Leer Novelas
  • Completadas
  • Top
    • 👁️ Top Más Vistas
    • ⭐ Top Valoradas
    • 🆕 Top Nuevas
    • 📈 Top en Tendencia
Avanzado
Iniciar sesión Registrarse
  • Completadas
  • Top
    • 👁️ Top Más Vistas
    • ⭐ Top Valoradas
    • 🆕 Top Nuevas
    • 📈 Top en Tendencia
  • Configuración de usuario
Iniciar sesión Registrarse
Anterior
Siguiente

Emparejada al Alfa Enemigo - Capítulo 67

  1. Inicio
  2. Todas las novelas
  3. Emparejada al Alfa Enemigo
  4. Capítulo 67 - 67 Me uso
Anterior
Siguiente
Tamaño de Fuente
Tipo de Fuente
Color de Fondo

67: Me uso 67: Me uso El rugido ensordecedor de las hélices del helicóptero llenaba el aire, una sinfonía mecánica que resonaba en mi pecho como un tambor de guerra.

Me hundí en el asiento de cuero negro, sintiendo su firmeza bajo mi peso mientras mis ojos se perdían en el paisaje que se extendía bajo nosotros.

Los bosques se desplegaban como sombras interminables, un manto oscuro que parecía reflejar el peso que cargaba en mi alma.

Era un panorama hipnótico, pero la belleza de la naturaleza no bastaba para distraerme de las tormentas que rugían en mi interior.

El Baile Luna Carmesí.

Había solicitado ser el anfitrión, una maniobra calculada que me otorgaba ventajas estratégicas.

Todo el protocolo ceremonial y los preparativos previos me ofrecían una excusa perfecta para visitar la manada Sangre de Hierro.

Y, más importante aún, me daba la oportunidad de confirmar si Damián había tenido la osadía de reclamar a Eliza como suya.

Solo imagino a ese imbécil cerca de mi hembra hacía que la furia se desbordara en mi interior como lava ardiente.

Sin darme cuenta, mis puños se habían cerrado con tal fuerza que los nudillos se tornaron blancos.

—¿Estás bien?

—La voz grave de Jaxon me sacó de mis pensamientos.

Su preocupación era evidente, y no era para menos; Él podía sentir la tormenta que rugía en mi pecho.

—Estoy bien —mentí, aunque ambos sabíamos que estaba lejos de estarlo.

Habíamos comenzado nuestras visitas con otras manadas para no levantar sospechas.

La cena formal de invitación al baile era crucial, una tradición que no podía ser ignorada.

Como anfitrión, era mi deber entregar personalmente las invitaciones a cada manada.

A cambio, recibiendoa la daga para el Pacto de Luna, un símbolo de paz entre las manadas que sería exhibido durante el baile.

Qué irónico que yo sería quien rompería esa paz.

La sola idea me arrancó una sonrisa amarga.

Luca, mi lobo interior, estaba inquieto.

Él no compartía mi visión fría y calculadora; Estaba emocionada por ver a Eliza nuevamente.

El encuentro con ella esa tarde había dejado una marca imborrable en mí, una necesidad primitiva que ardía en cada fibra de mi ser.

Por la Diosa Luna… Eliza.

Su nombre resonaba en mi mente como un eco persistente, una melodía que se negaba a desaparecer.

El vínculo nos arrastraba hacia ella sin piedad.

Su aroma seguía grabado en mi memoria, dulce y salvaje, como una promesa que nunca podría cumplir.

Pero más allá del deseo estaba la realidad cruel: ella era humana.

Una simple humana que debía rechazar.

Su existencia interferiría con mis aviones; Yo debía ser el Rey Alfa.

Yo.

No había espacio para debilidades ni distracciones.

Sin embargo, también estaba mi plan de venganza contra los hermanos de Sangre.

Utilizaría a Eliza como una pieza clave en mi estrategia.

