Leer Novelas
  • Completadas
  • Top
    • 👁️ Top Más Vistas
    • ⭐ Top Valoradas
    • 🆕 Top Nuevas
    • 📈 Top en Tendencia
Avanzado
Iniciar sesión Registrarse
  • Completadas
  • Top
    • 👁️ Top Más Vistas
    • ⭐ Top Valoradas
    • 🆕 Top Nuevas
    • 📈 Top en Tendencia
  • Configuración de usuario
Iniciar sesión Registrarse
Anterior
Siguiente

Emparejada al Alfa Enemigo - Capítulo 19

  1. Inicio
  2. Todas las novelas
  3. Emparejada al Alfa Enemigo
  4. Capítulo 19 - 19 El susurro de lo Ineludible Eliza
Anterior
Siguiente
Tamaño de Fuente
Tipo de Fuente
Color de Fondo

19: El susurro de lo Ineludible (Eliza) 19: El susurro de lo Ineludible (Eliza) El ascensor se cerró con un sonido metálico que parecía sellar más que las puertas parecía encerrar mis pensamientos, mis emociones y, sobre todo, mi cordura.

Estaba sola, o al menos eso creía.

Mi pecho subía y bajaba con rapidez, como si mi corazón luchara por escapar de mi cuerpo.

El aire en el pequeño espacio se sentía denso, cargado de algo que no podía explicar pero que me envolvía como una segunda piel.

Mis dedos jugueteaban con el borde de mi vestido, un gesto casi inconsciente que traicionaba mi nerviosismo.

Damián… Su nombre resonaba en mi mente, pero no con claridad.

Era como un eco lejano, una sombra que se desdibujaba frente a una presencia mucho más imponente.

Cerré los ojos, intentando calmarme, pero entonces lo sentí: ese aroma.

Amaderado, salvaje, con una nota oscura que no podía identificar pero que me hacía estremecer.

Abrí los ojos de golpe, y ahí estaba él.

Lucian.

Su figura emergió de las sombras del rincón del ascensor como si hubiera estado allí todo el tiempo, esperando el momento justo para revelarse.

Su presencia era abrumadora, sofocante, como si el aire mismo se hubiera vuelto más pesado solo para acomodarlo.

Sus ojos dorados me atraparon al instante, brillando con una intensidad depredadora que me dejó sin aliento.

Mi cuerpo reaccionó antes de que mi mente pudiera procesarlo; un escalofrío recorrió mi columna, y mis piernas parecieron anclarse al suelo.

—¿Dónde has estado?

—preguntó, su voz baja y cargada de un tono que no admitía evasivas.

No era una simple pregunta; era una orden disfrazada de curiosidad.

Su tono era firme, inquebrantable, como si ya conociera la respuesta y solo quisiera escucharla de mis labios.

Tragué saliva, sintiendo cómo mi garganta se cerraba ante la intensidad de su mirada.

Mi mente buscaba desesperadamente una excusa, pero mis pensamientos estaban enredados, atrapados en la red invisible que él tejía a mi alrededor.

—Yo… estaba con un amigo —logré murmurar finalmente, aunque mi voz temblaba más de lo que quería admitir.

Lucian dio un paso hacia mí.

No fue un movimiento brusco ni agresivo, pero la forma en que cerró la distancia entre nosotros fue suficiente para hacerme retroceder instintivamente.

Mi espalda chocó contra la pared del ascensor, y el frío del metal me hizo dar un respingo.

Su brazo se levantó lentamente, apoyando la palma de su mano contra la pared junto a mi cabeza.

Estaba atrapada.

Su proximidad era asfixiante, y el calor que emanaba de su cuerpo contrastaba con el frío del metal a mis espaldas.

—¿Un amigo?

—repitió, su voz teñida de una burla peligrosa—.

¿Es eso lo que llamas desaparecer toda la noche y regresar con el cabello alborotado?

Sus palabras eran como un látigo invisible que golpeaba directamente en mi orgullo.

Quise replicar, defenderme, pero mi lengua parecía haberse vuelto inútil.

Había algo en su tono, algo oscuro y posesivo que me hacía temblar de miedo… y algo más.

Algo que no quería admitir ni siquiera a mí misma.

Mi cuerpo respondía a su cercanía de una manera que no podía controlar ni entender.

Era como si una parte primitiva de mí supiera algo que mi mente aún se negaba a aceptar.

