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Emparejada al Alfa Enemigo - Capítulo 78

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  4. Capítulo 78 - 78 Estoy muerta
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78: Estoy muerta 78: Estoy muerta En el balcón de mi habitación, la mañana había comenzado muy ajetreada, todos están corriendo de un lado a otro con los preparativos del viaje para el baile de Luna carmesí; mi vida se había transformado en un torbellino de eventos y expectativas.

La idea de visitar la manada de Lucian, Hermanos de la Sombra, me provocaba un nudo en el estómago.

Sin embargo, como princesa de la manada, era mi deber asistir.

Unos golpes suaves en la puerta interrumpieron mis pensamientos, devolviéndome a la realidad.

Luna, con su sonrisa perpetua, entró para asegurarse por quinta vez de que estuviera lista para el viaje.

—Sí, Luna, ya estoy lista —respondí, tratando de ocultar mi impaciencia.

Ella se apoyó en el marco de la puerta, observándome con una chispa de diversión en sus ojos.

—De hecho, querida, ya nos vamos —anunció.

El pánico me atravesó como una corriente eléctrica.

No me sentía preparada.

Los sirvientes del castillo entraron para llevarse mis tres maletas y el pequeño maletín de accesorios y maquillaje.

Había intentado empacar ligero, pero los eventos requerían vestidos elaborados y accesorios a juego.

Con un suspiro resignado, seguí a Luna hasta el helipuerto donde papá ya nos esperaba.

Este viaje estaba reservado para los lobos sin pareja y, por supuesto, los alfas y betas de cada manada.

Mientras caminábamos, no podía dejar de pensar en lo que había aprendido sobre la manada Sangre de Hierro era que sus miembros siempre encontraban a sus compañeros dentro de la manada, rara vez se vinculaban con alguien de fuera.

Era un concepto fascinante y aterrador al mismo tiempo.

Compartí el helicóptero con Luna, Damián y Caleb.

Papá y Titus, su beta, iban en otro.

Los nervios me devoraban por dentro.

Miraba por la ventana, perdida en pensamientos oscuros sobre Lucian.

¿Sería yo su compañera predestinada?

Pero no tenía lobo, y él me odiaba por ser hija de mi padre.

Además, creía que lo había engañado.

Un suspiro escapó de mis labios y Caleb apretó mi mano suavemente, devolviéndome al presente.

Me giré hacia él y encontré su mirada divertida mientras apartaba un mechón de cabello de mi rostro.

Me sonrojé intensamente.

Caleb últimamente me confundía; siempre estaba cerca, mirándome de una forma que provocaba timidez en mi y lo odiaba.

El helicóptero avanzaba entre las nubes grises como un depredador silencioso.

Cada kilómetro que nos acercaba a la manada Hermanos de la Sombra hacía crecer una sombra de incertidumbre en mi corazón.

¿Qué me esperaba al llegar?

¿Sería capaz de enfrentar a Lucian y todo lo que representaba?

El paisaje bajo nosotros era un tapiz oscuro y misterioso, bosques infinitos que parecían susurrar historias antiguas al viento.

El crepúsculo teñía todo con tonos carmesí y dorado, como si el cielo mismo se preparara para el baile.

Finalmente, el castillo de la manada Hermanos de la Sombra apareció en el horizonte, majestuoso y ominoso.

Sus torres se alzaban como garras hacia el cielo, envueltas en un aura casi palpable de poder antiguo.

A medida que descendíamos, mi corazón latía con una mezcla de miedo y anticipación.

Las puertas del destino se abrían ante mí, y solo podía esperar estar preparada para lo que encontraría al cruzarlas.

Cuando el piloto por fin aviso que descenderíamos, mi corazón se apretó, no quería estar aquí, quería volver a las hermosas playas San Diego, estar con el abuelo y vivir surfeando.

El ambiente estaba cargado de una tensión palpable.

El aire frío acariciaba mi piel mientras observaba a los recién llegados descender de sus helicópteros.

Cada uno traía consigo un aura de misterio y poder que parecía resonar con el lugar.

Nos llevaron a nuestras respectivas habitaciones para que pudiéramos descansar y prepararnos para el primer evento de la noche.