Me quedaría con ella, la haría mía y la convertiría en mi esclava sexual.

Haría que Damián sufriera su pérdida, que supiera que todas las noches ella estaría gimiendo en mi cama y durmiendo en las mazmorras del castillo.

El pensamiento surgió una chispa de furia en Luca; él no estaba de acuerdo conmigo.

Él la quería.

Él ya la había aceptado.

—Señor Nightshade —la voz del piloto interrumpió mis pensamientos—, llegaremos al castillo en diez minutos.

Asentí sin mirarlo, mis ojos fijos en el horizonte mientras los árboles se convertían en una línea borrosa bajo nosotros.

La tensión en mi pecho aumentaba con cada segundo que nos acercábamos al castillo Sangre de Hierro.

Sabía que esta visita no sería solo un intercambio de cortesías; Era un juego peligroso de poder y política.

Ronan buscaba mostrar hospitalidad, pero ambos sabíamos que bajo esa fachada se ocultaba una tregua frágil y llena de resentimientos.

Cuando finalmente aterrizamos, el aire frío me tocó como un recordatorio de la hostilidad que me esperaba.

Bajé del helicóptero con pasos firmes y calculados, mi presencia imponente haciendo que los guardias del castillo se tensaran al instante.

Sus miradas nerviosas eran casi divertidas; Sabía quién era yo y lo que representaba.

Pero no tenía tiempo para ellos ni para sus temores insignificantes.

Mi estaba atención fija en la gran entrada del castillo, donde las pesadas puertas de madera se alzaban como un portal hacia lo inevitable.

El bullicio dentro del castillo era palpable incluso desde afuera.

Podía escuchar los murmullos y pasos apresurados, como si todo el lugar estuviera en un estado de alerta constante.

Sonreí para mí mismo; Ronan siempre había sido precavido, calculador hasta el extremo.

Pero esta vez, no sería suficiente.

Los guardias abrieron las puertas ante mi llegada, y el interior del castillo me envolvió con su opulencia fría y calculada.

Las paredes estaban adornadas con tapices antiguos que narraban historias de gloria y sangre; El suelo de mármol reflejaba el brillo tenue de los candelabros suspendidos sobre nuestras cabezas.

Pero no eran los detalles arquitectónicos lo que capturaba mi atención; era la energía palpable en el aire, una mezcla de tensión y desafío.

Ronan apareció al final del salón principal, su figura imponente destacando entre los demás presentes.

Sus ojos oscuros me estudiaron con cautela mientras avanzaba hacia él con pasos firmes y decididos.

Era un hombre acostumbrado a liderar, pero también sabía reconocer a un enemigo cuando lo veía.

—Nightshade —dijo con voz profunda y controlada—.

Bienvenido al castillo Sangre de Hierro.

—Ronan —respondí con una leve inclinación de cabeza, manteniendo la fachada de cortesía.

El intercambio inicial fue breve pero cargado de significado; cada palabra era una pieza en el tablero del juego político que ambos sabíamos jugar demasiado bien.

Sin embargo, mientras hablábamos, mis pensamientos se desviaron hacia ella… Eliza.

Sabía que estaba aquí, sabía que pronto la vería nuevamente.

Y cuando eso sucediera, nada podría detenerme.

Mientras Ronan continuaba hablando sobre los preparativos del baile y las formalidades del pacto, mi mirada vagó por el salón, pero no la vi.

Mis sentidos estaban en alerta, cada fibra de mi ser buscando ese aroma que me volvía loco, ese rastro de vainilla salvaje que siempre anunciaba su presencia antes incluso de que ella apareciera.

Pero no estaba.

En su lugar, ahí estaba el imbécil de Damián con una chica que no reconoció de inmediato.

Su cabello castaño casi dorado brillaba bajo la tenue luz del salón, pero sabía que no era Eliza.

Algo en mí se tensó al verlos juntos.

