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Emparejada al Alfa Enemigo - Capítulo 7

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  4. Capítulo 7 - 7 •THE ROSE amp; CROWN Eliza
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7: •THE ROSE & CROWN (Eliza) 7: •THE ROSE & CROWN (Eliza) Eliza llegó al pub pasadas las seis de la tarde.

El aire frío de octubre la había acompañado durante todo el trayecto, y ahora, al cruzar la puerta, sintió el contraste inmediato del calor acogedor del lugar.

El pub tenía ese estilo inconfundible de los bares londinenses: paredes de ladrillo expuesto, luces cálidas y una atmósfera que parecía susurrar secretos en cada rincón.

La música ambiental era lo suficientemente baja como para no competir con las risas y el murmullo de las conversaciones.

Eliza respiró hondo, dejando que el aroma a madera vieja, cerveza y especias la envolviera.

Había algo reconfortante en ese lugar, aunque no podía evitar un ligero hormigueo de nerviosismo en su estómago.

Había optado por un atuendo sencillo: unos vaqueros negros ajustados, una blusa blanca y una chaqueta vaquera azul que le quedaba ligeramente grande, pero que adoraba por su comodidad.

Sus Adidas blancos estaban algo desgastados, pero eran sus favoritos, le traían suerte o al menos eso creía ella.

Su cabello rubio ondulado caía suelto justo al inicio de su trasero, era su orgullo, apenas llevaba maquillaje, salvo un toque de rímel que hacía resaltar sus ojos azules.

Mientras recorría el lugar con la mirada, buscó a sus amigos entre las mesas llenas de grupos animados y parejas susurrándose confidencias.

Finalmente los vio, en una mesa al fondo, junto a dos chicos que no reconocía.

Uno de ellos llevaba una chaqueta de cuero negra que parecía brillar bajo las luces cálidas del techo.

Eliza avanzó hacia la mesa con paso decidido, aunque sentía cómo su corazón latía un poco más rápido de lo normal.

Al acercarse, sus ojos se encontraron con los del chico rubio.

Fue un instante, apenas un parpadeo, pero suficiente para que una extraña sensación recorriera su cuerpo.

Sus ojos eran de un azul tan profundo que parecían contener secretos insondables.

Su cabello rubio tenía reflejos dorados que brillaban bajo la tenue luz del pub, y su piel era tan pálida como la porcelana.

Por un instante fugaz, Eliza sintió una punzada de desconcierto.

Si no supiera que era hija única, podría haber jurado que aquel chico podría pasar por su hermano.

Había algo inquietante en la forma en que su mirada se clavó en la suya; era como si él también la estuviera estudiando, como si supiera algo que ella no.

—¡Eliza!

—La voz alegre de Amanda rompió el hechizo del momento.

Su amiga la saludaba con una sonrisa radiante mientras hacía un gesto para que se acercara—.

Mira, ellos son Damián y Caleb.

También son compañeros de la facultad.

Eliza asintió con una sonrisa tímida y murmuró un breve “hola”.

Su voz sonó más débil de lo que le hubiera gustado, pero no pudo evitarlo; aún sentía el peso de la mirada del chico rubio sobre ella.

—Un gusto —dijo Damián mientras se levantaba de su asiento con movimientos gráciles y apartaba una silla junto a él para que Eliza se sentara.

Había algo casi teatral en su gesto, una cortesía que parecía sacada de otra época.

Ella tomó asiento con una leve inclinación de cabeza a modo de agradecimiento.

Mientras lo hacía, notó que las manos de Caleb eran sorprendentemente pálidas, casi translúcidas bajo la luz del pub.

Un escalofrío le recorrió la espalda sin razón aparente, pero trató de ignorarlo.

—¿Ya supieron la noticia?

—La voz grave de Marco interrumpió el momento mientras le extendía una cerveza fría.

Eliza aceptó la botella con una sonrisa automática, aunque su mente seguía atrapada en el misterio de Damián.

¿Por qué sentía esa extraña conexión con él?

Y más inquietante aún ¿por qué él parecía tan cómodo con ello?

—No, ¿qué ha pasado?

—preguntó Amanda mientras jugueteaba con el borde de su vaso.

Marco se inclinó hacia adelante, bajando la voz como si estuviera a punto de compartir un secreto prohibido.

—Dicen que encontraron algo en el lago cerca del campus —murmuró, mirando a cada uno de ellos con expresión seria.

Eliza sintió cómo el ambiente en la mesa cambiaba al instante.

La música y las risas del pub parecieron desvanecerse en un segundo plano mientras todos los presentes se inclinaban ligeramente hacia Marco, expectantes.

—¿Qué encontraron?

—preguntó el joven de ojos cafés casi negros que tenía por nombre Caleb, con una mezcla de curiosidad y escepticismo.

Marco hizo una pausa dramática antes de responder.

—Un cuerpo —dijo finalmente—.

Una chica.

Nadie sabe quién es aún.

Eliza sintió cómo un escalofrío le recorría la columna vertebral.

