Emparejada al Alfa Enemigo - Capítulo 29
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- Capítulo 29 - 29 Alumna Lucian
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29: Alumna (Lucian) 29: Alumna (Lucian) Lucian observaba desde las sombras, su figura alta y elegante perfectamente oculta.
El viento otoñal agitaba su cabello oscuro, pero sus ojos dorados permanecían fijos en la escena frente a él.
Allí estaba ella, Eliza, caminando con esa gracia natural que él encontraba tan hipnótica.
Su aroma flotaba en el aire, una mezcla única de vainilla y algo salvaje.
Pero no estaba sola.
No, claro que no.
Damián estaba a su lado, demasiado cerca para su gusto, con esa sonrisa arrogante que parecía hecha para provocarlo.
Luca, gruñía con una furia contenida.
La conexión entre ellos era tan profunda que Lucian podía sentir cada emoción del animal como si fuera suya.
Y ahora mismo, ambos compartían el mismo sentimiento abrasador, celos.
Damián no tenía derecho a estar allí, a caminar junto a Eliza como si le perteneciera.
Porque no le pertenecía.
Ella era suya.
Su compañera.
Su destino.
Y ver a otro hombre cerca de ella era como sentir un cuchillo girando lentamente en su pecho.
—Mátalo —gruñó Luca en su mente, su voz grave y gutural impregnada de rabia—.
Acaba con él ahora.
Lucian cerró los ojos por un momento, luchando por mantener el control.
Era un hombre calculador, frío cuando era necesario, pero Eliza lo hacía perder el equilibrio.
Ella despertaba algo primitivo en él, algo que apenas podía contener cuando Damián estaba cerca.
Sin embargo, no podía actuar impulsivamente.
No podía aceptar a una humana por compañera.
Desde su posición oculta, los siguió hasta el edificio y esperó a que este la dejara sola, pero vio cómo Damián se inclinaba hacia Eliza, sus labios moviéndose en un murmullo que Lucian no pudo escuchar pero que lo hizo apretar los puños con tanta fuerza que sus uñas casi perforaron la piel de sus palmas.
El lobo dentro de él rugió, exigiendo ser liberado, pero Lucian lo mantuvo encerrado tras un muro de hierro forjado por años de disciplina.
—Tranquilo —murmuró para sí mismo, aunque su voz apenas era audible sobre el rugido de su propio corazón.
Pero entonces lo vio.
Damián se inclinó aún más cerca de Eliza, su rostro peligrosamente cerca del cuello de ella.
Lucian sintió cómo la sangre le hervía en las venas.
Su mandíbula se tensó y sus ojos dorados brillaron con una intensidad casi sobrenatural.
Era demasiado.
Ese bastardo estaba cruzando una línea que no tenía derecho a cruzar.
Luca aulló dentro de él, un sonido desgarrador lleno de rabia y desesperación.
—¡Haz algo!
—exigió el lobo—.
¡No permitas que toque lo que es nuestro!
Lucian dio un paso hacia adelante, saliendo de las sombras con una elegancia letal.
No había necesidad de apresurarse; cada movimiento suyo estaba cargado de una amenaza implícita que hablaba más fuerte que cualquier palabra.
Sabía que su mera presencia sería suficiente para alterar el equilibrio de la situación.
—Joven Blackwood…
—dijo con una voz suave pero cargada de sarcasmo—.
Qué sorpresa encontrarlo aquí.
Cuando Damián finalmente lo notó, la sonrisa en su rostro desapareció al instante.
Lucian disfrutó ese pequeño momento de victoria, aunque no dejó que se reflejara en su rostro.
Damián se enderezó rápidamente, colocándose entre Lucian y Eliza como si pudiera protegerla de algo.
La idea era casi cómica para Lucian.
¿Protegerla?
¿De él?
Nadie podía proteger a Eliza de lo que ya le pertenecía por derecho.
—Lucian —gruñó Damián, sus ojos oscuros llenos de desdén—.
Qué conveniente verte aquí.
Lucian sonrió ligeramente, aunque la expresión no alcanzó sus ojos.
Había algo depredador en esa sonrisa, algo que hizo que incluso Damian pareciera dudar por un instante.
—Conveniente…
—repitió Lucian lentamente, saboreando la palabra como si fuera un vino amargo—.
Yo diría necesario.
Después de todo, alguien tiene que asegurarse de que no metas tus manos donde no debes.
Eliza miró a ambos hombres con evidente confusión, como si no entendiera del todo lo que estaba sucediendo entre ellos.
Pero Lucian podía sentirlo; esa conexión entre ellos aún latía en el aire como una cuerda tensa a punto de romperse.
Ella lo sentía también, aunque probablemente no lo comprendiera del todo.
Damián dio un paso hacia adelante, cerrando la distancia entre él y Lucian.
Sus movimientos eran agresivos, pero Lucian ni siquiera parpadeó.
Su postura seguía siendo relajada, casi desinteresada, aunque por dentro estaba listo para atacar si era necesario.
—¿Qué quieres decir con eso?
—espetó Damián, su voz baja y cargada de tensión.
Lucian inclinó la cabeza ligeramente, como si estuviera considerando la pregunta.
—Lo que quiero decir —respondió finalmente con una calma desconcertante— es que, si no estás aquí para asistir a esta clase, deberías marcharte.
Con un gesto elegante pero firme, abrió la puerta del aula 304B y miró directamente a Eliza.
Sus ojos dorados se encontraron con los de ella, y por un momento todo lo demás desapareció.
No había Damián, ni aula misteriosa, ni siquiera el aire frío del otoño.
Solo estaban ellos dos.
—Ven conmigo —dijo Lucian suavemente, aunque había una autoridad en su tono.
Eliza vaciló, mirando a Damián como si buscara alguna señal de qué hacer.
Pero Lucian no le dio tiempo para dudar más.
—Es tu clase, ¿no?
—añadió con una sonrisa casi imperceptible—.
No querrás llegar tarde.
Damián parecía a punto de explotar, pero antes de que pudiera decir algo más, Eliza dio un paso hacia adelante.
Lucian sintió una oleada de triunfo recorrerlo cuando ella cruzó el umbral del aula bajo su mirada atenta.
Sabía que Damian estaba furioso, pero no le importaba.
Había ganado esta pequeña batalla.
Cuando la puerta se cerró detrás de ellos, Lucian se giró hacia Eliza con una sonrisa más genuina esta vez.
Había algo en ella que lo calmaba y lo enfurecía al mismo tiempo, una contradicción que lo mantenía constantemente al borde del abismo.
—Espero que disfrutes la clase —dijo suavemente mientras tomaba asiento en la cabecera de la mesa redonda.
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