Entre el fuego y la distancia - Capítulo 14
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- Capítulo 14 - 14 CAPÍTULO 14 — LO QUE ÉL NO QUERÍA QUE ELLA SUPIERA
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14: CAPÍTULO 14 — LO QUE ÉL NO QUERÍA QUE ELLA SUPIERA 14: CAPÍTULO 14 — LO QUE ÉL NO QUERÍA QUE ELLA SUPIERA El hospital olía a desinfectante y a miedo.
Brandon entró casi corriendo, sin ver a la recepcionista ni a los guardias.
Solo tenía una frase dando vueltas en la cabeza: “Lo encontraron golpeado.
Muy mal.” Cuando llegó al pasillo donde estaba su hermano, Lucas, vio a dos policías en la puerta.
Y supo que esto no había sido una simple riña.
Ni un asalto.
Ni mala suerte.
Era un mensaje.
—Brandon —dijo uno de los agentes, levantando la mano para detenerlo—, no deberías entrar… —Muévanse —gruñó él, con una calma tan fría que los dos retrocedieron sin discutir.
Entró.
Y el mundo se le vino encima.
Lucas estaba lleno de vendas; un lado del rostro morado, un corte profundo en el pómulo, respirando con dificultad.
Un médico ajustaba el suero.
—¿Qué le hicieron…?
—preguntó Brandon, con una voz que casi no reconocía.
El médico lo miró un segundo.
—Fue una agresión muy violenta.
Parece que no se defendió mucho.
Brandon cerró los puños.
Claro que no se defendió.
Le habían advertido que no lo hiciera.
—¿Puede hablar?
—preguntó.
—Despertó hace unos minutos, pero está débil.
No se esfuerce mucho con él —respondió el médico antes de salir.
Quedaron solos.
Brandon se acercó despacio.
Lucas abrió los ojos, lento, como si cada movimiento le costara.
—Bran… —susurró.
Brandon sintió que el pecho se le apretaba.
—Estoy aquí —dijo—.
Decime quién fue.
Lucas intentó hablar, pero una tos dolorosa lo interrumpió.
—No… no digás mi nombre —jadeó—.
Te andan siguiendo… Brandon se tensó.
—¿Quién te hizo esto?
Lucas movió los ojos hacia él.
Había miedo ahí dentro.
Un miedo que Brandon no le veía desde hacía años.
—Fueron… ellos.
Brandon apretó la mandíbula.
Sabía de quién hablaba.
Pero necesitaba escucharlo.
—¿“Ellos” quiénes?
—insistió.
Lucas tragó saliva con dificultad.
—Los del incendio.
Un frío le recorrió la espalda.
No.
Otra vez no.
No de nuevo.
—¿Qué te dijeron?
—preguntó.
Lucas lo miró, con lágrimas empezando a juntarse.
—Que dejés… de acercarte a ella.
Brandon se quedó quieto, sintiendo cómo el corazón le golpeaba el pecho.
—¿A… Luna?
Lucas asintió, apenas.
Ahí estaba.
La confirmación del miedo que Brandon llevaba días sintiendo.
No era paranoia.
No era coincidencia.
Habían mencionado a Luna.
Ella ya estaba en su radar.
Brandon dio un paso atrás.
Le dieron ganas de vomitar.
—No puede ser… —susurró.
Lucas le agarró la muñeca con la poca fuerza que le quedaba.
—Brandon… si te quedás cerca de ella, la van a lastimar.
Como a mí.
Luna estaba acostada, pero no podía dormir.
Miraba el techo con el celular al lado, esperando una llamada, un mensaje, cualquier cosa que dijera que Brandon estaba bien.
Nada.
Cada ruido de la calle la hacía sobresaltarse.
Cada sombra le parecía un mal presagio.
Y no sabía bien por qué.
No debería importarle tanto.
Pero le importaba.
Más de lo que estaba lista para admitir.
Tomó el celular y escribió: “¿Estás bien?” Se quedó mirando la frase.
