Emparejada al Alfa Enemigo - Capítulo 63
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- Capítulo 63 - 63 Al filo de la tentación
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63: Al filo de la tentación 63: Al filo de la tentación El reflejo en el espejo me devolvía una imagen que apenas reconocía.
Mi ceño se frunció mientras ajustaba las correas del nuevo traje que me había entregado Caleb hace unos días.
Era un regalo de Ronan, una prenda tan letal como hermosa.
El cuero negro se ceñía a mi cuerpo como una segunda piel, diseñada para protegerme y, al mismo tiempo, destacar cada curva.
Las correas en mis muslos sostenían las dagas que ahora eran una extensión de mí misma.
El material, suave pero resistente, parecía haber sido hecho para una guerrera.
Pero ¿era realmente eso lo que era?
Con un suspiro pesado, comencé a trenzar mi largo cabello, dejando que la trenza cayera por mi espalda.
Algunos mechones sueltos enmarcaban mi rostro, recordándome a la chica que había sido antes de todo esto.
Habían pasado en solo un mes.
Y no era la muchacha asustada y confundida que había llegado al castillo.
Ahora, era algo más.
Algo más fuerte.
O al menos eso quería creer.
Mientras caminaba por los interminables pasillos del castillo, no podía evitar pensar en lo irónico de todo esto.
Hija del Alfa Ronán.
Hermana del futuro Alfa de la manada Sangre de Hierro.
Era un título que no había pedido y que no sabía si merecía.
Las sirvientas del castillo la habían comenzado a tratar diferente, no es que fueran malas; sin embargo, eran groseras y le lanzaban miradas de odio, intuía que era por Damián ya que al ser el futuro Alfa todas esperaban que este las metiera en su cama y en su defecto este las convirtiera en futuras Lunas… aun no comprendo del todo esta extraña jerga, toda la historia es extraña y aun la mareaba.
Baje al salón de entrenamiento, donde el aire olía a sudor y cuero.
Caleb ya estaba allí, esperándola con los brazos cruzados y una expresión seria que nunca pareció abandonar su rostro.
Su postura era la de un guerrero experimentado, alguien que había visto demasiadas batallas para contar.
Aunque desde que sabía que era la “pequeña dama”, como el mismo me había apodado, había algo diferente en él, algo que no terminaba de descifrar.
—Llegas tarde —dijo sin preámbulos, señalando la colchoneta en el centro del salón.
—No sabía que había un cronómetro corriendo —respondí con sarcasmo mientras me acercaba, intentando ignorar el leve temblor en mis manos.
Caleb arqueó una ceja, pero no dijo nada más.
En lugar de eso, dio un paso hacia adelante y adoptó una postura defensiva.
—Hoy trabajaremos combatiendo cuerpo a cuerpo —anunció—.
Quiero ver cómo manejas la presión.
Prepárate.
No tuve tiempo ni de asentir antes de que se lanzara hacia mí con una velocidad casi inhumana.
Su ataque inicial me tomó completamente por sorpresa; intenté esquivarlo, pero fue inútil.
Sus movimientos eran precisos, calculados… letales.
Antes de darme cuenta, ya estaba en el suelo, su peso inmovilizándome contra la colchoneta.
En un descuido me derribo, fue un movimiento tan rápido que no pude reaccionar, aunque que pudiera darme cuenta ya estaba sobre mí, sus rodillas a ambos lados de mis muslos, presionando sus caderas con las mías manteniéndome inmovilizada, una de sus manos mantenía mis muñecas presas sobre mi cabeza, mientras con su mano libre sacaba cada una de mis dagas de su lugar.
Trate de luchar, pero me fue inútil, su peso me mantenía atrapada, sus ojos marrones intensos viendo los míos; el darme cuenta de la situación y de la presión que algunas partes de su cuerpo hacían al mío, logro sacarme un escalofrió por mi columna.
—Demasiado lenta —murmuró cerca de su oído, su voz baja y grave.
Aprete los dientes y trate de liberarme nuevamente, pero las manos del chico tan pálidas como la nieve la mantenían presa entre su cuerpo y la colchoneta.
—¿Es esto todo lo que tienes?
—preguntó con un tono burlón mientras inclinaba ligeramente su rostro hacia mí.
—¡Suéltame!
—grite, usando toda la fuerza que pudo reunir para intentar girarse.
—Haz que te suelte —respondió él con una sonrisa ladeada.
La frustración ardía en mi pecho, odiaba que me hicieran sentir débil.
Mientras más me movía, los ojos de Caleb se volvían más obscuros, fijos en mí.
Su cercanía era asfixiante, un delicioso olor a naranjas inundo mi nariz, ¡Carajo!
