Emparejada al Alfa Enemigo - Capítulo 79
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79: Fuego de Dragon 79: Fuego de Dragon Desde el momento en que el sol comenzó su ascenso, supe que la fortuna estaba de mi lado.
Nos encontramos en mi despacho, donde Jaxon me preparó para ejecutar el pequeño plan que había estado tramando durante meses.
—Este polvo —comenzó a explicar mientras esparcía un poco sobre mí— tiene la capacidad de crear un vínculo irresistible entre dos personas.
La hembra bañada con los polvos dorados sucumbe únicamente ante el macho que ha sido espolvoreado con la misma flor.
Era justo lo que necesitaba para que ella dejara de resistirse al lazo de compañeros; la tendría rendida a mis pies y, con el lazo fortalecido por la Luna de Sangre, aceptaría ser mi Luna sin protestar, dando paso a la segunda etapa de mi plan.
—El efecto pasará si la rechazas, las marcas o…
bueno, ya sabes —dijo dejando en el aire lo obvio, si por fin podría hacerla mía.
—No quiero que ningún lobo aproveche que ella esté bajo los efectos de esta flor.
—Solo contigo tendrás la reacción adecuada —aseguró mientras continuaba espolvoreándome cuidadosamente.
Después de seguir las indicaciones, me preparé para dar inicio al baile de Luna Carmesí de este año.
Me puse un pantalón negro de vestir, una camisa negra bien almidonada, mancuernillas plateadas y mi cabello negro peinado hacia atrás.
Jaxon estaba encargado de recibir a los primeros invitados, mientras yo esperaba a mi pequeña caperucita.
No pasó mucho tiempo antes de que la sintiera entrara en mi territorio; Podía percibir su ansiedad y nerviosismo a través de nuestro vínculo.
Pero yo no podía darme ese lujo; Debía mantener la mente fría para que mi plan saliera perfecto.
Su aroma ya inundaba cada pasillo del castillo, acercándose más y más a mí.
Estratégicamente, no la había alojado con el resto de los invitados; su habitación asignada estaba junto a la mía, la habitación de mi Luna.
Pude notar un ligero cambio en su olor de vainilla salvaje que tanto me volvió loco; Se volvió más picante e irresistible.
Cuando la sentí moverse torpemente fuera de su habitación, hice mi movimiento: convoqué a mis sombras y me apareció justo frente a ella.
Al verla apoyada contra la pared y vulnerable, supe que el momento había llegado.
Su mirada se encontró con la mía y pude sentir cómo el polvo comenzaba a hacer efecto.
El deseo en sus ojos era innegable, y cuando finalmente la toqué, su piel ardió bajo mis dedos como si hubiera sido tocada por una llama invisible.
La aplasté entre la pared del pasillo y mi cuerpo; El mundo se desvaneció a nuestro alrededor cuando mi boca reclamó la suya.
Pero incluso en medio del fuego y la pasión, una pequeña voz dentro de mí susurraba advertencias que elegí ignorar.
La realidad era que yo también la deseaba, pero con todo este odio dentro de mí apenas lo podía notar.
Me despegué de sus labios para ir directo a marcarla; no perdería tiempo.
Ya me las arreglaría después con una mitad loba molesta en mi cama gritando mi nombre.
Solo la idea de tenerla bajo mi cuerpo desnudo hizo que mi miembro se hinchara aún más de lo que ya estaba; mis colmillos apenas habían rozado su piel cuando fuimos interrumpidos por un gruñido.
No tenía que girarme para saber quién era.
La interrupción de Ronan fue como un balde de agua fría.
Su voz autoritaria rompió el hechizo y me obligó a soltar a Eliza.
El enojo burbujeó dentro de mí mientras enfrentaba las miradas acusadoras de Ronan; Estaba tan concentrada en tenerla en mis brazos y disfrutarla que no me di cuenta de cuándo se acercó.
—Espero que tengas una explicación para esto, Alfa Lucian —Podía sentir la ira irradiando de Ronan, lo cual me causaba placer.
Toda su maldita manada caerá ante mi poder.
Cuando Eliza se retiró, algo llamó mi atención; un pequeño resplandor fugaz en su espalda a la altura de su hombro derecho.
Traté de entrecerrar los ojos para ver bien, pero Ronan se puso justo en mi visión.
—Por favor, vamos a mi despacho —dije mientras lo dejaba pasar.
Al llegar al despacho, cerré la puerta detrás de nosotros.
Ronan estaba furioso; Sus ojos brillaban con una intensidad casi peligrosa.
Me senté detrás de mi escritorio y le indicó que hiciera lo mismo, mientras lo observaba con una sonrisa burlona.
—Ronan, Ronan…
—comencé con tono divertido—.
No sabes cuánto deseaba este momento.
Sentir el lazo de compañeros fue…
electrizante.
