Elian: Criaturas Modernas - Capítulo 4
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- Capítulo 4 - 4 Datos Y Telarañas
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4: Datos Y Telarañas 4: Datos Y Telarañas El correo llegó justo después del mediodía.
Elian lo leyó desde su celular mientras salía de clase, con el corazón golpeando contra las costillas.
“Tus resultados de GenTrace ya están disponibles.
Haz clic aquí para verlos.” No quiso abrirlos ahí, entre pasillos llenos de alumnos y profesores.
No con Maya hablando de los próximos trabajos y Dan revisando unos apuntes en voz baja.
Lo guardó para más tarde.
Para la noche.
Para la soledad.
O eso pensaba.
-¿Te llegaron?
-preguntó Dan, apareciendo a su lado como si hubiera leído su mente.
-Sí.
Hace un rato.
-¿Y ya los viste?
Elian dudó.
-No.
Prefiero hacerlo en mi habitación.
Dan lo miró como si no esperara otra respuesta.
-¿Quieres que te acompañe?
Por un instante, Elian pensó en decir que no.
Pero algo dentro de él, quizá esa parte más humana, necesitaba un testigo.
Alguien que estuviera presente cuando todo comenzara a encajar…
o a desmoronarse.
-Sí.
Vamos.
La habitación alquilada de Elian estaba en una casona vieja, algo apartada del campus, de esas que se anuncian en foros universitarios con fotos tomadas en los mejores ángulos posibles.
Cuando Dan entró por primera vez, frunció el ceño.
-¿No tienes focos?
-preguntó.
-Hay uno, en la entrada -respondió Elian, señalando una bombilla amarilla, colgando como una uva marchita del techo agrietado.
-¿Y tu dormitorio?
-No uso luz ahí.
Me molesta.
Prefiero las sombras.
Dan asintió con una mezcla de incomodidad y curiosidad.
La habitación principal estaba sumida en penumbra.
Apenas entraba luz de una ventana cubierta por una cortina gruesa.
Había telarañas en las esquinas superiores.
El escritorio, al fondo, sostenía una laptop antigua y varios cuadernos amontonados.
-Esto parece el refugio de un vampiro gótico deprimido -bromeó Dan.
-Solo me faltan los ataúdes.
Se sentaron frente a la computadora.
Elian abrió el navegador, ingresó a su cuenta en GenTrace y esperó mientras la página cargaba.
El zumbido del ventilador de la laptop llenó el silencio.
Finalmente, apareció la pantalla de resultados.
Origen genético: 95% Europeo (principalmente Europa del Este y Escandinavia) 5% Nativo Americano (Región sudeste de EE.
UU.) -Vaya -dijo Dan-.
Al menos no eres descendiente de aliens.
Elian no rió.
Deslizó hacia abajo, hasta la sección de salud genética.
Ahí comenzaron las rarezas.
Había una larga lista de indicadores normales.
Sin enfermedades hereditarias comunes.
Alto metabolismo.
Capacidad de recuperación celular por encima del promedio.
Y luego, anotaciones vagas: “Marcadores no concluyentes detectados.” “Presencia de material genético desconocido.” “Análisis adicional sugerido.” Dan leyó en voz alta esa última línea.
-¿Qué significa eso?
-Que ni ellos saben qué soy del todo -respondió Elian, en voz baja.
Cerró la laptop lentamente.
Luego, miró a su amigo.
-¿Puedo contarte algo y prometes no reírte?
Dan alzó una ceja.
-Prometo intentarlo.
-El día que me corté en el laboratorio…
mi sangre cayó sobre un escarabajo muerto.
Y se levantó.
Caminó.
Como si…
como si lo hubiera revivido.
Dan lo observó unos segundos, en completo silencio.
Luego, se echó hacia atrás en la silla.
-Bro…
tú necesitas dormir más.
-Lo vi con mis ojos.
-Claro.
Y yo vi un extraterrestre del planeta Miller en el café ayer.
Elian no insistió.
No valía la pena.
Lo sabía.
Su historia parecía una fantasía mal contada.
Pero había una diferencia.
Él no estaba inventando nada.
Mientras Dan bromeaba, Elian sintió de nuevo aquella vibración en el pecho.
Como un tambor lejano.
Como un latido que no era el suyo.
Y por una fracción de segundo, tuvo la sensación de que alguien -o algo- los estaba observando desde la sombra de su cuarto.
No dijo nada.
No todavía.
Pero el murmullo de su sangre lo empezaba a llamar.
Y no aceptaba el silencio como respuesta.
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