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Entre el fuego y la distancia - Capítulo 20

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  4. Capítulo 20 - 20 CAPÍTULO 20 — CUANDO YA NO SIRVE HUIR
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20: CAPÍTULO 20 — CUANDO YA NO SIRVE HUIR 20: CAPÍTULO 20 — CUANDO YA NO SIRVE HUIR Luna salió del hospital con la sensación de que el aire pesaba más de lo normal.

No era solo el cansancio, ni la imagen de Lucas lleno de golpes pegada en la memoria.

Era esa incomodidad en la nuca, ese presentimiento pegajoso de que alguien la estaba mirando desde algún lugar que ella no alcanzaba a ver.

Apretó el bolso contra el cuerpo y empezó a caminar hacia la parada del bus.

La noche estaba húmeda, con ese tipo de frío que no se nota en la piel pero se mete en los pensamientos.

Dio unos pasos y lo escuchó.

Otro par de pisadas detrás de las suyas.

No muy cerca.

No muy lejos.

Lo suficiente para saber que estaba ahí.

Que no era casualidad.

Luna apretó el paso.

Las pisadas también.

El corazón le empezó a latir con más fuerza.

Entró a una pequeña tienda de abarrotes fingiendo que buscaba algo en la góndola de galletas.

Desde el reflejo del vidrio vio pasar a un hombre alto, con capucha y gorra.

No miró hacia dentro de la tienda de forma evidente, pero su cuerpo sí.

Como si contara puertas, vidrios, salidas.

Me lo estoy imaginando, quiso creer.

Pero no se lo estaba imaginando.

Esperó unos minutos, fingiendo decidir entre dos marcas que ni siquiera estaba leyendo.

Pagó un chicle que no quería y salió.

La calle estaba casi vacía.

El hombre ya no estaba.

Respiró hondo, intentando calmarse.

Solo dio tres pasos cuando un carro se detuvo bruscamente junto a la acera.

Luna se quedó helada.

Hasta que escuchó su nombre.

—¡Luna!

La voz de Brandon.

La puerta del conductor se abrió y él salió casi de un salto.

Tenía la expresión tensa, el pelo revuelto, y una urgencia en los ojos que ella nunca le había visto.

—Subite —dijo, sin rodeos.

—¿Qué…?

—balbuceó ella—.

Brandon, ¿qué haces aquí?

—Después te explico.

Por favor, subite.

Su tono no era de alguien que estuviera pidiendo un favor.

Era el tono de alguien que está tratando de ganar segundos a algo que viene detrás.

Luna dudó un instante.

Recordó el mensaje de la noche anterior, la llamada que terminó en “tenemos que dejar de vernos”.

—Pensé que no querías volver a verme —escupió, herida.

—No quiero que te maten —contestó él, casi sin respirar—.

Lo que quiera yo viene después.

Luna, esto no es un berrinche, es peligro real.

Subite.

La vio tragarse el orgullo.

La vio mirar a ambos lados de la calle, como si por fin escuchara ese mismo ruido que a él lo acompañaba desde hacía años.

Sin decir nada más, abrió la puerta del copiloto y se sentó.

Brandon se subió y arrancó.

Durante los primeros minutos ninguno habló.

La ciudad pasaba a toda velocidad por las ventanas.

Faroles.

Semáforos.

Esquinas conocidas que de pronto se veían extrañas.

Luna se agarraba al cinturón con fuerza, no porque él manejara mal, sino porque su cabeza iba más rápido que el carro.

Fue ella quien rompió el silencio.

—¿Me vas a decir adónde vamos?

—preguntó.

Brandon mantuvo la mirada al frente.

—A un lugar donde no nos estén esperando —dijo—.

De momento, la casa de mi amigo.

—¿El de la terraza?

—susurró ella.

Asintió.

—Es el único sitio al que todavía no han tenido motivo para mirar.

Luna lo observó de perfil.

—¿Quiénes son “ellos”?

—preguntó, cansada de rodeos—.

Tu hermano dijo “los del incendio”.

