Emparejada al Alfa Enemigo - Capítulo 12
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- Capítulo 12 - 12 •Invitación Damián
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12: •Invitación (Damián) 12: •Invitación (Damián) El bullicio de la facultad se deslizaba como un eco distante en los oídos de Damián.
Estaba apoyado contra la pared, con los brazos cruzados, su postura aparentemente relajada.
Sin embargo, su mente era un campo de batalla.
La aparición de Luna había encendido una chispa de molestia que ahora ardía como una llama constante.
Sentía el peso del descaro de la chica, su forma de irrumpir en su vida con esa actitud posesiva que lo hacía rechinar los dientes.
Pero era más que eso.
Era el momento, el lugar y, sobre todo, la presencia de Eliza lo que hacía que su irritación escalara hasta niveles peligrosos.
Eliza.
Solo pensar en ella le hacía sentir un calor que se extendía desde su pecho hasta cada rincón de su cuerpo.
Había algo en su dulzura, en la forma en que su mirada tímida parecía buscar siempre refugio en él, que lo desarmaba por completo.
Y justo cuando estaba a punto de acercarse, cuando sus ojos se habían encontrado y la electricidad del momento era palpable, Luna había aparecido como una tormenta inesperada.
Damián apretó la mandíbula mientras observaba a Luna colgándose de su cuello con descaro.
Sentía su perfume dulce y artificial invadiendo su espacio personal, y tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no apartarla bruscamente.
Pero lo que realmente lo enfureció fue la mirada herida de Eliza.
Esa expresión fugaz, como si alguien hubiera apagado la luz en sus ojos, lo golpeó con más fuerza que cualquier palabra.
—Damián, cariño —la voz melosa de Luna cortó sus pensamientos como un cuchillo romo—.
¿Quién es tu amiguita?
Él la apartó con suavidad, pero con firmeza, dejando claro que no estaba dispuesto a tolerar su juego.
Sus ojos buscaron los de Eliza, intentando transmitirle algo, cualquier cosa que pudiera aliviar la tensión que ahora flotaba en el aire como una nube pesada.
—Luna —dijo con un suspiro cargado de impaciencia—, ella es Eliza.
Eliza, ella es Luna.
Eliza apenas asintió, y Damián pudo ver cómo sus manos temblaban ligeramente al sujetar sus libros con más fuerza.
Pero antes de que pudiera añadir algo para calmarla, Luna soltó la bomba.
—Su prometida —anunció con una sonrisa venenosa y triunfal.
Damián sintió cómo la rabia le subía por la garganta como un rugido contenido.
¿Prometida?
¿Hasta dónde era capaz de llegar Luna con tal de marcar territorio?
—Deja de decirle a la gente que eres mi prometida, Luna —su tono fue frío como el hielo, cada palabra cargada de una autoridad que no dejaba lugar a dudas.
Luna frunció los labios con fingida inocencia antes de despedirse con un beso peligrosamente cerca de sus labios.
Damián permaneció inmóvil, pero por dentro hervía.
No por Luna, no por su descaro…
sino por Eliza.
Por el daño que esa escena había causado en ella.
Cuando Luna desapareció entre la multitud, el silencio entre él y Eliza fue casi insoportable.
Podía sentir cómo ella intentaba mantener la compostura, pero sus ojos la traicionaban.
Había algo roto en su mirada, y eso lo irritaba aún más.
No hacia ella, sino hacia sí mismo por permitir que algo así sucediera frente a ella.
—Entonces…
—dijo finalmente, forzando una sonrisa para romper la tensión— ¿te unes a nosotros para comer?
Eliza negó con la cabeza rápidamente, y Damián notó cómo evitaba mirarlo directamente.
—No puedo.
Tengo clase —mintió ella, pero él lo supo al instante.
Cuando intentó marcharse, él no pudo evitarlo.
Extendió una mano y tomó suavemente su brazo, deteniéndola.
Su tacto era firme pero cálido, y sintió cómo ella se tensaba bajo sus dedos antes de girarse lentamente para mirarlo.
—Eliza —pronunció su nombre con una intensidad que hizo que incluso él mismo se sorprendiera.
Sus ojos buscaron los de ella hasta encontrarlos—.
Quería preguntarte algo.
Ella tragó saliva, y él pudo ver cómo sus labios temblaban ligeramente antes de responder —¿Sí?
Damián se acercó un poco más, reduciendo la distancia entre ellos hasta que solo unos pocos centímetros los separaban.
Su mano subió lentamente hacia su rostro, rozando su mejilla con una delicadeza que contrastaba con el torbellino de emociones dentro de él.
Apartó un mechón de cabello detrás de su oreja, y ese pequeño gesto fue suficiente para sentir cómo ella contenía el aliento.
—¿Qué harás esta noche?
—preguntó en un susurro grave que parecía envolverlos a ambos en una burbuja ajena al mundo exterior.
Eliza apenas pudo responder; sus palabras salieron como un murmullo —Pensaba estudiar un poco…
Damián sonrió al escucharla decir eso mientras mordía nerviosamente su labio inferior.
Ese simple gesto lo volvía loco, despertando en él una mezcla peligrosa de ternura y deseo.
Sin pensarlo demasiado, dejó que sus dedos rozaran el borde de su blusa antes de subir hacia su barbilla.
Con el pulgar acarició suavemente su labio inferior, y el pequeño gemido que escapó de ella logro ponerlo tan duro como una roca, esperaba que ella no se diera cuenta.
—Vamos a cenar esta noche —dijo finalmente, inclinándose un poco más cerca hasta que sus labios casi rozaron los de ella—.
Paso por ti a las ocho.
Eliza abrió la boca para protestar, pero antes de que pudiera decir algo, él cerró la distancia entre ellos.
Sus labios se encontraron en un beso suave al principio, como una caricia tímida llena de promesas no dichas.
Pero pronto esa suavidad dio paso a algo más profundo, más intenso.
Era como si todo el fuego contenido en él se liberara en ese momento.
Eliza tembló bajo su toque, y Damián sintió cómo ella se aferraba a él instintivamente.
Todo desapareció.
Cuando finalmente se separaron, ambos estaban sin aliento.
Damián le dedicó una sonrisa traviesa mientras sus dedos seguían acariciando suavemente su rostro.
—Nos vemos esta noche —dijo con esa confianza arrolladora que siempre lo acompañaba antes de alejarse lentamente.
Mientras caminaba por el pasillo con pasos firmes y seguros, no pudo evitar sonreír para sí mismo.
Su mente seguía dividida entre la rabia latente hacia Luna y el deseo ardiente que sentía por Eliza.
Pero había algo claro: haría lo necesario para proteger lo que estaba construyendo con ella…
incluso si eso significaba enfrentarse a las tormentas que Luna pudiera desatar.
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