Emparejada al Alfa Enemigo - Capítulo 76
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76: La quiere como su compañera 76: La quiere como su compañera El despacho de Ronan estaba sumido en una penumbra inquietante, apenas iluminado por la luz tenue de unas pocas velas que parpadeaban con el viento que se colaba por las rendijas de las ventanas.
El aire estaba cargado de tensión, una mezcla de incertidumbre y temor que parecía impregnar cada rincón del castillo de la manada Sangre de Hierro.
Titus, el beta y padre de Caleb, se encontraba de pie frente al escritorio de su alfa.
Su rostro reflejaba la misma preocupación que sentía en su interior.
Habían confirmado con un noventa por ciento de certeza que Eliza podría ser la compañera predestinada de Lucian.
—¿Estás seguro de eso?
—preguntó Ronan con voz grave—.
No es algo que podamos tomar a la ligera.
Ronan, con su mirada fija en un punto invisible sobre el escritorio, asintió lentamente.
Su mente estaba sumida en un torbellino de pensamientos, cada uno más inquietante que el anterior.
—La hostilidad que mostró Lucian al ponerlo a prueba fue afirmativa; es como si su lobo estuviera reclamando su territorio.
Pero ella —Caleb dudó un poco antes de continuar—.
Es probable que, al no tener lobo aún, no pueda sentir el vínculo de compañeros.
—Esto podría ser algo bueno —Titus dudó un poco—, aunque también podría ser algo malo.
El silencio se extendió entre ellos, pesado y cargado de significado.
Entendían las implicaciones de lo que estaba en juego.
Si Eliza realmente era la compañera destinada de Lucian, el equilibrio de poder dentro de la manada podría cambiar drásticamente.
Y no solo eso, sino que también existía el riesgo de que el vínculo pudiera desatar fuerzas oscuras que ninguno de ellos estaba preparado para enfrentar.
—¿Y qué hay de Damián?
—preguntó Caleb, rompiendo el silencio con una voz apenas audible—.
¿Cómo crees que reaccionará ante esto?
Ronan suspiró profundamente, sus pensamientos volviendo a su hijo.
Después de lo sucedido, Damián se había vuelto más protector con Eliza, y la idea de perderla ante otro lobo, especialmente si ese lobo era Lucian, podría desencadenar un conflicto devastador.
—Damián tendrá que comprenderlo —Ronan suspiró—.
Lo ideal sería que Damián encontrara a su compañera.
—Si me lo permites, alfa —Caleb interrumpió—, Damián ha estado un poco ocupado detrás de Luna desde su último cambio de imagen.
—¿Luna?
—La voz de Titus estaba llena de duda—.
Pero al cumplir los 18 años no se dio el lazo de compañeros.
—Es algo extraño —Caleb se alborotó el cabello—.
Creo que Damián aún es un poco a la antigua y está enamorado de la imagen de damisela en apuros.
—Sería un milagro si las cosas salieran como necesitamos —Ronan suspiró—.
Si no hay más temas, pueden retirarse.
—En realidad, alfa —Titus y Caleb se pusieron frente al escritorio de forma respetuosa— hay algo más que a mi hijo y a mí nos gustaría tratar.
Ronan parecía sorprendido.
—Aunque el porcentaje de probabilidad de que Eliza sea la compañera de Lucian es muy alto —Caleb habló con firmeza—, si ella no lo fuera, quiero pedir su permiso para tomarla como mi compañera elegida.
La sorpresa invadió a Ronan; no había esperado tal propuesta.
La luz parpadeante de las velas parecía intensificar el aura oscura y misteriosa del momento.
Caleb sabía que estaba arriesgando mucho al hacer esta petición, pero su corazón le dictaba que debía intentarlo.
Titus observó a Ronan con la esperanza reflejada en sus ojos.
La decisión del alfa podría cambiar el destino no solo de Caleb y Eliza, sino también el futuro de toda la manada Sangre de Hierro.
La tensión en el aire era palpable mientras esperaban la respuesta del líder.
Ronan se reclinó en su silla, sus pensamientos girando en torno a las posibles consecuencias.
Sabía que permitir tal unión podría traer estabilidad o caos.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Ronan habló con voz firme: —Caleb, ¿has externado tu deseo a mi hija?
– La pregunta directa del Alfa hizo que Caleb se tensara en su lugar —Aun no Alfa — Trago grueso — Primero quise pedir su bendición.
Ronan se recostó en su silla con los ojos al cielo, Titus sabia que su hijo estaba siendo muy impulsivo al pedir la mano de la princesa de la manada, ellos eran Betas y nada cambiaria eso.
—Si Eliza no es la compañera destinada para Lucian, entonces tendrás mi bendición para cortejarla y si ella así lo quisiera, para hacerla tu compañera elegida.
