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Emparejada al Alfa Enemigo - Capítulo 34

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  4. Capítulo 34 - 34 Pasión Desenfrenada Eliza
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34: Pasión Desenfrenada (Eliza) 34: Pasión Desenfrenada (Eliza) Eliza no podía apartar los ojos de Damián, aunque sabía que debía hacerlo.

Había algo en él que la atraía con una fuerza inexplicable, como si su voluntad estuviera encadenada a su mera presencia.

Sus ojos azules, tan cálidos y profundos como el océano, la desnudaban de todas sus defensas.

Era como mirar a una tormenta contenida, un caos a punto de desatarse, y ella, indefensa, se encontraba al borde del abismo sin intención de retroceder.

El aire en la habitación era denso, cargado de una tensión que parecía envolverlos como una niebla oscura.

Eliza sentía su corazón latir con fuerza, como si intentara escapar de su pecho.

Pero no era miedo lo que la consumía; era algo mucho más primitivo, algo que nacía en lo más profundo de su ser y que la hacía temblar con cada mirada que Damián le dirigía.

—Eres un misterio para mí —dijo él, su voz grave y rasposa resonando en el silencio.

Su mano se deslizó con lentitud por su cuello, deteniéndose justo en la clavícula, donde el pulso de Eliza latía frenético bajo su piel—.

Y los misterios siempre me han fascinado.

Eliza cerró los ojos al sentir el roce de sus dedos, un escalofrío recorriendo cada fibra de su cuerpo.

Había algo en su toque que quemaba y helaba al mismo tiempo, una contradicción que la hacía sentir viva y vulnerable en igual medida.

Era como si estuviera caminando por una cuerda floja suspendida sobre un abismo insondable, sabiendo que cualquier paso en falso sería su perdición.

—No quiero ser un misterio para ti —murmuró ella, sorprendida por la sinceridad en sus propias palabras.

Damián sonrió, pero esta vez no había arrogancia en su expresión.

Había algo diferente, una suavidad inesperada que contrastaba con la intensidad de su mirada.

Se inclinó hacia ella, y Eliza contuvo el aliento al sentir su proximidad.

—Entonces déjame conocerte —susurró contra sus labios antes de capturarlos en un beso lento, profundo y devastador.

Eliza sintió como si el tiempo se detuviera en ese instante.

Sus manos, temblorosas pero decididas, se aferraron a los hombros de Damián mientras el beso se intensificaba.

Era como si ambos estuvieran tratando de llenar un vacío que ninguno sabía que existía hasta ese momento.

La habitación parecía desaparecer a su alrededor; solo quedaban ellos dos, atrapados en un torbellino de emociones que amenazaba con consumirlos por completo.

Cuando finalmente se separaron, ambos respiraban con dificultad.

Damián apoyó su frente contra la de ella, cerrando los ojos como si intentara recuperar el control de sí mismo.

—Esto no es seguro para ti —dijo con voz grave, cargada de una advertencia que parecía más una súplica—.

Yo no soy seguro para ti.

Eliza negó con la cabeza, colocando una mano sobre su pecho desnudo.

El latido frenético de su corazón bajo sus dedos era un reflejo del caos que sentía dentro de sí misma.

—No me importa —respondió con firmeza—.

Lo único que sé es que quiero estar contigo… aunque eso me destruya.

Damián abrió los ojos y la miró con una intensidad que casi la hizo retroceder.

Había algo salvaje en él, algo oscuro e indomable que parecía estar luchando por salir a la superficie.

—No sabes lo que estás diciendo —gruñó mientras se apartaba bruscamente de ella y se dirigía hacia la ventana.

Eliza lo observó en silencio, apoyada sobre sus codos mientras él se detenía frente al alféizar y miraba hacia la ciudad dormida.

Su silueta era una mezcla perfecta de fuerza y vulnerabilidad, y ella sintió un impulso casi irracional de acercarse a él, de tocarlo, de calmar la tormenta que veía reflejada en sus hombros tensos.

Se levantó de la cama sin hacer ruido y caminó lentamente hasta quedar detrás de él.

Colocó una mano temblorosa sobre su espalda desnuda, sintiendo la rigidez de sus músculos bajo sus dedos.

—Damián… —susurró con suavidad—.

Déjame decidir por mí misma lo que es bueno o no para mí.

Él se giró hacia ella entonces, y por un momento Eliza pensó que iba a discutir con ella.

Pero en lugar de eso, tomó su rostro entre sus manos y la miró como si fuera lo único real en un mundo lleno de sombras y mentiras.

—Si te quedas conmigo —dijo finalmente, su voz apenas un murmullo—, no habrá vuelta atrás.

Te prometo que haré todo lo posible por protegerte; pero serás solo mía… completamente mía.

Nadie más podrá acercarse a ti.

Eliza sostuvo su mirada sin vacilar.

