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Emparejada al Alfa Enemigo - Capítulo 72

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72: Mas reclamos 72: Mas reclamos Eliza sintió cómo su respiración se volvía más errática con cada segundo que pasaba bajo la mirada penetrante de Lucian.

El calor del blazer sobre sus hombros era reconfortante, pero también un recordatorio constante de su cercanía.

No podía permitirse este tipo de vulnerabilidad, no frente a él.

Con manos temblorosas, se levantó lentamente de la barra, el movimiento atrayendo la atención inmediata del alfa.

—Gracias, pero tengo que retirarme—dijo con voz baja, casi un susurro, mientras comenzaba a quitarse el blazer de los hombros.

Sus dedos se aferraron a la tela negra, como si algo dentro de ella se resistiera a desprenderse de ese pequeño refugio.

Lucian la observó con una mezcla de diversión y algo más oscuro en su expresión, una emoción que Eliza no podía descifrar del todo.

Dio un paso hacia ella, cerrando la distancia entre ambos con una facilidad que la dejó sin aliento.

—No es una petición, caperucita —dijo con suavidad, pero con una firmeza innegable.

Sus ojos dorados brillaban con intensidad mientras su voz resonaba como un trueno contenido—.

Parece que lo necesitas.

Eliza tragó saliva, nuevamente ese apodo que había decidido darle; se sonrojo mucho ya que sabia que le esperaba una reprimenda por parte de Margarita una vez que la tuviera sola.

— No lo necesito — insistió — no tengo frio.

Lucian arqueó una ceja, mientras la observara, sus pezones se veían claramente duros, y eso lo excitaba mucho.

Tomó el blazer de sus manos solo para volver a colocarlo sobre sus hombros con un movimiento fluido y decidido.

Sus dedos rozaron brevemente su piel, enviando un escalofrío eléctrico por todo su cuerpo.

—No lo parece —murmuró mientras ajustaba la prenda para asegurarse de que cubriera bien su delgado pijama—.

No voy a permitir que tiembles de frío mientras estoy aquí.

Eliza abrió la boca para protestar, pero las palabras murieron en su garganta cuando Lucian dio otro paso hacia ella, invadiendo su espacio personal de una forma que era tanto intimidante como embriagadora.

—Déjame acompañarte a tu habitación —propuso, aunque su tono no dejaba lugar a discusión—.

No es apropiado que estés aquí abajo vestida así.

Eliza sintió cómo el calor subía a sus mejillas ante la implicación en sus palabras.

Quiso replicar, decirle que podía manejarse sola, pero algo en su mirada la detuvo.

Había una mezcla peligrosa de autoridad y preocupación en sus ojos dorados, una dualidad que la desarmaba por completo.

—No creo que sea necesario… —comenzó a decir con voz débil, pero Margarita interrumpió desde el otro lado de la cocina.

—Con el debido respeto, señor Lucian —dijo la mujer mientras dejaba un cuchillo sobre la tabla de madera y se giraba hacia ellos—, no creo que sea apropiado que acompañe a la princesa a su habitación.

Usted es un invitado en este castillo y ella es… bueno, es nuestra princesa.

No está bien visto que esté sola con un alfa que no pertenece a nuestra manada.

Eliza sintió cómo el aire en la cocina se volvía más pesado ante las palabras de Margarita.

La tensión era palpable, como si cada molécula en el ambiente estuviera cargada de electricidad.

Lucian giró lentamente la cabeza hacia Margarita, su expresión perdiendo cualquier rastro de calidez.

—¿Estás cuestionando mis intenciones?

—preguntó con una calma peligrosa que hizo que incluso Eliza contuviera el aliento.

Margarita sostuvo su mirada con valentía, aunque sus manos temblaban ligeramente mientras las cruzaba frente a ella.

—No me atrevería —respondió con voz firme pero respetuosa—.

Solo digo que no es lo que corresponde.

La princesa merece respeto y protección.

Lucian mantuvo su mirada fija en Margarita por unos segundos eternos antes de soltar un suspiro bajo y volver su atención a Eliza.

Sus ojos dorados se suavizaron ligeramente al encontrarse con los suyos.

—¿Quieres que te acompañe o prefieres ir sola?

—preguntó, su tono más gentil pero aún cargado de esa autoridad natural que lo rodeaba como una segunda piel.

Eliza parpadeó sorprendida por la pregunta.

No esperaba que le diera una opción.

