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Elian: Criaturas Modernas - Capítulo 13

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13: Vigilantes 13: Vigilantes —Lo logramos.

—La voz de Victor Kael resonó con una mezcla de euforia contenida y ambición desbordada—.

La sangre de ese muchacho…

nos ha dado más de lo que soñamos.

La sala de juntas en el ala sur del laboratorio estaba tenuemente iluminada, con una pantalla proyectando los resultados más recientes: gráficos de regeneración celular acelerada, imágenes de tejidos curándose en tiempo récord, y pruebas de longevidad con roedores que habían mostrado una actividad juvenil inesperada.

—La fórmula X-9 está lista para la fase comercial —anunció Celina, cruzando las piernas mientras hojeaba una carpeta repleta de datos—.

Detiene el deterioro, fortalece el sistema inmune, y hasta regenera pequeñas zonas dañadas del cerebro.

Es el Santo Grial.

Victor sonrió satisfecho.

—Entonces, ya no lo necesitamos.

—¿El chico?

—Sí.

Extrajimos todo lo útil.

ADN, plasma, médula, células madre.

En la noche, llévenlo a su casa.

Que despierte en su cama, con un bonito cheque si hace falta.

Pero que no recuerde nada.

Absolutamente nada.

Mientras tanto, Elian yacía en una habitación blanca, bajo el resplandor frío de una lámpara quirúrgica apagada.

Había pasado más de dos días semiinconsciente, alimentado por sueros intravenosos.

Su cuerpo estaba débil, aunque no por daño físico…

sino como si algo esencial le hubiera sido extraído.

Una parte de él…

ya no estaba.

No entendía bien qué había ocurrido.

Apenas recordaba entrar a una sala, luego pinchazos, luces blancas, voces borrosas.

Y ahora, sentía su cuerpo más liviano, pero su mente como envuelta en neblina.

Tenía colocado un brazalete de control en la muñeca y apenas podía moverse.

Los ojos apenas se le abrían.

Algo dentro de él gritaba que algo andaba muy mal, pero la conciencia se le escurría cada vez que intentaba enfocarse.

Esa misma tarde de lunes, Maya y Dan llegaron a las afueras del complejo de GenTrace Corp., en un coche usado color gris que Daniel manejaba con nervios disimulados.

—¿Seguro que es aquí?

—preguntó Dan mientras estacionaba bajo la sombra de unos álamos, a unos cincuenta metros del portón principal.

—Sí —respondió Maya—.

Lo busqué en internet.

Este es el único laboratorio de análisis genético en las afueras de Columbia.

Tiene que ser este.

Desde su posición, podían ver el edificio moderno, de color blanco pulido, con ventanales largos y reflejantes.

Había cámaras en cada esquina y un par de guardias de seguridad uniformados cerca de la entrada principal.

El logo azul de GenTrace brillaba sobre la fachada: una doble hélice genética encerrada en una figura triangular.

—Parece una cárcel de ricos —murmuró Dan.

—Vamos —dijo Maya—.

Preguntemos.

Al menos haremos presencia.

Entraron al vestíbulo con actitud casual.

El interior era aún más imponente: mármol blanco, fragancia a desinfectante caro, luces suaves.

Una recepcionista de rostro inexpresivo les miró al acercarse.

—¿Puedo ayudarlos?

—Sí.

Venimos a preguntar por un amigo —dijo Maya con voz firme—.

Elian Vólkov Cortez.

Tenía una cita médica aquí el sábado pasado.

No ha regresado a clases ni contesta.

La mujer tecleó algo en una pantalla, luego ladeó la cabeza con una sonrisa suave pero mecánica.

—Según el registro, el señor Vólkov abandonó nuestras instalaciones el mismo sábado por la noche.

Ya no se encuentra aquí.

Maya entrecerró los ojos.

—¿Seguro?

—Sí.

Sigo el protocolo.

¿Algo más?

—No, gracias —dijo Dan, sintiendo el nudo en el estómago.

Salieron.

En el camino de regreso al auto, Maya caminaba en silencio, seria, como si analizara cada palabra de la recepcionista.

—Mintió —dijo de pronto.

—¿Cómo lo sabes?

—La manera en que lo dijo.

No miró la pantalla, ni cruzó datos.

Solo repitió un libreto.

A Elian lo están ocultando.

—¿Qué hacemos?

—Rodeamos la empresa.

Dan la miró sorprendido, pero ya la conocía lo suficiente como para no discutir.

Dieron la vuelta con el coche, bordeando el perímetro cercado de GenTrace hasta llegar a una zona más boscosa por detrás.

Allí, el muro era más bajo, y no había guardias visibles.

Bajaron del auto y caminaron entre los arbustos.

Encontraron una serie de ventanas a media altura.

Eran estrechas y alargadas, y desde allí podían ver luz dentro, aunque no con claridad.

—¿Te animas a subir?

—preguntó Maya, ya trepando sobre una piedra.

—¿Y si nos atrapan?

—No nos atraparán.

Solo observa.

Pero en ese instante, una linterna se encendió a unos metros.

—¡Oigan!

¡Ustedes!

—gritó una voz masculina de guardia.

—¡Corre!

—gritó Maya.

Ambos corrieron entre la maleza, jadeando.

Dan casi tropezó, pero lograron llegar al auto justo cuando el guardia aparecía a lo lejos.

Encendieron el motor y salieron derrapando por la carretera de tierra.

Maya miró por el retrovisor con el corazón a mil.

—Ahora estoy más segura —dijo—.

Algo raro pasa allí dentro.

Y Elian…

aún no ha salido.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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