—No sabía que tenía que darte explicaciones —respondí finalmente, esforzándome por sonar firme, aunque mi voz apenas era un susurro.

Sus ojos chispearon ante mis palabras, y por un instante pensé que había cruzado una línea peligrosa.

Pero en lugar de enfurecerse, Lucian inclinó ligeramente la cabeza, estudiándome como si yo fuera un acertijo que no terminaba de descifrar.

Su sonrisa apareció entonces, lenta y calculada, pero no llegó a sus ojos.

Había algo casi depredador en ella, algo que me hizo contener el aliento.

—Eres mía —dijo finalmente, su voz baja pero cargada de una certeza inquebrantable—.

No necesitas entenderlo ahora… pero lo harás.

No permitiré que nadie más se acerque a ti.

Y mucho menos Damián.

Mi corazón dio un vuelco ante sus palabras.

¿Mía?

¿Qué significaba eso?

Todo en él gritaba autoridad y dominio, como si estuviera acostumbrado a obtener lo que quería sin cuestionamientos.

Pero yo no era una posesión, y no podía permitir que alguien me tratara como tal.

—No soy propiedad de nadie —repliqué con valentía fingida, aunque mi voz traicionaba mi nerviosismo.

Su sonrisa se ensanchó ligeramente, pero esta vez había algo más en ella; una promesa oscura, un desafío implícito.

Se inclinó hacia mí hasta que nuestras caras estaban peligrosamente cerca.

Podía sentir su aliento cálido contra mi piel y ese aroma embriagador que parecía envolverlo como una segunda piel.

—Eso es lo que crees ahora —susurró—.

Pero tu alma ya lo sabe… Lo siento cada vez que estás cerca de mí.

Y sé que tú también lo sientes.

Mis labios se entreabrieron para protestar, pero las palabras murieron en mi garganta cuando su mano libre se posó sobre mi cintura.

Su toque era firme pero sorprendentemente delicado, como si estuviera trazando líneas invisibles en mi piel.

Un calor desconocido comenzó a extenderse desde donde me tocaba, llenándome de una mezcla embriagadora de deseo y confusión.

—Déjame ir —logré decir finalmente, aunque mi voz sonaba más como una súplica que como una orden.

Lucian no se movió.

En cambio, inclinó aún más su rostro hacia mí hasta que nuestras frentes casi se tocaron.

Sus ojos buscaron los míos con una intensidad devastadora, como si estuviera buscando algo dentro de mí… algo que ni siquiera yo sabía que existía.

—No puedo —admitió en un susurro ronco—.

Eres mía… aunque quisiera dejarte ir, no puedo.

El ascensor emitió un pitido agudo, anunciando nuestra llegada al piso 12.

Las puertas se abrieron lentamente detrás de mí, pero Lucian no se movió ni un centímetro.

Su mirada seguía fija en la mía, como si estuviera esperando algo… una rendición quizás.

—Vete a tu habitación —dijo finalmente, su voz más suave pero aún cargada de autoridad—.

Descansa… Pero recuerda esto, no importa dónde vayas o con quién estés… siempre serás mía.

Con eso, dio un paso atrás y me dejó libre.

Mis piernas temblaban mientras salía del ascensor casi tambaleándome.

Apenas pude girarme para mirarlo antes de que las puertas se cerraran nuevamente, llevándoselo consigo.

Me quedé allí en el pasillo por unos segundos eternos, tratando de procesar lo que acababa de suceder.

Mi corazón seguía latiendo descontroladamente y mis manos temblaban mientras buscaba las llaves de mi habitación.

Cuando finalmente entré y cerré la puerta detrás de mí, me dejé caer contra ella con un suspiro tembloroso.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

Anterior
Siguiente
  • Inicio
  • Acerca de
  • Contacto
  • Política de privacidad

© 2025 LeerNovelas. Todos los derechos reservados

Iniciar sesión

¿Perdiste tu contraseña?

← Volver aLeer Novelas

Registrarse

Regístrate en este sitio.

Iniciar sesión | ¿Perdiste tu contraseña?

← Volver aLeer Novelas

¿Perdiste tu contraseña?

Por favor, introduce tu nombre de usuario o dirección de correo electrónico. Recibirás un enlace para crear una nueva contraseña por correo electrónico.

← Volver aLeer Novelas

Reportar capítulo