Entre el fuego y la distancia - Capítulo 28
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- Capítulo 28 - 28 CAPÍTULO 28 — LA ELECCIÓN QUE NADIE DEBIÓ PROPONER
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28: CAPÍTULO 28 — LA ELECCIÓN QUE NADIE DEBIÓ PROPONER 28: CAPÍTULO 28 — LA ELECCIÓN QUE NADIE DEBIÓ PROPONER En el auto gris, el silencio cayó como si alguien hubiera apagado el mundo.
Solo se escuchaba el motor apagado enfriándose… y la respiración contenida de Brandon.
La palabra acababa de salir por el auricular, clara, limpia, cruel: —Con ella.
Con Luna.
Brandon sintió un latigazo en el pecho.
—Repetilo —susurró, aunque no hacía falta.
Diego no repitió nada.
No tenía que hacerlo.
Los dos habían escuchado lo mismo.
Cuando el nombre que dicen es el de ella Arriba, en la mesa del salón privado, el hombre del traje se acomodó el puño de la camisa con calma.
—Una chica como esa —continuó— pasa desapercibida.
Nadie la relaciona con nada importante.
Si se cae de una moto, si la asaltan, si la lastiman por error… —se encogió de hombros— las noticias ni siquiera lo mencionan.
Marcos sintió náuseas.
—No —dijo, antes de poder frenarse.
El de sonrisa levantó una ceja.
—¿No… qué?
Marcos tragó saliva.
Tenía la boca seca.
—No es buena idea —improvisó—.
Si se meten con gente tan cercana a Moreno, lo van a desatar.
Y él no es un tipo que se quede quieto mirando.
Ya lo vimos una vez.
El hombre del traje lo observó un largo segundo.
—Precisamente —respondió—.
La gente que se mueve demasiado es más fácil de localizar.
Y de controlar.
Claudia habló por primera vez después de escuchar el nombre de Luna.
—Hay otros perfiles menos ruidosos —dijo, intentando desviar—.
Proveedores, socios menores, gente que va y viene.
No necesitan tocar a civiles.
El de sonrisa ladeó la cabeza.
—“Civiles” —repitió—.
Como si ustedes no lo fueran.
Sonrió un poco más.
—No se preocupen.
No los trajimos a votar.
Solo queríamos ver sus caras cuando entendiéramos qué significa lealtad para ustedes.
Marcos sintió el auricular en la oreja como una brasa.
Ahí, muy lejos y muy cerca al mismo tiempo, alguien estaba escuchando cómo la vida de Luna se convertía en ejemplo.
Abajo, entre latidos y frenos En el auto, Brandon golpeó el volante con la palma abierta.
—Voy a subir —dijo—.
No me importa quién esté ahí.
Diego lo agarró del brazo.
—Bran, si abrís esa puerta ahora, esto termina en una masacre.
Y ella sigue sin enterarse de nada.
—¡Acaban de decir su nombre!
—escupió Brandon—.
No la están usando como ejemplo abstracto, Diego.
Van por ella.
—Lo sé —respondió Diego, con una calma que le costaba—.
Y justo por eso no podemos improvisar como si esto fuera una pelea de bar.
Ellos no amenazan para ver si alguien se asusta.
Amenazan para probar hasta dónde pueden doblarte.
Brandon lo miró, con los ojos encendidos.
—Ya me doblaron una vez —dijo—.
Fue con Lucas.
No voy a esperar a ver qué hacen con ella.
Diego apretó la mandíbula.
Marcó rápido en el celular.
—Luna —dijo—.
Primero la avisamos.
Después pensamos cómo reventarles la fiesta.
El café como escudo y como vitrina En la terraza frente al hotel, Luna acomodaba la taza vacía de café frente a ella.
No estaba nerviosa por estar ahí.
Lo estaba por lo que no sabía.
El corazón le latía más rápido de lo normal, pero trataba de no demostrarlo.
Valeria salió del interior con otra bebida que no necesitaba.
—Te van a odiar en caja —bromeó—.
Llevamos tres cafés y dos de ellos están intactos.
—Cobrales los nervios —respondió Luna, con una sonrisa tensa.
Valeria apoyó el vaso y bajó la voz.
—¿Algo raro?
—Un par de autos que dieron la vuelta dos veces —contestó Luna—, pero podrían ser choferes aburridos.
¿Vos?
Valeria miró hacia el hotel.
—Nada fuera de lugar… y ese es el problema —susurró—.
Cuando todo parece normal, es porque algo importante está ocurriendo detrás de una puerta que no vemos.
El celular de Luna vibró.
Diego.
Lo atendió de inmediato.