Las paredes del castillo parecían susurrar secretos antiguos mientras caminábamos por sus pasillos, cada sombra parecía tener vida propia, danzando al compás de las antorchas que iluminaban tenuemente el camino.

Al llegar a una puerta de madera, la chica vestida de sirvienta que me guiaba se detuvo.

—Esta es su habitación— Con una pequeña reverencia — El primer evento inicia a las 4:00 pm, puede descansar en su habitación o bajar con el resto de los invitados.

Al retirarse, abrí la puerta de madera con un símbolo de Luna quemado en la puerta, me detuve un momento en el umbral, absorbiendo cada detalle del lugar que sería mi refugio durante nuestra estancia en la manada Hermanos de la Sombra.

La habitación era un derroche de lujo y misterio, una combinación que resonaba con la esencia del castillo mismo.

Las paredes estaban cubiertas con un papel tapiz oscuro y elegante, cuyos patrones parecían moverse con la luz de las lámparas de araña que colgaban del techo.

Un enorme peinador ocupaba un lugar destacado en el cuarto, su superficie de mármol pulido reflejaba las luces suaves del espejo que lo coronaba.

Este espejo no era un simple reflejo; estaba rodeado por una serie de luces que prometían iluminar cada detalle con una precisión casi mágica.

Sobre el peinador, una colección de maquillajes, perfumes y joyas brillaba tentadoramente.

Reconocí de inmediato las marcas exclusivas y los precios exorbitantes de cada uno; detalles que solo alguien acostumbrado al lujo podría apreciar.

Con un suspiro de cansancio y resignación, me dejé caer sobre la cama de dosel que dominaba el centro de la habitación.

Las cortinas transparentes de un delicado rosa ondeaban suavemente con la brisa que entraba por las ventanas abiertas, creando un efecto etéreo y casi onírico.

Cerré los ojos por un momento, permitiéndome disfrutar de la comodidad del colchón que parecía abrazarme, pero algo captó mi atención al abrirlos de nuevo.

Sobre el dosel, decorando la parte interna, había una serie de flores que nunca antes había visto.

Sus pétalos eran de un rojo intenso, como si estuvieran ardiendo con una llama interna, y el centro de cada flor parecía emitir un polvo dorado que flotaba en el aire como si tuviera vida propia, levante mi mano tratando de alcanzarlas, rozándolo apenas con la yema de los dedos.

Cierre nuevamente los ojos tratando se quitar el peso de todo lo que estaba pasando, esta muy nerviosa, deseaba ver a Lucian, sus ojos dorados y su hermoso cabello negro; pero a mismo tiempo tenia miedo… ¿encontraría un compañero aun sin lobo?

O de verdad ¿Lucian era mi compañero?

Y si me rechaza… ¿me va doler, aunque no tenga lobo?

Tome la almohada y la estrelle en mi cara mientras daba un pequeño grito de frustración… Lucian, maldito lobo idiota.

Sin muchas ganas fui al baño para refrescarme, al salir comencé a acomodar mis cosas en un enorme closet con espejo que estaba junto a la puerta, comende a maquillarme, algo ligero porque no quería llamar tanto la atención, arregle mi cabello en un moño desordenado y ahora la decisión de que ponerme.

Después de probarme varias cosas, decidí hacerlo sencillo; usé una falda negra, un suéter azul con los hombros descubiertos y unas botas largas hasta la rodilla.

Después de cambiarme y asegurarme de que mi apariencia estuviera impecable, descendí a la sala de descanso donde ya se congregaban varios invitados.

La atmósfera era una mezcla de risas y murmullos, con grupos de personas charlando animadamente mientras se conocían.

Sin embargo, una sensación de inquietud y cosquilleo en todo el cuerpo no se me quitaba.

Mientras caminaba en dirección al vestíbulo que había vislumbrado al momento de mi llegada, un mareo inesperado se apoderó de mí.

Me detuve, apoyando la espalda contra la fría pared, cerrando los ojos con la esperanza de que la sensación pasara pronto.

Un cosquilleo inusual recorrió mi cuerpo, despertando cada uno de mis sentidos.

