Elian: Criaturas Modernas - Capítulo 19
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- Capítulo 19 - 19 Bajo Los Arboles Y La Verdad
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19: Bajo Los Arboles Y La Verdad 19: Bajo Los Arboles Y La Verdad El sol caía lentamente sobre el horizonte cuando el auto gris de Daniel se desvió del camino asfaltado hacia una trocha de tierra que llevaba a las afueras de la ciudad.
El ruido de la ciudad se había desvanecido hacía rato.
Ya solo quedaba el crujido de las ruedas sobre el camino terroso, el canto ocasional de algún ave, y el silencio expectante de lo que estaba por suceder.
—¿Seguro que este es un buen lugar?
—preguntó Daniel desde el volante, mirando por el retrovisor con una mezcla de emoción y nerviosismo.
—Aquí no hay nadie, nadie vendrá —respondió Elian, sereno.
Tenía la mirada fija hacia el bosque espeso que se abría delante.
Sus sentidos estaban agudizados.
El aire olía a hojas húmedas, a tierra viva…
y también a la sangre palpitante de sus amigos.
En el asiento trasero, Maya revisaba su celular como si buscara una distracción.
Pero en el fondo, no necesitaba más pruebas: sabía que lo de Elian era real.
Lo había sentido desde aquella tarde en el parque.
Desde el beso.
Desde su regreso.
Algo dentro de ella le decía que Elian no era como los demás.
—Solo digo…
—siguió Daniel, intentando aligerar el ambiente—, si se te ocurre chuparnos la sangre, al menos que sea con estilo.
No quiero morir con marcas feas.
—Tranquilo —sonrió Elian—, no planeo comerme a nadie.
—Bueno, creo que Maya no estaría tan en contra —agregó Daniel, con una risita—.
Digo…
ya casi son novios, ¿o no?
Maya alzó una ceja pero sonrió levemente.
No dijo nada.
Elian la miró, algo nervioso, pero decidió no responder tampoco.
Minutos después, aparcaron el auto en una zona de tierra compacta.
Alrededor, los árboles altos se alzaban como columnas verdes en dirección al cielo.
El ambiente era fresco, silencioso.
Ideal para secretos.
—¿Están listos?
—preguntó Elian, estirándose como si se quitara un peso de encima.
—Dale, vampirito —dijo Daniel, cruzado de brazos—.
Sorpréndeme.
Elian cerró los ojos.
Respiró hondo.
Por unos segundos, dejó que su cuerpo recordara lo que ya había hecho: la noche anterior, los colmillos, la velocidad, la fuerza.
El deseo de sangre.
Lo oscuro.
Y entonces…
lo liberó.
Con un suspiro agudo, sus ojos se encendieron brevemente con un reflejo carmesí.
Sus músculos se tensaron.
La piel de sus brazos se tensó y su semblante se volvió más agudo, más despierto.
En un pestañeo, desapareció ante sus ojos.
—¡¿Qué…?!
—gritó Daniel.
Elian apareció detrás de un árbol a más de veinte metros.
—¡Velocidad!
—dijo Elian.
En otra fracción de segundo, ya estaba trepando un árbol con movimientos ágiles, casi inhumanos.
Subía como si el tronco fuera una simple pared plana.
Al llegar a una de las ramas gruesas, dio un salto increíble y aterrizó con una voltereta frente a ellos.
Maya y Daniel lo observaban boquiabiertos.
—Eso no es normal…
—murmuró Daniel.
—Tampoco lo soy —respondió Elian.
Después, Elian se acercó a un tronco caído.
Se agachó, metió los dedos debajo, y levantó el enorme trozo de árbol como si se tratara de una caja ligera.
Daniel dejó caer su mochila del susto.
—Maldición…
—dijo en voz baja—.
Esto es real.
—¿Lo ven ahora?
—preguntó Elian, con voz firme.
Maya no dijo nada.
Solo lo miraba.
Con ojos llenos de asombro…
y cariño.
Como si verlo así la acercara más a él.
—Y hay más —agregó Elian—, pero no quiero asustarlos.
De pronto, se volvió hacia Maya y extendió los brazos.
—¿Confías en mí?
Maya lo miró, sin dudar.
Caminó hacia él.
—Sí —dijo.
Elian la cargó como si no pesara nada, y con un salto veloz trepó hasta la rama más alta del árbol más cercano.
Desde allí, veían el bosque en todo su esplendor.
El cielo teñido de tonos naranjas y violetas.
El mundo, callado.
Maya, con la respiración agitada, lo miró.
—Tú no deberías existir.
Y sin embargo, estás aquí…
Elian le acarició el rostro.
Maya cerró los ojos.
Y en ese instante, se besaron.
Un beso profundo, delicado, lleno de energía contenida.
Elian no sintió sed.
Solo deseo.
No de sangre, sino de amor.
De pertenencia.
De ser visto por alguien.
—¿Quieres ser mi novia?
—susurró él, temblando apenas.
Maya lo miró con los ojos brillantes.
—Sí.
Quiero serlo.
Aunque seas medio monstruo.
Ambos rieron.
Al bajar, Daniel estaba esperando junto al auto, jugando un juego en su celular, aunque los había estado espiando de reojo todo el rato.
—¿Todo bien, Romeo?
—preguntó, al verlos tomados de la mano.
—Todo bien —respondió Elian, con una leve sonrisa.
Es momento de irnos.
Se subieron al auto.
El aire estaba fresco, lleno del olor a tierra húmeda y hojas.
En el camino de regreso, nadie dijo nada por un buen rato.
Pero los tres sabían algo con certeza: Lo que venía no iba a ser fácil.
Elian habia cruzado una línea, mas allá de lo humano.
Era un ser especial.
Y ya no había marcha atrás.
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