Lucas casi no podía hablar, pero cuando te vi en el hospital… entendí que esto viene de mucho antes que yo.

Brandon apretó el volante.

—No quería que te metieras en esto —dijo—.

Por eso intenté alejarme.

Por eso te dije que no nos viéramos más.

—Y sin embargo, aquí estoy —respondió ella—.

En tu carro.

Después de que te fuiste sin dejarme terminar una oración.

Brandon soltó un suspiro, más de rendición que de cansancio.

—Me mandaron una foto tuya —dijo al fin.

Luna sintió que el estómago se le encogía.

—¿Una foto?

—Saliendo del hospital —aclaró—.

Viéndote desde lejos.

Como si fueras un objetivo.

Y debajo, un mensajito muy bonito: “Controlá a tu chica”.

Luna sintió un escalofrío que le bajó por la espalda.

—¿Me la vas a enseñar?

—preguntó, intentando que la voz no le temblara.

Él dudó un momento, pero en un semáforo rojo desbloqueó el teléfono, buscó rápido y se lo mostró.

Ahí estaba.

Ella, de espaldas, saliendo del hospital, con la mochila colgada en un hombro, caminando como cualquier persona que vuelve a casa sin saber que la están mirando desde un auto, una esquina, una ventana.

Luna se vio a sí misma como se vería una presa.

—No sabía… —susurró—.

No tenía idea.

—No tenía por qué saberlo —respondió él—.

El problema es que ahora ya lo sabes.

Guardó el teléfono.

El semáforo cambió.

El departamento del amigo era el mismo de la fiesta, pero se sentía distinto.

Sin música, sin risas, sin gente.

Solo la ciudad en la terraza y el silencio adentro.

—Podés quedarte enfadada conmigo todo lo que quieras —dijo Brandon, una vez adentro—.

Lo acepto.

Me lo gané.

Pero necesito que entiendas algo: esto no empezó contigo, pero ya te alcanzó.

Luna se quedó de pie, sin sentarse en ningún lado.

—Entonces empecemos por donde sí empezó —dijo—.

¿Qué pasó con ese incendio del que todos hablan como si fuera un rumor?

Brandon se pasó la mano por la nuca.

Miró la terraza, como si necesitara aire para hablar.

—Hubo una operación —dijo—.

Hace años.

Un almacén que se suponía que era solo una bodega vieja y resultó estar lleno de cosas que no debían salir a la luz: documentos, dinero, nombres.

Gente importante metida en cosas muy sucias.

Ella tensó la mandíbula.

—¿Tú estabas allí?

—No dentro —respondió—.

Yo trabajaba en seguridad, en el borde, en la logística, digamos.

Conocía la ruta, las entradas, quién iba.

Los que entraron eran otros.

Un equipo elegido para eso.

—¿Y se quemaron?

—preguntó, casi sabiendo la respuesta.

—Los quemaron —la corrigió él—.

Alguien filtró la operación.

Los encerraron y prendieron fuego.

Dijeron que nadie había salido.

Luna tragó saliva.

—Pero alguien sí salió —susurró.

Brandon asintió.

—Uno.

Solo uno.

Y eso los volvió locos.

Un testigo vivo siempre es un riesgo.

La imagen de Diego, en una cama de hospital, pasó por la mente del lector, aunque Luna no conocía ese detalle aún.

—¿Conoces a ese alguien?

—preguntó ella.

Brandon dudó.

Cualquier respuesta era peligrosa.

—No personalmente —dijo—.

Pero sé quién es.

Sé su nombre.

Sé que también tuvo que desaparecer.

Y por lo que he oído… parece que está volviendo.

Luna lo miró con atención.

—¿Cómo se llama?

—preguntó.

Brandon la sostuvo la mirada.

—Diego —respondió—.

No sé su apellido real.

Solo sé el nombre con el que lo conocían en los informes.

Un pequeño temblor cruzó la espalda de la historia, como si dos líneas que habían corrido paralelas empezaran a acercarse por fin.

