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Elian: Criaturas Modernas - Capítulo 8

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8: Latidos 8: Latidos Era viernes.

Elian despertó sintiendo una mezcla de ansiedad y expectación.

Su cita en las instalaciones de GenTrace era al día siguiente, pero esa mañana, por primera vez en semanas, no pensaba en su sangre ni en los sueños con sombras.

Pensaba en Maya.

Las clases ese día terminaron temprano.

El profesor de Genética Molecular, que solía quedarse hablando más de la cuenta, canceló el repaso de última hora por una reunión de emergencia.

Elian lo tomó como una señal.

Ese viernes, por fin hablaría a solas con Maya.

Ella estaba sentada en las gradas del pequeño jardín del campus, escuchando música con un solo auricular.

Al verlo acercarse, sonrió sin preguntar nada.

—¿Qué tal si vamos al parque a charlar un rato?

—preguntó él, en voz baja.

—¿Ahora?

¿Tú invitándome?

Eso sí que es histórico —bromeó ella, levantándose con una naturalidad encantadora.

El parque estaba tranquilo.

La primavera vestía los árboles con un verde joven, casi brillante.

Un par de niños jugaban con una pelota en la lejanía.

Se sentaron en una banca, con el sol filtrándose entre las hojas.

—Nunca te he visto salir con nadie, Elian —dijo Maya, después de un rato—.

¿Siempre fuiste así…

solitario?

Elian bajó la mirada un instante.

No por timidez, sino por la carga detrás de sus palabras.

—Nunca me llevé bien con las relaciones un tanto formales, si se dice así—admitió—.

No es que no haya querido, simplemente…

nunca supe cómo se siente el amor real.

Mis padres no estuvieron en mi vida.

Crecí en orfanatos.

Aprendí más de matemáticas que de afecto.

Maya lo miró con seriedad, sin interrumpir.

—¿Y nunca…

estuviste con alguien?

—Un par de veces.

Nada profundo.

Relaciones donde no hubo mucho que enseñar ni aprender.

Yo tampoco era alguien fácil de querer, supongo.

—No digas eso —dijo ella, tocándole el brazo brevemente—.

A veces…

las personas más difíciles de querer son las que más lo merecen.

Elian sonrió, apenas.

—Contigo es diferente, Maya.

Me haces sentir…

visto.

Ella desvió la mirada por un segundo, un poco sonrojada.

—Bueno, tú tampoco eres exactamente invisible.

Además, tienes piel perfecta, y nunca te he visto usar cremas.

Eso ya es injusto.

Ambos rieron.

Elian se relajó un poco.

El momento era más ligero de lo que esperaba.

Pero en su interior, la sangre parecía moverse con más fuerza que nunca.

—¿Sabes lo más raro que me ha pasado últimamente?

—dijo él—.

Un día me corté en el laboratorio y mi sangre cayó sobre un escarabajo casi muerto…

y el bicho revivió.

Caminó.

Como si nada.

Maya entrecerró los ojos, sonriendo como si no supiera si creerle.

—¿Estás seguro de que no estabas soñando?

—Lo vi.

Estaba despierto.

Me hizo cuestionar todo.

Por eso mañana tengo una cita en GenTrace.

Me ofrecieron un análisis más profundo de ADN.

Dicen que encontraron “algo especial”.

—¿Y tú crees que tienes algo especial?

—No lo sé.

Pero necesito saberlo.

Maya lo miró por unos segundos.

Luego le dijo, más suave: —Puedes contar conmigo para lo que necesites.

No estás solo, Elian.

Hubo un silencio que no fue incómodo.

Ambos lo saborearon.

El sol se filtraba cálido a través de las ramas, y la brisa le movía un poco el cabello a ella.

Entonces Elian se inclinó hacia ella para despedirse con un beso en la mejilla…

pero algo lo desvió.

Sintió los latidos del corazón de Maya.

Los latidos exactos, con un ritmo definido, claro, potente.

Y luego…

sintió el flujo de su sangre, viajando por la carótida, bajo su cuello, expuesto por el leve escote de su blusa.

Era como si el mundo se redujera a eso: El pulso vivo.

La fragilidad hermosa.

El instinto.

El hambre.

Elian no fue a su mejilla.

Sin querer —o queriendo demasiado—, llevó sus labios hacia su cuello.

No llegó a morderla.

Pero el beso…

fue distinto.

Lento.

Cargado.

Profundo.

Una presión sutil, casi como una mordida con los labios.

Maya se quedó quieta.

Su cuerpo se estremeció.

No se apartó.

Pero tampoco supo qué decir.

Cuando él se alejó, ella solo lo miró…

con sorpresa y rubor, pero sin miedo.

—Bueno…

eso fue…

inesperado —dijo, con una sonrisa tímida.

—Perdón, no sé qué pasó —susurró él.

—No te disculpes.

Me gustó.

Aunque no sé si era beso…

o intento de comerme.

Ambos rieron nerviosamente.

Luego Maya le acarició la mano y dijo: —Cuenta conmigo.

Para lo que sea.

Esa noche, ya en su habitación, Elian se recostó en su cama.

Aún podía oler el aroma de Maya en su ropa.

Su cuerpo ardía como si algo se hubiese activado.

Le escribió a Dan por WhatsApp: Elian: Bro, si no aparezco en clase el lunes, invéntate algo.

Di que me escapé con una modelo vegana o algo.

Aunque supuestamente esto de GenTrace solo toma unas horas.

Si no regreso en un día, ven a buscarme.

En serio.

PD: Lleva una sierra eléctrica por si las dudas.

Dan respondió con emojis de risa y una amenaza de memes si no volvía pronto.

Pero Elian sentía algo en el aire.

Algo no estaba bien.

Aunque no sabía que al día siguiente, nada volvería a ser normal.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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