No pude resistirme al sentir su profundo y delicioso olor en el pasillo —dije mientras cerraba los ojos y disfrutaba del recuerdo y de la rabia que borboteaba en Ronan.
—Imagina mi sorpresa cuando mis ojos cayeron en esos hermosos ojos azules de Eliza —Solté un suspiro a propósito.
Ronan apretó los puños, sus músculos tensándose bajo la piel.
—Lucian —gruñó—.
No tienes derecho a jugar con ella así.
Es mi hija y no permitiré que…
Lo interrumpí levantando una mano.
—Ah, pero ves —dije inclinándome hacia adelante—, el destino tiene un sentido del humor retorcido.
Ella es mi compañera destinada.
Y tú lo sabes tan bien como yo.
Ese vínculo no puede romperse tan fácilmente.
Ronan dio un paso hacia mí, pero mantuve mi postura relajada.
—Te exijo que la rechaces —ordenó usando su voz de Alfa, pero no me intimidaba—.
No lo permito —Se levantó y dio un golpe en mi escritorio—.
Ella no conoce todas las tradiciones; le ha costado adaptarse a todo esto.
Me reí suavemente, disfrutando del juego.
—Eso es lo hermoso del destino, Ronan.
No necesitas tu permiso.
Me levanté de la silla, indicándole nuevamente que se sentara; Fui directo al bar que estaba en una esquina y serví dos vasos de whisky.
Caminé frente a Ronan, recargándome en el escritorio mientras le entregaba una copa y adoptaba mi rostro serio.
—Entiendo que es tu princesa y apenas están conectadas.
Recordando la insulsa historia que había dado al consejo; como si alguien fuera a creer que una humana podría ocultar a la hija de un lobo.
—No quiero hacerle daño —mentí descaradamente—.
También fue una sorpresa para mí, pero esto puede ser beneficioso para ambos.
—¿A qué te refieres?
—Dijo mientras enarcaba una ceja y dejaba el vaso en el escritorio junto a mí.
—La Diosa Luna nos está dando una oportunidad para establecer lazos estrechos —dije bebiendo de mi copa y dejando que la frase fuera calando en él adecuadamente—.
Tu hija es mi compañera predestinada y tú mejor que nadie sabe que he pasado una vida buscándola.
Ronan no dijo nada, pero podía ver en su rostro que la idea de una paz infinita le asentaba bien; los años habían hecho al Alfa bélico un lobo asustadizo y desde que Eliza había aparecido en su vida, los rumores eran que se había ablandado más; los tomaría a todos con la guardia baja.
— ¿Qué pasa si ella no quiere ser tu compañera?
—La pregunta que estaba esperando.
—Aceptaré su decisión y me apartaré —Por supuesto que mentí; Tenía todo listo para que ella no me rechazara.
Una vez que la marcara, no podría evitar ser sumisa y seguir cada una de mis órdenes, por más insulsas que estas fueran.
Aunque pude notar que Ronan no estaba del todo convencido, se levantó y me ofreció su mano.
—Palabra de caballero —Entendía que para los viejos Alfas la palabra de caballero era importante, pero viniendo de un traidor, para mí no valía nada.
—Palabra de caballero —Dije mientras tomaba su mano, con una promesa vacía que no iba a cumplir.
Podía sentir cómo Ronan se relajaba ante mi falsa promesa.
Lo tenía justo donde quería; confiando en mí ciegamente.
Cuando nos dirigimos al vestíbulo, el lugar estaba lleno de parejas de lobos que comenzaban a sentir el vínculo de compañeros.
Mi mirada vagaba por la multitud hasta encontrar a Eliza.
Pero antes, noté a Damián con mala cara, observando a Luna con Killian, un aliado de la manada Sangre de Hierro.
Los celos en el rostro de Damián me causaron gracia; Era curioso ver cómo incluso los más fuertes sucumbían a las emociones humanas.
Finalmente, mis ojos encontraron lo que buscaban; Eliza.
La sonrisa que había desaparecido al ver cómo Caleb tenía sus malditas garras sobre ella.
Luca, mi lobo interior, rugió con furia.
Había estado inusualmente callado desde que descubrimos que Eliza era hija de Ronan, pero su deseo de marcarla solo había crecido, alimentado por mi semilla de venganza.
Selene estaba con ellos, pero la ignoró deliberadamente.
Sabía que después tendría una loba algo molesta conmigo, no hay nada que no me perdone en cuanto ve mi verga, es toda una perra.
Me acerco hacia ellos, dando la sonrisa más amplia y seductora que puedo; utilizando todo mi auto control para mantener la fachada; Veo como avanza decidida hacia mí, tomando mi mano; cuando su mano toco la mía, sentí como si una corriente eléctrica recorriera mi cuerpo.
Su piel se derretía bajo mi toque y poco me importó que estuviéramos frente a todos; mejor así.
La tomé de la cintura y el traje hacia mí.
