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Elian: Criaturas Modernas - Capítulo 7

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  4. Capítulo 7 - 7 El Proyecto Némesis
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7: El Proyecto Némesis 7: El Proyecto Némesis En el subnivel 4 del complejo GenTrace, el tiempo parecía suspendido.

El aire era estéril, opaco, y olía vagamente a ozono y sangre vieja.

Un ratón chilló débilmente desde una cápsula de vidrio.

Tenía la piel parcialmente traslúcida, mostrando cómo una red de vasos sanguíneos se iluminaba tenuemente con cada latido inducido.

Otro, en la mesa contigua, tenía dos corazones latiendo de forma asincrónica.

Un tercero…

ya no se movía.

Había dejado de respirar hace minutos, tras una inyección de suero regenerativo fallido.

Un brazo robótico limpió la mesa con movimientos precisos.

Desde una sala acristalada, los técnicos anotaban resultados: Fallo en replicación 1.2.2 Colapso celular al minuto 14 Actividad cerebral residual no registrada Un ruido metálico rompió la rutina.

Las puertas principales del laboratorio se abrieron lentamente, dejando pasar la figura del doctor Víctor Kael, CEO de GenTrace.

Vestía de negro, con una bata blanca por encima.

Su rostro no mostraba emoción, pero sus ojos —grises como el acero quirúrgico— analizaban cada detalle con una intensidad peligrosa.

—¿Avances?

—preguntó, sin mirar a nadie en particular.

—Todavía no se estabiliza el protocolo de regeneración —respondió una joven científica, tragando saliva—.

Los tejidos rechazan la nueva cadena celular al entrar en fase de mitosis.

Víctor se acercó a una de las cápsulas donde un conejo albino, con la mitad del cráneo reconstruido artificialmente, jadeaba con dificultad.

—¿Qué pasa con este?

—Fue inyectado hace seis horas.

Las células regeneraron su lóbulo frontal.

Pero luego desarrolló actividad sináptica irregular.

Está…

viendo cosas.

Víctor alzó una ceja.

—¿Y qué cosas puede ver un conejo modificado?

La científica no supo qué decir.

Víctor esbozó una mueca parecida a una sonrisa.

Luego giró sobre sus talones.

—Cierren este lote.

Aíslen a los sujetos vivos y congelen a los demás.

Se retiró por un pasillo lateral, que conducía a una zona más privada del complejo.

A unos metros, una puerta sin identificación daba acceso a su oficina personal, situada bajo tierra, lejos de cualquier fiscalización, lejos incluso del resto del equipo.

Un lugar solo para él…

y para ella.

La oficina era oscura, con paredes de concreto pulido y una única lámpara vertical que arrojaba una luz cálida y dorada.

Un escritorio de vidrio, una pantalla táctil empotrada, una botella de vino tinto —sin abrir— y una litografía médica enmarcada: una ilustración del cuerpo humano dividido en capas.

Víctor estaba sentado, con la mirada clavada en un informe digital cuando escuchó los pasos.

—Sabía que vendrías —murmuró, sin levantar la vista.

—Siempre lo hago —respondió Celina Kruger, su mano derecha…

y mucho más que eso.

Llevaba su bata abierta, revelando un vestido negro ajustado debajo.

Su cabello estaba recogido en un moño suelto.

Entró sin pedir permiso, como siempre, y se acercó a él por detrás, deslizando las manos sobre sus hombros.

—No puedes pasar la noche aquí sin mí —le susurró al oído.

Él cerró el informe y se giró.

Sus miradas se encontraron.

—¿Quieres que olvidemos por un momento que estamos destruyendo la naturaleza?

—Quiero que la reemplacemos —dijo ella, firme.

Se besaron.

Fue un beso silencioso, contenido solo en apariencia.

Las manos de Celina bajaron por el pecho de Víctor, desabrochándole los botones de la camisa.

Él correspondió, empujándola suavemente contra la pared, acariciando su cuello con un ansia cuidadosamente reprimida.

Estaban a punto de perderse en la sombra, cuando la puerta se abrió de golpe.

—¡Dr.

Kael!

Perdón, pero…

ocurrió un fallo.

El Sujeto 9 ha colapsado.

Regeneración fallida.

Falló también el soporte neurológico.

Ya no responde.

La respiración agitada de ambos quedó suspendida.

Víctor apartó sus manos lentamente.

Su rostro recuperó la frialdad clínica de siempre.

—Preparen un nuevo protocolo.

Y eliminen todo rastro del Sujeto 9.

Que no quede registro.

El joven asistente asintió, cerrando la puerta sin mirar a Celina, que ahora alisaba su ropa con elegancia.

—Otro intento frustrado —dijo ella, sin amargura.

—Sí.

Pero hay una nueva muestra…

distinta.

Celina entrecerró los ojos.

—¿La del chico?

—Exacto —dijo Víctor—.

Algo en su sangre…

reacciona como nunca antes he visto.

Esa noche, Víctor volvió a casa.

Vivía en una residencia lujosa pero sobria, oculta entre árboles centenarios.

Al entrar, su esposa Helen lo esperaba sentada en el sofá, con una taza de té de manzanilla en la mano.

—Llegas tarde —dijo suavemente.

—Trabajo.

—¿Trabajo…

o obsesión?

Él se sirvió una copa de vino y se dejó caer en una butaca frente a ella.

—Hoy analizamos una muestra.

De un joven.

Tiene algo…

extraño.

Nunca visto.

Helen frunció el ceño.

—Víctor…

por favor.

Solo es un chico.

—No.

No es “solo un chico”.

Su sangre no envejece.

Se defiende.

Podría contener la clave de todo lo que hemos buscado.

—No sacrifiques lo que queda de ti por otra promesa vacía —susurró Helen—.

Tu madre estaría horrorizada con lo que estás haciendo.

Víctor se quedó callado unos segundos, luego dejó su copa con fuerza sobre la mesa.

—Mi madre está muerta.

Y yo…

estoy muy cerca de evitar que eso le pase a los demás.

Aunque tenga que romper algunas reglas para lograrlo.

Ella lo miró con tristeza.

Pero ya no intentó detenerlo.

Horas más tarde, Víctor volvió al complejo de GenTrace.

Subió al área de control, flanqueado por dos asistentes.

—Quiero que preparen la máquina Némesis.

La última versión.

Vamos a empezar con pruebas humanas.

Y quiero que localicen al chico…

a Elian.

Lo quiero aquí.

Entero.

Y pronto.

Celina, que ya lo esperaba con su bata impecable, sonrió apenas al oír su voz.

—¿Estamos a punto de romper el umbral?

—preguntó ella.

Víctor la miró sin parpadear.

—No.

Estamos a punto de reinventarlo.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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