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Entre el fuego y la distancia - Capítulo 6

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  4. Capítulo 6 - 6 CAPÍTULO 6 — LO QUE LAS LLAMAS NO QUEMARON
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6: CAPÍTULO 6 — LO QUE LAS LLAMAS NO QUEMARON 6: CAPÍTULO 6 — LO QUE LAS LLAMAS NO QUEMARON El departamento estaba en silencio.

No era un silencio cómodo.

Era denso, cargado, como si incluso las paredes se supieran que lo que estaba por salir de la boca de Diego podía cambiarlo todo.

Él seguía sentado en el suelo, apoyado contra la puerta.

La camisa pegada al brazo herido, la respiración pesada, los hombros caídos como si llevara años cargando algo demasiado grande solo.

Valeria se arrodilló frente a él con cuidado, como si temiera que un movimiento brusco pudiera hacerlo desmoronarse un poco más.

—Diego —susurró—.

Dime qué pasó.

Por favor.

Él tardó unos segundos en levantar la mirada.

De pronto parecía mayor, más cansado, más humano que la versión que ella recordaba de antes de la desaparición.

—No sé por dónde empezar —admitió.

Ella respiró hondo.

—Por el incendio —dijo—.

Dijiste que no debías sobrevivir.

¿Qué significa eso?

Diego inhaló como si el aire pesara.

—Aquella noche… —empezó— era una operación.

Una en la que nunca debí haber estado.

Valeria frunció el ceño.

—Operación?

¿De qué estás hablando?

¿Qué clase de trabajo hacías realmente?

Diego desvió la mirada hacia un punto indefinido del suelo.

Ese gesto le dolió más a ella que cualquier respuesta dura.

—No trabajaba donde tú creías —confesó—.

Tenía un empleo oficial, claro, pero… también colaboraba, de forma extraoficial, con una unidad de investigación encubierta.

Valeria parpadeó.

No era en absoluto la respuesta que esperaba.

—¿Estabas en la policía?

—preguntó.

—No exactamente —respondió—.

Era algo más… gris.

—¿Ilegal?

—susurró.

Diego no contestó.

Y ese silencio dijo más que un “sí”.

—La operación salió mal —continuó—.

Muy mal.

Se miró las manos, manchadas de sangre fresca y de algo más antiguo que solo él podía ver.

—Habíamos localizado un almacén donde “ellos” guardaban documentos, dinero, pruebas, contactos… cosas que podían hundirlos si alguien las sacaba a la luz.

Valeria sintió un escalofrío leve.

—¿Quién son “ellos”?

—preguntó.

Él aprieta los dientes.

—Un grupo que no quiere que nadie sepa que existe —dijo—.

No son ladrones comunes.

Ni solo traficantes.

Están metidos en todo.

Tienen poder, dinero y miedo comprados.

No les gusta que nadie haga preguntas.

El corazón de Valeria latía un poco más rápido.

—Sigue —le pidió.

Diego ascendiendo, como si tuviera que convencer primero a sus propios recuerdos.

—Alguien filtró la operación.

Cuando entramos al almacén, ya nos estaban esperando.

Nos rodearon.

Hubo disparos.

—Hizo una pausa breve—.

Alguien derramó gasolina.

Prendieron fuego a todo para borrar las pruebas… ya nosotros con ellas.

La voz se le quebró un poco, apenas.

—Yo estaba atrapado.

El techo empezó a ceder.

Mi equipo… —tragó saliva—.

Ninguno salió.

Se le ensombreció la mirada.

—Todos murieron.

Valeria llevó una mano a la boca, conteniendo un “no” que no tenía sentido, porque ya había ocurrido.

—Dios… Diego… —Una viga cayó sobre mí —siguió—.

Perdí el conocimiento.

Todo indicaba que iba a morir ahí.

De hecho, para ellos, morí ahí.

—Pero no —susurró ella—.

Alguien te sacó.

Él asintió.

—No sé quién fue —admitió—.

Solo recuerdo el fuego, el humo, el techo cayendo… y luego oscuridad.