Un jadeo de sorpresa se escapó de sus labios.
Pude escuchar un gruñido por parte de Caleb, mientras el resto de la sala permanecía en silencio.
—Compañera —murmuré con una sonrisa triunfante mientras sentía cómo Eliza cedía bajo mi toque.
El murmullo colectivo se alzó a nuestro alrededor mientras entrábamos al salón.
Podía sentir los suspiros, los pequeños gritos ahogados y los murmullos de incredulidad que llenaban el aire.
Era como si todos estuvieran atrapados en una red de tensión invisible, conectados por un destino incierto.
El Alfa Maximus, con su presencia imponente, dominaba el espacio y capturaba la atención de todos.
—Curioso —dijo Maximus, su voz resonando con autoridad—.
Una alianza inesperada.
El murmullo creció, como una ola que amenazaba con desbordarse.
Los lobos intercambiaban miradas cautelosas, algunos con esperanza, otros con recelo.
Máximos levantamos una mano para silenciar el tumulto, proyectando la calma ceremonial propia del Alfa Supremo —No hay que apresurarnos —dijo de manera calmada—.
Veremos qué destino nos trae el futuro.
Con un aplauso que resonó como un trueno, toda la sala quedó oscura.
Sentí a Eliza temblar en mis brazos, su fragilidad contrastando con la fuerza de mi deseo por ella.
Instintivamente la acerqué más a mí, su olor me embriagaba por completo y el tenerla tan cerca con los efectos de Fuego de Dragón solo me daban ganas de arrastrarla a mi habitación, hacerla mía una y otra vez, hasta dejarla seca de tantos orgasmos.
—Todo está bien —le susurré al oído, conteniendo la tormenta que rugía dentro de mí—.
Es hora de la comida.
Las luces se encendieron lentamente, revelando un gran salón adornado con candelabros dorados y mesas cubiertas de manteles rojos que parecían sangre fresca.
Era una tradición antigua dejarse guiar por la diosa luna para encontrar nuestro lugar en el banquete.
—Bienvenidos a todos —Dijo el Alfa Maximus—.
Esta noche no solo celebramos la unión entre nuestras manadas, sino también otro año que perdura la paz entre nosotros.
Su mirada recorrió la sala lentamente, como si evaluara a cada uno de los presentes.
—Como es tradición —continuó—, la Ceremonia Luna Carmesí marcará el inicio de nuevas alianzas…
y tal vez, nuevas uniones.
Tomé la mano de Eliza, entrelazando nuestros dedos como cadenas invisibles que nos mantenían unidos.
La guía hacia la mesa principal, consciente de las miradas que nos seguían.
La tensión se transformó en un murmullo expectante mientras tomábamos asiento juntos.
El banquete comenzó con una variedad de platos exquisitos.
El aroma de la carne asada llenaba el aire, mezclándose con el dulce perfume del vino tinto que corría libremente por las copas.
Los lobos se dejaban llevar por sus instintos, algunos encontrando a sus compañeros en miradas furtivas y sonrisas tímidas.
Eliza se sentó a mi lado, su mirada fija en mí como si intentara entender que es lo que estaba pasando, sabia que la flor estaba haciendo justo el efecto deseado, aunque también el estaba atravesando una tormenta, el deseo de tenerla gimiendo mi nombre era algo que no se apartaba de la cabeza.
Necesitaba marcarla lo más pronto posible, necesitaba que fuera mía.
Le ofrecí una copa de vino, rozando sus dedos en un gesto íntimo que no necesitaba palabras.
—Todo bien caperucita?
—pregunté en voz baja, mi tono suave contrastando con la intensidad de mis ojos.
—Sí —respondió Eliza, aunque su voz traicionaba una ligera vacilación.
La tensión entre nosotros era palpable, como una corriente eléctrica que amenazaba con encender el salón entero.
El banquete continuó, cada plato más delicioso que el anterior.
Los lobos reían y conversaban, algunos ya emparejados por la influencia de la luna.
Era fascinante ver cómo las alianzas se formaban y deshacían en cuestión de minutos, guiadas por los caprichos del destino.
Para el final de la noche, la mayoría de los lobos ya se habían encontrado emparejados.
Las parejas se miraban con complicidad, compartiendo secretos y promesas bajo la luz tenue de las velas.
Eliza y yo permanecimos juntos durante toda la velada.
La conexión entre nosotros era evidente para todos los presentes, un vínculo que desafiaba las normas y expectativas del clan.
Mientras las luces se apagaban nuevamente, me incliné hacia Eliza, mis labios rozando suavemente su oído.
—Esta noche es solo el comienzo Susurre en su oído de manera intensional, cuando sus ojos azules se posaron en los míos podía ver que internamente aun peleaba contra este sentimiento, me sorprendía lo fuerte que podía ser; sin embargo, para eso era la Fuego de Dragón, para que no pudiera resistirse al vínculo.
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