Emparejada al Alfa Enemigo - Capítulo 65
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- Capítulo 65 - 65 La tensión se corta con un cuchillo
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65: La tensión se corta con un cuchillo 65: La tensión se corta con un cuchillo El rugido de la motocicleta resonó en el aire mientras Eliza atravesaba el largo camino que llevaba al castillo de su padre.
Las sombras de los árboles se alargaban bajo la tenue luz del crepúsculo, creando un escenario que parecía sacado de una pesadilla.
La luna, apenas visible entre las nubes, parecía observarla con un ojo frío y distante.
Se detuvo frente a la gran entrada, apagando el motor mientras sus botas tocaban el suelo con un golpe seco.
El aire estaba cargado de tensión, algo que Eliza sintió de inmediato.
Un murmullo constante provenía del interior del castillo, mezclado con pasos apresurados y voces que se alzaban más de lo normal.
Algo estaba ocurriendo, algo grande.
Mientras caminaba hacia la puerta principal, notó cómo los guardias la miraban de reojo, sus expresiones rígidas y serias.
Nadie se molestó en saludarla, lo cual no era extraño, pero esta vez había algo más en sus miradas una mezcla de nerviosismo y recelo.
—¿Qué demonios está pasando aquí?
—murmuró para sí misma mientras empujaba las pesadas puertas de madera y entraba al vestíbulo principal.
El bullicio era aún más evidente dentro del castillo.
Sirvientes corrían de un lado a otro, cargando bandejas, arreglando decoraciones y murmurando entre ellos con expresiones tensas.
Eliza frunció el ceño mientras se dirigía a la cocina, el lugar donde siempre encontraba a Margaret.
Al entrar en la cocina, el caos era palpable.
Margaret estaba en el centro de todo, dando órdenes con voz firme mientras sus manos trabajaban rápidamente en una masa de pan.
Su cabello gris estaba recogido en un moño apretado, pero algunos mechones rebeldes caían sobre su frente debido al evidente estrés.
—Margaret —llamó Eliza, apoyándose contra el marco de la puerta—.
¿Qué está pasando aquí?
Parece que alguien declaró la guerra.
Margaret apenas le dedicó una mirada antes de volver su atención a la masa que amasaba con furia.
—Esta noche tenemos un invitado importante —respondió rápidamente, su tono seco y cortante—.
Un alfa…
uno de los grandes.
Viene a entregar la invitación para el Baile de Luna Carmesí.
Eliza arqueó una ceja, cruzándose de brazos mientras observaba a Margaret con atención.
—¿Y eso justifica todo este alboroto?
—preguntó con cierto sarcasmo—.
¿No es solo un baile más?
Margaret dejó escapar un suspiro exasperado y finalmente se detuvo lo suficiente como para mirarla directamente a los ojos.
—No tienes idea de lo que estás diciendo, niña —replicó con severidad—.
Este no es cualquier alfa.
Es Lucian Nightshade.
Eliza sintió cómo su corazón daba un vuelco al escuchar ese nombre.
Su mente se llenó instantáneamente con imágenes del hombre que había marcado su vida de formas que aún no lograba entender del todo.
Su aroma, su presencia imponente… y el vínculo que ahora compartían.
Todo eso volvió a ella como un torrente incontrolable.
—¿Lucian?
—repitió en un susurro, más para sí misma que para Margaret.
—Sí —confirmó Margaret, volviendo a concentrarse en su tarea—.
Y no viene solo a entregar una invitación.
Hay tensiones entre tu padre y él desde hace años.
Esta visita podría ser…
complicada.
Eliza tragó saliva, sintiendo cómo una mezcla de emociones comenzaba a arremolinarse en su interior: ansiedad, frustración… y algo más oscuro que no quería admitir.
Apenas había comenzado a adaptarse a los cambios que Lucian había provocado en ella, y ahora él estaba aquí, en su territorio.
—¿Se quedará mucho tiempo?
—preguntó finalmente, tratando de mantener su voz neutral.
Margaret asintió sin levantar la vista.
—El fin de semana completo.
Tu padre insiste en mostrar hospitalidad, aunque todos sabemos que esto es más una tregua tensa que una visita cordial.
Eliza asintió lentamente, sus pensamientos corriendo a mil por hora mientras trataba de procesar la información.
Sin decir nada más, se dio la vuelta y salió de la cocina, sus pasos resonando en los pasillos vacíos mientras se dirigía a su habitación.
Al llegar, cerró la puerta detrás de ella y se apoyó contra la madera, dejando escapar un largo suspiro.
No podía evitar sentir cómo su cuerpo reaccionaba ante la idea de volver a ver a Lucian.
