Emparejada al Alfa Enemigo - Capítulo 77
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77: Preparativos 77: Preparativos Lucian se encontraba en el centro del gran salón del castillo, su figura imponente proyectando una sombra que parecía alargarse hasta los confines del lugar.
La luz de las enormes arañas de cristal reflejaba destellos dorados en sus ojos, como si el mismísimo infierno ardiera en su mirada mientras observaba cada detalle con una precisión casi obsesiva.
La Luna Carmesí se acercaba, un evento crucial que no solo unía a las manadas, sino que también marcaba el destino de muchos lobos jóvenes.
No podía permitirse ningún error.
—Jaxon —llamó con voz firme, su tono cortante como el filo de una espada.
Jaxon, su leal beta, se acercó rápidamente, su expresión seria y consciente de la importancia de la tarea que se le había encomendado.
Sabía que Lucian no toleraría fallas, especialmente en un evento tan significativo.
—Todo debe ser perfecto —continuó Lucian, sus ojos dorados fijos en los de Jaxon—.
¿Lograste encontrar el fuego de dragón?
—Sí, mi señor —respondió Jaxon, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda ante la intensidad de los planes de Lucian.
—Muy bien, escóndela en la parte superior del dosel de su cama —sonrió con malicia—.
No quiero que alguien más la encuentre por error.
Jaxon asintió, comprendiendo la implicación detrás de esas palabras.
El descubrir que Eliza era hija de Ronan había despertado en Lucian una sed de venganza casi descontrolada.
La realidad es que no tenían pruebas para asegurar que la manada Sangre de Hierro estuviera detrás de la muerte del Alfa Crane.
Jaxon casi podía asegurar que alguien estaba moviendo hilos para hacer que Lucian perdiera el control; al no contar aún con su compañera, era inestable, y estaban casi lográndolo.
Además, realmente lo de la princesa Sofía había sido un accidente; no era culpa de Damián o de la manada.
Ellos perdieron más que Lucian al momento de la muerte de Sofía; eso llevó a la depresión a la madre de Damián, quien luego cayó enferma y sin ánimos de luchar murió.
—La habitación estará lista para cuando llegue —aseguró Jaxon—.
Me aseguraré de que todo esté a la altura de sus expectativas.
Lucian asintió, satisfecho.
Sabía que podía confiar en Jaxon para manejar los preparativos con la precisión que requería el evento.
La Luna Carmesí no era solo un baile; era una ceremonia que duraba dos días, llena de rituales y tradiciones que debían ser respetadas.
El primer día comenzaría con una comida formal, una introducción para los lobos sin compañero.
Era una oportunidad para que se conocieran, para que las chispas volaran y los destinos se entrelazaran.
Lucian sabía que muchos esperaban encontrar a su compañero destinado durante esas noches.
El segundo día culminaría con una cena formal y el baile, un evento que prometía ser tanto opulento como cargado de tensión.
Y finalmente, la ceremonia de inicio de apareamiento y la internación en el bosque sellarían el destino de aquellos que encontraran a su compañero.
Los días adicionales estaban destinados a permitir que las nuevas parejas consolidaran sus uniones, planificando bodas y mudanzas si pertenecían a diferentes manadas.
Lucian caminó hacia uno de los ventanales del salón, observando el bosque que rodeaba el castillo.
La luna llena ya comenzaba a ascender en el cielo, su luz bañando todo con un resplandor plateado.
Sus pensamientos regresaron a Eliza; odiaba a esa pequeña perra manipuladora.
Jamás hubiera esperado que la Diosa Luna lo odiara tanto; él, el príncipe maldito.
Seguro que a su hermano la Diosa Luna le ha dado una compañera maravillosa; no podía comprender cómo un príncipe podía odiar tanto la manada y desear deambular por ahí como un pícaro.
Pero alguien tenía que hacerse responsable de la manada, alguien tenía que quedarse y cuidar el trono de su padre.
Estos pensamientos eran los que no podía alejar de su mente; se sentía desdichado, presionado y con mucha rabia.
—Todo está listo, Lucian —anunció Jaxon desde la entrada del salón.
Lucian se giró lentamente, asintiendo con aprobación.
El baile de Luna Carmesí estaba a escasos días por comenzar; la rabia que había seguido creciendo en él era incontenible.
Deseaba tener a Eliza en su poder para que comenzara a sentir su furia.
Cada paso que daba hacia ese momento estaba cargado de una malevolencia inquebrantable, una furia que prometía consumir todo a su paso hasta saciar su sed de venganza Lucian se encontraba en el majestuoso salón de baile, donde los preparativos para la tan esperada Luna Carmesí avanzaban con una precisión casi militar.
La luz de las arañas de cristal proyectaba sombras en el suelo, creando un ambiente espectral que se alineaba perfectamente con su humor oscuro.
Su mente era un torbellino de pensamientos sombríos, todos girando en torno a Eliza y la venganza que anhelaba con fervor.
De repente, un suave susurro interrumpió sus pensamientos.
Selene, con su andar elegante y sus ojos llenos de misterio, se acercó a él.
La dulzura de su voz contrastaba con la malevolencia que lo envolvía.
—Lucian, querido —dijo Selene, su tono meloso como la miel—.
Hace días que no vienes a verme.
¿Acaso tus pensamientos están ocupados con otra?
Lucian frunció el ceño, molesto por la interrupción.