Su mente estaba dividida entre el deseo de alejarse de él y la extraña necesidad de permanecer bajo su protección.

Finalmente, asintió con un movimiento casi imperceptible.

—Está bien… puedes acompañarme —dijo en voz baja, sintiendo cómo el calor regresaba a sus mejillas bajo la mirada intensa de Lucian.

Margarita apretó los labios, claramente desaprobando la decisión, pero no dijo nada más.

Sabía cuál era su lugar en el castillo; no tenía autoridad para desafiar ni a Lucian ni a Eliza.

Con un leve asentimiento, se giró hacia el fogón y continuó con sus tareas.

Lucian extendió un brazo hacia la salida de la cocina, indicándole a Eliza que lo guiara.

Ella comenzó a caminar hacia las escaleras con pasos vacilantes, consciente de su presencia detrás de ella en todo momento.

Podía sentir el peso de su mirada recorriendo cada movimiento suyo, como si estuviera memorizando cada detalle.

Cuando llegaron al pie de las escaleras, Eliza se detuvo y giró ligeramente la cabeza para mirarlo.

—No tienes que hacer esto —dijo en un intento débil por recuperar algo de control sobre la situación—.

Puedo subir sola.

Lucian inclinó ligeramente la cabeza, una sonrisa apenas perceptible curvando sus labios.

—Lo sé —respondió simplemente—.

Pero quiero hacerlo.

Eliza no supo qué responder a eso, así que simplemente comenzó a subir las escaleras con él siguiéndola de cerca.

Cada paso resonaba en el silencio del castillo vacío, creando una atmósfera casi irreal.

Cuando finalmente llegaron a su habitación, Eliza se detuvo frente a la puerta y se giró hacia él.

—Gracias por… acompañarme —murmuró mientras se quitaba el blazer y extendía la prenda hacia él nuevamente—.

Aquí tienes.

Lucian no tomó el blazer.

En cambio, dio un paso más cerca de ella hasta que apenas unos centímetros los separaban.

Su proximidad hizo que el corazón de Eliza latiera con fuerza descontrolada.

—Quédatelo —dijo en voz baja, su tono tan suave como peligroso—.

Al menos hasta que te asegures de estar abrigada.

No quiero verte temblar otra vez.

Eliza sintió cómo el aire parecía desaparecer entre ellos mientras lo miraba directamente a los ojos dorados.

Había algo hipnótico en esa mirada, algo que hacía que le resultara imposible apartar los ojos.

El acorralo brevemente entre el marco de la puerta y su presencia; aspiro con descaro el olor a vainilla salvaje concentrado dentro de su habitación, tomo su barbilla con una mano y se acercó a sus labios para darle un tierno beso.

— Nos vemos caperucita Eliza lo observó desaparecer entre las sombras antes de entrar en su habitación y cerrar la puerta detrás de ella.

Se apoyó contra la madera fría, abrazando el blazer contra su pecho mientras trataba de calmar el torbellino de emociones dentro de ella.

Podía sentir la obscuridad que representaba estar cerca de Lucian; pero lo que mas la confundida era como su cuerpo parecía ceder a esa obscuridad, lo deseaba de una manera que no lograba comprender, cada célula de su cuerpo ardía con su mirada.

Dejó el blazer de Lucian sobre su cama con un gesto deliberado, como si al hacerlo pudiera desprenderse de la sensación que aún persistía en su piel.

Se dirigió al baño, intentando ignorar la forma en que su corazón seguía latiendo con fuerza.

Cerró la puerta detrás de ella y dejó escapar un suspiro pesado, como si quisiera exhalar toda la tensión acumulada.

El agua caliente llenó la bañera, mezclándose con las burbujas perfumadas que flotaban en la superficie.

Eliza se sumergió lentamente, dejando que el calor envolviera su cuerpo y calmara los músculos tensos.

Cerró los ojos, intentando borrar de su mente la intensidad de la mirada dorada de Lucian y el escalofrío que había recorrido su columna cuando sus dedos rozaron su piel.

Pero no podía.

Su presencia seguía impregnada en cada rincón de su ser, como un veneno dulce y embriagador.

Después de un largo rato en el baño, salió envuelta en una toalla y se dirigió al armario.

Eligió un conjunto que le daba una apariencia delicada pero elegante una falda azul con rayas blancas, un pequeño saco a juego y una blusa blanca adornada con un moño al frente.

