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Emparejada al Alfa Enemigo - Capítulo 21

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  4. Capítulo 21 - 21 Selene
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21: Selene 21: Selene La noche había caído con un peso sofocante, y mi humor no era mejor.

Mi llegada a la fortaleza fue marcada por un silencio tenso; los guardias en la entrada ni siquiera se atrevieron a cruzar miradas conmigo.

Sabían que mi humor era como una tormenta a punto de desatarse, y nadie quería ser el desafortunado que quedara atrapado en su paso.

Pero, a pesar de mi furia, había algo más que me consumía.

Algo más oscuro, más primitivo.

Mi cuerpo estaba rígido, mi necesidad creciendo como un fuego incontrolable dentro de mí.

Eliza.

Su nombre era un eco constante en mi mente, de que la diosa Luna solo se burlaba de mi.

—¿Y cuánto tiempo más vas a seguir con esta farsa, Lucian?

—La voz burlona de Luca, resonó en mi cabeza.

Su tono sarcástico me sacaba de quicio.

—¿Vas a seguir huyendo de tu compañera mientras te conformas con las sobras?

Selene no es más que un consuelo barato, y lo sabes.

—Cállate —gruñí en voz baja, apretando los puños mientras cruzaba el pasillo hacia las habitaciones privadas.

—¿Cállate?

Ah, amigo mío, qué fácil sería si pudieras silenciarme.

Pero no puedes.

Porque sabes que tengo razón.

Estás huyendo como un cobarde.

Ignoré su provocación, pero sus palabras me calaban hondo.

No podía negar la verdad en ellas.

Eliza era mi compañera destinada, la mujer que la Diosa Luna habían elegido para mí.

Pero algo dentro de mí se resistía a aceptarlo.

No podía permitirme ser vulnerable, no con ella.

No aún.

Había una reunión del consejo en pocas horas; los alfas de las manadas cercanas habían sido convocados por el Alfa Maximus, por lo que aprovecharía para discutir la creciente amenaza de los Sangre de Hierro en sus tierras.

Pero todo eso parecía irrelevante en este momento.

Mi necesidad era una bestia indomable, y necesitaba saciarla antes de enfrentar cualquier otra cosa.

Y ahí entraba Selene.

La morena altanera que siempre parecía estar esperando por mí, como una sombra persistente.

Su belleza era exquisita y exótica, casi hipnótica, pero su actitud arrogante me irritaba tanto como me atraía.

Era como un veneno dulce; sabía que no me haría bien, pero aun así volvía a ella una y otra vez.

Cuando llegué a su puerta, no me molesté en tocar.

La empujé con fuerza, haciendo que se abriera de golpe.

Selene estaba frente al espejo, admirándose como de costumbre.

Su cabello oscuro caía como una cascada sobre sus hombros desnudos, y el vestido ceñido que llevaba parecía diseñado para provocar.

—Lucian —dijo con esa sonrisa ladeada que siempre me sacaba de quicio—.

Qué sorpresa verte aquí.

¿A qué debo el honor?

Su tono era dulce, casi meloso, pero sus ojos brillaban con esa chispa de desafío que siempre me hacía querer dominarla hasta que no quedara rastro de su altanería.

—Ven aquí —ordené en un gruñido bajo, mi voz cargada de autoridad y algo más oscuro.

Selene arqueó una ceja, claramente disfrutando del juego que creía controlar.

Caminó hacia mí con una lentitud exasperante, sus caderas balanceándose con cada paso calculado.

Su perfume me envolvió antes de que siquiera estuviera a un metro de distancia.

—¿Y a qué se debe tanta urgencia?

—preguntó con fingida inocencia cuando estuvo lo suficientemente cerca para tocarme si quisiera.

No respondí.

En lugar de eso, extendí una mano y la tomé por la cintura, atrayéndola hacia mí con un movimiento brusco.

Su cuerpo se tensó por un instante antes de relajarse contra el mío, y vi cómo sus labios se curvaban en una sonrisa triunfante.

—Qué patético eres.

— La voz de Luca volvió a resonar en mi mente, cargada de desprecio esta vez.

— Usándola como un sustituto cuando lo único que realmente deseas es a Eliza.

—Necesito olvidar algo —murmuré contra el oído de Selene, más para acallar a mi lobo que para justificarme ante ella.

Selene soltó una risa suave, una risa que siempre me recordaba a un gato jugueteando con su presa.

Sus manos subieron por mi pecho hasta rodear mi cuello, y sus ojos oscuros se clavaron en los míos con una intensidad que intentaba igualar la mía, pero fallaba miserablemente.

—¿Algo?

—repitió con un tono juguetón y curioso.

No le di la oportunidad de decir nada más.

Llevé una mano a su cabello oscuro y sedoso, tirando suavemente para obligarla a inclinar la cabeza hacia atrás y mirarme directamente a los ojos.

—No hables —le advertí en un tono bajo pero firme.

Su sonrisa se amplió, pero obedeció.

Selene siempre sabía cuándo someterse, no porque me temiera, sino porque entendía que yo era el único capaz de manejarla.

La arroje boca abajo sobre el colchón, no quería ver su cara, quería fantasear con Eliza, la deseaba.

Como un loco.

Sentí cómo contenía el aliento, esperando el momento en que la reclamaría como tantas otras veces lo había hecho.

Pero esta vez no era por placer ni por deseo.

Esta vez era por necesidad.

— Esto es patético — gruñó Luca con desdén mientras yo cerraba los ojos e intentaba imaginarla a ella en lugar de Selene bajo mí.

— Eres un alfa, Lucian, pero actúas como un lobo perdido.

Con una mano sostuve sus muñecas sobre su cabeza, mi cuerpo aprisionaba el suyo, con mi mano libre saque mi gran erección, dolía de deseo.

La penetré sin percatarme siquiera si estaba húmeda o no, a estas alturas no me importaba, solté las manos y tomé su cabello, un chillido por parte de ella fue emitido.

Yo me encontraba en mi forma más animal así que no me importo.

cerré mis ojos y recordé lo hermosa que se veía Eliza con ese vestido y exploté.

Cuando terminé, apenas emití un gruñido antes de apartarme bruscamente de ella y levantarme de la cama sin mirarla siquiera.

Abroche rápidamente mis pantalones mientras Selene me observaba desde las sábanas con una mezcla de confusión y resentimiento en sus ojos oscuros.

—¿Qué demonios te pasa?

—preguntó finalmente cuando me dirigí hacia la puerta sin decir una palabra más.

No respondí.

No podía explicárselo ni quería hacerlo.

Cerré la puerta tras de mí con un golpe seco y caminé por el pasillo vacío con pasos firmes pero pesados, como si cada paso me llevara más lejos de lo que realmente deseaba.

—Eres un idiota — dijo Luca con una mezcla de lástima y exasperación mientras salía al aire frío de la noche—el único alivio momentáneo para el calor abrasador dentro de mí— y miraba hacia las estrellas titilantes en el cielo oscuro.

— Eliza es tu tormento porque tú eliges que lo sea.

—Cállate —murmuré nuevamente, aunque esta vez mi voz carecía de la fuerza habitual detrás del comando.

Pero incluso mientras intentaba silenciarlo, sabía que tenía razón.

Eliza seguía siendo mi tormento… y mi salvación

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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