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Emparejada al Alfa Enemigo - Capítulo 39

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  4. Capítulo 39 - 39 Parciales Eliza
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39: Parciales (Eliza) 39: Parciales (Eliza) El sol del mediodía acariciaba con pereza el césped del campus, pero Eliza apenas lo notaba.

Su espalda descansaba contra el tronco rugoso de un árbol, su mochila abierta a un lado y un cuaderno lleno de garabatos a medio entender en su regazo.

Los parciales estaban a la vuelta de la esquina, y aunque intentaba concentrarse, su mente era un caos.

Las palabras se desdibujaban frente a sus ojos, reemplazadas por una imagen clara y persistente.

Damián.

Habían pasado días desde aquella noche en su apartamento, desde que su piel se encendió bajo el roce de sus manos, desde que el calor de su aliento se mezcló con el suyo en la penumbra.

La sola idea la hacía estremecerse.

Pero también habían pasado días desde que lo había visto por última vez.

Su ausencia era un vacío tangible, como una sombra que la seguía a todas partes.

Y aunque intentaba convencerse de que debía enfocarse en sus estudios, su corazón tenía otros planes.

—¿Estás aquí o en otro planeta?

—La voz de Amanda rompió el silencio como un cristal hecho añicos.

Eliza levantó la vista, encontrándose con la sonrisa traviesa de su amiga, quien se dejó caer junto a ella en el césped.

Amanda llevaba una bolsa de papas fritas en la mano y un brillo curioso en los ojos que Eliza conocía demasiado bien.

—Estoy estudiando —respondió, aunque la falta de convicción en su voz era evidente.

Amanda arqueó una ceja mientras se llevaba una papa frita a la boca, masticando con exagerada lentitud antes de hablar.

—¿Estudiando?

¿O pensando en Damián?

—preguntó con un tono cargado de picardía, sus ojos chispeando de diversión.

Eliza sintió cómo el calor subía a sus mejillas nuevamente.

No respondió de inmediato, lo cual fue suficiente para que Amanda soltara una carcajada sonora.

—¡Lo sabía!

—exclamó, dándole un ligero empujón en el hombro—.

Vamos, cuéntamelo todo.

¿Qué pasa entre ustedes?

Toda la facultad los ha visto juntos últimamente y… bueno, no me hagas sacar las cuentas de las veces que no llegaste a dormir.

—Entrecerró los ojos con una sonrisa maliciosa—.

Por segunda ocasión, ¿no?

—No sé de qué hablas —murmuró Eliza, bajando la mirada hacia su cuaderno.

Pero Amanda no se dejó engañar.

—Por favor, Eliza.

He visto cómo te mira.

Ese hombre te devora con los ojos cada vez que estás cerca.

Y tú… bueno, tú tampoco eres precisamente muy discreta.

Eliza suspiró profundamente, cerrando el cuaderno con un golpe seco.

Sabía que no tenía sentido intentar esquivar el tema; Amanda era como un sabueso cuando se trataba de chismes.

—Es complicado —admitió finalmente, jugando con el borde de una hoja del cuaderno.

—¿Complicado?

Eso suena interesante.

—Amanda se inclinó hacia ella, claramente emocionada—.

¿Qué tan complicado?

¿Están juntos o no?

Eliza dudó antes de responder.

¿Qué eran exactamente?

Ni siquiera ella lo sabía con certeza.

—No lo sé —dijo al fin, su voz apenas un susurro—.

Hay algo entre nosotros.

Hemos compartido algunos besos… y algo más.

Amanda abrió los ojos como platos antes de soltar un grito ahogado de emoción.

—¡No puede ser!

—exclamó, casi derramando las papas fritas en su entusiasmo—.

¡Cuéntamelo todo!

Pero… espera.

—Su rostro cambió repentinamente a uno más serio—.

¿Qué hay de Luna?

Siempre ha estado detrás de él, ¿no?

¿No te preocupa?

Eliza sintió un nudo formarse en su estómago al escuchar ese nombre.

Luna.

La imagen de aquella mujer furiosa y vulnerable en el apartamento de Damián volvió a su mente como un golpe inesperado.

—Sí, lo sé —respondió con cautela—.

Ellos estuvieron comprometidos… pero él rompió su compromiso meses antes de que iniciara el semestre.

Amanda parpadeó incrédula.

—¿Comprometidos?

—repitió, claramente sorprendida.

Eliza asintió lentamente.

—No me dijo el motivo exacto de la ruptura, pero creo que ella en verdad lo amaba… y eso me hace sentir culpable a veces.

Amanda dejó escapar un silbido bajo, llevándose otra papa frita a la boca mientras procesaba la información.

—Vaya, amiga.

Esto es como un culebrón —dijo finalmente—.

¿Y cómo te sientes con todo esto?

Porque, sinceramente, Damián no es cualquier hombre.

Es uno de los chicos más atractivos del campus… aunque si incluyes a los catedráticos… bueno, Lucian está para morirse también.

—río suavemente al final.

Eliza sintió un escalofrío recorrerle la espalda al escuchar ese nombre; Lucian.

Había intentado apartarlo de su mente, pero su recuerdo era como una marca ardiente en su piel.

Ese encuentro en los elevadores del dormitorio… sus ojos dorados y penetrantes que parecían leer hasta lo más profundo de su alma… Últimamente no lo había visto cerca y, para su desconcierto, moría por sentir siquiera su presencia.

Era desconcertante.

Pero decidió guardar silencio sobre ese tema; ya tenía suficiente drama en su plato sin añadir a Lucian a la mezcla.

Amanda pareció captar el cambio en el rostro de Eliza y desvió la conversación sin insistir más.

—En fin… me gustaría que las cosas entre Marco y yo fueran así de intensas como lo que tú tienes con Damián —dijo con un dejo de melancolía.

Eliza agradeció internamente el cambio de tema; estaba atrapada entre dos hombres que le provocaban emociones tan distintas como contradictorias.

Lucian la atraía como un imán oscuro e irresistible; cada vez que él estaba cerca, sentía cómo su piel ardía bajo su mirada intensa y su toque eléctrico.

Damián, por otro lado, era fuego controlado, tierno y apasionado a la vez, pero con una sombra prohibida que hacía que cada encuentro se sintiera como un pecado.

—Pero ustedes llevan mucho tiempo juntos —dijo Eliza, intentando consolarla—.

¿No es eso romántico?

Amanda suspiró profundamente antes de responder.

—Lo es… pero al ser novios desde tan jóvenes… —Dudó por un momento, mirando las papas fritas olvidadas a un lado—.

Él no ha querido ir más allá.

¿Me entiendes?

Eliza comprendió al instante y asintió con empatía.

—¿Y tú has intentado algo?

—De todo —respondió Amanda con frustración mientras se recostaba en el césped y miraba al cielo con los ojos cerrados—.

Incluso compré un camisón de seda… ya sabes, uno de esos que incluyen orejitas.

—Río amargamente—.

Pero él cubrió mi cuerpo con una bata al instante y salió de la habitación.

Eliza no supo qué decirle al respecto; Amanda era una chica realmente hermosa: alta, esbelta, con curvas pronunciadas que hacían girar cabezas dondequiera que iba.

Cualquier chico en San Diego habría hecho lo imposible por estar con ella… y entonces tuvo una idea.

Una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios mientras miraba a Amanda.

—Sé lo que podemos hacer —dijo finalmente.

La confusión en el rostro de Amanda era evidente, pero Eliza estaba segura de que le encantaría su plan.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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