba su ropa.
Había obtenido la mayoría de su ropa del mercado de telas ligeras cercano a la universidad.
Las ropas allí usualmente no llevaban ningún nombre de marca, y había una vasta diferencia de precios entre ellas y las que vendían en el centro comercial.
Sin embargo, a Hao Ren no le importaban mucho esas cosas mientras la ropa fueran cómodas.
No le importaba si alguna ropa estaba algo desgastada.
Zhao Hongyu no quiso obligar a Hao Ren.
Repentinamente, sonrió y dijo—: ¿Su Han te dio el collar?
Parece que ya te ha aceptado.
¡Bruuum!
El descapotable aceleró a toda prisa tan pronto como la se encendió la luz verde.
Sus habilidades de manejo le parecieron de primera clase a Hao Ren.
El Ferrari rojo avanzaba hacia adelante con suavidad entre el flujo de tráfico en la amplia calle.
“Es difícil creer que Zhao Hongyu, que es tan amable y gentil, pudiera ser tan agresiva mientras conduce”, pensó Hao Ren mientras observaba en secreto el perfil de su rostro calmado y lleno de gracia.
No obstante, mientras el poderoso motor del Ferrari rugía atraía también muchos silbidos de los donjuanes que andaban en sus propios autos de lujo.
Sí Hao Ren no estuviese sentado al lado de ella, esos tipos probablemente se acercarían a coquetearle.
Sin embargo, si Zhao Hongyu aceleraba así fuera solo un poco, los tipos no tendrían cómo alcanzarla.
El auto llegó hasta algún lugar cercano a la casa de Zhao Yanzi y estacionaron en frente del mercado local.
Zhao Hongyu sacó una cesta de algún rincón del auto como si estuviese haciendo un truco de magia mientras bajaba del vehículo, y Hao Ren bajó con ella.
Zhao Hongyu tomó las llaves del auto y lo cerró con dos “bips”, entonces le pagó cinco yuanes al hombre viejo del estacionamiento.
—Vamos —Zhao Hongyu le dijo gentilmente a Hao Ren y caminó hacia dentro del tenue mercado techado de víveres con su cesta.
Mientras caminaban, había algunos jóvenes curiosos y hombres de mediana edad que se quedaban boquiabiertos frente al auto de un millón de dólares.
Era de esperarse, sólo podían ver un Ferrari en revistas o en la televisión.
“Conducir un Ferrari para ir a comprar víveres, que estilo de vida es éste…” se quedó mudo Hao Ren mientras seguía Zhao Hongyu hacia adentro.
—Chica, ¿viniste a comprar víveres de nuevo?
—preguntó un vendedor.
Todos la saludaban desde sus puestos, granjeros y carniceros, mientras Zhao Hongyu entraba caminando.
Zhao Hongyu les sonrió mientras cargaba la cesta y se acercaba al puesto de vegetales más cercano—: Tío Liu, ¿Cómo están los vegetales hoy?
—¡Frescos!
¡Absolutamente frescos!
¡Acabo de desenterrarlos del campo esta misma tarde!
—prometía a Zhao Hongyu el hombre de cincuenta años con el cabello despeinado, mientras se daba golpecitos en el pecho.
—Genial, dame dos patatas y tres tomates, prepararé una sopa cuando llegue a casa —dijo Zhao Hongyu con una sonrisa.
—¡Ok!
¡Elegiré las mejores para ti!
—dijo riéndose alegremente el dueño del puesto.
Entonces escogió algunas patatas y tomates y las pesó.
Luego agregó—: El total sería de cinco yuanes y treinta centavos, ¡dame sólo cinco yuanes!
—¡No puedo hacer eso!
—dijo Zhao Hongyu mientras sacaba su billetera de su estilizado abrigo como si nuevamente estuviera haciendo trucos de magia.
Agarró un billete de cinco yuanes y entonces sacó los treinta centavos y los colocó sobre la balanza eléctrica.