—¿Qué haces tan sola, caperucita?

—La voz profunda y seductora me sacó de mi ensimismamiento.

Abrí los ojos de golpe y ahí estaba el bastardo, viéndome con sus hermosos ojos dorado que parecían ver más allá de mi alma y una sonrisa que irradiaba una mezcla de superioridad y deseo.

Su mano se alzó con una lentitud deliberada hacia mi rostro; el simple roce de sus dedos encendió mi piel como si hubiera sido tocada por una llama invisible.

Me derretí ante su tacto, su presencia intoxicante nublando mis pensamientos, haciendo que un deseo irracional comenzara a crecer dentro de mí.

El calor que emanaba de su cuerpo era como un imán, atrayéndome hacia él mientras se acercaba cada vez más.

Su mirada dorada se clavó en la mía con una intensidad que me dejaba sin aliento, atrapada entre él y la pared helada.

Su mano, firme y decidida, se deslizó por mi cintura, acercándome a él con una fuerza irresistible.

—Lucian —su nombre escapo en un susurro apenas audible, sintiendo cómo el deseo se apoderaba de mí.

Lucian sonrió, esa sonrisa que siempre parecía tener un toque de burla y un fuego latente.

Sus labios se acercaron peligrosamente a los míos, y todo mi ser clamaba por ese contacto que prometía ser incendiario.

Cuando finalmente me besó, fue como si el mundo se desvaneciera a nuestro alrededor, dejando solo el fuego que ardía entre nosotros.

Sus labios se movían con una urgencia avasalladora, haciéndome sentir viva de una manera que nunca antes había experimentado.

Mis manos encontraron su cabello, enredándose en sus mechones oscuros mientras él profundizaba el beso.

Su cuerpo era una barrera impenetrable, y yo no quería estar en ningún otro lugar más que ahí, envuelta en su cercanía.

Su aroma me envolvía por completo, y cada célula de mi cuerpo respondía a su proximidad con una necesidad desesperada.

De repente, sus labios dejaron los míos y comenzaron a descender por mi cuello, dejando un rastro ardiente que quemaba deliciosamente.

Cada beso era una promesa de lo que vendría, un recordatorio de lo que él podía hacerme sentir.

Cerré los ojos, entregándome a la sensación sin pensar en nada más que en el momento.

Un leve dolor punzante se instaló en mi cuello, pero antes de poder protestar o siquiera entender lo que sucedía, un gruñido interrumpió el momento.

—¡Lucian!

—La voz autoritaria de Ronan resonó en el pasillo.

Lucian se detuvo de inmediato, su cuerpo tenso contra el mío.

Sentí cómo el calor de la vergüenza subía por mis mejillas cuando abrí los ojos y encontré a Ronan observándonos con una mezcla de desaprobación y sorpresa.

Su mirada se dirigió a mí con severidad.

—Espero que tengas una explicación para esto, Alfa Lucian —dijo mi padre, claramente conteniendo su enojo.

Lucian retrocedió un paso, liberándome de su abrazo.

La pérdida de su contacto dejó un vacío que me hizo estremecerme.

Miré a Lucian, buscando algún indicio de sus pensamientos, pero su expresión era inescrutable.

—Lo siento —murmuré, sintiéndome expuesta y avergonzada bajo la mirada de mi padre, que ahora también se había acercado.

Papá me observó con una mezcla de preocupación y decepción.

Mi corazón se encogió al ver su desaprobación y deseé poder desaparecer en ese mismo instante.

—Reúnete con los demás —ordenó papá suavemente.

Asentí sin protestar, sintiendo las lágrimas arder en mis ojos mientras me alejaba del lugar.

El pasillo parecía interminable mientras me dirigía hacia el resto de los invitados.

Cada paso resonaba en mi mente como un eco del deseo insatisfecho y la vergüenza que me consumía.

Pude ver a Caleb del otro lado de la sala, sosteniendo una copa de vino tinto con una despreocupación que parecía desafiar el caos que se arremolinaba a mi alrededor.

Su presencia siempre había sido un ancla para mí, y en ese momento, más que nunca, necesitaba aferrarme a esa calma.

