Emparejada al Alfa Enemigo - Capítulo 58
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58: Lecciones 58: Lecciones Eliza estaba de pie en el claro del bosque, con el aire frío de la madrugada rozando su piel.
Frente a ella, su padre, el Alfa Ronan, se erguía imponente como una montaña, con los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión severa que no dejaba espacio para dudas.
Había algo en él que intimidaba, pero también intrigaba.
Era un hombre que parecía haber visto demasiado, cargando un peso invisible que lo hacía parecer más viejo de lo que realmente era.
—¿Por qué aquí?
—preguntó Eliza, abrazándose con los brazos para protegerse del frío.
Había esperado que las “clases” fueran en el castillo, no en medio de un bosque desolado.
Ronan la miró con sus ojos azules que parecían brillar incluso en la penumbra.
Era la mirada de un Alfa, una mezcla de autoridad y ferocidad que hacía que cualquiera se sintiera pequeño bajo su escrutinio.
—Porque este es nuestro verdadero hogar —respondió con voz grave, señalando el bosque que los rodeaba—.
No importa cuántos castillos construyamos o cuántos libros acumulemos en nuestras bibliotecas.
En el fondo, somos criaturas salvajes.
Aquí es donde realmente pertenecemos.
Eliza tragó saliva, sintiendo el peso de sus palabras.
Había algo crudo y primitivo en lo que decía, algo que resonaba en una parte de ella que apenas comenzaba a comprender.
—Pero yo no… —comenzó a decir, pero Ronan levantó una mano para interrumpirla.
—Sé lo que estás pensando —dijo con calma—.
Que no tienes un lobo.
Que no eres como nosotros.
Pero eso no significa que no formes parte de este mundo.
La sangre corre por tus venas, Eliza.
Es tan nuestra como lo es tuya.
Y aunque no puedas transformarte, hay cosas que debes entender.
Cosas que pueden salvarte… o destruirte.
Eliza avanza lentamente, sintiendo un nudo formarse en su garganta.
Había tantas preguntas acumuladas en su mente, tantas dudas que la habían estado atormentando desde que descubrió la verdad sobre su origen.
Ronan dio un paso hacia ella, su presencia dominando el espacio entre ellos.
—Empecemos por lo básico —dijo—.
¿Qué sabes sobre los hombres lobo?
Eliza se mordió el labio inferior, sintiéndose como una niña pequeña frente a un maestro exigente.
—Sé que… pueden transformarse —respondió con cautela—.
Que tienen… fuerza y sentidos mejorados.
Y he oído hablar del vínculo de compañeros.
Ronan arqueó una ceja al escuchar la última palabra, pero no dijo nada al respecto… todavía.
—Es un comienzo —admitió—.
Pero hay mucho más.
Nuestra transformación no es solo física; es espiritual.
Cuando nos convertimos en lobos, nos conectamos con algo más grande que nosotros mismos; la naturaleza, la manada, incluso la Diosa Luna.
Es un acto de equilibrio y aceptación.
Pero también es peligroso.
Eliza frunció el ceño.
—¿Peligroso?
¿Cómo?
Ronan suspir, como si estuviera recordando algo doloroso.
—Si pierdes el control durante una transformación, puedes convertirte en una bestia sin razón ni propósito.
Hay quienes nunca logran dominarlo… y terminan siendo una amenaza para todos los que los rodean.
Eliza sintió un escalofrío recorrer su espalda al imaginarlo.
Había algo aterrador en la idea de perderse a uno mismo de esa manera.
—Pero tú… tú eres un Alfa —dijo con curiosidad—.
¿Eso significa que tienes más control?
Ronan asintió lentamente.
—Los Alfas nacen con un vínculo más fuerte con su lobo interior.
Nuestra conexión es más profunda, lo que nos da poder… pero también nos exige más responsabilidad.
Como Alfa, mi deber es proteger a mi manada y mantener el equilibrio entre ellos y nuestro mundo.