Después de eso, colocó los tomates y las patatas en su cesta.
—¡Vuelva pronto!
—dijo el hombre a Zhao Hongyu en voz alta, con un tono alegre tras cerrar el trato.
—¡De acuerdo, de acuerdo!
—respondió Zhao Hongyu, también alegremente.
Entonces caminó hacia otro puesto, y preguntó—: Abuelita Sun, ¿Cómo están las frutas hoy?
—¡Esas cerezas llegaron justo hoy!
¡Están deliciosas!
—dijo a Zhao Hongyu la abuelita con el rostro lleno de arrugas.
—Jeje, entonces dame un kilogramo por favor —dijo Zhao Hongyu mientras sacaba una bolsa y ponía algunas cerezas adentro.
Se dio la vuelta y le pregunto a Hao Ren—: ¿Qué tipo de frutas te gustarían?
¿Qué te gustaría para cenar?
—No importa tía.
Depende de ti —dijo tímidamente Hao Ren.
—¿Quién es este?
Nunca lo había visto antes —preguntó la abuelita en el puesto de frutas mientras pesaba las cerezas.
—Es mi sobrino lejano —respondió Zhao Hongyu.
—Ah, joven, eres muy apuesto —dijo la abuelita tras observar a Hao Ren.
Era la primera vez que Hao Ren escuchaba a alguien llamarlo “apuesto”, y no supo cómo debería sentirse.
Después de comprar las frutas, Zhao Hongyu llevó a Hao Ren a buscar algo más de carne, harina y otros vegetales… Los dueños de cada puesto saludaban apasionadamente a Zhao Hongyu, y Zhao Hongyu charlaba con ellos mientras hacía sus compras.
Desde que era pequeño, Hao Ren solo había ido a los mercados de víveres un par de veces con su abuela, y rara vez fue después de crecer.
Ir de compras con Zhao Hongyu y escucharla charlar con los granjeros le pareció de repente muy genial.
¿Quién diría que esta hermosa mujer condujo hasta allí en un Ferrari?
Habiendo obtenido todo lo que necesitaban, tras caminar un poco, la cesta se hizo más y más pesada, así que Hao Ren se ofreció a cargarla.
Salieron del mercado y vieron a un par de niños jugando cerca del lujoso Ferrari.
Algunos eran tan traviesos que incluso intentaron trepar dentro del descapotable; el viejo hombre que se encargaba del estacionamiento no podía hacer nada para detenerlos.
Zhao Hongyu no se molestó para nada.
Simplemente se acercó caminando hasta allí y abrió la puerta del auto después de quitarle el seguro, y los chicos se dispersaron tan pronto como vieron a la dueña regresar.
Zhao Hongyu sonrió sin poder hacer nada.
Se sentó en el auto y le hizo señas a Hao Ren—: Sube al auto.
Hao Ren se subió al auto con la cesta y Zhao Hongyu señaló al espacio en la parte trasera del auto diciendo—: Sólo déjala en la parte de atrás.
El agua se escurría de la cesta que estaba llena de vegetales y carnes, y Hao Ren siguió sus instrucciones y la colocó sobre la alfombra de color de porcelana en la parte trasera del lujoso Ferrari de un millón de dólares.
Si alguien más viera esto probablemente tendría un ataque.
Zhao Hongyu prendió el auto, condujo fuera del estacionamiento, y perfectamente se unió al flujo de tráfico en la calle.
Hao Ren se sentó en el asiento del pasajero y miraba en silencio todo lo que Zhao Hongyu hacía.
Zhao Hongyu no era solo una diseñadora famosa, una ama de casa virtuosa, o la madre de Zhao Yanzi, sino que también era la Reina Dragón… Ella había saltado entre todos esos roles perfectamente y había hecho todo lo posible por hacerlo todo al máximo de sus capacidades.
Mirando fijamente a Zhao Hongyu tan cerca de él, Hao Ren sintió de repente una profunda admiración por la joven madre.
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