Había tratado de mantenerlo fuera de sus pensamientos desde aquella noche… pero sabía que era inútil.
El vínculo entre ellos era como una cadena invisible que tiraba de ella sin piedad.
Eliza apenas había tenido tiempo de calmar su mente cuando un suave golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos.
Se enderezó, alisando con nerviosismo los pliegues de su sudadera antes de responder.
—Adelante.
La puerta se abrió lentamente, revelando a Luna, quien entró con pasos ligeros pero seguros.
Llevaba un vestido negro ajustado que resaltaba su figura esbelta, y su cabello oscuro caía en ondas perfectamente cuidadas sobre sus hombros.
Sus ojos, de un tono ámbar profundo, se clavaron en Eliza con una mezcla de preocupación y complicidad.
—Sabía que estarías aquí encerrada, tratando de evitar el caos —dijo Luna con una sonrisa ladeada mientras cerraba la puerta tras ella—.
Pero no puedes esconderte para siempre.
Tu padre ya está preguntando por ti.
Eliza bufó y se dejó caer en la cama, apoyando la cabeza contra la pared.
—¿Qué quiere ahora?
—preguntó con evidente irritación.
Luna se acercó a la ventana, corriendo ligeramente las cortinas para dejar entrar un poco más de luz.
La tenue claridad del crepúsculo iluminó su rostro mientras hablaba.
—Quiere verte en el despacho.
Supongo que quiere prepararte para lo que viene.
Se que aun te falta mucho por aprender de la política y alianzas en las manadas; tu padre siempre es precavido y calculador.
Eliza rodó los ojos, pero no dijo nada.
Sabía que Luna tenía razón; en el poco tiempo que había estado en la manada y por como era en sus lecciones diarias, sabia que no era alguien que dejara las cosas al azahar.
Luna se giró hacia ella, cruzándose de brazos mientras la estudiaba con atención.
—Deberías arreglarte un poco antes de bajar.
La cena es semi formar, te recomiendo algún vestido y que te arregles el cabello.
Luna había estado más relajada últimamente, habían formado una amistad muy bonita, sentía que tenía una cómplice con quien contar; sobre todo porque había cosas que no podía compartir con Amanda.
—Escucha, Eliza.
Se que todo esto es nuevo para ti — tomo la silla del tocador y se sentó frente a ella — Debes tener mucho cuidado de no ofender a Lucian.
Eliza levantó la mirada hacia Luna, encontrando en sus ojos una sinceridad que rara vez mostraba.
Había algo reconfortante en su presencia, pero también un peso en sus palabras que no podía ignorar.
—¿Crees que voy a ofenderlo?
—preguntó con un toque de sarcasmo—.
No soy tan imprudente como para provocar a un alfa en mi propio territorio.
Luna arqueó una ceja, claramente poco convencida.
—No es cuestión de imprudencia, Lucian es muy peligroso — soltó un suspiro — el culpa a la manada de la muerte de su padre.
Eliza soltó un grito ahogado, su rostro paso al horror y Luna continuo.
— Hace apenas unos 17 años todos los Alfas habían sido convocados ante el consejo, se rumoreaba que había un plan para desmantelar el consejo — hizo una pausa y dudo un poco — Crane el padre de Lucian fue emboscado por mas de 50 hombres, dicen que eran hombres de nuestra manada, pero tu padre lo negó rotundamente, Lucian paso a ser Alfa, a pesar de tener casi 150 años es el Alfa mas Joven de todos los que forman el consejo.
Eliza suspiró, frotándose las sienes mientras trataba de calmar el torbellino de emociones que la consumía; si Lucian la odiaba por pensar que era una humana, ella estaba segura de que al darse cuenta de que era hija de Ronan, si odio seria mayor.
Se estremeció solo de pensarlo.
—Gracias, Luna — dijo mientras se levantaba de la cama — iré a ver a mi padre.
Luna le dedicó una sonrisa tranquilizadora antes de despedirse con un gesto de la mano.
— Ponte algo lindo para esta noche, recuerda que eres la princesa de la manada — dijo mientras volvía a su típico rostro serio.
Mientras caminaba hacia el despacho de su padre, Eliza sintió cómo sus pasos resonaban en los muros del castillo como un eco ominoso.
Cada paso la acercaba más al hombre que había cambiado su vida para siempre… será que su padre si es la persona despiadada que Lucian piensa o ¿alguien le habrá tendido una trampa a su padre?
Eliza respiró hondo antes de tocar la puerta del despacho de su padre.
