Entre el fuego y la distancia - Capítulo 26
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- Capítulo 26 - 26 CAPÍTULO 26 — CUANDO DEJAR DE SER ESPECTADOR YA NO ES OPCIÓN
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26: CAPÍTULO 26 — CUANDO DEJAR DE SER ESPECTADOR YA NO ES OPCIÓN 26: CAPÍTULO 26 — CUANDO DEJAR DE SER ESPECTADOR YA NO ES OPCIÓN Brandon manejaba sin recordar realmente el camino.
Las luces de la ciudad pasaban a su lado como líneas borrosas.
El volante le sudaba en las manos.
Seguía viendo lo mismo una y otra vez: la cama vacía, el suero goteando, la nota negra.
UNO POR UNO ES LENTO.
EMPECEMOS POR DONDE MÁS TE DUELE.
Lucas.
Su hermano.
Su única familia cercana.
Y ahora, un fantasma arrancado de una habitación “segura”.
Cuando por fin estacionó frente al edificio del amigo, tuvo que quedarse unos segundos dentro del carro, respirando como si acabara de salir de debajo del agua.
Subió las gradas casi a ciegas.
Golpeó la puerta con torpeza.
Luna abrió antes del segundo intento.
Tenía el cabello recogido en un moño improvisado, una camiseta amplia y los ojos más despiertos que si hubiera tomado diez cafés.
Lo miró un segundo y supo que algo había salido todavía peor de lo esperado.
—¿Qué pasó?
—susurró.
Brandon no intentó suavizarlo.
—Se lo llevaron —dijo—.
A Lucas.
El mundo de Luna se detuvo un instante.
—¿Cómo que… se lo llevaron?
—Del hospital —explicó, cerrando la puerta detrás de él—.
Como si hubiera sido un trámite, como si fuera suyo.
Nadie vio nada.
Nadie sabe nada.
Dejaron esto.
Sacó el recorte negro del bolsillo y se lo mostró.
Luna lo tomó con cuidado, como si el papel pudiera cortar.
—“Donde más te duele” —leyó en voz baja.
Sintió un escalofrío, pero no apartó la mirada.
—Brandon… —dijo— lo siento tanto.
Él negó, cansado.
—Yo soy el que lo metió en esto —respondió—.
Yo fui el que dijo “no vengás, yo me encargo”.
Yo confié en un lugar lleno de cámaras y policías como si eso significara algo.
Luna dio un paso hacia él.
—Vos no lo golpeaste —dijo, despacio—.
Vos no lo sacaste de la cama.
Los culpables no son solo los que disparan… también los que mandan.
Brandon apretó los dientes.
—Yo trabajé para ellos una vez —confesó—.
Afuera del incendio.
Haciendo de guardián de una puerta que nunca debí cuidar.
Aunque no tuviera claro quiénes eran, aunque pensara que “solo era seguridad”… yo estaba ahí.
Luna se le quedó viendo.
No con juicio.
Con pena.
—¿Y creés que estás pagando por eso?
—preguntó.
—Creo que Lucas está pagando por eso —corrigió él—.
Y eso es lo que no me voy a perdonar.
Luna tragó saliva.
Se acercó lo suficiente para tocarle el antebrazo.
—Brandon —dijo, con voz suave pero firme—, si te quedás atrapado en la culpa, ellos ganan dos veces.
Una, por lo que hicieron… y otra, por lo que te roban ahora.
Vos mismo dijiste que ya no querés huir solo.
Él bajó la mirada a la mano de ella.
Era pequeña, pero se sentía como ancla.
—No sé ni por dónde empezar —admitió.
—Empezamos por lo que sí tenemos —respondió Luna—.
Un nombre.
La organización.
Lo que pasó con Diego.
Lo que Marcos sabe.
Lo que Claudia está entregando.
No es que no haya nada, Bran.
Es que nunca lo habíamos puesto junto.
Él la miró, con una mezcla de cansancio y admiración.
—No te merecés estar en medio de esto —susurró.
—Tarde —contestó ella, con una sonrisa triste—.
Ya estoy adentro.
Lucas, del otro lado de la amenaza Lucas despertó en la oscuridad.
El aire olía a humedad, metal y algo químico.
No era el hospital.
No era la calle.
No era nada que pudiera ubicar.
Intentó moverse.
Las muñecas le dolieron primero.
Estaban amarradas a los brazos de una silla metálica, los pies sujetos por correas.
La cabeza le zumbaba.
—Despertó —dijo una voz masculina, en algún punto frente a él.
Una luz se encendió de golpe, directa al rostro.
Lucas parpadeó varias veces hasta alcanzar a distinguir una silueta.
El hombre no llevaba pasamontañas ni capucha.
Eso le asustó más.
—Moreno —dijo el hombre, como si pronunciara un apellido cualquiera—.
Lucas.
Hermano del que cree que puede arreglar todo solo.
Lucas tragó saliva.
—¿Qué quieren?
—preguntó, la voz áspera.
El hombre sonrió de lado.
—Que tu hermano entienda la diferencia entre negociar… y obedecer.
Caminó hacia un pequeño monitor frente a la silla y lo encendió.
La pantalla mostraba imágenes del hospital.
Del pasillo, vacío.
De una enfermera.
De un guardia bostezando.
De la habitación.
De la cama vacía con el símbolo negro.
Luego, un zoom a Brandon, entrando como un huracán, buscando, gritando el nombre de Lucas.
Lucas sintió algo extraño.
Rabia y ternura al mismo tiempo.
—Va a mover cielo y tierra —dijo, con voz queda.
—Exacto —respondió el hombre—.
Y eso es lo que nos interesa.
Porque la gente que ama así… siempre comete errores interesantes.
Se inclinó hacia él.
