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Emparejada al Alfa Enemigo - Capítulo 23

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  4. Capítulo 23 - 23 Lágrimas en la obscuridad Luna
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23: Lágrimas en la obscuridad (Luna) 23: Lágrimas en la obscuridad (Luna) Luna empujó la puerta de su habitación con un golpe seco, su respiración entrecortada y el pecho apretado por una mezcla de rabia y tristeza que la consumía como un fuego lento.

Las lágrimas corrían libres por sus mejillas, ardientes y pesadas, como si cada una llevara consigo el peso de su frustración y su desconsuelo.

Se dejó caer sobre la cama, hundiéndose en el colchón que, a pesar de su suavidad, no podía amortiguar el dolor que sentía en lo más profundo de su ser.

Había sido suspendida de las cuadrillas por tiempo indefinido.

El pago no le importaba; nunca lo había hecho.

Su lugar en la manada era lo único que le daba sentido a su vida.

Ella no era cualquier miembro; era la mano derecha de Damián, el Alfa.

O al menos lo había sido hasta ese día.

La noticia había caído sobre ella como una losa fría y despiadada, aplastándola sin piedad.

¿Y todo por qué?

Por una humana.

Una estúpida humana, pensó con amargura, mientras apretaba los puños hasta que sus uñas se clavaron en la palma de sus manos.

Se secó las lágrimas con un movimiento brusco, casi violento, como si quisiera arrancar la tristeza de raíz.

Pero no podía.

La rabia seguía ahí, latiendo en su pecho como un tambor desbocado, recordándole una y otra vez la traición.

Cerró los ojos, pero la imagen de Damián apareció al instante en su mente.

Su mirada decepcionada la atravesaba como un puñal afilado.

Había pensado que él estaría de su lado, que entendería lo que sentía y por qué había actuado como lo hizo.

Pero no.

Él había elegido a Eliza.

Había tomado partido por alguien ajeno a la manada, alguien que jamás comprendería lo que significaba ser parte de ellos, como si el orgullo y la dignidad de Luna no significaran nada para él.

—¿Por qué me hiciste esto, Damián?

—susurró con voz quebrada, mientras las lágrimas volvían a brotar de sus ojos.

—No sufras, Luna —la voz grave y serena de Nyx resonó en su mente.

La loba interior de Luna siempre había actuado como una guía maternal para ella.

A veces dura, sí, pero siempre justa—.

Te lo advertí.

Cambiar como lo has hecho no iba a acercarlo a ti; solo lo has alejado más.

Luna se levantó lentamente y caminó hasta el espejo que colgaba junto a su armario.

Se miró con detenimiento, como si buscara algo que había perdido hace mucho tiempo.

Su reflejo le devolvió la mirada: una joven fuerte, con el cabello oscuro cayendo en mechones desordenados sobre sus hombros y los ojos hinchados por el llanto.

Había cambiado tanto en los últimos años… todo por él.

Recordó cómo había comenzado a vestirse diferente, a usar ropa más ruda, a adoptar un estilo que no era suyo pero que creía que le haría parecer más fuerte, más digna del Alfa.

Todo empezó cuando Damián compró su primera motocicleta y esa chaqueta de cuero negra que ella tanto amaba.

Recordó cómo él se la ponía sobre los hombros en las noches frías, durante sus primeras citas románticas, antes de que ella obtuviera a Nyx.

Esos recuerdos dolían tanto como reconfortaban.

Cerró los ojos y dejó que las imágenes del pasado se deslizaran por su mente como sombras persistentes.

Recordó la primera vez que lo vio, cuando ella era solo una niña de doce años y él ya era un hombre hecho y derecho, con unos 28 o 30 años quizá.

Sus ojos azules brillaban como el cielo despejado y su cabello dorado parecía capturar la luz del sol.

Aquella tarde le había regalado una manzana de caramelo en una feria local, y desde entonces Luna supo que estaba destinada a él.

Destinada… Esa palabra resonó en su mente con un eco amargo.

Desde pequeña le habían dicho que ella era especial, que estaba destinada a ser la “Luna” de la manada, la compañera del Alfa.

Cordelia, la bruja de la manada, había profetizado antes de su nacimiento que su madre daría a luz a la verdadera Luna del grupo.

Pero cuando finalmente obtuvo a Nyx y el vínculo con Damián no se realizó como debía haber ocurrido entre almas gemelas predestinadas, todo se vino abajo.

Damián rompió el compromiso sin titubear, dejándola devastada.

Y entonces comenzó su transformación.

Cambió todo de sí misma para intentar demostrarle que era digna de él su forma de vestir, su manera de pelear, incluso su actitud hacia los demás.

Quería ser fuerte como él, feroz como él… pero nada fue suficiente.

Y ahora él estaba con Eliza.

Una humana débil e inútil que jamás podría entender el sacrificio y el orgullo de ser parte de una manada.

—No sé qué hacer, Nyx —dijo Luna entre sollozos ahogados—.

Lo amo… Lo amo con todo mi ser.

Nyx permaneció en silencio por un momento antes de responder con suavidad:  —El amor no debería destruirte así, pequeña Luna.

Si él no puede ver tu valor tal como eres… entonces quizá no es digno de ti.

Las palabras de Nyx resonaron en su mente como un eco distante, pero Luna no podía aceptarlas aún.

El dolor era demasiado intenso, demasiado reciente.

Se dejó caer nuevamente sobre la cama y enterró el rostro en la almohada húmeda por las lágrimas.

Cerró los ojos con fuerza, tratando de ahogar el llanto que seguía brotando desde lo más profundo de su pecho.

Mientras la oscuridad de su habitación la envolvía, los recuerdos seguían acechándola sin piedad; las risas compartidas con Damián, las promesas susurradas bajo la luz de la luna llena… y finalmente, la mirada fría y distante con la que él le anunció su decisión de apartarla.

Luna dejó escapar un último suspiro antes de entregarse al sueño.

Su corazón seguía pesado, roto en mil pedazos imposibles de juntar.

Pero dentro de ella algo había cambiado, aunque fuera apenas perceptible una pequeña chispa de resistencia se encendió en lo más profundo de su alma.

No sabía qué le depararía el futuro ni cómo enfrentaría lo que venía después.

Pero tal vez esa chispa sería suficiente para mantenerla en pie un día más.

Y quizá, solo quizá, algún día podría reconstruir lo que había perdido su lugar en la manada… y tal vez también a Damián.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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