Traté de mantener la compostura, aunque las lágrimas amenazaban con traicionarme.

—¿Todo bien, pequeña dama?

—preguntó Caleb mientras olfateaba el aire, su rostro endureciéndose al captar algo que no le gustaba.

—Sí —respondí en un susurro apenas audible—.

Me encontré a Lucian y a papá en el camino —mentí, sin querer revelar el bochornoso evento que acababa de experimentar.

Caleb inclinó la cabeza ligeramente, como si ponderara mis palabras, pero no insistió.

En lugar de eso, sonrió con un toque de diversión y señaló hacia un lado.

—Las cosas han estado interesantes por aquí —dijo, y me di cuenta de que Damian y Luna estaban cerca.

Bueno, en realidad era Luna quien platicaba animadamente con un joven de cabello castaño largo y ojos negros como la noche.

Damian observaba la escena desde muy cerca, como un guardián silencioso.

Escaneé la habitación, notando que había personas de todo tipo, aunque algunas destacaban más que otras.

Caleb se inclinó hacia mí, sus labios rozando mi oído.

—Él es Killian —dijo—.

Es el futuro Alfa de la manada Rugido de la Montaña, aliados nuestros.

Asentí, captando la importancia de su posición.

Luego, Caleb señaló a una joven al otro lado de la sala.

—Esa de allá es Dafne, hija del Alfa Romulus.

Es insufrible; no te le acerques —advirtió con seriedad.

De repente, noté cómo el cuerpo de Caleb se tensaba.

Sus músculos se endurecieron como si estuviera listo para enfrentarse a un enemigo invisible.

Seguí su mirada y vi a una mujer acercándose con una seguridad desbordante.

Era una morena de curvas impresionantes.

Su altura, de aproximadamente 1.70 metros, le otorgaba una presencia imponente.

Sus ojos brillaban con un desafío latente y su sonrisa era la de alguien consciente del efecto que causaba en los demás.

Antes de que pudiera reaccionar, Caleb me atrajo hacia él, rodeando mi cintura con su brazo en un gesto posesivo que no pasó desapercibido para nadie en la sala y no pude evitar sonrojarme.

La mujer se acercó aún más, su mirada fija en Caleb mientras ignoraba deliberadamente mi presencia.

—Caleb —dijo ella con una voz melosa cargada de intenciones ocultas—.

No esperaba verte aquí tan pronto.

Él no respondió de inmediato, su mandíbula apretada era un claro indicativo de que la presencia de la mujer no era bienvenida.

Sentí una oleada de celos mezclada con curiosidad.

¿Quién era ella para provocar tal reacción en Caleb?

—Eliza —dijo finalmente Caleb, girando su atención hacia mí—.

Ella es Selene, una vieja conocida.

La forma en que lo dijo dejaba claro que había más historia entre ellos de la que estaba dispuesto a compartir.

Selene me miró con una evaluación rápida antes de volver su atención a Caleb, como si yo fuera irrelevante.

—Es un placer conocerte, Eliza —dijo Selene finalmente, aunque su tono sugería lo contrario.

Asentí cortésmente, aunque mi mente estaba trabajando a toda velocidad.

La tensión entre Caleb y Selene era innegable, y no pude evitar preguntarme si había más en juego aquí de lo que parecía a simple vista.

En ese momento, el aire en el vestíbulo cambió sutilmente y sentí una nueva presencia antes de verla.

Ronan y Lucian entraron al lugar.

Lucian tenía esa sonrisa de suficiencia que siempre llevaba consigo, pero al posar sus ojos en mi, su expresión cambió abruptamente.

El silencio momentáneo entre nosotros fue roto por una risa profunda proveniente de Ronan, quien claramente había percibido el cambio en el ambiente.

—Parece que llegamos en un momento interesante —comentó Ronan con una sonrisa divertida.

Lucian se acercó lentamente, su mirada fija en Caleb y luego en mí.

La tensión creció palpable entre los cuatro mientras Selene observaba la escena con un interés.

“Estoy muerta”— fueron las únicas palabras que se repetían una y otra vez en mi cabeza.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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