—Tu trabajo por ahora es sencillo —explicó—: seguir respirando.
El resto… lo hace él.
Lucas sostuvo la mirada del hombre todo lo que pudo.
—Si le hacés algo… —empezó.
—Moreno —lo interrumpió, casi con calma—, si yo quisiera matarlo, ya estaría muerto.
No entienden todavía cómo funcionamos.
Siempre creen que el final es una bala.
Y no.
El final es cuando ustedes mismos empiezan a hacer lo que juraron que nunca harían… solo para proteger a alguien.
Apagó la pantalla.
La oscuridad volvió.
Lucas quedó solo con el sonido de su propia respiración y una certeza incómoda: Su vida ahora era una herramienta.
Y la de Brandon… una bomba de tiempo.
El primer intento de plan En el apartamento, Brandon marcó el número de Diego.
Esta vez contestó rápido.
—¿Cómo sigues?
—preguntó Brandon, directo, pero sin rudeza.
—Despierto —respondió Diego—.
Que ya es progreso.
¿Qué pasó?
Brandon no adornó.
—Se llevaron a Lucas del hospital —dijo—.
Dejaron una nota para mí.
Y quiero que sea la última vez que se llevan algo sin que yo al menos intente devolvérselas.
Hubo un silencio corto.
Valeria, al fondo, dijo algo ininteligible cerca del teléfono de Diego.
—Estoy con Valeria —añadió Diego—.
Y Marcos está viniendo para acá.
Parece que la noche de hoy va a ser más concurrida de lo normal.
—Claudia también está en la mira —intervino Valeria, acercándose al auricular—.
Y tienen a Isabella sin saber que está parada encima de una mina.
Brandon miró a Luna.
—Estamos listos para dejar de ser solo problemas separados —dijo—.
Vos adentro de su historia, yo afuera.
La pregunta es: ¿hay algo que podamos hacer antes de que Marcos se siente frente a ellos esta noche?
Diego soltó aire despacio.
—No podemos ir a rescatar a Lucas dando portazos —respondió—.
No sabemos dónde está.
Lo único concreto que tenemos ahora es esa reunión.
Es el único lugar donde sabemos que al menos uno de ellos va a estar físicamente, sin pantalla de por medio.
—¿Querés que lo usemos de carnada?
—dijo Brandon, con cierta dureza.
—Quiero que dejemos de ignorar la única puerta abierta —corrigió Diego—.
Ellos ya te la están mostrando, Bran.
La diferencia es que esta vez… no vas a entrar solo.
Luna se acercó al teléfono.
—Si Marcos va —dijo—, seguro ellos van a querer un gesto de “lealtad”.
Algo que pruebe que sigue de su lado.
Podemos adelantarnos a eso.
—¿Cómo?
—preguntó Valeria.
—No lo sé todo —admitió Luna—.
Pero sé ver cosas.
Escuchar.
Leer gestos.
Si sé dónde se reúnen, puedo entrar como clienta, mesera, lo que sea.
No me ven venir a mí.
No soy el tipo de persona que buscan.
Brandon la miró, tenso.
—No vas a entrar sola —saltó.
—No dije sola —respondió ella—.
Dije que pueden usar lo que sé hacer.
O nos quedamos cruzados de brazos esperando que alguien termine muerto en esa mesa.
Diego carraspeó.
—Marcos va a querer hablar contigo —le dijo a Brandon—.
Y Claudia… con Valeria.
Si aceptan, no podemos impedir que vayan.
Lo que sí podemos hacer es que no sea a ciegas.
Un pitido suave interrumpió la conversación.
—Es el ascensor —dijo Diego—.
Debe de ser Marcos.
—Voy para allá —respondió Brandon—.
Si hoy nos van a ver todos en el mismo espejo, prefiero estar presente.
Colgó.
Luna se cruzó de brazos.
—¿Y yo qué?
—preguntó.
Brandon se le acercó.
—Vos… te quedás cerca —dijo—.
Pero no en primera línea.
Ella levantó la barbilla.
—Ya no soy “la del café”, Brandon.
Él sonrió, triste.
—Precisamente por eso —respondió—.
Ahora sos la persona que no puedo perder.
Luna sintió que se le apretaba el pecho.
—Prometeme algo —dijo.
—Lo que quieras.
—Que pase lo que pase hoy… no vas a volver a cortarme la llamada.
Brandon tardó un segundo.
—Te lo prometo —dijo al fin.
Y por primera vez ese día, en medio del miedo, de la rabia, de la confusión, Luna sintió algo parecido a esperanza.
Muy pequeña.
Muy obstinada.
Pero ahí.
Un último mensaje antes de que caiga la noche Mientras Brandon y Luna salían del apartamento rumbo al hospital, el celular de él vibró.
Número desconocido.
Mensaje corto.
Si querés volver a ver a tu hermano respirando, dejá de buscarlo.
Esta noche, céntrate en no cometer más errores.
Brandon apretó el aparato hasta que le dolieron los dedos.
Luna leyó sobre su hombro.
—No se imaginan —dijo ella en voz baja— que el error más grande sería hacerles caso.
Brandon guardó el celular en el bolsillo.
—Entonces hagamos algo peor —respondió—: pensar antes de actuar.
Salieron.
Lo que ninguno de los dos sabía… era que, en otra parte de la ciudad, alguien más estaba arreglando su corbata frente al espejo, preparándose para una cena que no quería tener.
Y que esa cena, la famosa reunión de las nueve, no iba a ser solo una amenaza.
Iba a ser la demostración de hasta dónde estaban dispuestos a llegar.
REFLEXIONES DE LOS CREADORES Pluma_Magna Tu regalo es la motivación de mi creación.
¡Dame más motivación!
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