Emparejada al Alfa Enemigo - Capítulo 10
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10: • Encuentro (Lucían) 10: • Encuentro (Lucían) El viento helado acariciaba mi rostro mientras me recargaba contra el marco de la puerta del edificio de admisiones.
Podía sentir el peso de la tarde descendiendo sobre el campus, el aroma de la tierra húmeda mezclándose con el de los árboles que rodeaban el lugar.
Pero nada de eso me importaba.
Mis ojos estaban fijos en ella.
Eliza.
Había algo en su forma de caminar, en la manera en que apretaba ese folder contra su pecho como si fuera un escudo, que despertaba en mí una mezcla de emociones que no sabía cómo manejar.
En otros tiempos, habría sido fácil ignorarla, reducirla a una más entre la multitud, pero no ahora.
No esta vez.
La rabia burbujeaba bajo mi piel, como un animal enjaulado que luchaba por salir.
Era irracional, pero estaba ahí, innegable.
No era solo por ella, sino por lo que representaba.
Su presencia lo complicaba todo.
No tenía derecho a estar aquí, a irrumpir en mi mundo con su fragilidad y su ignorancia.
Y sin embargo, ahí estaba, cruzando el camino hacia mí, con esos ojos llenos de preguntas que no quería responder.
— Compañera — gruñía Luca en el fondo, lo callo al instante.
Cuando nuestras miradas se encontraron, sentí un golpe en el pecho, como un eco de algo antiguo y olvidado.
No debería importarme.
No debería mirarla como si fuera algo más que una simple humana.
Pero no podía evitarlo.
Había algo en ella que me enfurecía y me atraía al mismo tiempo, una contradicción que me hacía querer destrozar todo a mi alrededor.
—¿Vienes a entregar papeles?
—pregunté, mi voz cargada de desdén.
No tenía intención de ser amable.
Quería que sintiera mi rechazo, que entendiera que no era bienvenida.
Asintió torpemente, sus movimientos inseguros alimentando mi irritación.
¿Cómo alguien tan débil podía desestabilizarme de esta manera?
Era ridículo.
Me aparté de la puerta con un gesto brusco, dejando que pasara, pero no sin antes sentir su calor al cruzar junto a mí.
Ese calor… no era normal.
Era como si su mera presencia alterara el aire a nuestro alrededor.
La observé desaparecer dentro del edificio, mis manos cerrándose en puños mientras luchaba por controlar la tormenta dentro de mí.
Esto no estaba bien.
No podía permitirme sentir nada por ella, ni siquiera este enojo visceral que me consumía.
Pero cuanto más intentaba apartarla de mis pensamientos, más se aferraba a ellos, como una espina clavada en mi carne.
Cuando salió del edificio unos minutos después, mis ojos ya estaban sobre ella nuevamente.
No había planeado quedarme, pero algo me impidió irme.
Tal vez fue la forma en que su cabello se movía con el viento o la expresión confusa en su rostro mientras me buscaba con la mirada.
O tal vez fue simplemente mi propia incapacidad para dejar las cosas como estaban.
—¿Todo listo?
—pregunté con un tono casual que no reflejaba en absoluto el caos dentro de mí.
—Sí —respondió ella, pero su voz tembló ligeramente.
Pude ver cómo evitaba sostener mi mirada por mucho tiempo, como si temiera lo que podría encontrar en mis ojos.
Había algo casi divertido en su incomodidad, pero también algo profundamente irritante.
¿Por qué me miraba como si yo fuera el monstruo bajo su cama?
¿Acaso no sabía que había cosas mucho peores acechando en las sombras?
—No eres lo que esperaba —dije finalmente, dejando que mis palabras flotaran entre nosotros como un desafío.
Su ceño se frunció al instante, y pude ver cómo la confusión daba paso a la ira en sus ojos.
Bien.
Que se enfadara.
Tal vez eso la haría más interesante.
—¿Qué quieres decir?
—preguntó, tratando de mantener la compostura.
Sonreí, una sonrisa afilada y cruel que sabía que la desconcertaría aún más.
—Nada.
Solo una observación.
Antes de que pudiera responder, sentí un cambio en el aire.
Algo oscuro se movía entre los árboles cercanos, observándonos desde las sombras.
Mi cuerpo se tensó al instante, mis sentidos agudizándose mientras buscaba el origen de esa presencia.
Ella también se había dado cuenta, pudo ver como exploraba los alrededores.
Sin decir una palabra más, me de ella.
Necesitaba respuestas.
Necesitaba entender por qué Eliza estaba aquí y por qué todo en ella parecía gritar peligro y destino al mismo tiempo.
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