Para Ronan, el que Eliza sea la compañera predestinada de Lucian complica las cosas; ella es la portadora del gen de la Loba Dorada; su lobo aun no despierta, pero según las leyendas internas, pasadas de Alfa a Alfa esto es normal, su poder se esta gestando… así como su carácter, Eliza aun es joven e inexperta, el haber crecido alejada de la manada afecto su entrenamiento y aunque aprende rápido, Ronan sabe que se están quedando sin tiempo.
—Muchas gracias Alfa — A Caleb se le ilumino el rostro al momento que Ronan dio su autorización y esto no paso desapercibido para el Alfa.
Con una última mirada hacia Ronan, Titus y Caleb abandonaron el despacho, dejando al Alfa solo.
—Fue muy arriesgado lo que hiciste — reprendía de manera cariñosa Titus a su hijo — ¿Has hablado al menos con Damián de eso?
—Hace algunas semanas — Confeso — Tuvimos una pequeña platica al respecto.
Dijo mientras recordaba el encuentro.
*** En la zona de entrenamiento, donde el aire estaba impregnado del olor a tierra y sudor, Caleb y Damián se enfrentaban en un duelo de palabras que resonaba con la intensidad de una batalla física.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo, Caleb?
– Su voz, un gruñido contenido Caleb, aunque su mandíbula se tensó ligeramente, mantuvo la calma.
Era un hombre decidido a no dejarse intimidar por aquel que una vez había sido su Alfa.
No quería enemistarse con su mejor amigo; prefería tratar de hacer las cosas con calma —No sé a qué te refieres —respondió con una tranquilidad que solo sirvió para avivar el fuego en los ojos de Damián.
—Sabes perfectamente a qué me refiero —dijo, su voz cargada de una mezcla de frustración y protección—.
Eliza no es un juego, Caleb.
No puedes simplemente…
Su voz se quebró por un momento, revelando un destello de vulnerabilidad que rápidamente ocultó bajo capas de autoridad.
Caleb aprovechó ese instante para hablar con sinceridad.
—No estoy jugando, Damián.
Mis intenciones son claras, y si no puedes verlo, tal vez deberías hacerte a un lado —dijo, regalándole una sonrisa sincera que parecía iluminar la penumbra del bosque.
La declaración hizo que Damián se detuviera en seco.
La idea de apartarse era impensable, aun cuando sus sentimientos hacia Eliza habían cambiado desde que descubrió la verdad.
Ya no era deseo lo que sentía; era algo más profundo y complicado, un instinto de protección que no podía ignorar.
—Ella es mi hermana —dijo finalmente, como si esas palabras pudieran aclarar el caos en su interior.
—Eso no cambia nada para mí.
No tengo intención de herirla.
Quiero…
quiero estar con ella —Caleb lo miró fijamente, sin retroceder ni un centímetro.
El silencio se instaló entre ellos, pesado y lleno de posibilidades no dichas.
Damián sabía que no podía controlar los sentimientos de Eliza ni los de Caleb, pero la idea de verla lastimada era insoportable.
—¿Y si ella no quiere eso?
—preguntó Damián finalmente, su voz más suave pero aún cargada de autoridad—.
¿Qué harás entonces?
Caleb respiró hondo antes de responder.
—Entonces respetaré su decisión.
Pero no puedo ignorar lo que siento.
No me pidas que me aleje sin intentarlo.
Las palabras de Caleb resonaron en el aire.
Damián cerró los ojos por un momento, sopesando las palabras de Caleb.
Era consciente de que sus propios sentimientos estaban en conflicto.
—No lastimes a mi hermana, ya ha tenido suficiente —dijo finalmente Damián, su voz teñida de preocupación.
—No soy yo quien debería preocuparte —respondió Caleb—.
No me gusta cómo Lucian la acecha.
Damián asintió con furia contenida.
—También me he dado cuenta —contestó—.
Ese maldito quiere venganza.
Me preocupa que ahora que se sabe que Eliza es parte de la familia…
La oración quedó suspendida en el aire, como una amenaza latente.
—Sí, lo entiendo —contestó Caleb.
*** —Las cosas son diferentes ahora, padre —Caleb soltó un suspiro—.
Lo que me preocupa es que ella sea la compañera de Lucian.
Titus lo miró a los ojos con una sabiduría ancestral.
—Si ella lo acepta —dijo con calma— tendrás que aceptar su decisión.
Caleb asintió lentamente, sintiendo el peso de las palabras de su padre como una carga inevitable.
—Lo sé padre, aunque no quiero aceptarlo, sé que tengo que hacerlo.
En la penumbra del cuarto, las sombras danzaban alrededor de Caleb mientras contemplaba el futuro incierto.
Su corazón latía con fuerza, impulsado por el deseo y la necesidad de tener a Eliza cerca, se había enamorado de ella.
Se podría dar una oportunidad de amar, y la quería a ella.
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