Estaba demasiado cerca de la chica, como si fuera de su propiedad, y eso me extrañó.

¿No debería ser Eliza quien recibiera esas atenciones?

Agudicé un poco mi olfato, intentando encontrar respuestas en el aire cargado del salón.

Todo el lugar tenía un tenue olor a Eliza, como una sombra persistente que no podía ignorar.

Pero la chica que estaba con Damián… ¿era Luna?

¿Qué demonios estaba pasando aquí?

¿No habían roto su compromiso?

Mi mandíbula se tensó al ver cómo Damián le gruñía a Caleb por algún comentario jocoso.

Nada tenía sentido.

Y entonces lo sentí.

Ese aroma.

Vainilla salvaje mezclada con algo más oscuro, algo que solo podía describirse como peligro y deseo.

Mi cuerpo reaccionó antes de que pudiera procesarlo, mis músculos tensándose como si estuviera a punto de lanzarme a la caza.

Giré lentamente mi cabeza hacia la dirección de donde provenía, y ahí estaba ella, parada en el umbral del salón.

Eliza.

El aire pareció detenerse en mis pulmones al verla.

Su vestido negro abrazaba sus curvas de una manera que era a la vez elegante y provocativa, y el broche plateado en su pecho brillaba como una estrella solitaria en la noche.

Pero no fue su atuendo lo que me dejó sin aliento; fue su mirada.

Sus ojos azules brillaban con una intensidad que nunca antes había visto en ella, una mezcla de miedo y determinación que me desarmó por completo.

Ese maldito bastarde, al momento que ella entró al salón; dejo a Luna sola y correo al lado de Eliza, demasiado cerca para mi gusto.

Cuando tomó su mano y la guió hacia Ronan, algo dentro de mí se rompió.

Mi sonrisa desapareció, reemplazada por una expresión fría y peligrosa que ni siquiera intenté ocultar.

No podía apartar mis ojos de ellos, de cómo ella se dejaba llevar por él como si fuera su protector.

Mi protector, pensé con rabia.

Ese era mi lugar.

—Lucian —la voz de Ronan me sacó de mis pensamientos como un trueno—, quisiera presentarte a Eliza.

Eliza.

Mi mirada se clavó en la suya mientras ella hacía una torpe reverencia.

Por un instante, todos los demás desaparecieron.

Era como si solo existiéramos ella y yo, atrapados en un juego peligroso del que ninguno podía escapar.

Pero entonces Ronan habló nuevamente, y sus palabras cayeron sobre mí como un balde de agua helada.

—Mi hija.

¿Su qué?

El mundo parecía tambalearse bajo mis pies mientras procesaba lo que acababa de escuchar.

¿Hija?

¿Cómo era posible?

Todo mi ser se rebeló contra esa idea.

Ella no podía ser simplemente “su hija”.

No después de lo que habíamos compartido, después de aquella tarde en la que había sentido su piel contra la mía, su aliento mezclándose con el mío.

—¿Tu hija?

—murmuré, sin poder contener la incredulidad en mi voz.

Di un paso hacia Ronan, ignorando las miradas que se posaban sobre mí—.

¿Esto es algún tipo de broma?

Eliza bajó la mirada, sus mejillas encendiéndose con un rubor tan evidente que parecía un grito de culpabilidad.

Esa reacción solo alimentó la llama de mi furia.

Sabía lo que significaba ese gesto; había algo que me estaban ocultando, algo que todos sabían excepto yo.

Y entonces lo comprendí.

Habían estado jugando conmigo.

Ella, Damián… incluso Ronan.

Todos ellos conspirando a mis espaldas, burlándose de mi posición, de mi autoridad como Alfa.

—Para nada —la voz de Ronan resonó con una calma que solo logró enfurecerme más—.

Será presentada en el baile de Luna Carmesí, al igual que el resto de los jóvenes lobos de esta manada.

