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Elian: Criaturas Modernas - Capítulo 9

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  4. Capítulo 9 - 9 El Sujeto Perfecto
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9: El Sujeto Perfecto 9: El Sujeto Perfecto Elian llegó a las instalaciones de GenTrace a las 9:58 de la mañana.

Una bruma ligera flotaba en el aire, como si incluso la naturaleza advirtiera que algo estaba por torcerse.

El edificio parecía más grande que la última vez.

Más frío.

Más silencioso.

Lo recibió una mujer vestida de blanco, de cabello rubio platinado, ojos azul hielo, y una sonrisa afilada como bisturí.

—Bienvenido, Elian —dijo—.

Soy la doctora Celina Kruger.

Gracias por venir.

—Gracias por invitarme —respondió él, mientras entraban.

Los pasillos eran blancos, impolutos, sin una sola mancha ni sombra.

Todo era demasiado limpio.

Como si quisieran ocultar algo sucio detrás del orden.

—Hoy realizaremos una serie de exámenes: escaneos de tejidos, pruebas de reacción celular, análisis neurológicos y algunos protocolos experimentales —explicó Celina con voz suave—.

Al finalizar, recibirás el pago de 2,500 dólares como compensación.

Elian se detuvo y la miró de lado, con una sonrisa calma.

—Creo que no voy a poder quedarme tanto tiempo…

estoy en medio del semestre en la universidad.

Pero si el pago fuera de 10,000 dólares, quizá podría hacer un esfuerzo.

Celina lo miró con una ceja arqueada.

No estaba acostumbrada a que los sujetos negociaran.

—¿10,000?

—repitió.

—Sí.

No estoy tan interesado, pero…

si es tan importante para ustedes, valdría la pena.

Ella sonrió, pero algo en sus ojos brilló con molesta curiosidad.

—Déjame hacer unas llamadas.

Se alejó por un pasillo lateral.

Entró a una sala con vidrio polarizado.

Allí marcó un número interno.

—¿Víctor?

El chico está aquí…

y quiere 10,000 dólares por participar.

Del otro lado de la línea, una breve risa respondió.

—Dáselos.

Si sale bien, tendremos algo que el dinero no puede comprar.

Celina regresó minutos después con la misma sonrisa, ahora más tensa.

—Hablé con los ejecutivos.

Están dispuestos a darte los 10,000…

si todo el proceso se completa correctamente.

—Trato hecho —dijo Elian, ocultando su entusiasmo con una calma forzada.

Lo guiaron a una sala de exámenes.

Le pidieron que se quitara la ropa y se pusiera una bata médica.

Luego lo acostaron en una camilla acolchada, debajo de una estructura mecánica con luces azules y sensores giratorios.

—Vamos a empezar con un escaneo completo —dijo uno de los médicos—.

No te muevas.

Elian respiró profundo.

La máquina empezó a girar sobre él, zumbando levemente.

Las luces parpadeaban mientras una pantalla mostraba imágenes tridimensionales de su cuerpo.

—Mira esos tejidos…

—murmuró uno de los técnicos a otro—.

Se regeneran más rápido de lo normal.

La densidad ósea también es…

extraña.

—¿Y la sangre?

—Más oscura de lo normal.

Más espesa.

Pero no coagulada.

Luego vino la extracción.

Le introdujeron una aguja en el brazo y sacaron varias muestras de sangre, que fueron colocadas en frascos con etiquetas rojas.

—Ahora, una última inyección —dijo Celina, acercándose con una jeringa—.

Solo una sustancia inocua para observar la reacción inmediata de tus glóbulos blancos.

—¿Qué es exactamente?

—Una enzima sintética.

No duele.

Elian asintió.

La aguja entró sin problema.

Todo parecía bajo control…

al principio.

Cinco minutos después, su cuerpo comenzó a agitarse.

Primero, una leve presión en la cabeza.

Luego, el ritmo cardíaco se aceleró.

Su visión se volvió más nítida, sus oídos captaban murmullos a metros de distancia…

Y entonces, el olfato.

Sintió el olor de la sangre.

No humana.

Animal.

Ratas.

Conejos.

Perros.

Quizá algo más.

Y ese olor…

le resultaba atractivo.

—¿Qué demonios me inyectaron…?

—susurró.

—Solo espera un poco.

Es normal —dijo Celina desde detrás del vidrio.

Pero ya no sonaba amable.

Elian se incorporó.

Su respiración era más rápida, más pesada.

—Esto no está bien —dijo.

Intentó levantarse, pero un mareo lo derribó de nuevo en la camilla.

Dos hombres entraron con batas médicas, pero sus rostros eran fríos como vigilantes.

—¿Qué hacen?

¡Aléjense!

Trató de defenderse, pero su cuerpo no respondía del todo.

Lo sujetaron con firmeza y lo trasladaron hacia otra sala, más oscura, más amplia…

más siniestra.

En el centro, una máquina extraña, con correas metálicas y tubos translúcidos, lo esperaba como un altar quirúrgico.

Allí lo colocaron, sujetando sus brazos y piernas.

Una aguja descendía desde arriba, calibrándose en el aire.

Elian forcejeó.

—¡Esto no es parte del estudio!

¡Quiero cancelar!

Entonces, las puertas se abrieron.

Y entró Víctor Kael.

Elian sintió su presencia antes de verlo.

Una figura alta, elegante, con una mirada que parecía atravesar piel, músculos, memoria.

—Así que tú eres el Sujeto 27-B —dijo Víctor, acercándose lentamente—.

He esperado muchos años para encontrar a alguien como tú.

—¿Quién demonios eres?

¿Qué quieren de mí?

—Tu cuerpo es un milagro.

Tu sangre, un misterio.

Tus células…

se regeneran como si fueran eternas.

Y lo más fascinante: tu código genético no es completamente humano.

Elian tragó saliva.

Algo dentro de él comenzaba a entender.

—¿Qué…

soy?

Víctor lo miró con una mezcla de ternura y ambición.

—Tu ADN contiene múltiples secuencias quirales, estructuras que no pertenecen al genoma humano común.

Tienes genes vampíricos, Elian.

No eres un experimento.

Eres un legado.

—¡Esto es una locura!

¡Libérenme!

—No.

No todavía.

Primero necesito probar hasta dónde llega tu cuerpo.

Tu dolor.

Tu capacidad de recuperación.

Tu eternidad.

Celina apareció detrás de él, sonriendo con gusto perverso.

—No te resistas, Elian.

Ya no eres un estudiante.

Eres la clave de la evolución.

Elian gritó.

No de miedo, sino de rabia.

Su cuerpo, aún mareado, comenzaba a temblar.

Algo dentro de él quería despertar.

Pero las correas eran fuertes.

Y el mundo…

se volvió negro.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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