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En Algún Lugar en Limbo - Capítulo 2

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2: Capitulo 2 – No hay Sangre en el Desierto.

2: Capitulo 2 – No hay Sangre en el Desierto.

El motor del vehículo flotante zumbaba suavemente mientras el polvo del desierto se asentaba.

Matt observaba desde lo alto a los dos recién llegados tirados en la arena.

No mostraba emoción alguna.

Solo inclinó la cabeza, como evaluando si habían sobrevivido al impacto.

Se bajó con calma, la arena crujía bajo sus botas metálicas.

Con movimientos precisos, se acercó primero al cuerpo inmóvil de la mujer.

Sus sensores le marcaban signos vitales estables.

No le prestó atención.

En cambio, se agachó y tomó la espada que aún brillaba débilmente a su lado.

—Hmm…

interesante —musitó, mientras su máscara proyectaba una expresión de ceja levantada y sonrisa sarcástica en neón azul.

Luego se dirigió al otro sujeto, el encapuchado.

De entre sus brazos recogió un libro oscuro, de cubiertas gastadas y con símbolos que parecían moverse.

Matt lo hojeó sin abrirlo del todo, solo lo escaneó con su visor.

—Artefactos mágicos.

Buen pago por el rescate —sentenció, y se dio la vuelta sin más.

Kaelis, aún recuperándose, abrió los ojos apenas y al notar que su espada ya no estaba, reaccionó de inmediato.

Se incorporó de golpe y dio un paso en guardia, con el ceño fruncido.

—¡Devuélveme eso, ladrón!

¡Esa espada es un regalo divino!

Veyrion, todavía sentado en la arena, levantó la vista hacia Matt con lentitud.

—Disculpa —dijo con una voz calmada, profunda—.

¿Dónde estamos?

Y por favor… devuélveme mi libro.

—Una chispa verde cruzó sus ojos, amenazante.

Matt los ignoró.

Caminó hacia su vehículo, abrió uno de los compartimientos traseros y guardó ambos objetos como si fueran simples piezas de recolección.

Su máscara ahora mostraba una expresión de bostezo exagerado.

—¿¡Acaso me ignoras!?

—gritó Kaelis.

—No caeré ante un ladrón…

¡Y mucho menos si esta con un Lich!

—añadió, invocando con fuerza— ¡Mi diosa me bendice!

Extendió la mano hacia el cielo y una luz brillante comenzó a envolverla.

Pero algo andaba mal.

La energía chispeaba, inestable…

incompleta.

Matt giró ligeramente la cabeza.

—Los poderes divinos no funcionan bien en Limbo —dijo con tono plano—.

Si no quieren sufrir, les aconsejo que se larguen del desierto antes de que oscurezca.

Veyrion ladeó la cabeza.

—¿Limbo…?

Interesante.

¿Y podrías, al menos, devolverme el libro para anotar esto?

—Sus dedos se movieron lentamente en patrones oscuros, invocando un hechizo.

Pero nada ocurrió.

—…Qué extraño, ¿No funciona?—murmuró, mirando sus manos como si fueran ajenas.

Intentó de nuevo con un encantamiento de alma básico…

y de nuevo, nada.

Matt miró su pantalla.

[Alerta: intento de manipulación mágica detectado] —Tch…

lo intentaste —dijo mientras apuntaba a Veyrion brevemente con su pistola.

Kaelis, confundida y frustrada, reunió la poca energía divina que aún sentía y lanzó un rayo de luz dorada directo hacia Matt.

—¡¡Basta de juegos!!

Pero antes de que el hechizo llegara a su objetivo, Matt ya había disparado.

Una sola bala silbó en el aire.

BAM Kaelis cayó hacia atrás con un golpe seco.

Su cabeza giró bruscamente, y su cuerpo quedó inmóvil sobre la arena.

Veyrion no se inmutó.

Caminó hacia ella y se inclinó.

—Hmm…

no hay sangre.

Curioso…

—tocó su herida—.

No reconozco el sello de la deidad que la protege.

¿No estás muerta?

Los ojos de Kaelis se abrieron de golpe.

Jadeó.

—¡Sigo viva…!

¡Gracias, diosa…!

—susurró, confundida y temblando.

—¿Eres un Lich también?

—preguntó Veyrion con interés sincero.

—¡NO!

¡Yo soy—!

—¡Ya basta!

—los interrumpió Matt, volviendo al vehículo—.

Si quieren respuestas, este no es el lugar.

El desierto no perdona, y no pienso arrastrar dos cadáveres inútiles por las dunas.

—Suban si no van a causar problemas.

Y guarden sus fuegos artificiales, no les van a servir aquí.

Kaelis lo miró con furia.

Veyrion parecía más curioso que molesto.

Ambos dudaron un instante…

pero la sensación del desierto era demasiado abrumadora.

El aire era seco, irreal.

Las dunas parecían moverse como si tuvieran vida.

Algo observaba.

Kaelis se levantó en silencio.

Veyrion simplemente asintió.

Y los tres, sin conocerse aún, compartieron su primer silencio en Limbo.