Había tomado su decisión mucho antes de este momento; la advertencia de Damián le erizo la piel, pero al mismo tiempo lograba hacerla sentir viva en un mundo que siempre le había parecido gris y vacío.

—Eres demasiado buena para este mundo —murmuró él, sus palabras apenas audibles—.

Demasiado buena para mí.

Eliza negó con la cabeza, sus ojos llenos de determinación.

—No me importa.

No quiero ser buena…

quiero ser tuya.

Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas, pero no se arrepintió.

Había algo liberador en admitir lo que sentía, en dejarse llevar por el torrente de emociones que la consumía.

Y cuando Damián inclinó la cabeza hacia ella, sus labios rozando los suyos con una suavidad inesperada, supo que no había vuelta atrás.

Damián cerró los ojos y dejó escapar un suspiro pesado antes de inclinarse hacia ella una vez más.

Esta vez no hubo suavidad en su beso; fue feroz y posesivo, como si estuviera marcándola como suya para siempre.

Las manos de Eliza se aferraron a él con desesperación mientras el deseo crecía entre ellos como un incendio incontrolable.

Con movimientos decididos pero cargados de cuidado, Damián la levantó en brazos y la llevó de regreso a la cama.

Sus labios recorrieron cada rincón de su piel expuesta mientras sus manos exploraban con impaciencia cada curva de su cuerpo.

Eliza temblaba bajo su toque, cada caricia enviando oleadas de placer que la hacían gemir sin reservas.

Se aparto de ella por un momento, mientras su labios depositaban besos por su cuello, mientras bajaba los delicados tirantes de su vestido, hasta que dejo a la vista las hermosas montañas lechosas, con una mano comenzó acariar una de ellas, mientras su boca se ocupaba de su otro pecho, las manos de la chica acariciaban los rubios cabellos de Damián, mientras el chupaba y mordisqueaba uno de sus pezones.

Las manos torpes e inexpertas de Eliza bajaron al cinturón de Damián desabrochándolo con rapidez, bajando la cremallera y deslizando de manera tímida sus manos dentro de sus pantalones.

Su pequeña mano rodeaba su gran miembro, un pequeño gesto de sorpresa se apodero de los ojos de la chica, quien retiro sus manos al momento.

Nunca había tocado un pene en su vida y mucho menos algo tan grande.

Damián sonreía de manera picara, adoraba la torpeza e inexperiencia; arranco el vestido del pequeño cuerpo de su compañera dejándola únicamente con su ropa interior; se alejó un poco para quitarse los pantalones y dejar a la vista su enorme erección, grande a simple vista Eliza podía jurar que jamás entraría en ella.

El la tomo por e empeine y comenzó a depositar suabes besos por todas sus piernas, haciendo que Eliza se relajara, su cabeza callo hacia atrás mientras un torbellino de deseo la inundaba; Damián llego a su centro, con sus dientes mordió su ropa interior y en un movimiento rápido la rasgo, haciendo que Eliza soltara un gemido de sorpresa y sin perder un minuto, se concentró en degustar la deliciosa humedad que salía de ella.

— Estas empapada — Fue lo único que dijo antes de subir y verla directo a los ojos — ¿Estas segura?

La pregunta de Damián la trajo de regreso, parpadeo y por un momento no entendió la pregunte; pero en lugar de responder con palabras, simplemente tomo entre sus manos el cabello de Damián y nuevamente lo beso, tratando de alejar el nerviosismo, cuando sintió la gran erección entre sus piernas; lentamente su miembro fue abriendo brecha entre los pliegues vírgenes de Eliza.

La calidez y suavidad que recibieron a Damián lo volvió loco al instante; vio a Eliza a los ojos, transmitiéndole toda la ternura que podía en ese momento, tomo sus labios con fiereza y de una estocada estaba dentro de ella.

Ella soltó un grito ahogado en los labios de Damián, el se detuvo un poco para que ella pudiera acostumbrarse a su tamaño y cuando creyó que era el momento oportuno bombeo una y otra vez.

Los gemidos de la pareja retumbaban en toda la habitación, Damián quería morder, jalar y marcar; sin embargo, al mismo tiempo deseaba acariciar, besar y disfrutar a la chica que tenía con él.

Sin darse cuenta comenzó a embestirla con mas fuerza, sus manos estaban casi transformándose en lobo, causo unos rasguños en los muslos y nalgas de la chica.

Ella estaba en el punto de explotar, nunca había tenido un orgasmo en su vida; era como si un fuego antiguo, salvaje y primitivo se encendiera en lo más profundo de su ser, arqueo su cuerpo, mientras su mente se encontraba atrapada en un abismo de placer.

Y cuando finalmente cae, agotada, es como si el universo entero se hubiera detenido para rendirle tributo, dejándola vulnerable, viva y marcada por la intensidad de ese momento.

Sin siquiera salirse de la chica, ambos quedaron dormidos.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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