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Elian: Criaturas Modernas - Capítulo 15

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  4. Capítulo 15 - 15 Mareos Y Visitas
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15: Mareos Y Visitas 15: Mareos Y Visitas Elian despertó con la boca seca, los labios pegados y la cabeza tambaleante, como si un tambor gigante le retumbara por dentro.

Apenas logró abrir los ojos, la luz tenue de la habitación lo golpeó con violencia.

Se llevó una mano a la frente y soltó una queja ahogada.

—¿Qué rayos…?

—murmuró, sintiendo el peso de todo su cuerpo como si hubiera corrido una maratón en sueños.

Tenía una sensación extraña.

No solo era el mareo, también una especie de desorientación general, como si se hubiera perdido del mundo por días.

Miró alrededor: su habitación estaba tal como la recordaba, aunque con un olor a desinfectante nuevo, y sobre la mesa descansaba un sobre grueso de papel manila y una tarjeta blanca con bordes dorados.

Pero no alcanzó a abrir nada.

Tocaron la puerta.

Se arrastró fuera de la cama, caminó descalzo hasta la entrada y abrió con desgano.

Era la señora Mavis, la dueña del viejo edificio de cuatro pisos donde alquilaba.

—¿Y tú, estás bien?

—dijo la mujer de cabello blanco y ojos pequeños, mirándolo con desconfianza—.

Hace unas horas vi a varios hombres entrado contigo a esta casa, los vi desde mi ventana.

¿Qué estuvo pasando aquí?

Elian parpadeó, medio adormecido todavía.

—No…

no recuerdo mucho, señora Mavis.

Creo que…

tal vez me pasé con unas cervezas —intentó decir con una sonrisa tonta.

—¡Ajá!

Lo sabía.

¡Borracheras!

Ya decía yo…

—refunfuñó mientras señalaba con su bastón el suelo—.

Aquí no me gusta que traigan gente extraña.

¿Y borrachos?

¡Menos!

Esta es una casa decente, joven.

—Lo lamento —respondió Elian, rascándose la nuca—.

No volverá a pasar.

La señora Mavis frunció los labios, giró sobre sus talones y bajó por las escaleras murmurando cosas ininteligibles sobre la juventud y las malas compañías.

Elian cerró la puerta con lentitud, se apoyó en ella y soltó un suspiro.

—¿Qué demonios me hicieron…?

Regresó a su cama tambaleante y se dejó caer de espaldas.

Cerró los ojos, pero imágenes confusas comenzaron a flotar en su mente.

Unos tubos…

voces apagadas…

una bata blanca…

¿una aguja?…

todo difuso, como un mal sueño de resaca mezclado con película de terror experimental.

El celular vibró.

Una videollamada de Maya.

Elian dudó por un segundo, luego deslizó con el pulgar y apareció el rostro de Maya en la pantalla.

—¡Elian!

—exclamó ella apenas se conectó—.

¿Estás bien?

—Sí…

no lo sé.

Me siento como si me hubiera ido de fiesta tres días y despertado sin recuerdos.

¿Qué pasó?

Maya entrecerró los ojos.

Su expresión pasó de preocupación a determinación.

—Voy para allá.

—¿Ahora?

—Sí.

Quédate ahí.

No te duermas otra vez.

En casa de Maya, todo estaba en silencio.

Con cuidado felino, abrió la ventana de su cuarto, saltó al tejado de la cochera y bajó por la reja lateral.

Tomó un taxi autonomo desde la esquina, con el dinero que había guardado justo para emergencias.

Treinta minutos después, tocó la puerta del departamento de Elian.

Él abrió, aún algo tambaleante, con el cabello alborotado y en pantalón de pijama.

—¿Tú estás seguro que no te hicieron nada?

—fue lo primero que dijo Maya al entrar, sin siquiera esperar invitación.

—Eso intento descubrir.

Se sentaron en el borde de la cama.

Maya miró alrededor: la habitación estaba en penumbra, apenas iluminada por una lámpara de escritorio.

En una mesa, vieron el sobre con el dinero y la tarjeta.

Maya lo tomó y leyó en voz baja: “Gracias por participar en nuestro estudio genético avanzado.

Su colaboración ha sido invaluable.

Adjuntamos su compensación acordada.” —Qué amables —dijo Maya con ironía.

—¿Crees que…

estuve todo este tiempo con ellos?

—Sí.

Y no me gusta nada esto, Elian.

Abrieron la laptop y buscaron el correo de GenTrace.

Allí estaba.

Un mensaje automatizado: “Informe médico completo: salud estable y parámetros óptimos.

No se detectan anomalías preocupantes.

Su genética es un ejemplo de resiliencia humana excepcional.

Gracias por su participación.” Maya frunció el ceño.

—¿”Resiliencia humana excepcional”?

¿Qué clase de informe es ese?

Elian se encogió de hombros, luego tocó su pecho.

—Siento…

algo.

Es como si estuviera distinto.

No puedo explicarlo.

Es como si hubiera despertado…

raro.

Maya lo miró fijamente.

—Yo sí puedo explicarlo.

A ti te hicieron algo.

El silencio se instaló por unos segundos.

—Tengo hambre —dijo Elian, de pronto—.

Una hambre real.

—¿Quieres que pida algo?

—Sí, pero nada con ajo.

No me preguntes por qué.

Ambos se rieron un poco, pero la tensión seguía flotando como una nube en el cuarto.

Maya se quedó observando a Elian como si buscara algo en su rostro, algo que confirmara sus sospechas.

Pero ni siquiera ella sabía todavía cuán profundo era el cambio que se había iniciado en Elian Vólkov Cortez.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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