Era el.
Podía sentir su respiración contra mi piel, y el calor de su cuerpo parecía envolverla por completo.
Con un grito de determinación, logre mover una pierna lo suficiente como para golpearlo en el costado.
Caleb gruñó y aflojó su agarre lo justo para que pudiera girarme y empujarlo hacia atrás.
Ahora era ella quien estaba sobre él, sujetándolo por las muñecas mientras trataba de recuperar el aliento.
—Eso es mejor —dijo él con una sonrisa que hizo que algo dentro de mí se retorciera— Pero sigues dejando tu guardia baja.
Antes que pudiera procesar sus palabra, invirtió nuevamente las posiciones una facilidad que me resulto humillante.
Intente apartar la mirada, pero sus ojos obscuros me veían con una determinación inquietante.
No iba a perder la batalla de miradas.
—Estás distraída —murmuró cerca de mi oído, su voz un susurro cargado de intención—.
En una pelea real, eso te costaría la vida.
—No estoy distraída —mentí entre dientes, aunque ambos sabíamos que no era cierto.
Por un breve momento, pude ver como sus ojos se posaron en mis labios y luego volvieron a mis ojos.
Mi corazón se aceleró un poco.
Pero no quería nada romántico en mi vida, después de lo que paso con Damián todo había sido tan traumático; pero aquí estaba ella, con el corazón acelerado por otro chico.
—¿No?
—repitió él con un tono desafiante— Entonces demuéstralo.
Con un movimiento desesperado y lleno de rabia reprimida, golpeé su frente con la mía.
Caleb gruñó sorprendido y aflojó su agarre lo suficiente para permitirme darle un rodillazo en el muslo y rodar fuera de su alcance.
En cuestión de segundos estaba sobre él nuevamente, una daga en mi mano presionando contra su cuello mientras lo miraba fijamente desde arriba.
—Eso fue… mejor —admitió después de unos segundos, pasando una mano por su cabello oscuro mientras me observaba con algo parecido al orgullo en sus ojos— Pero aún tienes mucho que aprender.
—¿Mejor?
—repliqué con sarcasmo— Si fuera una pelea real estarías muerto.
Su sonrisa burlona regresó mientras me miraba desde abajo con esa maldita confianza que parecía ser parte de él como su propia piel.
—Tal vez —concedió— Pero no olvides que podría derribarte otra vez en cuestión de segundos si quisiera.
Estás mejorando rápido… pero aún eres mía para vencer.
Antes de que pudiera responderle o disfrutar siquiera un segundo de mi victoria momentánea, Caleb giró rápidamente nuestras posiciones una vez más con una destreza humillante.
Ahora estaba sentada sobre él pero sin control alguno; sus manos firmes descansaban en mis caderas mientras nuestros rostros quedaban peligrosamente cerca el uno del otro.
Podía sentir su respiración cálida contra mis labios y el mundo entero pareció detenerse alrededor nuestro.
Por un instante pensé que iba a besarme; cerré los ojos instintivamente esperando sentir sus labios contra los míos… pero entonces un gruñido profundo resonó en el salón como un trueno desgarrador que hizo vibrar hasta mis huesos.
Abrí los ojos sobresaltada mientras Caleb retiraba sus manos rápidamente de mis caderas y yo me levantaba torpemente de su regazo con las mejillas ardiendo de vergüenza y algo más que no quería nombrar.
Los ojos de Damián pasaron de mi a su amigo; yo hui antes que el dijera palabra alguna.
— Tengo que ir a la universidad — Solté nerviosamente, pasé junto a Damián con la vista baja, no quería verlo a los ojos.
—Mañana trabajaremos en tu resistencia.
Gire mi vista y pude ver una sonrisita en la cara de Caleb, mientras podía sentir la mirada de Damián, gélida sobre mí, no esperaba que dijera algo, pero se aclaró la garganta un momento.
— Ese traje te queda increíble — Dijo mientras se acercaba con pasos lentos — Queda increíble con la moto que compre para ti.
Me quede helada, ¿compro una moto para mí?, parpadee un poco mientras sus manos cálidas acomodaban un mechón de cabello de tras de mi oreja, ya no se sentía prohibido, se sentía fraternal.
Dibuje una sonrisa en mi rostro, cuando sus ojos cálidos me aseguraron que podríamos superar todo lo que había pasado y formar un vínculo de hermandad.
Lo había ansiado.
Siempre quise tener un hermano mayor que cuidara de mi… o incluso para patearle el culo.
Me entrego unas llaves y continuo — Es la Kawasaki Ninja H2, en color negro que habías dicho que quieras — dijo mientras se giraba nuevamente a Caleb — En mi despacho en una hora.
