Emparejada al Alfa Enemigo - Capítulo 26
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- Capítulo 26 - 26 La Obsesión del Alfa
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26: La Obsesión del Alfa (Lucian) 26: La Obsesión del Alfa (Lucian) El sol de la tarde se derramaba como un manto dorado sobre los prados de la facultad, pintando todo con una calidez engañosa.
La brisa ligera acariciaba las hojas de los árboles, y el bullicio de los estudiantes parecía lejano, como si el mundo entero se hubiera detenido para enmarcar a Eliza en aquel instante.
Ella estaba allí, bajo un árbol, con un libro entre las manos, completamente ajena a la tormenta que desataba en mi interior.
Su cabello dorado caía en cascadas suaves sobre sus hombros, brillando como si el mismo sol se hubiese enamorado de ella.
Sus ojos, enfocados en las páginas amarillentas, parecían contener secretos que yo deseaba desesperadamente conocer.
Cada pequeño gesto suyo, desde el movimiento de sus dedos al pasar las páginas hasta la forma en que mordía su labio inferior cuando algo la intrigaba, me tenía atrapado.
Era como si cada fibra de mi ser estuviera atada a ella, como si el universo hubiera conspirado para encadenarme a su existencia.
Pero entonces apareció él.
Damián.
Mi mandíbula se tensó al verlo acercarse con esa arrogancia que siempre lo acompañaba.
Su sonrisa, amplia y confiada, me provocó un nudo en el estómago.
¿Cómo se atrevía a acercarse a ella?
¿Cómo osaba invadir lo que era mío?
Porque eso era lo que sentía; ella era mía.
Aunque no lo supiera, aunque no lo aceptara todavía, Eliza me pertenecía de una manera que ni siquiera yo podía explicar.
—Mira cómo la toca con la mirada —gruñó Luca en mi mente, su tono cargado de furia y desprecio.
—No vas a permitirlo, ¿verdad?
No dejarás que ese imbécil se acerque más.
—Cállate —le ordené con un gruñido bajo, aunque sabía que tenía razón.
Mi lobo estaba tan inquieto como yo, ambos consumidos por un deseo primitivo de protegerla, de reclamarla.
Damián se sentó junto a ella, demasiado cerca para mi gusto.
Observé cómo la sonrisa de Eliza se suavizaba al hablar con él, y algo dentro de mí se rompió.
Esa sonrisa debería ser mía.
Esa dulzura, esa atención todo eso me pertenecía.
Y sin embargo, ahí estaba él, robándome lo que era mío por derecho.
Mis manos se cerraron en puños tan fuertes que mis nudillos se volvieron blancos.
Podía sentir el calor de la rabia recorriendo mis venas, un fuego incontrolable que amenazaba con consumirlo todo.
Quería destrozarlo, quería arrancarlo de su lado y demostrarle que no tenía derecho a siquiera mirarla.
—¿Vas a quedarte ahí parado?
—Luca rugió nuevamente, su voz resonando como un trueno en mi cabeza.
—¡Haz algo!
¡Reclámala!
—No puedo —le respondí entre dientes.
—Ella tiene que quererme.
No puedo obligarla.
—¿Y mientras tanto?
¿Vas a dejar que él la toque?
¿Que él la tome como si fuera suya?
Mis ojos se clavaron en ellos justo en el momento en que Damián alargó la mano hacia ella.
Mi respiración se detuvo al ver cómo sus dedos tocaban su barbilla y obligaba a verle, un contacto aparentemente inocente, pero para mí fue como un golpe directo al pecho.
Ella no lo apartó de inmediato, en cambio lo vio a los ojos y le dedico una sonrisa.
Él dijo algo que no alcance a escuchar, luego su mirada fue directo a mí, con una sonrisa maliciosa que me hizo enfurecer, vi como el desgraciado deslizaba su mano debajo del borde del vestido de mi compañera, un gesto furtivo pero descarado al mismo tiempo.
Mi visión se tiñó de rojo al instante.
El leve gemido que escapó de sus labios llegó hasta donde yo estaba, y aunque era casi imperceptible, fue suficiente para casi hacerme perder el control.
Su rostro se sonrojó profundamente mientras intentaba apartarlo torpemente, sus ojos nerviosos buscando una salida.
No podía soportarlo.
—¡Lo mato!
—rugí, mi voz apenas contenida en mi mente mientras Luca aullaba con aprobación.
Mi cuerpo entero temblaba por el esfuerzo de mantenerme quieto.
Cada músculo clamaba por acción, por violencia, por sangre.
Pero sabía que no podía simplemente irrumpir allí y arrancarle la garganta a Damián frente a todos los estudiantes.
No podía arruinarlo todo así.
Me transforme en lobo y me interne en el bosque.
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