Entre el fuego y la distancia - Capítulo 21
- Inicio
- Todas las novelas
- Entre el fuego y la distancia
- Capítulo 21 - 21 CAPÍTULO 21 — CUANDO LOS NOMBRES EMPIEZAN A CONECTARSE
Tamaño de Fuente
Tipo de Fuente
Color de Fondo
21: CAPÍTULO 21 — CUANDO LOS NOMBRES EMPIEZAN A CONECTARSE 21: CAPÍTULO 21 — CUANDO LOS NOMBRES EMPIEZAN A CONECTARSE Valeria volvió a entrar a la habitación con la sensación de que el pasillo había alargado sus paredes.
Afuera, Marcos se había quedado apoyado contra la ventana, convertiéndose poco a poco en un punto más del paisaje.
En la cama, Diego seguía con el sobre en la mano.
—¿Todo bien?
—preguntó él, aunque ya sabía la respuesta.
—No —admitió ella—.
Pero al menos ahora sé un poco más de por qué no está bien.
Diego asintió despacio.
—¿Te dijo algo útil?
—Me dijo que también conocía a “ellos” —respondió—.
Que trabajó con gente peligrosa.
Que su ex tiene información… y que los mismos nombres que le amenazan a él son los que te persiguen a ti.
Él frunció el ceño.
—Eso no me lo esperaba —murmuró—.
Creí que su lío iba por otro lado.
Valeria se sentó otra vez.
—Empiezo a pensar que todos los caminos van al mismo lugar —dijo—.
Y que nosotros somos las esquinas.
Diego dejó el sobre en la mesita de noche.
Parecía cansado, pero menos desconectado que antes.
—Necesito que escuches algo sin interrumpirme —dijo—.
Y después, si quieres, me gritas, te vas, me odias… lo que tengas que hacer.
Ella se tensó, pero asintió.
—Hablas como si fueras a confesar un asesinato —intentó bromear.
Él no se rió.
—La noche del incendio —empezó—, no éramos solo nosotros y ellos.
Había más gente alrededor: contactos, informantes, tipos de seguridad externa.
No todos estaban dentro del almacén.
Algunos vigilaban fuera, en los accesos, en los vehículos.
Valeria sintió que algo se movía en su pecho.
—¿Y…?
—susurró.
—Y uno de esos nombres —continuó— apareció hace unos meses en un informe que me hicieron llegar, cuando todavía estaba tratando de recomponer pedazos.
Un tal… Brandon Moreno.
Al principio creí que era otro más.
Pero después vi su ficha completa… y entendí que no era un simple guarda.
Valeria abrió los ojos.
—¿Moreno…?
—repitió—.
Marcos mencionó ese apellido.
Dijo que un “Moreno” había hecho demasiadas preguntas después del incendio.
Diego alzó la mirada hacia ella, en alerta.
—¿Lo dijo así?
—Más o menos —respondió—.
Yo no le di importancia.
Pero ahora… suena distinto.
Diego apretó la sábana con la mano buena.
—Entonces es él —dijo—.
El que se salió a medias.
El que sabe demasiado como para dejarlo suelto y demasiado poco como para ser un verdadero enemigo.
Valeria lo miró, ligeramente perdida.
—No entiendo —confesó—.
¿Él trabaja para ellos?
¿Contra ellos?
¿Para ti?
—Probablemente para sí mismo —respondió Diego—.
Pero si su nombre sigue apareciendo en sus mensajes… significa que ya no está tan lejos de mí como yo creía.
El monitor pitó un poco más rápido.
Diego cerró los ojos un segundo, obligándose a calmarse.
—Valeria —continuó—, es posible que alguien más esté a punto de entrar en esta historia.
Y no sé si eso nos va a ayudar… o a jodernos más.
Ella lo sostuvo la mirada.
—Entonces cuando llegue ese “alguien” —dijo—, quiero estar aquí.
No voy a salir corriendo ahora que por fin empiezo a entender que esto no va solo de nosotros dos.
Diego la miró como si acabara de decir algo que él llevaba años necesitando escuchar.
—No te mereces este desastre —murmuró.
—Tal vez no —respondió ella—.
Pero ya estoy dentro.
Prefiero estarlo despierta.