Sin embargo, no podía negar que Selene tenía una habilidad especial para penetrar sus defensas.
Sus celos eran evidentes, y eso solo servía para alimentar la oscuridad dentro de él.
—No es momento para juegos, Selene —respondió Lucian con frialdad, sin apartar la vista de los preparativos—.
Hay asuntos más importantes que requieren mi atención.
Selene sonrió suavemente, acercándose aún más.
Su presencia era como una sombra que se deslizaba sobre él, insinuante y persistente.
—Oh, Lucian —susurró, su voz apenas audible—.
Siempre tan serio.
Pero no puedo evitar preguntarme quién ocupa tus pensamientos cuando no estás conmigo.
Lucian giró su mirada hacia ella, sus ojos dorados destellando con una intensidad peligrosa.
La mención de otra persona en sus pensamientos era casi una provocación.
—Mis pensamientos son míos —dijo en un tono bajo y amenazante—.
Y no tengo por qué compartirlos contigo ni con nadie más.
Selene retrocedió un paso, pero su sonrisa no vaciló.
Había algo en Lucian que siempre la atraía, incluso cuando su ira amenazaba con consumirlo.
—Está bien, mi príncipe oscuro —dijo con un dejo de diversión en su voz—.
Solo quería recordarte que viene otra Luna Carmesí…
—dejó en suspenso sus palabras mientras se marchaba dejando a Lucian solo— y recuerda que en cualquier momento también puedo encontrar a mi compañero.
Antes de que pudiera salir del salón, Lucian la jaló de la muñeca y, con poco tacto, la lanzó contra la pared aprisionándola.
—No me vengas con juegos estúpidos —Selene tembló; nunca había visto a Lucian tan molesto—.
Tú eres una de mis putas y vas a rechazar a cualquier compañero que pudieras tener.
La escena no pasó desapercibida para los súbditos de Lucian, quienes se encontraban trabajando diligentemente en los preparativos.
Miradas incómodas se cruzaron entre ellos; algunos lobos más jóvenes observaban con curiosidad y cierto rubor ante el despliegue de autoridad y deseo del alfa.
Sin importarle que cualquiera pudiera verlos, Lucian giró a Selene contra la pared, bajó la cremallera y sacó únicamente su enorme erección.
Al subir el vestido de Selene, se percató de que esta no traía ropa interior.
Maliciosamente, la empaló con su miembro venoso; Selene comenzó a gemir escandalosamente, disfrutando del hecho de que el alfa la tomara frente a todos.
Para ella, era una forma de asegurarse de que todas las lobas que pudieran andar detrás de su hombre vieran cuanto el Alfa la amaba, que no podía contenerse de tomarla en cualquier parte del castillo.
Pero Lucian estaba lejos del salón; su mente estaba en Eliza…
A ella deseaba tenerla frente a todos, que todos vieran lo mucho que le gustaba su gran verga y lo bien que la saboreaba.
Jaló a Selene del cabello mientras se apresuraba a eyacular; tenía muchas cosas que hacer y solo deseaba descargar pensando en Eliza.
Selene gritó de dolor mientras alcanzaba el éxtasis junto a su alfa; al alfa Lucian no le importaba tomar a sus mujeres en cualquier parte del castillo cuando tenía una erección.
Cosa que sus súbditos ya estaban más que acostumbrados.
La chica acomodó su vestido y, dándole un beso sensual, se alejó en dirección a su habitación con la cabeza bien alta.
Ella era la dama de esta manada y aunque Lucian había dejado claro que no la tomaría como su compañera elegida, ella estaba convencida de que él la amaba.
Se aseguraría de darle un hijo y ser por fin la Luna destinada de la manada.
Mientras observaba a los lobos trabajando diligentemente en los preparativos, Lucian sintió que la sombra de la venganza se cernía sobre él como una nube oscura.
Y aunque Selene había logrado distraerlo momentáneamente, su determinación permanecía inquebrantable.
Eliza pagaría por todo el dolor que había causado, y él no descansaría hasta verla arrodillada ante él, suplicando por misericordia que nunca llegaría.
Las lobas más jóvenes intercambiaban miradas entre ellas; algunas fascinadas por el poder del alfa y otras temerosas ante su crueldad.
Los súbditos murmuraban entre sí sobre el incidente, conscientes de que cualquier muestra de desacuerdo podría costarles caro.
Lucian sabía que debía mantener el control sobre su manada y sobre sus emociones.
La Luna Carmesí se acercaba rápidamente y traería consigo oportunidades para consolidar su poder y llevar a cabo su venganza contra Eliza.
El salón de baile comenzaba a llenarse de un aire expectante; los preparativos estaban casi completos y pronto todo estaría listo para el evento que marcaría un antes y un después en la vida de todos los presentes.
Lucian se permitió un momento para cerrar los ojos e imaginar el futuro que deseaba: uno donde Eliza estuviera bajo su dominio absoluto y donde él pudiera finalmente reclamar lo que era suyo por derecho.
Con ese pensamiento, se apartó del bullicio del salón y se dirigió hacia sus aposentos, donde podría planear cada detalle del encuentro con Eliza durante la Luna Carmesí.
Sabía que debía ser paciente y estratégico; solo así lograría cumplir sus deseos más oscuros.
A medida que avanzaba por los pasillos del castillo, las sombras parecían seguirlo como fieles compañeras, recordándole constantemente el propósito que lo guiaba: venganza y poder absoluto.
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