—Decime.
La voz del otro lado sonó más grave que de costumbre.
—No te asustés, pero necesito que salgás de ahí ya —dijo Diego—.
Que te vayas a un lugar donde haya gente conocida.
Y que no caminés sola.
Luna sintió un escalofrío.
—¿Qué pasó?
Hubo una micro-pausa.
—Tu nombre —respondió—.
Lo acaban de poner sobre la mesa.
Valeria la miró, y solo con ver el cambio de color en el rostro de Luna, supo que algo acababa de girar en dirección equivocada.
—¿Quién lo dijo?
—preguntó Luna, apretando el teléfono.
—El tipo del traje —respondió Diego—.
Te quieren usar de aviso.
Un “accidente” que les sirva de recordatorio para Brandon.
Luna tragó saliva.
—¿Y dónde querés que me meta?
—preguntó—.
¿En una caja de cristal?
—Por ahora, dentro del café —dijo Diego—.
No te quedés a la vista.
Valeria, ¿me escuchas?
—Sí —respondió ella, acercando el celular al oído de Luna—.
Estoy con ella.
—No la dejes sola —pidió Diego—.
Brandon y yo vamos en camino.
Luna cortó, el corazón golpeándole la garganta.
Valeria dejó el vaso a un lado.
—¿Te dijeron qué planean exactamente?
—susurró.
—“Accidente” —respondió Luna—.
Ya con eso tengo suficiente para no subirme a una moto hoy.
Intentó hacerlo sonar ligero.
No lo consiguió.
Prueba de fuego Arriba, el hombre del traje se recargó en el respaldo de la silla.
—Nadie está hablando de matar a nadie —dijo, como quien ofrece una concesión—.
Aún.
Solo queremos asegurarnos de que Moreno entienda que no puede seguir escarbando donde no lo llamamos.
Claudia entrecerró los ojos.
—¿Y qué implica “asegurarse”?
—preguntó.
El de sonrisa respondió: —Un susto.
Una fractura.
Algo que lo haga elegir entre seguir jugando a héroe… o quedarse cuidando lo que le queda.
Se inclinó hacia Marcos.
—Necesitamos horarios —dijo—.
Rutinas.
Lugares donde ella esté distraída, donde no haya cámaras que nos compliquen.
No vamos a tocarle un pelo si ustedes hacen bien su trabajo.
Marcos sintió que la garganta se le cerraba.
—Ella trabaja en un café pequeño —respondió, sabiendo que cada palabra era un cuchillo—.
Tiene turnos de tarde.
A veces sale sola.
A veces, no.
El hombre del traje lo miró con interés.
—¿Nombre del lugar?
Marcos apretó los dientes.
Sabía que Diego y Brandon lo estaban escuchando.
Sabía que Luna también lo sabría, tarde o temprano.
Y aun así, dijo: —Meridiano.
En el auricular, Brandon apretó los puños.
—Lo voy a matar —murmuró.
Diego lo detuvo.
—Necesitamos saber cuándo —dijo—.
Mientras ellos hablen, tenemos espacio.
El de sonrisa anotó el nombre en su carpeta.
—Perfecto —dijo—.
Esta semana, un pequeño recordatorio en la puerta trasera.
Nada que parezca pensado.
Nada que nos vincule.
Se levantó.
La reunión empezaba a diluirse.
Las decisiones, no.
Cuando todo empieza a moverse a la vez En la calle, Brandon encendió el motor de golpe.
—No voy a esperar a “esta semana” —dijo—.
Si ya dijeron el nombre del lugar, alguien debe de estar tomándole fotos desde hace días.
Diego asintió.
—Vamos por ellas —respondió—.
Si ya nos pusieron el reloj encima, más vale que seamos nosotros los que lo veamos venir.
El auto arrancó.
En la terraza, Luna y Valeria se disponían a entrar al café cuando un hombre se detuvo en la esquina contraria.
Capucha.
Manos en los bolsillos.
Nada demasiado llamativo… salvo la forma en que no dejaba de mirar la entrada del hotel y el café alternadamente, como quien espera una señal invisible.
Luna tragó saliva.
—No mires ahora —susurró—, pero creo que ya llegó alguien que no pidió menú.
Valeria alcanzó a ver el reflejo en el vidrio.
El hombre seguía ahí.
Quieto.
Esperando.
Y las dos supieron, sin necesidad de más palabras, que el tiempo de observar desde lejos se estaba acabando.
Muy pronto, alguien iba a cruzar la calle.
La única duda era quién lo haría primero REFLEXIONES DE LOS CREADORES Pluma_Magna Your gift is the motivation for my creation.
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