Me desperté dos días después en un lugar que no conocía.

Sin documentos, sin teléfono, sin nada.

Y ya corría el rumor de que yo había traicionado la operación.

Y que ellos… habían puesto precio a mi cabeza.

Valeria sintió que las piernas le temblaban, aunque seguía de rodillas.

—Por eso desapareciste —dijo, hilando por fin—.

Porque sabías que iban a venir a buscarte.

Y sabías que cualquiera a tu alrededor… iba a estar en riesgo.

Diego levantó la mirada hacia ella.

Había algo roto ahí, pero también una especie de alivio extraño, como si por fin estuviera soltando un peso.

—Sí —confirmó—.

Si descubrían que seguía vivo, iban a seguir la pista de todo lo que me rodeaba.

Amigos, familia… tú.

Valeria tragó saliva.

—Te alejaste… para protegerme.

Diego cerró los ojos un momento.

—Fue la decisión más difícil que he tomado —dijo en voz baja—.

Y la que sigo sin saber si fue suficiente.

Valeria respiró hondo.

Otra vez.

Y otra.

—¿Y por qué ahora están aquí?

—preguntó—.

¿Por qué dejaron ese símbolo en mi puerta?

Diego apretó los labios, como si las palabras le supieran mal.

—Porque para ellos… tú eres mi punto débil —dijo—.

El único que reconocen.

Lo sintió como un golpe directo al pecho.

—Diego… yo no… —empezó, pero las palabras se le atascaron.

Él la miró, y en esa mirada había una mezcla extraña de dolor, cariño y algo que llevaba demasiado tiempo queriendo callar.

—Creen que si te tocan, voy a salir de donde me escondí —explicó—.

Creen que por ti yo… haría cualquier locura.

Valeria sostuvo su mirada.

El corazón le golpeaba en los oídos.

—¿Y se equivocan?

—preguntó en un hilo de voz.

Diego no se movió de sitio, pero algo en él dio un paso hacia ella.

—No —contestó, sin rodeos—.

No se equivocan.

Haría cualquier cosa por ti.

Y ellos lo saben.

Ella sintió los ojos arderle.

—¿Por qué?

—susurró—.

¿Por qué yo?

¿Por qué tanto?

Diego levantó la mano herida hasta su mejilla, aunque el brazo le doliera.

La tocó con cuidado, como si fuera algo frágil.

—Porque te amé antes de saber que estaba condenado —dijo—.

Y todavía te amo, aunque sé que no debería.

Las palabras le atravesaron el pecho.

El aire entre los dos pareció hacerse más denso, más corto.

Diego bajó la mano, temblando.

—Pero si no te alejas de mí… —añadió— van a intentarlo contigo.

Y esta vez no habrá margen de error.

Valeria inhaló despacio.

—No voy a alejarme —dijo.

—Valeria… —No voy a dejarte solo otra vez —repitió ella, con la voz más firme que su propio miedo—.

No esta vez.

Los ojos de Diego se oscurecieron con una mezcla peligrosa: alivio, pánico, amor.

—No entiendes lo que viene —susurró.

Ella no apartó la mirada.

—Entonces explícamelo —pidió—.

Quiero entenderlo.

Quiero saber a qué me estoy enfrentando si decidido quedarme.

Diego la miró como si estuviera a punto de romper algo muy valioso… o de entregárselo por completo.

—Lo que viene… —dijo al fin— es una guerra.

Y esta vez, Valeria… ellos ya saben tu nombre.

Fin del capítulo 6.

REFLEXIONES DE LOS CREADORES Pluma_Magna “Valeria sintió que el mundo bajo sus pies se estrechaba hasta un solo punto: su nombre, en la boca de la gente capaz de borrar vidas sin dejar rastro.

Y mientras Diego pronunciaba la palabra guerra como quien admite una sentencia, ella entendió una verdad brutal: ya no era solo testigo de su pasado.

Ahora era objetivo de su futuro.

Y la próxima puerta que tocaran…

no sería para advertir”.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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