Kaelis subió al vehículo con recelo, manteniendo su mirada fija en la espalda de Matt, aún dolida por la humillación de antes.

Se acomodó en uno de los asientos traseros, cruzando los brazos, mientras su espada aún brillaba guardada en la caja del transportista.

Veyrion, en cambio, parecía fascinado.

Subió con lentitud al techo del vehículo, sentándose como un gato negro sobre una roca caliente, la túnica ondeando con el viento.

Matt arrancó el motor flotante con un zumbido sordo.

El vehículo se elevó apenas del suelo y avanzó suavemente sobre la arena caliente del desierto.

—Los llevaré ante la Justicia algún día —murmuró Kaelis.

Matt no respondió.

En cambio, frente a ella, una pantalla translúcida de neón se activó, proyectando imágenes simples: una esfera rota flotando en el vacío, criaturas de distintos mundos, mapas cambiantes, tornados azules.

—¿Qué…

es esto?

—preguntó ella, más tranquila esta vez.

—Resumen básico de Limbo —dijo la voz distorsionada de Matt desde el asiento del conductor—.

El lugar donde están ahora.

No es cielo ni infierno.

Solo…

lo que queda.

Las imágenes cambiaron: el desierto, criaturas parecidas a gusanos gigantes acechando bajo la arena, un mapa con círculos que se expandían hacia una jungla y luego hacia montañas nevadas.

—¿Inmortalidad?

¿Magia, tecnología y…

alquimia todo junto?

—Kaelis ladeó la cabeza, desconcertada.

—Exacto —interrumpió Matt—.

Aquí todo eso convive.

Nadie envejece.

Nadie muere.

Nadie sale…

salvo por ciertas excepciones.

—¿Qué clase de excepciones?

Matt guardó silencio.

La pantalla mostró ahora figuras humanas siendo arrastradas por tornados hacia este mundo.

—Eso no importa ahora.

Están en el desierto.

Región número uno.

La más amable con los recién llegados —añadió con sarcasmo, mientras la pantalla mostraba gusanos gigantes y madrigueras subterráneas.

Veyrion rió desde el techo.

—Interesante.

¿Cómo se llaman las criaturas bajo la arena?

He notado vibraciones irregulares, podrían estar siguiendo nuestras rutas.

—“Perros de tierra”.

Y gusanos.

Si te atrapan…

bueno, buena suerte.

Algunos se entretienen masticándote durante días.

Otros prefieren jugar.

Kaelis tragó saliva, intentando disimular su preocupación.

—¿Y no tienes armas en esta cosa?

Matt alzó una ceja y señaló discretamente con la cabeza hacia uno de los lados.

Una torreta con sensores se desplegó de forma casi imperceptible.

—¿Eso responde a tu pregunta?

Kaelis asintió, impresionada a su pesar.

—¡¿Y por qué no nos explicaste esto antes?!

—preguntó, levantando la voz.

Veyrion levantó una mano con lentitud, y un leve sello oscuro apareció sobre la boca de Kaelis.

Un hechizo sutil.

Ella intentó hablar, pero solo salió un sonido apagado.

—Silencio, paladina.

Estoy intentando escuchar.

No seas tan ruidosa.

Kaelis se giró para golpearlo, pero se detuvo al ver que él ya no la miraba.

—Continúa, Hombre del Desierto —pidió el Lich—.

Este mundo es…

delicioso.

—Ya se darán cuenta de todo —respondió Matt mientras el paisaje de dunas comenzaba a cambiar—.

Pero por ahora, solo escuchen.

No son los únicos nuevos aquí.

Algunos tardan meses en adaptarse.

Otros, siglos.

—¿Cuánto llevas tú?

—preguntó Veyrion.

Matt no respondió.

—¿No quieres decirlo?

¿O ya perdiste la cuenta?

—No es relevante.

Solo sepan que mientras estén en el desierto, deben moverse.

Quedarse quietos es pedir que algo venga por ustedes.

Kaelis logró disipar el hechizo de su boca con un brillo de energía sagrada.

Bufó molesta.

—¿Siempre eres así de amable?

Matt encogió los hombros.

—No siempre.

A veces cobro más caro.

Veyrion se echó hacia atrás, mirando las estrellas que ya comenzaban a brillar en el cielo rojizo del atardecer.

—Entonces…

¿hay algo más allá de estas regiones?

¿O Limbo es solo un desierto eterno?

Matt cambió de ruta, girando hacia el norte.

—Jungla, montañas, ciudades, ruinas, criaturas…

Limbo es más grande de lo que parece.

Y todo quiere hacerte sufrir.

Kaelis se inclinó hacia delante, interesada por fin.

—¿Hay más personas como tú?

—Muchísimas.

Algunos intentan organizarse.

Otros solo hace lo que quieren.

Y otros…

bueno, hacen preguntas molestas.

Kaelis y Veyrion se miraron.

No estaban solos, pero tampoco en un lugar que pudiera llamarse hogar.

Era un mundo nuevo, extraño y brutal.

Uno donde incluso lo más sagrado o lo más oscuro parecía desdibujarse.

Y Matt…

seguía conduciendo sin mirar atrás.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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