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Entre el fuego y la distancia - Capítulo 17

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  4. Capítulo 17 - 17 CAPÍTULO 17 — EL DESPERTAR QUE LO CAMBIA TODO
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17: CAPÍTULO 17 — EL DESPERTAR QUE LO CAMBIA TODO 17: CAPÍTULO 17 — EL DESPERTAR QUE LO CAMBIA TODO El sonido constante del monitor llenaba la habitación blanca, rompiendo el silencio con un pitido regular que solo confirmaba una cosa: Diego seguía vivo.

Por fin.

Después de casi veinticuatro horas de incertidumbre, de doctores hablando en susurros, de un mundo que parecía detenido, Diego abrió los ojos.

Primero fue un parpadeo.

Luego una mueca de dolor.

Después, una respiración honda, como si emergiera desde el fondo del mar.

Valeria estaba ahí.

Sentada, con el cabello aún húmedo por la lluvia, los ojos rojos, la voz atrapada en la garganta.

Se levantó tan rápido que la silla se deslizó hacia atrás.

—Diego… —susurró, como si su nombre fuera una plegaria.

Él trató de enfocar la vista.

Su ceño se frunció y, cuando por fin la reconoció, la tensión de la mandíbula se aflojó un poco.

—Val… —murmuró, ronco, casi inaudible.

Ella se acercó a la cama, pero no lo tocó.

No quería hacerle daño.

No sabía dónde apoyarse.

No sabía si tenía derecho a sentir lo que estaba sintiendo.

Diego tragó saliva.

—¿Qué… pasó?

Valeria respiró hondo, tratando de sostenerse.

—Te hirieron —dijo, despacio—.

En la calle.

Hubo un forcejeo, un… —la voz se le quebró— un ataque.

Diego cerró los ojos un momento, frunciendo el ceño como si escarbara entre sombras.

—Recuerdo… una moto —murmuró—.

Un casco negro.

Un sonido fuerte… Su respiración empezó a acelerarse.

Sin pensarlo, Valeria apoyó una mano en su brazo.

Él abrió los ojos de golpe al sentir su tacto.

Ese simple contacto.

Esa electricidad en la piel.

Como si el mundo entero se redujera a un solo punto: ella.

—Estoy aquí —susurró Valeria, y por primera vez desde que él la conocía, su voz no llevaba ninguna armadura.

Diego la observó con calma nueva.

Su mirada bajó a los dedos de ella temblando sobre su piel, y luego subió de nuevo a sus ojos.

—No debiste quedarte —dijo, suave.

Valeria sonrió con un dejo de amargura.

—No tenía a dónde más ir.

Diego frunció el ceño, sintiendo el peso escondido detrás de esa frase.

—¿Qué pasó con… él?

—preguntó, con voz baja pero firme.

Valeria apretó los labios.

—No hablemos de eso ahora.

—Quiero saber —insistió Diego.

Estaba débil, pero había fuego en su mirada—.

Quiero saber si te hizo daño.

Ella negó, pero no con mucha convicción.

Diego intentó incorporarse.

El movimiento le arrancó un gemido ahogado.

—No —dijo ella rápido, apoyándole la mano en el hombro—.

No te esfuerces.

Él inhaló despacio, luchando contra el dolor.

—Valeria… mírame.

Ella levantó los ojos.

—Lo que sea que te esté lastimando… no tienes que cargarlo sola —dijo él.

Valeria tragó saliva.

Ese “no sola”… hacía demasiado tiempo que nadie se lo decía.

De pronto, todas las lágrimas que venía aguantando desde la noche anterior amenazaron con salir.

Diego extendió la mano hacia ella, despacio, como si le ofreciera un lugar donde descansar.

Ella dudó.

Dudó de lo que merecía.

De lo que arriesgaba.

Pero al final, apoyó su mano sobre la de él.

Diego cerró los dedos alrededor de los suyos.

—Estoy vivo —susurró—.

No me voy a ir a ningún lado.

Valeria bajó la mirada, incapaz de sostener la intensidad de esas palabras.

—Todo está tan complicado —dijo, temblando—.

Marcos… él… La puerta se abrió.

Valeria dio un pequeño salto.

Diego giró la cabeza con esfuerzo.

Marcos estaba en el umbral.

De pie, empapado por la lluvia, con la camisa arrugada y el rostro endurecido.

Sus ojos recorrieron la escena: La mano de Valeria entrelazada con la de Diego.

La cercanía.

El silencio espeso que había entre ellos.

Algo se quebró adentro de él.

—Veo que llegué en mal momento —dijo, con un tono frío que heló la habitación.

Valeria soltó la mano de Diego de inmediato.

Diego siguió el movimiento con la mirada, sintiendo la retirada como otro golpe.

Marcos avanzó un par de pasos.

—Tenemos que hablar —le dijo a Valeria, sin apartar la vista de ella.

Diego no bajó la mirada.

—Ella no tiene que irse a ningún lado —dijo, con dificultad, pero firme.

Marcos giró la cabeza hacia él.

—Tú deberías estar agradecido de seguir vivo —respondió con veneno suave—.

No presumas tener derecho sobre lo que no te pertenece.

Valeria se llevó la mano al pecho.

—Ya basta —dijo, esta vez con firmeza.

Marcos la miró.

—Tú y yo no hemos terminado.

Diego, pálido, con las manos temblorosas, añadió: —Tal vez sí.

Ese tal vez cayó en medio de los tres como un choque frontal.

Marcos lo fulminó con la mirada.

Valeria sintió que el mundo se partía en tres: El hombre que le ofrecía estabilidad.

El hombre al que casi pierde.

Y ella, en medio, desmoronándose.

—Marcos —dijo, tragándose las lágrimas—.

Por favor… afuera.

Déjame cinco minutos.

Él apretó los dientes.

—Cinco minutos —aceptó.

Pero su mirada no era de alguien que negocia.

Era la mirada de alguien que va a la guerra.

Salió.

La puerta se cerró.

La tensión quedó suspendida en el aire.

Valeria respiró, todavía temblando.

Diego no dijo nada.

Solo la miró, como si estuviera esperando una sola cosa: Que, por primera vez en mucho tiempo, ella eligiera por sí misma.

Fin del capitulo 17 REFLEXIONES DE LOS CREADORES Pluma_Magna Like it ?

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Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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