Me fui corriendo a mi habitación, me di una ducha rápida, rebusque entre mi ropa y me di cuenta que también había cambiado un poco el estilo de mi vestimenta, me quede un poco sorprendida porque no lo había visto venir, tome otro de los trajes negros que Ronan había enviado hacer para mí, me di cuenta que había dejado mis dagas en el salón de entrenamiento, me ocuparía de eso luego, tome una sudadera de capucha y la deslice sobre mi cabeza, poco maquillaje como siempre, me puse unas botas de combate negras, varios pares… obsequios de Ronan, o ¿debería decir mi padre?
Ajuste las botas y ajuste mi cabello en una coleta alta; baje rápidamente al garaje y disfrute la hermosa vista de mi nueva motocicleta, un casco azul celeste se encontraba en el asiento y una nota de Damián pegada en ella.
“Eres la princesa de la manada Sangre de Hierro, me enorgulleces” sentí un calor de hogar incontrolable, las lágrimas casi se asoman por mis ojos, siempre había deseado ser la princesa de papa, y ahora hasta un hermano mayor había logrado obtener.
Guardé la nota en una de mis libretas y cerré a mochila que llevaba sobre mis hombros, me puse el casco y encendí la moto.
El rugido del motor resonaba en el aire.
El viento helado golpeaba mi rostro, aunque el casco me protegía del frío.
Aceleré por la carretera que serpenteaba entre colinas, dejando atrás el castillo ahora era mi hogar.
Las emociones se arremolinaban dentro de mí como un huracán implacable.
Ronan, mi padre.
Damián… o Damián, las cosas habían iniciado de una manera tan extrañan, esa conexión tan grande que sentíamos era nuestra sangre reconociéndose; ¿Quiere decir que gracias a el mi lobo se va a despertar?, todo esto es tan nuevo para mí y de cierta manera no puedo evitar sentir que es el camino correcto, siempre me he sentido más “salvaje” que el resto de las chicas de mi edad; sin embargo, ahora Damián era mi medio hermano y no estaba bien sentir deseo por él.
Al menos yo no lo he deseado.
El campus se alzaba frente a mí como un oasis de normalidad, pero incluso esa normalidad se sentía ajena, distante.
Habían pasado dos semanas desde que Ronan había solicitado el permiso especial para que me ausentara de clases.
Dos semanas en las que mi mundo había cambiado por completo.
Marco y Amanda habían dejado infinidad de mensajes, sabía que estaban preocupados, prácticamente había desaparecido de un día para otro.
¿Cómo podría explicarles esta situación?
— Hola recuerdan que tenía un romance apasionado con Damián, pues resulta que es mi medio hermano, hombre lobo que me cogí.
Solo la idea le provoco asco.
Aparqué la moto en el estacionamiento y me quité el casco, dejando que el aire fresco acariciara mi rostro, dejando libre mi coleta alta.
Respire hondo, intentando calmar los latidos frenéticos de mi corazón.
Pero no podía ignorar la sensación persistente de que alguien me observaba.
Era como si una mirada gélida se posara en mi nuca, giré mi cabeza a diferentes partes, pero no vi nada.
Sacudí la cabeza, intentando despejar esos pensamientos.
Tenía cosas más importantes en las que concentrarme.
Mientras caminaba hacia el dormitorio asignado, noté cómo algunas miradas se posaban en mí.
Tal vez era el traje negro ajustado o las botas de combate que Ronan me había regalado.
Ya no era la típica estudiante universitaria y lo sabía.
Cuando llegué a mi habitación, las paredes desnudas y el mobiliario básico me dieron la bienvenida con un silencio abrumador.
Dejé caer mi mochila sobre la cama y saqué la nota de Damián.
La leí una vez más, dejando que las palabras se grabaran en mi mente.
“Eres la princesa de la manada Sangre de Hierro…” ¿Qué significaba realmente eso?
¿Qué esperaba él de mí?
¿Qué esperaba Ronan?
Me senté en el borde de la cama y dejé que las lágrimas finalmente fluirían.
No eran lágrimas de tristeza ni de alegría; Eran lágrimas de confusión, de agotamiento emocional.
Había pasado tanto tiempo deseando pertenecer a algo, tener una familia que me aceptara por quien era.
Y ahora que lo tenía, no sabía cómo manejarlo.
Mi teléfono vibró en el bolsillo de mi sudadera y lo saqué con manos temblorosas.
Era un mensaje de Caleb: “Entrenamiento mañana a las 6 am No llegues tarde”.
Sus palabras eran directas, casi frías, pero había algo en su tono que siempre lograba tranquilizarme.
Mi cuerpo se erizo de un momento a otro y supe que no estaba sola.
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