En otra parte de la ciudad, en una cafetería que olía a humedad y café viejo, Claudia se sentó frente a alguien que no encajaba con el lugar.
Él llevaba traje oscuro, corbata perfectamente anudada, y un maletín que no necesitaba abrir para intimidar.
—Pensé que tendríamos esta conversación en tu oficina —dijo ella, removiendo el azúcar en la taza sin probarla.
—Mi oficina tiene demasiadas cámaras —respondió él, sin sonreír—.
Y tú sabes mejor que nadie lo que hacemos con las grabaciones que no nos convienen.
Claudia desvió la mirada.
—Marcos está empezando a hacerse preguntas —dijo—.
Y su novia también.
—Son libres de preguntarse lo que quieran —respondió el hombre—.
Mientras no encuentren respuestas por su cuenta.
Ella lo miró.
—No puedo contenerlo mucho más —admitió—.
Está al borde de romper con ella.
Y si lo hace, ya no tendré excusa para seguir acercándome.
El hombre abrió el maletín por primera vez.
No había papeles dentro.
Solo un pequeño sobre negro.
Lo puso sobre la mesa.
—Tú ya no eres nuestra única vía hacia él —dijo—.
Tenemos más opciones.
Arquitectos, consultores, viejos socios… incluso algún que otro ex héroe resentido.
Nadie es imprescindible, Claudia.
Ella miró el sobre como si la quemara.
—¿Es necesario llegar a esto?
—preguntó, con un hilo de voz—.
Dijiste que solo querías que Marcos se mantuviera en su lugar.
—Eso dije —respondió él—.
Y también dije que cualquier persona que se cruzara con la información del incendio iba a entrar automáticamente en nuestra lista.
Sacó una fotografía.
Se la puso al lado del sobre.
—Ella ya está dentro —añadió.
Claudia reconoció el rostro al instante.
Valeria.
—No fue mi intención —dijo.
—Las intenciones nunca nos han importado demasiado —replicó él—.
Lo que importa es el mapa.
Y en este mapa, ella ya se cruzó con uno de los nuestros… y con uno de los suyos.
—¿De los suyos?
—repitió Claudia, confundida.
El hombre sonrió por primera vez.
—Supongo que todavía no sabes que nuestro querido sobreviviente no es el único que está reaccionando a los viejos fantasmas —dijo—.
Tenemos a otro moviéndose también.
Sacó otra fotografía.
Ahora, Luna.
De pie frente a un café.
Brandon al fondo, borroso, mirándola.
—Dos historias distintas —continuó—.
Mismo incendio.
Mismo problema.
Distintas personas a las que les gusta creer que el amor los va a salvar de todo.
Claudia sintió un nudo en el estómago.
—¿Qué vas a hacer?
—preguntó.
Él tomó ambos sobres, el de Valeria y otro idéntico que sacó del maletín.
Los sostuvo en el aire.
—Ponerlos a prueba —respondió—.
A los hombres, no a ellas.
Claudia frunció el ceño.
—¿Cómo?
El hombre guardó un sobre y dejó el otro sobre la mesa, frente a ella.
—Mándale esto a Marcos —ordenó—.
Dile que es la última advertencia que recibe.
O se queda en su lugar… o nos obliga a jugar con fuego otra vez.
—¿Y el otro?
—preguntó ella, mirando el que él había guardado.
Él se levantó.
—Ese no es para Marcos —dijo—.
Es para alguien que acaba de decidir dejar de huir.
Claudia parpadeó.
—¿Brandon?
—Brandon —confirmó—.
Ya que quiere buscar a Diego, vamos a ahorrarle el trabajo.
Dejó dinero en la mesa, sin mirar la cuenta.
—Cuando esos dos se crucen —añadió, ya de pie—, las cosas se van a acelerar mucho.
Y tú, Claudia… —la miró por encima del hombro— vas a tener que elegir de qué lado de la línea quieres estar cuando eso pase.
Salió del café sin volverse.
Claudia se quedó sola, con el sobre negro frente a ella, la foto de Valeria aún vibrando en sus dedos, y una certeza quemándole la garganta: La próxima vez que esos nombres se cruzaran… no sería por casualidad.
Y nadie iba a salir ileso.
REFLEXIONES DE LOS CREADORES Pluma_Magna Like it ?
Add to library!
Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com