—¿Y qué tiene que ver todo eso contigo?

—insistió Luna—.

¿Por qué golpearon a tu hermano para amenazarte a ti?

Brandon se sentó por fin, como si las piernas no le obedecieran más.

—Porque después del incendio —explicó—, alguien tuvo que limpiar los restos.

Borrar rastros.

Yo vi cosas que no debí ver.

Escuché conversaciones que no tenía que oír.

Y un día decidí que no quería seguir siendo parte de eso.

—¿Te saliste?

—preguntó ella.

—Lo intenté —dijo—.

Nadie “se sale” de esa gente.

Nunca te dejan ir del todo.

Solo se alejan un poco… hasta que necesitan recordarte que sigues siendo útil.

O que saben dónde te duele.

Luna sintió que cada palabra caía en su pecho como una piedra.

—Yo no sabía en qué te estaba metiendo cuando te conocí —agregó—.

Te vi en el café, hablando con clientes, riéndote con tu compañera, y por unos minutos me pareció que la vida podía ser otra cosa.

Una que no tuviera sobres raros, ni llamadas codificadas, ni amenazas veladas.

Solo vos y yo y un café mal servido.

Ella rió bajito, a pesar de todo.

—Servís pésimo café —confirmó.

Él sonrió, un segundo.

—Lo sé —dijo—.

Por eso te quería de mi lado.

Para arreglar lo que yo arruinaba.

La risa se le apagó pronto.

—Brandon… ¿por qué me contás todo esto ahora?

—preguntó—.

Ayer me dijiste que mejor nos alejábamos.

Él la miró como si la respuesta le doliera en la boca.

—Porque ayer todavía pensaba que podía mantenerte fuera —dijo—.

Que si yo me quitaba del medio, ellos te olvidarían.

Pero ya te vieron.

Ya te marcaron.

Ya saben cómo te ves cuando salís del trabajo, cuando visitás un hospital, cuando vas sola por la calle.

Se levantó y se acercó un poco más.

—Y si ya estás en esto, prefiero que lo estés sabiendo… que a oscuras.

Luna tragó saliva.

—¿Y qué se supone que haga?

—preguntó—.

¿Que me cambie de ciudad?

¿Que me cambie de nombre?

¿Que haga como que no existís?

Brandon negó despacio.

—No lo sé —admitió—.

Pero sé lo que voy a hacer yo.

Ella levantó la barbilla, esperándolo.

—Voy a dejar de correr —dijo—.

Y voy a buscar a la única persona que sé que ya sobrevivió una vez.

—¿Diego?

—susurró ella.

—Sí —respondió—.

Si él pudo salir del fuego, tal vez sepa cómo salir de esto.

O al menos, cómo no arder solos.

Luna se quedó callada.

Sintió miedo.

Mucho.

Pero también algo que no había sentido en mucho tiempo: la sensación de estar tomando una decisión y no solo soportando las de otros.

—Entonces voy con vos —dijo.

Brandon la miró, como si no terminara de creer lo que acababa de oír.

—Luna, no— —empezó.

—Brandon —lo interrumpió, por primera vez usando su nombre como un ancla—, ya fui al hospital sola.

Ya me siguieron sola.

Ya me metí donde no me llamaron sola.

Si me voy a hundir, prefiero hacerlo acompañada… eligiendo yo.

Él cerró los ojos un segundo.

Sonrió sin alegría, pero con algo parecido a admiración.

—De acuerdo —susurró—.

Vamos a buscarlo.

No sabían que, en ese mismo momento, al otro lado de la ciudad, Diego estaba conectado a un monitor, tratando de aprender de nuevo a respirar sin sentir que el pasado le caía encima.

Ni tampoco sabían que alguien más, desde un lugar oscuro, ya había marcado sus nombres en la misma lista.

Y que cuando lo encontraran… nada volvería a ser igual para ninguno de los tres.

REFLEXIONES DE LOS CREADORES Pluma_Magna I tagged this book, come and support me with a thumbs up!

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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