Eliza lo observó en silencio por un momento antes de hacer la pregunta que había estado rondando en su mente desde hacía días.
—¿Y qué hay del vínculo de compañeros?
—preguntó finalmente, su voz apenas un susurro—.
¿Es cierto lo que dicen?
¿Qué es… inevitable?
Ronan la miró fijamente, su expresión endureciéndose como si hubiera estado esperando esa pregunta.
—El vínculo de compañeros es uno de los aspectos más sagrados y complejos de nuestra existencia —dijo con seriedad—.
Es un lazo predestinado por la Diosa Luna, algo que trasciende el tiempo y el espacio.
Cuando encuentras a tu compañero, sientes una conexión tan profunda que parece imposible ignorarla.
Eliza bajó la mirada, grabando las palabras de Caleb en la biblioteca y la intensidad de lo que sentía cada vez que estaba cerca de Lucian.
—Pero ¿qué pasa si… si alguien no quiere aceptarlo?
—preguntó con cautela.
Ronan suspir profundamente, como si la pregunta le pesara ms de lo que estaba dispuesto a admitir.
—Rechazar a tu compañero es posible —admitió—.
Pero es un acto antinatural.
Va en contra de lo que somos.
El dolor del rechazo puede ser devastador… para ambos.
Algunos nunca se recuperan por completo.
Eliza sintió cómo su corazón se encogía ante sus palabras.
—Y si alguien… ¿abusa de ese vínculo?
—preguntó finalmente, pensando en Lucian y en la forma en que su presencia parecía consumirla por completo.
Ronan frunció el ceño al escuchar su tono y dio un paso hacia ella, colocando una mano firme pero cálida sobre su hombro.
— ¿De quién estamos hablando?
—preguntó con voz grave.
Eliza vaciló por un momento antes de responder, no estaba segura si en realidad Lucian era su compañero.
—De nadie, escucha a Luna ser muy insistente con que Damián era su compañero.
Ronan cerró los ojos por un momento, como si estuviera conteniendo una tormenta dentro de sí mismo.
— La pequeña luna — Soltó un suspiro — Siempre creímos que era seria la futura Luna de esta manada, pero cuando el vínculo de compañeros no se manifestó supimos que no era la indicada.
Eliza bajó la mirada, sintiendo el peso de las palabras de su padre.
Había algo en la forma en que Ronan hablaba, en su tono grave y sus pausas medidas, que hacía que cada frase se sintiera como una sentencia.
Pero no podía dejar de lado las dudas que la carcomían, las preguntas que se acumulaban en su mente como una tormenta a punto de desatarse.
— Si el vínculo de compañeros es algo tan… sagrado, ¿cómo sabe uno que lo ha encontrado?
¿Es algo que simplemente… sucede?
Ronan la observó en silencio durante un largo momento, sus ojos azules perforando los de ella como si intentara leer los secretos que guardaba.
Finalmente, avanzó lentamente y retiró su mano de su hombro.
—El vínculo se manifiesta cuando ambos cumplen dieciocho años —explicó con calma—.
Antes de eso, puede haber señales, destellos de lo que está por venir.
Pero no es hasta que alcanzas esa edad que la conexión se vuelve clara… y poderosa.
Es como un hilo invisible que une dos almas, un llamado que no puedes ignorar.
Eliza sintió un escalofrío recorrer su espalda.
Dieciocho años.
Ella los cumplió antes de llegar a la Universidad, y justo el momento en que sus ojos se posaron en Lucian todo cambio para ella.
—¿Y qué hay del lobo?
—preguntó, esforzándose por mantener la voz firme—.
Dijiste que nuestra transformación es espiritual… ¿cuándo ocurre?
¿Cómo lo sabes?
Ronan inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera evaluando cuánto debía decirle.
—El lobo despierta a los catorce años —respondió finalmente—.