Di un paso hacia adelante, acortando la distancia entre nosotros, y tomé su mano con firmeza.

Pude sentir cómo su cuerpo reaccionaba a mi tacto, cómo su piel se erizaba y su respiración se aceleraba.

Podía oler su excitación, ese aroma inconfundible que traicionaba sus verdaderos sentimientos.

Mi mirada se clavó en Damián.

—Creo que ya nos conocemos —mi voz salió cargada de veneno — Soy su maestro en la universidad Así que habían cometido incesto, podría acusarlos ante el consejo y los ejecutarían, sería la manera más rápida de acabar con ellos.

Pero también la mas aburrida.

Mi atención seguía fija en Damián.

Era imposible ignorar el desafío en su postura, la manera en que se posicionaba frente a mí como si tuviera algún derecho a protegerla.

Su mirada pasó de mí a Eliza justo en el momento en que me acerqué a ella, tome su mano y con un gesto cargado de provocación la bese.

La odiaba.

Odiaba su traición, su juego cruel y la manera en que se burlaba de mí.

Pero más aún odiaba el hecho de que me deseara, que su cuerpo ya hubiera sucumbido al vínculo de compañeros sin siquiera saberlo.

Damián dio un paso adelante, interponiéndose entre nosotros con una determinación que no hizo más que irritarme.

—Eso es suficiente —dijo con un tono protector y desafiante, como si pudiera darme órdenes.

Una sonrisa maliciosa se dibujó en mis labios, una sonrisa que era más una declaración de guerra que un gesto de humor.

Mis ojos brillaron con un destello peligroso mientras pronunciaba las palabras que sabía que lo harían arder.

—Eso deberías recordar… tu hermana —repetí con énfasis deliberado en la palabra “hermana”, disfrutando del destello de furia que se encendió en sus ojos—.

No olvides quién soy.

Soy un Alfa.

La tensión en el salón era palpable, casi tangible, como una tormenta eléctrica a punto de estallar.

Podía sentir el peso de las miradas sobre nosotros, pero no me importaba.

Todo mi ser estaba enfocado en Eliza y en ese maldito Damián.

Quería arrancarle la garganta allí mismo, demostrarle quién tenía el verdadero control, quién era el depredador y quién la presa.

Pero antes de que pudiera dar el siguiente paso, Ronan intervino con una autoridad que no dejaba lugar a discusiones.

—Basta —ordenó con voz firme—.

No es tu lugar interferir de esta manera.

Eliza no necesita que hables por ella.

Mis ojos volvieron a posarse en Eliza.

Allí estaba ella, atrapada entre nosotros como un cordero rodeado por lobos hambrientos.

Pero había algo en su mirada que me detuvo por un breve instante: deseo.

Ese brillo inconfundible en sus ojos, esa chispa que traicionaba sus sentimientos más profundos.

Ella ya había sucumbido al vínculo, aunque aún no lo entendiera.

Una sonrisa maliciosa se formó en mis labios mientras un nuevo plan comenzaba a tomar forma en mi mente.

No solo pagaría a Eliza por su traición; Haría pagar a toda la maldita manada Sangre de Hierro por atreverse a jugar conmigo.

La venganza sería dulce y devastadora, como una tormenta que arrasaría con todo a su paso.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

Anterior
Siguiente
  • Inicio
  • Acerca de
  • Contacto
  • Política de privacidad

© 2025 LeerNovelas. Todos los derechos reservados

Iniciar sesión

¿Perdiste tu contraseña?

← Volver aLeer Novelas

Registrarse

Regístrate en este sitio.

Iniciar sesión | ¿Perdiste tu contraseña?

← Volver aLeer Novelas

¿Perdiste tu contraseña?

Por favor, introduce tu nombre de usuario o dirección de correo electrónico. Recibirás un enlace para crear una nueva contraseña por correo electrónico.

← Volver aLeer Novelas

Reportar capítulo