La noticia era impactante, pero lo que realmente le inquietaba era la forma en que Damián reaccionó al escucharla.

Mientras todos los demás mostraban expresiones de sorpresa o horror, él simplemente sonrió.

No era una sonrisa amplia ni evidente; era apenas un leve movimiento en las comisuras de sus labios, pero suficiente para hacerla estremecer.

— Qué terrible — murmuró Amanda mientras se llevaba una mano al pecho —.

¿Sabemos algo más?

Marco negó con la cabeza.

—Solo rumores por ahora.

Dicen que fue un accidente, pero también hay quienes piensan que podría haber algo más detrás.

Eliza notó que Damián giraba ligeramente su cabeza hacia ella, como si estuviera esperando su reacción.

Sus ojos azules parecían brillar con una intensidad casi antinatural bajo las luces del pub.

—¿Qué piensas tú?

—preguntó él finalmente, dirigiéndose a Eliza por primera vez.

Su voz era suave pero firme, con un tono que parecía deslizarse directamente hacia sus pensamientos más profundos.

Eliza tragó saliva antes de responder.

—No lo sé… Es horrible pensar que algo así podría pasar tan cerca —dijo finalmente, tratando de mantener la compostura.

El asintió lentamente, como si estuviera evaluando su respuesta.

—Sí, es horrible, pero también fascinante, ¿no crees?

—murmuró, inclinándose ligeramente hacia ella.

Eliza sintió cómo su corazón daba un vuelco.

Había algo en la forma en que lo dijo, en la manera en que sus palabras parecían acariciar el aire entre ellos, que le provocó un nudo en el estómago.

No estaba segura de sí era miedo o algo más.

La conversación continuó alrededor de la mesa, pero Eliza apenas podía concentrarse en lo que decían los demás.

Sus sentidos estaban hipersensibles; el roce del vidrio frío contra sus dedos mientras sostenía la botella de cerveza; el murmullo distante del bar; el calor cercano del cuerpo de Damián junto al suyo.

Cada tanto él hacía algún comentario casual o lanzaba una mirada fugaz en su dirección, y cada vez Eliza sentía como si todo el mundo se desvaneciera por un instante.

Cuando finalmente decidieron marcharse, Amanda y Marco caminaban delante del grupo, intercambiando pequeños arrumacos y risas cómplices.

Caleb caminaba junto a Eliza mientras Damián se mantenía un paso detrás de ellos, silencioso pero presente.

Su sombra parecía alargarse bajo las luces parpadeantes de las farolas.

—¿De dónde eres, Eliza?

—preguntó Caleb casualmente mientras avanzaban por las calles empedradas.

Eliza agradeció la pregunta; hablar con Caleb le daba un respiro del magnetismo inquietante de Damián.

—De San Diego —respondió con una pequeña sonrisa—.

¿Y ustedes?

Caleb intercambió una mirada rápida con Damián antes de responder.

—Nosotros somos de aquí, de esta ciudad —dijo Caleb mientras una risa breve escapaba de los labios de Damián.

Eliza notó esa risa y no pudo evitar sentir una punzada de incomodidad.

Había algo en ella que sonaba casi burlón, aunque no podía estar segura.

—¿Tus padres?

—preguntó Damián entonces, su voz suave pero cargada de interés genuino.

Eliza bajó un poco la mirada antes de responder.

—Solo somos mi madre y yo —dijo en voz baja—.

Mi padre murió antes de que yo naciera.

Vivimos todo el tiempo con mis abuelos.

Damián asintió lentamente, como si procesara cada palabra con cuidado.

Había algo inquietante en la forma en que escuchaba, como si cada detalle sobre ella fuera importante para él por alguna razón que escapaba a su comprensión.

—Debe haber sido difícil crecer sin tu padre —comentó Damián después de un momento.

Eliza lo miró con cautela.

Había algo extraño en su tono; no era exactamente compasión lo que transmitía, sino más bien… curiosidad.

Como si estuviera intentando entender algo sobre ella que iba más allá de las palabras.

—Lo fue —admitió finalmente, aunque no estaba segura de por qué sentía la necesidad de ser honesta con él.

La conversación derivó hacia temas más ligeros mientras continuaban caminando juntos por las calles desiertas.

Sin embargo, Eliza no podía sacudirse la sensación de que algo había cambiado esa noche.

No solo por la noticia del cuerpo encontrado en el lago, sino por la forma en que Damián parecía estar siempre un paso adelante, siempre observándola como si supiera algo que ella aún no entendía.

Cuando finalmente llegaron al cruce donde debían separarse, Damián se detuvo y le dedicó una última mirada intensa.

—Nos vemos pronto, Eliza —dijo simplemente antes de desaparecer en la noche junto a Caleb.

Eliza se quedó allí por un momento, mirando cómo las sombras los engullían por completo.

El aire nocturno estaba cargado de humedad y misterio, y aunque intentó convencerse de que todo estaba bien, no podía ignorar el leve temblor en sus manos ni el extraño vacío que sentía en el pecho.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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