Los ecos de su vida reciente revoloteaban en su mente como sombras inquietas, y el peso de lo que estaba por venir se sentía como una losa sobre sus hombros.
La voz grave de Ronan resonó al otro lado, invitándola a entrar, y Eliza empujó la puerta lentamente, encontrándose con la imponente figura de su padre detrás del enorme escritorio de madera oscura.
Ronan levantó la vista, sus ojos azuleas evaluándola con una mezcla de orgullo y severidad.
Sus rasgos eran duros, marcados por años de liderazgo y decisiones difíciles, pero había algo en su mirada que suavizaba su presencia cuando se dirigía a ella.
—Eliza —dijo, inclinándose ligeramente hacia adelante—.
Siéntate.
Tenemos mucho de qué hablar.
Ella obedeció, ocupando una silla frente al escritorio.
El aire en la habitación era denso, cargado de la autoridad que Ronan irradiaba naturalmente.
A pesar de las tensiones entre ellos desde que descubrió su verdadera herencia, Eliza no podía negar que había algo reconfortante en la firmeza de su padre, como si incluso en medio del caos él pudiera sostener el mundo entero en sus manos.
—Sabes por qué Lucian está aquí, ¿verdad?
—preguntó Ronan, sin rodeos.
Eliza asintió lentamente.
No confiaba en su voz para responder sin delatar la tormenta de emociones que bullía en su interior.
—Bien.
Pero hay algo más que debes saber.
—Ronan se levantó y caminó hacia una ventana, cruzando los brazos mientras miraba hacia el horizonte—.
En unas cuantas semanas será el Baile de la Luna Carmesí.
Es una tradición antigua entre las manadas, un evento que simboliza la unidad y las alianzas entre nosotros.
Este año, Lucian es el anfitrión.
Eliza sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
La idea de estar en un evento formal bajo la mirada intensa y probablemente hostil de Lucian era suficiente para hacerla querer desaparecer.
—¿Y que necesitas de mí?
—preguntó finalmente, tratando de mantener su tono neutral.
Ronan se giró hacia ella, sus ojos perforándola con intensidad.
—Este será el primer evento formal en el que el consejo sabrá de tu existencia como mi hija.
—Hizo una pausa, dejando que sus palabras se asentaran—.
Muchos te llamarán mestiza, un término que intentarán usar para menospreciarte por tu sangre humana.
Pero quiero que recuerdes algo; para mí, no hay mayor orgullo que tenerte como hija.
Ella parpadeó, sorprendida por la sinceridad en la voz de su padre.
Había esperado una advertencia, tal vez incluso una reprimenda sobre cómo comportarse frente al consejo, pero no esto.
Su corazón se apretó ante las palabras de Ronan, aunque también sintió el peso adicional de lo que significaban.
—¿Por qué ahora?
—preguntó en voz baja—.
¿Por qué decidiste presentarme al consejo justo en este evento?
Ronan volvió a su silla y se inclinó hacia ella, sus manos entrelazadas sobre el escritorio.
—Porque es inevitable.
Los rumores sobre ti ya han comenzado a circular.
Si no lo hacemos ahora, lo harán ellos a su manera, y no pienso permitir que nadie controle la narrativa sobre quién eres o lo que representas para esta manada.
Eliza asintió lentamente, procesando sus palabras.
Sabía que tenía razón, pero eso no hacía que el peso de lo que estaba por venir fuera más fácil de soportar.
—Hay algo más que debes saber sobre Lucian —continuó Ronan, su voz bajando un tono—.
Él no solo alberga rencor hacia nuestra manada por la muerte de su padre; también está buscando cualquier excusa para debilitarnos políticamente ante el consejo.
No confíes en él, Eliza.
Es astuto y calculador.
Mantente alejada de el, es peligroso y no quiero que salgas lastimada.
Eliza tragó saliva, recordando las palabras de Luna y el peligro que representaba Lucian.
La combinación de todo esto era abrumadora, pero también sabía que no podía permitirse mostrar debilidad.
—Lo entiendo —respondió finalmente—.
Haré lo que sea necesario para proteger a la manada… y a mí misma.
Ronan asintió con aprobación antes de levantarse nuevamente y caminar hacia ella.
Colocó una mano firme pero reconfortante sobre su hombro.
—Eres más fuerte de lo que crees, Eliza.
Y cuando llegue el momento, demostrarás a todos que no eres alguien a quien subestimar.
Ella levantó la mirada hacia él, encontrando en sus ojos una chispa de algo que no había visto antes: fe en ella.
Por primera vez desde que llegó a este mundo nuevo y peligroso, sintió que tal vez podría enfrentarlo… aunque todavía no sabía cómo.
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