Entre el fuego y la distancia - Capítulo 11
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- Capítulo 11 - 11 CAPÍTULO 11 — CUANDO EL SILENCIO TAMBIÉN DUELE
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11: CAPÍTULO 11 — CUANDO EL SILENCIO TAMBIÉN DUELE 11: CAPÍTULO 11 — CUANDO EL SILENCIO TAMBIÉN DUELE La mañana siguiente se sentía más pesada de lo normal.
El calor no venía del clima, sino de los recuerdos que insistían en repetirse: el casi–beso en el balcón, la confesión que quedó suspendida en el aire, la mano de Brandon temblando sobre la de Luna… y la decisión de ella de alejarse antes de perder el control.
Luna había dormido poco.
Brandon, casi nada.
Luna miró el teléfono una, dos, veinte veces.
El chat con Brandon estaba abierto.
El cursor parpadeaba sobre el fondo en blanco como si la apurara.
“Tenemos que hablar.” “Perdón por irme así.” “No puedo con esto.” “O sí puedo, pero me da miedo.” Escribía una frase.
La borraba.
Escribía otra.
La borraba también.
La ansiedad le revolvía el estómago y la culpa le hacía un nudo en la garganta.
No quería lastimarlo.
Tampoco quería volverse a romper.
Pero… ¿alguna vez una historia así terminaba sin que alguien saliera herido?
Mientras tanto, Brandon estaba sentado en la terraza del apartamento de su amigo.
El café sobre la mesa se había quedado frío hacía rato.
Había escrito quince mensajes distintos.
Todos borrados.
Hasta que quedó uno, detenido en la pantalla, sin enviarse: No voy a presionarte.
Pero no me dejés afuera.
No otra vez.
Lo leyó tantas veces que las palabras empezaron a perder forma.
No se atrevió a apretar “enviar”.
El mundo siguió.
Aunque ellos no quisieran.
Luna tuvo que ir a trabajar.
Se maquilló para disimular la falta de sueño y salió hacia el café con pasos más lentos de lo habitual.
Apenas cruzó la puerta, su compañera la estudió de arriba abajo.
—Tenés cara de que anoche te pasó un tráiler encima —le dijo.
Luna intentó sonreír.
—Algo así —respondió, sin ganas.
El día fue un desastre: se equivocó en pedidos, derramó leche, olvidó un cambio, dejó caer una bandeja.
Su cuerpo estaba ahí, detrás de la barra, pero una parte de ella seguía en el balcón, en el momento exacto en que las respiraciones de ambos se cruzaron y todo estuvo a punto de cambiar.
Al caer la tarde, Brandon ya no soportaba el silencio.
No era impulsivo.
Nunca lo había sido.
Pero con Luna todo su famoso autocontrol se volvía frágil.
Se cambió la camiseta, se pasó la mano por el pelo sin pensarlo mucho y salió directo hacia el café.
El corazón le latía tan fuerte que sentía el pulso en las sienes.
Luna estaba limpiando una mesa cuando lo vio entrar.
Se quedó quieta.
Él también.
Por un segundo, el ruido del lugar pareció bajar de volumen.
El aire se volvió más espeso.
Brandon caminó hacia ella despacio, sin apartar la mirada.
Cada paso era un recordatorio de lo que había quedado a medias.
—Hola —dijo al fin, con un tono suave, un poco herido.
—Brandon… —la voz de ella se quebró apenas.
—¿Podemos hablar?
Luna miró alrededor.
—Estoy trabajando —contestó.
—No importa —dijo él, sin dureza, sin reproche—.
Te espero.
Eso fue peor.
Porque Luna sabía que Brandon no era un hombre que se quedara esperando por cualquiera.
Una hora más tarde, cuando terminó su turno, salió del café con el corazón golpeándole las costillas.
Brandon seguía ahí, en una de las mesas de afuera, los codos apoyados, mirando la calle como si buscara algo que no estaba.
Al sentirla cerca, levantó la vista.
Sus ojos estaban cansados, pero firmes.
—Pensé que te ibas a ir sin decir nada —dijo.
—Pensé hacerlo —admitió ella.
Brandon respiró hondo.
—Luna, lo de anoche… —empezó—.
No sé qué pasó.
No sé si te asusté, si te incomodé, si hice algo mal… Ella negó rápido, demasiado rápido.
—No hiciste nada mal —dijo—.
Ese es el problema.
El corazón de Brandon dio un salto.
—Entonces decímelo claro —pidió, sin rodeos—.
¿Qué es lo que estás sintiendo?
Luna cerró los ojos un momento.
Le temblaban las manos.
—Brandon… yo… —tomó aire—.
Tengo miedo de volver a perderme en alguien.
Miedo de repetir los mismos errores.
Miedo de… de que esto sí me importe.
Él frunció el ceño, con una mezcla de dolor y ternura.
—¿Y yo te doy miedo?
—preguntó.
—Me das demasiado —confesó ella.
El silencio que siguió lo dijo todo.
Brandon se acercó un poco más.
No la tocó, pero la cercanía se sentía en la piel.
—Luna —susurró—, no quiero que huyas de mí.
Pero tampoco voy a obligarte a nada.
Solo necesito saber si querés que me quede.
Ella levantó la mirada.
Y la forma en que él la miraba… le aflojó las rodillas.
Había deseo, sí, pero también respeto, cuidado, un miedo parecido al suyo.
La tensión entre los dos casi se podía tocar.
—Quiero que te quedés —dijo al fin, casi en un susurro—.
Pero no sé cómo manejarlo.
Brandon soltó el aire, como si hubiera estado conteniéndolo desde la noche anterior.
—Entonces aprendemos juntos —respondió, con una sonrisa rota, pero real.
Luna sintió un hormigueo recorrerle la piel, una mezcla rara de alivio y vértigo.
Lo que no sabía… lo que ninguno de los dos sabía… Era que ese pequeño paso, esa decisión de dejarse quedarse, iba a mover piezas que ni siquiera imaginaban.
Para bien.
Y para mal.
Fin capítulo 11 ¿Qué harías tú en el lugar de Luna y Brandon: ¿mandarías ese mensaje… o harías silencio?
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💛 REFLEXIONES DE LOS CREADORES Pluma_Magna Luna pasó la noche peleando con una pantalla en blanco y un solo nombre en la cabeza: Brandon.
Tenía mil cosas que decirle y ninguna se atrevía a salir de “borrador”.
Él tampoco durmió, con quince mensajes escritos y borrados, preguntándose si la había perdido antes siquiera de tenerla.
Lo que ninguno de los dos sabe es que ese silencio que los asfixia… está a un paso de romperse.
Y cuando lo haga, ya no habrá forma de volver a ser “solo amigos”.
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