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Entre el fuego y la distancia - Capítulo 10

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  4. Capítulo 10 - 10 CAPÍTULO 10 — “LA LÍNEA QUE EMPIEZA A ROMPERSE”
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10: CAPÍTULO 10 — “LA LÍNEA QUE EMPIEZA A ROMPERSE” 10: CAPÍTULO 10 — “LA LÍNEA QUE EMPIEZA A ROMPERSE” La mañana siguiente se sentía pesada, como si la noche de la gala hubiera dejado una sombra flotando sobre todo.

Isabella abrió los ojos con una sensación amarga en el pecho.

La conversación con Marcos.

El casi-beso en la pista.

El pasillo.

Las palabras de Lucas.

No quería recordar nada, pero la cabeza no tenía botón de apagado.

Se levantó, fue a la cocina y empezó a preparar café.

Notó que las manos le temblaban cuando sirvió en la taza.

Ni siquiera llegó a probarlo.

Justo cuando estiró la mano para tomar la taza, el teléfono vibró.

Mensaje del trabajo.

Reunión urgente hoy 10:00 a.

m.

Proyecto Nueva Polaris.

Presencia obligatoria.

Isabella sintió como si algo le bajara al estómago de golpe.

Era el proyecto grande.

El mismo del que Lucas había dicho que formaría parte.

—Perfecto… —murmuró, con ironía—.

Justo lo que necesitaba.

La sala de reuniones estaba llena.

Directores, jefes, diseñadores, gente de finanzas, consultores.

El aire tenía esa tensión de “día importante” que a Isabella siempre le provocaba un ligero nudo.

Entró intentando no buscar con la mirada.

Pero la realidad tenía muy poco interés en ayudarle.

Lucas ya estaba allí.

Sentado cerca del frente, con una carpeta frente a él.

Traje oscuro, expresión seria, postura relajada de cara al resto, pero concentrada.

Cuando ella cruzó la puerta, él levantó la vista.

No sonrió, no hizo ningún gesto que pudiera delatarlo, pero sus ojos se quedaron un segundo más de lo normal en los de ella.

Ese segundo fue suficiente para que a Isabella se le encogiera el pecho.

Buscó asiento lo más lejos posible, pero aun así lo sentía.

Y, para su desgracia, se dio cuenta de que él también la sentía a ella.

El jefe de proyecto, Ramírez, se colocó al frente.

—Antes de empezar, quiero presentar oficialmente a nuestro consultor principal —dijo—.

Algunos ya han trabajado con él.

Miró hacia Lucas.

—Lucas Álvarez será el encargado de coordinar la parte arquitectónica y de diseño con el equipo creativo.

Eso incluye… —revisó la lista— …Isabella Torres.

El corazón de Isabella pareció detenerse un segundo.

Lucas no hizo ningún movimiento brusco.

Pero ella vio el ligero cambio en su mirada.

Trabajo directo.

Horas de reuniones.

Correos, llamadas, decisiones compartidas.

Tragó saliva.

Ramírez siguió: —Les adelanto que los plazos son muy ajustados.

Voy a necesitar compromiso total.

Y, sobre todo, cero distracciones personales.

Marcó esas últimas palabras con intención.

Cero.

Distracciones.

Personales.

Isabella sintió el golpe.

Y supo que Lucas también.

Al terminar la reunión, la sala se fue vaciando en grupos pequeños, entre comentarios y bromas sobre el tamaño del proyecto.

Isabella recogió sus cosas con rapidez.

Tenía un solo objetivo: salir de ahí antes de que… —Necesitamos hablar del proyecto.

La voz detrás de ella la detuvo en seco.

Lucas.

Ella cerró los ojos un segundo, solo para juntar fuerzas.

—En la sala pequeña —añadió él, ya con un tono profesional que casi sonaba a disfraz—.

Cinco minutos.

Isabella asintió sin mirarlo y salió.

No se fiaba de lo que sus ojos podían delatar.

La sala pequeña era un espacio de reuniones internas que raras veces se usaba.

Tenía una mesa, cuatro sillas y una ventana con vista a nada especial.

Cerró la puerta detrás de ella.

El ruido de la oficina quedó fuera.

Lucas estaba apoyado en el borde de la mesa, brazos cruzados.

La miraba con una calma tensa, como quien se obliga a no decir demasiado de golpe.

—Isabella, esto no va a ser fácil —dijo.