No la envió.
No quería sonar desesperada.
No quería parecer que estaba esperando algo de él.
Justo cuando iba a bloquear la pantalla, el celular vibró.
Mensaje de Brandon.
Sintió un salto en el pecho al abrirlo.
Estoy en el hospital.
Mi hermano.
Estoy con él.
No quiero que te preocupés.
Te explico cuando salga.
La palabra “hospital” le hizo un nudo en el estómago.
Escribió sin pensar: ¿Puedo ir?
¿Necesitás algo?
Esta vez sí apretó enviar.
La respuesta llegó rápido.
No.
No vengás.
Por favor.
No es un buen lugar para vos.
Luna frunció el ceño.
¿Por qué no era un buen lugar?
¿Por qué ese tono?
¿Por qué esa sensación de peligro que siempre lo rodeaba?
Leyó una y otra vez la misma frase: “No es un buen lugar para vos.” Y cada vez le sonó peor.
Brandon salió a tomar aire.
La noche estaba fría, pero por dentro él sentía fuego.
Los del incendio.
Dejá de acercarte a ella.
Todo lo que había intentado enterrar volvía a salir.
Y ahora no solo lo perseguía a él.
Ahora querían tocar a alguien que no tenía nada que ver.
Luna.
Pensar en ella en peligro le provocó una rabia tan honda que las manos le temblaron.
Sacó el celular.
Vio su nombre en la pantalla: “Luna”.
La única luz en medio de toda esa mierda.
La única persona que de verdad podría romperlo si la perdía.
Marcó su número.
Ella contestó antes del segundo tono.
—Brandon… —su voz sonó suave, preocupada, demasiado sincera.
Eso lo partió aún más.
—Luna —dijo él, ronco—, lo que te voy a decir no te va a gustar.
Ella tomó aire.
—Decime.
Brandon cerró los ojos un momento.
Sabía que lo que estaba por hacer era lo correcto.
Lo justo.
Lo necesario.
Y también sabía que iba a doler.
—Tenemos que dejar de vernos —soltó.
Luna se quedó en silencio.
No porque no entendiera.
Sino porque sintió cómo algo se le quebraba adentro.
—¿Por… qué?
—preguntó al fin, con un hilo de voz.
Brandon apretó los dientes.
—Porque si sigo cerca… te voy a poner en peligro.
Luna sintió que, por un segundo, iba a llorar de puro coraje.
—¿Peligro de qué?
—No puedo decirte más —respondió él—.
No todavía.
Pero te juro que es real.
Ella tragó saliva.
—Brandon… yo no quiero que te alejes.
Él respiró hondo, como si cada palabra doliera físicamente.
—Y yo no quiero perderte.
Ese “perderte” le abrió otra herida.
—Entonces ¿por qué estás haciendo esto?
—susurró.
Brandon apoyó la espalda en la pared del hospital, cerrando los ojos con fuerza.
—Porque te prefiero viva —dijo.
El silencio que siguió fue duro, frío, definitivo.
Antes de que ella pudiera responder, él murmuró: —Perdoname.
Y cortó.
Luna se quedó con el teléfono en la mano, mirando la pantalla apagada.
El corazón le latía fuerte, como si quisiera salirse del pecho para ir a buscarlo.
Brandon se estaba alejando para protegerla.
Y eso solo significaba una cosa: La quería.
En serio.
Mucho más de lo que decía en voz alta.
Se cubrió la boca con la mano, tratando de contener el temblor.
Al mismo tiempo, Brandon, afuera del hospital, dejó caer la cabeza hacia atrás, agotado.
Porque él también entendía algo: Alejarse de ella iba a ser lo más difícil que había hecho en años.
Pero, para él, era necesario.
Urgente.
Porque por primera vez… estaba enamorado.
Y eso, en su mundo, la ponía en peligro.
Fin del capítulo 14.
REFLEXIONES DE LOS CREADORES Pluma_Magna I tagged this book, come and support me with a thumbs up!
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