Es un momento crucial, porque no solo es el inicio de tu conexión con tu verdadera naturaleza, sino también una prueba.
Algunos lo aceptan con facilidad; otros luchan contra ello.
Y hay quienes… —su voz se oscureció, como si recordara algo doloroso— quienes nunca lograrán encontrar ese equilibrio.
Eliza tragó saliva, sintiendo una punzada de vacío en su pecho.
Catorce años.
Había pasado esa edad hacía mucho tiempo, y aún así… no había lobo en su interior.
—¿Qué pasa si alguien nunca encuentra a su lobo?
—preguntó en voz baja, temiendo la respuesta.
Ronan la miró con una mezcla de compasión y dureza.
—Es raro… pero sucede —admitió—.
Aquellos que no pueden transformarse son diferentes, pero no por ello menos importantes.
La sangre sigue corriendo por sus venas, y su lugar en la manada sigue siendo vital.
Sin embargo… —hizo una pausa, como si eligiera cuidadosamente sus palabras—… también significa que su conexión con el vínculo de compañeros podría nunca existir o podrías nunca sentirlo.
Eliza sintió cómo el nudo en su garganta se apretaba aún más.
Todo parecía girar en torno a ese vínculo, a esa conexión predestinada que ella no estaba segura de querer aceptar.
Pero había algo más que necesitaba saber.
—Si alguien encuentra a su compañero… pero no siente lo mismo… —dudó antes de continuar—.
¿Eso significa que el vínculo no es real?
¿O simplemente está roto desde el principio?
Ronan soltó un suspiro profundo, como si la pregunta le pesara más de lo que estaba dispuesto a admitir.
—El vínculo nunca está roto —dijo finalmente—.
Pero puede ser ignorado, resistido… aunque hacerlo va en contra de nuestra propia naturaleza.
La Diosa Luna no comete errores al unir dos almas.
Si uno de los dos no siente lo mismo, es porque algo los está bloqueando; miedo, orgullo o incluso dolor pasado.
Pero el vínculo siempre está ahí… esperando.
Eliza apartó la mirada, sintiendo una mezcla de alivio y confusión.
No podía evitar pensar en Lucian, en cómo su mera presencia parecía consumirla por completo.
Había algo en él que era tan magnético como aterrador, algo que despertaba en ella emociones que no estaba lista para confrontar.
— ¿Cómo… cómo sabes si alguien es tu compañero?
—preguntó finalmente, levantando la mirada para encontrarse con los ojos de Ronan.
Su padre la observó con una intensidad que hizo que se le erizara la piel.
—Lo sabrás —dijo simplemente—.
Es algo que no se puede explicar con palabras.
Es una fuerza que te atrae hacia esa persona, como si fueran dos mitades del mismo todo.
Sus emociones se vuelven tuyas; su dolor es tu dolor; su felicidad es tu felicidad.
Es un amor tan profundo y primitivo que no puedes escapar de él… aunque quisieras.
Eliza sintió cómo su corazón latía con fuerza contra su pecho al escuchar esas palabras.
Era exactamente lo que sentía cada vez que estaba cerca de Lucian; esa atracción inexplicable, ese fuego que ardía dentro de ella y que no podía apagar.
Pero no podía decírselo a Ronan.
No todavía.
—Gracias por explicarme todo esto —dijo finalmente, intentando mantener la voz firme—.
Creo que necesito tiempo para procesarlo.
Ronan ascendió, aunque la miró con una expresión que sugería que sabía más de lo que decía.
El amanecer ya estaba comenzando, pero la mente de Eliza iba y venía con tanta información que su padre le había dado.
— Creo que es suficiente por hoy — Explico Ronan mientras la observaba con cautela — Ve y desayuna algo, necesitas muchas energías.
Eliza avanza lentamente antes de girarse y comenzar a caminar hacia el castillo.
No podía apartar sus pensamientos de Lucian, ¿Será el compañero destinado?
¿Qué significa toda esta nueva información?
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