—Lo sé —respondió ella.

—No hablo del proyecto.

Ella levantó la mirada, agotada, a la defensiva.

—Lucas, no podemos mezclar… —¿De verdad crees que no está mezclado ya?

—la interrumpió—.

¿Después de anoche?

¿Después del pasillo?

El calor le subió al cuello.

—Anoche fue un error —dijo.

Lucas soltó una risa corta, sin pizca de alegría.

—No me mientas —pidió—.

No a mí.

Ella apretó los puños a los lados del cuerpo.

—Tengo que mentir —contestó al fin—.

Porque si no lo hago, esto puede destruir la vida que he construido.

La expresión de Lucas cambió apenas.

Como si cada palabra le arañara por dentro.

—¿Y la mía?

—preguntó—.

¿Piensas que esto no me está rompiendo también?

Isabella lo miró, descolocada.

—Lucas… —Mírame —dijo él, bajando la voz.

Ella dudó, pero terminó por hacerlo.

Durante un instante, vio al hombre que conocía de antes.

No al consultor seguro, ni al Lucas que aparecía bajo la lluvia diciendo lo que no debía.

Vio al que la había querido de verdad.

Al que ahora la miraba como si hubiera abierto una herida que nunca cerró.

Al que estaba tan perdido como ella.

—No esperes que me comporte como si no sintiera nada —continuó—.

No soy de piedra.

Nunca lo fui contigo.

La garganta de Isabella ardía.

—Precisamente por eso esto es tan peligroso —susurró.

Lucas se enderezó y dio un paso hacia ella.

Sólo uno, pero bastó para que la distancia se volviera incómoda.

—Dime qué quieres que haga —dijo—.

Solo eso.

Si quieres que mantenga distancia, lo hago.

Si quieres que me vaya del proyecto, renuncio.

Si quieres que desaparezca de nuevo, desaparezco.

La miró fijo.

—Pero dime la verdad.

Isabella parpadeó, sorprendida.

No había esperado esa oferta tan directa.

—¿Renunciarías… por mí?

—preguntó.

—Sí —respondió sin titubeos—.

Si eso es lo que necesitas para estar en paz.

Ella sintió un nudo subirle a la garganta.

—No puedo pedirte algo así —dijo—.

No sería justo.

—Entonces, ¿qué quieres?

—insistió él.

Isabella sintió que temblaba un poco, apenas.

Por primera vez, se dio cuenta de que no tenía una respuesta limpia.

—Quiero… poder respirar —admitió, la voz quebrada—.

Quiero que esto no sea tan difícil.

Quiero que no me duela tanto verte.

Lucas bajó la mirada un segundo, como si necesitara recolocarse por dentro.

Cuando volvió a mirarla, había una mezcla de dolor y decisión.

—Entonces déjame ayudarte —dijo—.

Aunque sea con eso.

Con respirar.

Ella sintió las lágrimas cerca, demasiado cerca.

Abrió la boca para decir algo más, pero en ese momento sonó un golpe en la puerta.

—¿Todo bien?

—era la voz de Marcos.

Isabella pegó un pequeño salto.

Lucas cerró los ojos un instante, como si contuviera una oleada de frustración.

Ella fue a la puerta y la abrió, intentando que nada se notara.

Marcos miró hacia dentro.

Vio a Lucas.

Vio a Isabella.

Vio la distancia justa entre los dos… y aun así percibió algo en el aire.

—Necesito hablar contigo —dijo, mirando solo a Isabella.

Ella sintió que el suelo se movía un poco bajo sus pies.

—Claro —respondió en un hilo de voz.

Mientras salía, notó la mirada de Lucas sobre ella.

No dijo nada, pero sus ojos eran una declaración: No te suelto.

No me rindo.

Y esto no ha terminado.

Isabella, en cambio, solo podía pensar en una cosa mientras caminaba junto a Marcos por el pasillo: Su vida estaba a punto de romperse en más de dos.

Fin capítulo 10.

“Tu comentario me ayuda mucho a seguir subiendo capítulos 💖 ¡Cuéntame qué te pareció esta escena!” REFLEXIONES DE LOS CREADORES Pluma_Magna Lucas está dispuesto a renunciar a todo.

Marcos empieza a notar que algo no encaja.

Y mientras la empresa le exige “cero distracciones personales”, Isabella descubre que su corazón se ha convertido en la mayor bomba de tiempo del proyecto.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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