Su cabello dorado rizado caía en cascada sobre sus hombros, dándole un aire salvaje y encantador, como un pequeño león.

Completó el atuendo con medias del tono de su piel y sus bonites blancos.

Era hora de la cena, y aunque sabía que Lucian estaría presente, se consoló pensando que pronto se marcharía.

Tal vez entonces podría recuperar algo de paz.

Sin embargo, cerrar la puerta de su habitación, escuchó pasos rápidos y decididos detrás de ella.

Se giró justo a tiempo para ver a Damián, acercándose con el ceño fruncido y los ojos llenos de furia.

—¿Qué hiciste?

—la voz de Damián retumbó en el pasillo como un trueno contenido.

Eliza retrocedió un paso instintivamente, desconcertada por la intensidad de su mirada.

—¿De qué hablas?

—preguntó con voz temblorosa.

Damián se detuvo frente a ella, inhalando profundamente como si estuviera buscando algo en el aire.

Sus ojos se oscurecieron aún más cuando su mirada se dirigió hacia ella.

—Hueles a él —gruñó—.

A Lucian.

¿Qué estaba haciendo aquí?

¿Por qué su olor está impregnado en este pasillo?

Eliza sintió cómo el calor subía a sus mejillas ante las acusaciones de su hermano.

—No es lo que piensas — trato de cálmalo, pero él fue directo a su habitación.

— No puedes engañarme tu habitación apesta a el — fue cuando si vista paso a su cama y vio el blazer ahí — ¿y esto?

— Solo me prestó su blazer porque… porque tenía frío.

Damián dejó escapar una risa amarga, pero no había humor en ella.

—¿Frío?

¿Eso es todo?

—preguntó mientras daba un paso más cerca de ella, obligándola a levantar la cabeza para mirarlo—.

¿Sabes lo peligroso que es él?

¿Sabes lo que significa permitirle estar cerca de ti?

Eliza apretó los labios, sintiendo cómo la ira comenzaba a burbujear dentro de ella.

—No fue mi elección —replicó—.

Él insistió.

—¡Exactamente!

—exclamó Damián, levantando una mano para enfatizar sus palabras—.

Él insiste porque quiere algo de ti, Eliza.

No puedes ser tan ingenua como para pensar que lo hace por simple cortesía.

Eliza sintió un nudo formarse en su garganta mientras las palabras de Damián resonaban en su mente.

Sabía que había algo oscuro y peligroso en Lucian, pero también había algo en él que la atraía de una manera que no podía explicar ni controlar.

—No estoy siendo ingenua —dijo finalmente, intentando sonar firme, aunque su voz temblaba ligeramente—.

Solo estoy siendo educada —Voy a deshacerme de ese maldito blazer ahora mismo —¡No!

—exclamó ella mientras corría tras él—.

No tienes derecho a tocar mis cosas.

—Esto no pertenece aquí —gruñó—.

No pertenece a ti.

Antes de que pudiera hacer algo más, Eliza se abalanzó sobre él, intentando recuperar la prenda.

—¡Déjalo!

—gritó mientras luchaba por quitárselo de las manos—.

No tienes derecho a decidir lo que puedo o no puedo tener.

Damián la miró con incredulidad antes de soltar el blazer bruscamente sobre la cama.

—¿De verdad estás defendiendo esto?

—preguntó con voz baja pero cargada de ira—.

¿Estás defendiendo a alguien como él?

Eliza sintió cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos mientras lo miraba directamente a los ojos.

—No estoy defendiendo a nadie —respondió con voz quebrada—.

Solo quiero que confíes en mí.

— No puedes enredarte con alguien como el — grito molesto — solo saldrás lastimada.

— Al menos el no es mi hermano — grito en un momento de enojo, pero se arrepintió al momento — Yo… lo siento, no quise decirlo de esa manera.

Ella se sonrojo solo al recordar que había perdido la virginidad con su propio hermano; que cruel destino que la había enlazado con el de esa manera.

— No — Se veía terriblemente afectado — dijiste las cosas claras, pero tenemos que terminar con esto.

La tomo de la mano y salieron juntos en dirección al comedor, cuando llegaron aun no estaban todos en la mesa, algunos estaban parados platicando mientras otros ya se encontraban en su lugar, Luna y Caleb estaban enfrascados en una conversación que parecía interesante, Damián gruño molesto, pero continúo arrastrándose al comedor, esta vez la sentaría a su lado para tenerla vigilada, no confiaba para nada en Lucian.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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