Elian: Criaturas Modernas - Capítulo 2
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- Capítulo 2 - 2 Sombras Bajo La Piel
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2: Sombras Bajo La Piel 2: Sombras Bajo La Piel Los días siguientes pasaron como si el mundo siguiera su curso y él estuviera detenido en otra frecuencia.
Elian asistía a clases como cualquier estudiante.
Llevaba su mochila, tomaba apuntes, respondía cuando lo llamaban por su apellido.
A veces, se obligaba a sonreír, especialmente cuando Maya le hablaba.
Era una de las pocas personas con las que se sentía cómodo.
Tenía una energía vibrante, curiosa, con una risa que iluminaba la habitación incluso en un aula blanca de laboratorio.
Su cabello oscuro con reflejos rojos parecía absorber la luz del sol cuando caminaban juntos entre edificios.
-¿Todo bien, Elian?
-le preguntó ella una tarde mientras salían del módulo de Biología Celular.
Él asintió, como si eso bastara.
También estaba Daniel, su otro compañero más reciente.
Se sentaba cerca a ellos.
Dan era más bromista, y era uno de los mas aplicados en clase.
Siempre parecía saber más de lo que decía.
Había notado que lo hablaba más de lo normal desde el día del corte, aunque nunca preguntaba algo sobre ese incidente directamente.
Elian empezó a notar cosas.
Pequeñas cosas.
Como que ya no se cansaba igual al subir las escaleras del campus.
Como que, al cerrar los ojos, podía oír con claridad el tic tac del reloj de pared desde el otro extremo del salón.
O que, al pasar junto a una pareja discutiendo, su pecho se llenaba de una ansiedad que no era suya.
Y lo del sol…
la primavera en Carolina del Sur era templada, pero los rayos se volvían más intensos.
Y su piel comenzaba a picarle apenas unos minutos después de estar al aire libre.
Primero pensó que era alergia o una simple sensibilidad, pero la sensación era más profunda.
Como si el sol no solo tocara su piel, sino que intentara rechazarla.
Las noches, en cambio, lo envolvían con calma.
En su cuarto, al repasar apuntes o mirar por la ventana, sentía que su cuerpo descansaba mejor bajo la luna que bajo cualquier lámpara de techo.
Tres días después del incidente en el laboratorio, llegó el paquete.
Una pequeña caja blanca con el logo de GenTrace en letras azules.
Instrucciones simples: abrir, escupir en el tubo, agitar el líquido y enviar por correo.
Esa noche, lo abrió con manos temblorosas.
Se quedó mirando el tubo como si fuera una bomba desactivada.
No tenía miedo de lo que pudiera encontrar.
Tenía miedo de que sí encontrara algo.
Lo hizo sin dramatismo.
Una muestra de saliva.
Tapó el tubo.
Lo guardó en el sobre prepagado.
Al día siguiente, camino a la universidad, pasó por una oficina postal y lo dejó en el buzón.
Y justo cuando se disponía a salir, escuchó una voz familiar.
-¿Qué haces por aquí tan temprano?
-era Dan, con su chaqueta gris y una taza de café en mano.
Elian dudó por un segundo.
Luego decidió soltarlo.
-Envié una prueba de ADN.
GenTrace.
Quiero saber…
de dónde vengo.
Dan levantó una ceja.
-¿De dónde vienes?
¿No te parece un poco tarde para eso?
Elian sonrió con la mitad del rostro.
-Digamos que tengo razones personales.
No sé casi nada de mis padres.
Creo que es hora de saber más.
Aunque sea lo básico.
Dan asintió lentamente, como si comprendiera más de lo que estaba diciendo.
-Bueno, si te sale que tienes un 3% de alienígena, prométeme que me lo cuentas primero a mí.
-Solo si tú me prometes no decírselo a Maya.
Ambos rieron.
Y por un momento, Elian se sintió normal.
Un estudiante más, con secretos menores y preocupaciones triviales.
Pero dentro de él, algo seguía agitándose.
Algo primitivo.
Como si su sangre ya supiera lo que el sobre aún no había entregado.
Como si una verdad latiera bajo su piel, cada vez más fuerte.
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